El Monoteísmo Israelita
El monoteísmo Israelita, considerado uno de las mayores realizaciones de la religión bíblica, representa una profunda respuesta a la amenaza externa de los imperios de Mesopotamia y el desafío interno del deterioro social. La amenaza Asiria minó la teología tradicional acerca del mundo en el Israel monárquico. La teología del mundo tenía como premisa la correlación de los reyes divino y humano: el que un rey humano se mantuviese en el poder era un signo de protección y poder divinos. De acuerdo al estándar del Cercano Oriente la desaparición de una nación también era una señal de impotencia de sus dios patrón. Cuando el reino del norte de Israel cayó, pudo parecer que el dios patrón del norte pudiera ser impotente. Una respuesta alternativa en el Cercano Oriente era que el dios patrón estaba castigando su reino, esta fue promovida en vísperas de la caída del reino del norte. Sin embargo, el reino de Judá lo pasó peor cuando le tocó ser cautivo en el 587-586; muchos Judíos se preguntaban si dios no tenía poder alguno.
Para confrontar el desafío Asirio como imperio, hubo una re-conceptualización de la visión del mundo que anteriormente tenía Israel. La comprensión religiosa Asiria era que su propio dios Asur, era visto como emperador sobre todos los demás dioses de las otras naciones. Dado que el nombre Asur era el mismo nombre que Asiria, Asur encarnaba la ideología imperial de la Asirianización del mundo (Holloway 2002). Israel imitó esta visión para su propio dios, pero con una diferencia más crucial: el poder de su super-dios ya no sería visto como correspondiente a aquel del su rey. Contrariamente a la manera habitual de mirar la realidad en estos tiempos, el poder masivo de Yahvé era visto en términos opuestos, comparado con la impotencia de Judá. Este visión del mundo revisada dio lugar a la conclusión opuesta para el enemigo mundial de Judá. En la emergente visión de las propuestas del monoteísmo de Judá, el masivo poder de Mesopotamia era visto en proporción inversa al poder de sus dioses. A medida que el poder terrenal de Mesopotamia aumentaba masivamente, el poder de sus dioses era visto como decreciente, hasta el punto de convertirse en nada. La inversión de los poderes terrenales y celestiales llevó a la nueva visión de una única realidad divina que dirigía los destinos de la impotente Judá y la poderosa Mesopotamia.
En adición a este cambio de condiciones externo, los cambios internos en la sociedad Judía también contribuyeron al surgimiento de una visión monoteísta mundial. A lo largo del siglo VIII, la teología Israelita acerca del mundo estaba basada en la noción de la familia divina. Hasta este punto, la base primaria para la identidad social en Israel era la familia. Además, en una sociedad donde la más alta forma de identificación social era la familia, la noción de la famita divina tenía bastante sentido en tanto que metáfora para referirse a la divinidad. Sin embargo, el siglo VIII comenzó con cambios importantes en el estatus de la familia en tanto que primera base para la identidad social. Con la caída del norte, las familias ahí perdieron sus lazos con sus familiares, debido sea a la huida hacia el sur o la cautividad Asiria. La invasión Asiria del 701 causó una mayor erosión de la familia, dado que varios miles de habitantes partieron en cautiverio (Sanaquerib alardeaba de unos 200.150!!!). Parece ser que la identidad familiar como primera expresión de identidad social estaba deteriorándose, B. Halpern 1991, 1996 y Scholen 2001).
Uno puede ver este desarrollo en la noción que los hijos ya no son responsables de los pecados de sus padres (Jer. 31:29-30; Ezekiel 18; 33:12-20; Deut. 24:16). Una cultura con linajes disminuidos, menos incrustada en los patrimonios tradicionales familiares debido a cambios sociales entre los siglos VIII y VI, debía estar más predispuesta a aferrarse a la responsabilidad del individuo en lo que a la conducta humana se refiere y en ver una divinidad individual responsable del cosmos. En otras palabras, un Dios individual tenía más sentido en Israel después del siglo VIII, mientras en que en tiempos anteriores la familia divina tenía más sentido.
Entre los retos extranjeros y domésticos se puede ver el telón de fondo para el desarrollo del monoteísmo Judío. El monoteísmo era una interpretación de la realidad Israelita a la luz de los desarrollos que van de los siglos VIII al VI. Se desarrollaron las tradiciones Israelitas y la practica monoteístas ofreciendo una nueva visión de dios informada por los desafíos de aquellos tiempos. Ésta fue una respuesta revolucionaria en su interpretación del mundo y evolutiva dado que forja esta nueva visión partiendo de los componentes tradicionales antiguos. Esta manera de entender este proceso difiere fuertemente de la que toma Assmmann (1997), que ve el monoteísmo bíblico como revolucionario. La contextualización es absolutamente necesaria para entender el monoteísmo de Israel. Esta contextualización permite ver las líneas de continuidad y cambio que dieron lugar al monoteísmo bíblico.
Dadas estas condiciones históricas, uno podría esperar que este monoteísmo se hubiese desarrollado también entre los vecinos de Israel, como Amón, Moab, y Edom. Hasta hoy, no puedo responder por qué el monoteísmo no se desarrolló en estos sitios, dado lo poco que se sabe de la situación en esas culturas durante este periodo u otros subsecuentes. No tenemos una Biblia Amonita, Edomita, o Moabita. No obstante, esta falta puede señalar hacia un factor crucial para el monoteísmo singular Israelita: la continuidad en la producción de textos religiosos aún después de la pérdida de la monarquía y otras instituciones a comienzos de la conquista Babilonia. La articulación de la identidad Israelita en conexión con su deidad representaba un proyecto cultural importante del Israel exílico y post-exílico.
