jueves, 26 de diciembre de 2024

PSEUDOCLEMENTINAS-RECOGNITIONES-HOMILIAS V

PSEUDO CLEMENTINAS-RECOGNITIONES-HOMILLIAS

Geza Vermes demostró cómo el término "hijo De Dios" aplicado a un ser humano (podía asignarse también a los ángeles) no significaba en el judaísmo de tiempos de Jesús que la persona a la que así se calificase fuera un Dios, parte De Dios o consustancial a Dios, como interpretarían posteriormente los cristianos gentiles, sino que la persona en cuestión tenía una especial relación con Dios. Los Santos o "Jasidim", como el Hanina del Talmud, tenían una relación filial con Dios similar a la que se aprecia en los Evangelios con respecto a Jesús. Por ejemplo, a Hanina también lo llama "hijo" la voz celestial.: "Todo el Universo se sostiene por mi hijo Hanina, pero a mi hijo Hanina le basta con un kab de algarrobas de una víspera de sábado a la otra". Otro "Jasidim", Honi el Trazador de Círculo, utilizaba el término "hijo De Dios" en dos sentidos: "Señor del Universo, tus hijos han acudido a mí porque yo soy como un hijo de la casa ante ti". El primer término se refiere al "pueblo de Israel" y el segundo a un israelita con especial relación con Dios. Era una característica particular de los "Jasidim" referirse a Dios como "Abba", Padre. He ahí porqué Jesús lo hacía. Así lo dice la Misná: "el antiguo Jasidim dedicaba una hora a dirigir su corazón hacia su Abba del Cielo". El término "Abba" se utilizaba también para dirigirse a un maestro, como ilustran tanto una anécdota de Hanan, nieto de Honi el Trazador de Círculos, como otra del "Evangelio de Mateo: "Cuando el mundo necesitaba lluvia, los rabinos solían m enviarles escolares que le agarraban de la capa y le decían: ¡Abba, Abba, danos lluvia! Él (Honi) decía a Dios: Señor del Universo, presta un servicio a los que no son capaces de distinguir entre el Abba que da la lluvia y Abba que no la da". "No llames a ningún hombre tu Abba en la Tierra, pues tú tienes un Abba que está en el Cielo" (Mat. 23,9) Esto ha sido interpretado por Vermes como: "No deis a vuestro Abba en la Tierra, vuestro maestro religioso, el amor y respeto que sólo debéis a vuestro Abba del Cielo". Igualmente en la literatura judía de los siglos II y I a.C., hay diversos ejemplos de uso del término para referirse al hombre santo: "Sé padre del huérfano, marido de la viuda, y Dios te llamará hijo, tendrá misericordia de ti y te librará del abismo. Yo seré su Padre y ellos serán mis hijos. Y serán llamados hijos del Dios vivo, y todos los ángeles y todos los espíritus sabrán... que ellos son mis hijos y que yo soy su Padre en integridad y justicia, y que les amo (Jubileos 1, 24-25) (...). Y él reunirá un pueblo santo, al que conducirá en rectitud... Sin permitir que el mal vuelva a habitar entre ellos, ni que habite con ellos hombre alguno que conozca la maldad, pues él los conocerá, sabrá que todos son hijos de su Dios" (Salmos de Salomón 17, 26-27). Filón de Alejandría, contemporáneo de Jesús, tiene su propia interpretación del término, similar a la anterior: "Esta promesa mía la confirma la Ley cuando dice que aquellos que hacen lo que es conforme a la naturaleza y lo que es bueno son Hijos De Dios" (De specialibus legibus I, 318). El significado de "hijos De Dios" como "pueblo de Israel" aparece también en el Talmud y la Misná: "Cuando los Israelitas hacen la voluntad del Santo, loado sea, son llamados hijos; pero cuando no hacen su voluntad no son llamados hijos (Talmud de Palestina: Kiddushim 61c.). Bienaventurados los israelitas, pues son llamados Hijos De Dios. Y por un amor hacia ellos aún mayor se dice que son llamados Hijos De Dios; pues escrito está, vosotros sois los hijos del Señor vuestro Dios"(Misná: Aboth 3, 14.). Está última frase se refiere a la Torá o Pentateuco: "Hijos sois de Yahvé vuestro Dios"(Deuteronomio 14, 1) Un tercer y último significado del término en el Antiguo Testamento es el aplicado a David y a los reyes de la casa de David: "Yo seré para él Padre y él será para mi hijo(2 Samuel 7, 14). Te diré lo que el Señor decreta: Él me dijo: Tú eres mi hijo, hoy yo te he engendrado(Salmos 2, 7). Él me dirá: Tú eres mi padre... Y yo le nombraré mi primogénito, superior a todos los reyes de la tierra (Salmos 89, 26, 27). La traducción de Samuel realizado por Vermes se basa en el