EL EVANGELIO SEGÚN MATEO
TÍTULO Y AUTOR
Según el historiador de la iglesia del siglo IV Eusebio, un obispo nombrado Papías (escribe ca. 125) afirmó que el discípulo Mateo (Mat. 9:9; Marc. 3:18; Luc. 6:15; Hech. 1:13) registró dichos de Jesús en Hebreo. El texto del primer Evangelio, sin embargo, ni afirma la autoría de Mateo ni se lee como traducción del Hebreo. El Evangelio es más bien un texto Griego escrito con un fuerte conocimiento y afinidad con la tradición y creencia de las Sagradas Escrituras.
Aunque algunos estudiosos argumentan que el Evangelio de Mateo sirvió de fuente a Marcos y Lucas y posiblemente a Juan, la mayoría está de acuerdo en que Mateo es dependiente tanto del Evangelio de Marcos (90 por ciento de Marcos está contenido en el texto de Mateo) y de un texto hipotéticamente llamado Q, de “Quelle” en Alemán, que significa “fuente”. Este documento o fuente consistía primariamente de temas relacionados con enseñanzas, como las Bienaventuranzas (Mat. 5:3-12; cf. Luc. 6:20-23) y el Padrenuestro (Mat. 6:9-13; cf. Luc. 11:2-4) y puede ser reconstruido con los versículos que aparecen tanto en Mateo como en Lucas pero que no están en Marcos. El hecho que el texto dependa de tradiciones y textos más tempranas/os cuestiona la autoría de Mateo.
FECHA Y ESCENARIO
El Evangelio de Mateo sugiere que el Templo de Jerusalem ya había sido destruido (ver 12:6; 22:7), ha de ser datado, pues, después del 70 d.C. La referencia más temprana del Evangelio puede ser la de Ignacio obispo de Antioquia ca. 110 d.C. Su “Carta a la comunidad de Filadelfia” parece referirse a ciertas tradiciones de Mateo. De ahí que la fecha del Evangelio sea considerada razonablemente entre el 80-90 d.C.. Antioquia (en Siria) es plausiblemente el escenario por varias razones: El de Mateo es el único Evangelio que menciona a Siria durante el ministerio de Jesús (4:24); textos posteriores mencionan la prominencia de los seguidores de Jesús en esta ciudad (Hechos 11:19-27; 13:1; 14:22-23; Gal. 2:11); Pedro tiene conexiones tanto con la ciudad como con el Evangelio de Mateo (ver 16:17-19); y, como ya he señalado, es posible que se de una conexión del Evangelio con Ignacio. Un escenario Galileo es también posible, dado el interés del autor de este Evangelio en la región.
SITUACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO
El Evangelio de Mateo aparece como primer Evangelio en el Nuevo Testamento por varias razones: era muy popular en el mundo Cristiano (es el Evangelio más citado); contiene instrucciones para la iglesia (18:15-20); y su genealogía ofrece una suave transición entre las Escrituras de Israel y la historia de Jesús. Si este Evangelio fue escrito para una comunidad Cristiana en particular (o una Cristiana-Judía) o fue usado como texto para todos los seguidores de Jesús es algo debatible.
ESTRUCTURA Y TEMAS PRINCIPALES
Mateo está dividido en cinco temas principales, separados por la fórmula “cuando Jesús acabó” (7:28; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1), lo que sugiere una recapitulación del Pentateuco. Los temas de los discursos, sin embargo, (el Sermón de la Montaña, evangelismo, parábolas, organización de la iglesia, y escatología) no se corresponde con los contenidos de los libros del Pentateuco. (El libro de los Salmos está igualmente dividido en cinco partes, que tampoco se corresponden con los libros de la Torah). El Evangelio de Mateo se basa mucho en las Escrituras Israelitas, más que ninguno de los textos Cristianos tempranos, con unas cincuenta citas y alusiones a la Septuaginta (LXX, en su traducción Griega). Mateo usa frecuentemente la fórmula “para que se cumpliese lo dicho…. Por medio del profeta” (1:22-23; 2:15; 4:14; 8:17; 12:14).
El texto también muestra interés substancial en las observancias Judías, desde la insistencia de Jesús “No penséis que he venido a abolir la Ley….”(5:17), a la eliminación de esta afirmación en Marcos (7:14-20) declarando puros todos los alimentos, a la observancia del Sabbath (12:1-14). Jesús muestra como ha de entenderse la Ley Judía y como ha de ser aplicada de acuerdo con las circunstancias de la Iglesia temprana compuesta de miembros Judíos y Gentiles.