Es más, la historia del monoteísmo Israelita no termina simplemente en el siglo VI. La deidad Israelita termina defendiendo defendiendo los ideales de los segmentos sociales más responsables de su construcción en el siglo VI y después. Por ejemplo, el ideal sacerdotal de evitar la impureza de la muerte y las relaciones sexuales tendían a acentuar un Dios Santo, desconectado del ámbito de la muerte, sin tener necesidad de relaciones sexuales. Mas Santo que el Santo de los Santos, este dios moldearía el ideal para los sacerdotes, e incluso para la gente que era sacerdote en Israel. El ideal Deuteronómico de fiel observación de la Torah se centra en la deidad como voz divina que produce la Torah. Por lo demás, esta voz invisible permanece virtualmente desconocida e inaccesible excepto para la práctica y la oración. La elaboración post-exílica del monoteísmo se extiende más allá, a la continua producción de textos religiosos acerca del pasado que parecen generar modificar la idea de una única deidad en el universo. La maestra narrativa Israelita acerca del pasado, o sea, Génesis, Reyes, etc., da lugar a un Dios maestro.
No estoy queriendo sugerir que el género de la narrativa bíblica mismo represente una reivindicación del monoteísmo. Esta idea ha sido expuesta de varias formas durante décadas. Es un argumento que afirma que la narrativa bíblica es el género del monoteísmo, mientras que los mitos del Cercano Oriente constituyen el género del politeísmo. Muchos críticos, entre ellos Fishbane (2003), no encuentran esta correlación entre género y divinidad convincente. Estoy tratando de sugerir un punto diferente. Se trata de la construcción de una línea a lo largo de un largo periodo de tiempo que va desde el Génesis hasta Reyes con un protagonista divino principal en tanto que afirmación post-exílica acerca de la continuidad del monoteísmo a lo largo del pasado Israelita. En el contexto post-exílico, una de las más importantes afirmaciones del monoteísmo radica en la construcción de la primera mitad de canóniga Biblia Hebrea, la Torah, y los Libros Históricos.
También me gustaría añadir algunas palabras acerca de la fecha del Pentateuco y los libros Históricos. No pienso de manera anacronista como para suponer que algunas formas de estas obras fue realizada cerca del 198 a.C., en los tiempos de Ben Sira, y me inclino a creer que ya eran un proyecto de alguna manera hacia finales del periodo Persa (333 a.C.). Si uno se basa en la evidencia interna de la Torah y los Libros Históricos, no hay razón para dudar que alguna forma de su construcción en tanto que narrativa conectada había sido realizada a finales del periodo Persa. A lo largo de muchos segmentos sociales y fuerzas políticas trabajando en la producción de los libros bíblicos, su alteración editorial, y su transmisión, el texto como un todo terminó presentando una línea de tiempo lineal desde los primeros humanos hasta el último rey de Judá. Si añadimos Esdras y Nehemias, 1 y 2 Crónicas como segmentos añadidos en esta cadena narrativa, habría que decir que la línea del tiempo global presenta algunos saltos en el tiempo. De todas maneras, todavía se ve la intención de ofrecer una determinada imagen hasta el tiempo de Esdras y Nehemías, con Crónicas como recapitulación de la narrativa Génesis-Reyes. Con o sin la obra post-exílica de Esdras y Nehemías, tenemos una larga línea narrativa. Esta línea narrativa presenta una continuidad de la experiencia del pasado Israelita; o se podría decir que en esta presentación, hay una reclamación acerca de la continuidad de la experiencia e identidad desde los comienzos de Israel hasta estos escritos post-exílicos.
Esta afirmación es extiende a la naturaleza de la deidad de Israel como es presentada en la línea temporal bíblica. Aunque esta línea narrativa fue construida partiendo de comprensiones varias de lo divino, esta única línea ofrece la idea de una única y principal deidad para Israel a lo largo del curso de su experiencia histórica. El politeísmo quedó en las sombras (Gen. 49:25) o negado (Deut. 32:8-9) o reinterpretado (Salm. 82). La gran línea narrativa de la Ley y los Profetas ofrece en sí misma una afirmación del monoteísmo. Queda claro en varios puntos que todo esto es una continuidad construida, no una presentación continuada. Por ejemplo, en Éxodo 6:2-3 queda claro que los patriarcas no conocían a la deidad por el nombre que la tradición sacerdotal asoció con la llamada de Moisés. Atribuir o modificar los títulos de otras deidades a la deidad Israelita dio lugar a una deidad que representaba lo que las otras deidades eran y hacían sin ser como ellas o sin que éstas tuviesen realidad genuina alguna. La construcción del gran texto a su vez ofreció la visión específica Israelita monoteísta a cerca de Dios.
De todo esto resulta que el monoteísmo en sus varias expresiones y comprensiones a lo largo del curso de la Biblia es una lente interpretativa a través de la cual las antiguas nociones religiosas son refractadas y reinterpretadas. De esta manera, el monoteísmo es parte de una gran empresa interpretativa evidente en los textos bíblicos. Como resultado, el monoteísmo no es en sí mismo un sistema o una idea divorciada de las grandes creencias religiosas o comprensiones; es una interpretación de la realidad que a su vez dio forma a otros aspectos de la visión del mundo Israelita.
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