texto hebreo de Qumrán y no en el griego de los Setenta, lo cual confirma que se trata de una terminología puramente judía y no helenística. El texto de la "Regla Mesiánica" de Qumrán aplicó este pasaje al Mesías "Este es el orden de la sesión de los hombres de renombre, convocados a la asamblea del consejo común cuando (Dios) "engendre" al Mesías" (Q 1 Serekhª 2: 11-12). Es muy importante que se tenga en cuenta este significado del término a la hora de analizar el origen de la idea del Cristo eterno. Hay una malinterpretación del concepto judío de "Hijo De Dios". Los textos neotestamentarios, cuando fueron escritos tenían la ideología judía muy presente, distinguían perfectamente entre la filiación carnal de Jesús, hijo de José y de María, y la adopción filial del mismo por parte De Dios al considerarlo rey de la casa de David. Álvaro Borghini (À. Borghini: Jesús de Nazaret. El hombre hecho Dios, Madrid, 2000) ha analizado el substrato primigenio de los textos neotestamentario en lo que se refiere a la cristología original, demostrando que fueron manipulados por copistas de épocas tardías para adaptarlos al dogma del Hijo de Dios eterno, extraño al judaísmo. Parte de la teoría de la transmisión horizontal de textos, unánimemente aceptada hoy día (Dicha transmisión sería abierta y múltiple, en ella el copista solía colacionar varios manuscritos al elaborar el suyo, e incorporaba correcciones que consideraba adecuadas para la mejor comprensión del texto. A veces, cometía errores al transcribir una palabra o al interpretar una letra del escriba anterior. También algunos escribas manipulaban el texto intencionadamente para evitar lecturas que consideraba heréticas). Siguiendo este método, Borghini llega a unaconclusión difícilmente refutable: en los Evangelios existen dos estratos lingüísticos, uno primigenio (lectio difficilior) que consideraba a Jesús simplemente como un hombre, hijo de María y José, y otro advenedizo (lectio facilior) en el cual Jesús es Hijo de Dios y está en camino de convertirse en Dios. Está doctrina nueva, contagiada de la mentalidad grecorromana, utiliza todas las armas posibles para desplazar a la antigua e imponerse (Argumenta Borghini que, frente a la idea advenediza de la concepción virginal de Jesús, en el estrato primigenio de los Evangellios Jesús nació de una mujer casada, como puede apreciarse por Gálatas 4, 4 y Lucas 2, 5). El origen del término Cristo es imprescindible no sólo para ver el posible origen de la idea del "Verdadero Profeta", presente en HS (historia de la salvación), sino también para comparar la ideología de HS con la del Cristo eterno que encontramos en RC (Recognitiones) I, 43-71. Procede el hebreo "Mesiah" que significa "Ungido", y es el término que se aplicaba a los reyes de Israel. La unción es el ritual necesario para que penetre en el rey el "Ruah" de Dios, de modo similar a como lo hacía en los profetas (1 Sam. 10, 1-6). El ritual de la unción se convierte en una forma de filiación entre el rey y Dios, como se aprecia en la fórmula (Sal. 2, 7-9): "Hijo mío eres tú, yo mismo te he engendrado hoy. Te doy los pueblos en posesión y los confines de la tierra en propiedad". De esta frase, tomada de la fórmula egipcia de entronización de los faraones con el añadido "hoy", procede la consideración de los reyes como "Hijos de Dios". Es la misma que aparecía en el bautismo de Jesús. En lugar de ser ungido con oleo, Jesús lo fue con el agua del bautismo, según los Evangelios. Esta relación entre la penetración del Espíritu de Dios en los profetas y en los reyes viene claramente expresada en "1 Pedro": "Sobre esta salvación indagaron e investigaron los profetas, que profetizaron sobre la gracia destinada a vosotros, procurando descubrir a qué tiempo y a qué circunstancias se refería el Espíritu de Cristo, que estaba en ellos, cuando les predecía los sufrimientos destinados a Cristo y las glorias que le seguirían (1 Pe 1, 10). Está carta es casi contemporánea a HS, y fue escrita durante la persecución de Domiciano (año 95) o, más probablemente, durante la de Trajano (98-117). Cristo se identifica aquí con el Espíritu De Dios (Ruah-Hokma) que penetraba en los profetas, del mismo modo que lo hizo en Jesús, aunque éste es superior a ellos, porque en él se han cumplido las profecías. Pero hay que tener en cuenta una diferencia tajante entre la ideología del autor cristiano de esta carta y la ortodoxia judía de los judeocristianos: ha mezclado dos conceptos diferentes del judaísmo, el de Mesías y el de Sabiduría (subordinado el primero al segundo en la tradición judía). La alternativa de HS, que huye del término Cristo y usa el de Verdadero Profeta, es más ortodoxa con la tradición judía. El título de Mesías aplicado a Jesús aparece en dos ocasiones en los sinópticos, pero siempre en boca de otros: en la confesión de fe de Pedro y en el juicio de Jesús ante el Sanedrín (Mc 8, 27-30 y 61b-64). En Juan es una samaritana la que llama Mesías a Jesús. Kessler (op. cit) dice que Jesús no utilizó este título personalmente, y duda de la historicidad de los dos pasajes. Lo que pretende es que no mezclemos el concepto de Mesías con el contenido político que inevitablemente poseía para los judíos de época de Jesús. Pero como dice Sanders (E.P. Sanders: Jesús y el Judaísmo), el título de Mesías no significaba otra cosa que rey, y el término rey, aplicado a Jesús de múltiples formas (mi reino, el reino, "Hijo de David", "Hijo del Hombre"), es incuestionablemente histórico. El motivo de su condena, escrito en la cruz, no es otro que el de haberse proclamado rey. La única crítica que realizo a los planteamientos de Sanders es que concibe a Jesús como un pacifista, anacronismo que no me convence. El episodio de la expulsión de los mercaderes del Templo, que Sanders considera el motivo principal de su ejecución nos muestra a un Jesús violento, sobre todo si contextualizamos sus acciones con frases como: "Yo no he venido a traer la paz, sino la espada, o El que no tenga que venda su manto y compre una espada" (Q = Lc 12, 49-53 = Mt 10, 34-36. Lc 22, 36). Para entender porqué los exégetas creyentes, tanto católicos como protestantes, tienden hoy día a rechazar la proclama de Jesús como Mesías o Rey de los Judíos, hay que explicar la famosa y ciriticada tesis de Brandon sobre Jesús y los zélotes (Brandon: Jesus and the Zealots, 1967 y The Trial of Jesus, 1968). Aunque la tesis de Brandon era radical, y no hay que considerar a Jesús simplemente como un Zélote, siguiendo a Gonzalo Puente Ojea (G. Puente Ojea: El mito de Cristo, 2001) y muchos otros historiadores del cristianismo, que no hay porqué rechazar totalmente la interpretación de Jesús como guerrillero religioso. Dicho muy brevemente, la consideración de Jesús como Mesías era la originaria, en el sentido plenamente político y zelota del término. Los apodos de los apostóles nos indica que se trataba de gente violenta, similar al grupo terrorista de los zelotas: Simón el Zelota, Judas Iscariote (sicario), Pedro Barahona (épiteto originario de los zelotas, según Puente Ojea, que significa "el Forajido") y Santiago y Juan los Boanerges (Hijos del Trueno). El hecho de que en los Evangelios aparezcan críticas a tres de las cinco sectas existentes entonces entre los judíos (a los fariseos, los saduceos, y los herodianos), y en cambio no se critique ni a los zelotas ni a los esenios (estos últimos también en ocasiones violentos y furibundamente anti gentiles, a pesar de su carácter ascético), indica que Jesús probablemente simpatizaba con ellos. Por otra parte, la entrada triunfal en Jerusalén, la expulsión de los mercaderes del Templo, el dictamen sobre los tributos del César, el apresamiento y ajusticiamiento de Jesús, todos estos hechos transcurren en una semana. Se da, además, la circunstancia de que los sacerdotes del Templo temían una rebelión inmediata del pueblo, por ello deciden prenderlo antes de la Pascua: "Durante la fiesta no", no sea que hay insurreccón del pueblo. Insurrección que acabó produciéndose: "Había uno llamado Barrabás, que estaba encarcelado con aquellos sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato (Mc 14, 2; Mc 15, 7), y que hay que poner en ralación con el hecho de que a Jesús se le crucificase entre dos bandidos, de los cuales al menos uno creía en él. Probablemente, estos bandidos eran rebeldes seguidores de Cristo que habían participado en la expulsión de los mercaderes del Templo, ocurrida el día anterior al prendimiento. La pena de crucifixión se aplicaba a los rebeldes, no a los procesado por delitos de hurto o robo. Es en este contexto de violencia generalizada y rebelión en el que hay que situar el hecho de que el gobernador romano, Poncio Pilato, enviara contra Jesús a cuatrocientos legionarios romanos al mando de un tribuno junto a los guardias del Sumo Sacerdote (Jn 8, 3 y 12). No debe extrañar que uno de los doce le preguntara en Getsemaní, cuando vinieron a apresarlo "Señor, ¿herimos con la espada?, ni que ¿otro? Le cortara la oreja al esclavo del Sumo Sacerdote. El hecho de que Jesús le ordenase que guardase su espada no indica que excluyera la violencia, como indican sus propias palabras: ¿O crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles? Mas, ¿cómo se cumplirían las Escrituras de que así debe suceder?. Si no lo hizo, fue porque las profecías decían que debía ser apresado ---o porque las tropas romanas eran superiores a sus quinientos seguidores---, pero los discípulos, y probablemente él mismo, esperaban que más tarde se produjese el auxilio celestial. Como buen Mesías judío que quería liberar a su pueblo del yugo romano, Jesús estaba en contra del pago del didracma del Templo y de los tributos del César, como dejan ver sutilmente los Evangelios. Respecto al didracma que habái que pagar a los sacerdotes, dijo Jesús: "¿Qué te parece Simón?, los reyes de la tierra de quién cobran tributos, ¿de sus hijos o de los extraños?" A contestar él: de los extraños; Jesús le dijo: "Por tanto, libres están los hijos " (Mt, 17, 25-26). El programa fiscal del Reino que promete a sus seguidores está claro: los Hijos de Israel no debían pagar impuestos, un grograma ciertamente atractivo, pero peligroso tanto para el Templo como para el Imperio. La postura de Jesús respecto a los tributos que imponían los romanos a los Judíos se aprecia en el pasaje en que los fariseos y herodianos le preguntan: "¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?". Jesús respondió: "Por qué me tentáis? Traedme un denario que lo vea. ¿De quién es esta imagen y la inscripción? Lo del César, devolvérselo al César, y lo De Dios a Dios". Como manifiesta Lucas, la pregunta no es tal pregunta, sino la tentativa de obtener de Jesús una declaración pública en contra de los tributos romanos y de la dominación extranjera, se quedaron al acecho, enviaron espías, que se presentaron como varones justos, para sorprenderle en su doctrina, de manea que pudieran entregarlo a la autoridad y poder del gobernador. Como Jesús responde de forma esquiva, no pudieron sorprenderle en ninguna palabra ante el pueblo (Lc 20, 20-26). En definitiva, los sacerdotes y herodianos, colaboradores y beneficiarios judíos del gobierno romano, sabían que Jesús alentaba el fraude fiscal, y lo que querían era sorprenderlo en una declaración pública sobre este tema. Si Jesús estuviese a favor del Estado romano, hubiera contestado simplemente sí, pagad. La respuesta esquiva le permite quedar bien con sus seguidores (al César lo suyo, Roma, y a Dios lo suyo, Israel), y al mismo , por su ambigüedad, no da a sus enemigos la excusa para que lo procesen de inmediato. Ciertamente, hay pasajes de los Evangelios en los que aparece un Jesús pacifista. Pero no es probable que los evangelistas inventaran los pasajes violentos mencionados, porque ellos escriben en un contecto de posguerra, tras la destrucción de Jerusalén, y tras la expansión del cristianismo a los gentiles. De hecho, eran gentiles los principales destinatarios de los escritos evangélicos, incluso del Mateo final (habría un estrato primitivo de Mateo destinado exclusivamente a hebreos). Lo más razonable es deducir que son los pasajes "pacifistas" que no aparecen en Marcos ni en Juan (ni mucho menos en el antirromano "Apocalipsis"), los que se han interpuesto en las redacciones finales de Lucas y Mateo, autores que escriben para un público grecorromano o filorromano (El caso de Lucas es indiscutible, el de Mateo presenta ciertos problemas, dado que hay un espíritu hebreo claro en su obra. Pero en el Mateo que conocemos hay varias fases de elabora: probablemente hay material de Q que Lucas no transmitió y que fue redactado en Galilea o cualquier otra zona de Israel antes de la Guerra Judaica, pero la redacción definitiva se llevaría a cabo en Cesárea o Antioquía en torno al año 85, limando asperezas con el mundo romano). 

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