Mateo también encaja a Jesús en la tradición Judía cuando compara a Jesús con Moisés. Esta conexión puede comenzar en el capítulo 1 con la concepción milagrosa de María, la determinación de José para divorciarse de ella, y las instrucciones divinas para casarse con ella, que tienen cierta conexión como los relatos de la Midrash acerca de la concepción de Moisés (ver Ant. 2:205-17; L.A.B. 9:1-10; Tg. Ps-J.; Ex. Rab. 1:13; Sefer ha-Zikronot). La conexión es más clara en el cap. 2: Jesús, como Moisés, es rescatado en su infancia y viaja a Egipto; como Moisés, después de dejar Egipto Jesús cruza las aguas (el bautismo), entra en el desierto (tentaciones), y sube a una montaña antes de comenzar su sermón (El Sermón de la Montaña 5:1). Al final del Evangelio, Jesús da instrucciones a sus seguidores desde una montaña, como hizo Moisés (28:16, Deut. 32:48).
El Jesús de Mateo no solo es descrito como el “nuevo Moisés” que interpreta la Torah al pueblo de Israel, sino que es incluso superior a Moisés. Por ejemplo, en el relato sobre las tentaciones de Mateo (4:1-11), Jesús, como Moisés, ayuna cuarenta días y cuarenta noches (4:2; Deut. 9:9), es retado a mandar a las piedras (4:3; Núm. 20:8), y les son mostrados los reinos del mundo desde un monte muy alto (4:8; Deut. 34:1). A Jesús les son mostrados todos los reinos del mundo, pero a Moisés solo el de Canaan. Además, Moisés muere fuera de la Tierra Prometida, Jesús regresa (28:16-20); mientras Moisés lleva al pueblo a su hogar terrenal; Jesús lidera a sus seguidores al reino de los cielos. Moisés recibe la Torah y se la da a Israel; Jesús es el cumplimiento de la Torah así como su intérprete cualificado.
Jesús es, para Mateo, el hijo de David, el tan esperado rey Davídico ideal, llamado mesías en la literatura posbíblica Judía (1:1; ver la genealogía). El Evangelio usa frecuentemente frases como “hijo de David” así como referencias a la dignidad real de Jesús (1:1; 2:2; 9:27; 12:23; 15:22; 20:30; 22:42; 27:11). Judas se ahorca solo en Mateo (27:5) como Aitofel, el que traicionó a David (2 Sam. 17:23). Pero incluso el título “Hijo de David” es superado, dado que Mateo presenta a Jesús como hijo divino de Dios que salvará a su pueblo (1:21; 2:15; 3:17; 4:3,6; 8:29; 14:33; 16:16; 26:63). El concepto de Jesús como “Shekhinah”, la manifestación física de la divina presencia, le da forma a todo el Evangelio de Mateo (ver 1:18; 18:20; 28:20); como hijo de Dios y como encarnación de la divinidad en la tierra, Jesús remplaza el Templo como lugar donde reside la presencia divina.
MATEO Y EL JUDAÍSMO
Junto con toda imaginería bíblica, Mateo también revela lazos con la interpretación rabínica de las Escrituras. Los rabinos utilizan diferentes formas de argumentación (reglas exegéticas) para interpretar la Torah, incluyendo el “qal vahomer” (luz e importancia) y el “binyan´av” (construcción de un padre), ambas aparecen en el Evangelio de Mateo. Ver, Bava Metzia 87b; Qiddushin 4:14; Pesahim 66a; Sanhedrin 17a; Shebiit 9.1.38d; Génesis Rabbah 92:7. El qal Vahomer argumenta desde una premisa menor a una mayor: si Dios cuida los pájaros, cuanto más cuidará de sus seguidores (6:26, ver también 10:29-31). El binyam´av usa un pasaje de la Torah para llegar a una conclusión respecto a otro. Cuando es preguntado por los Fariseos respecto al divorcio (19:3-6), Jesús cita Gén. 1:27; 2:23 para sacar una conclusión autorizada en referencia a otra, Deut. 24:1-4. De manera similar, cuando los Fariseos expresan su queja porque los discípulos de Jesús están cogiendo espigas durante el Sabbath (12:1-9; Shabbat 73b; los rabinos habrían prohibido la recogida de grano dado que lo equiparan con cosechar), Jesús responde que otros Judíos violan el Sabbath cuando tienen necesidad. Mateo deja claro en 12:1 también en Marcos 2:23, que los discípulos tenían hambre. El Jesús de Mateo es descrito utilizando los métodos exegéticos Judíos en orden a crear nuevas reglas autoritativas.
A pesar de estas conexiones con los textos Judíos, en la interpretación de la Torah, otros pasajes –las parábolas de los viñadores (21:33-45) y las bodas (22:1-4), los reproches a los Fariseos (23:3-36), y la automaldición de “todo el pueblo” de que “la sangre de Jesús sea sobre nosotros y nuestros hijos”! (27:25)- sugieren una tensa si no rota relación entre los lectores a los que va dirigido el Evangelio de Mateo y la Sinagoga.
Esta última cita –el infame “grito de sangre”- ha sido usada por los Cristianos a lo largo de los siglos para afirmar que todos los Judíos en todo tiempo y lugar eran colectivamente responsables de la muerte de Jesús. Pero es mucho más probable que esta frase refleje la interpretación de Mateo de los trágicos eventos del 70 d.C., cuando los Romanos destruyeron Jerusalem y quemaron el Templo: los “hijos” de la multitud de Jerusalem fueron los testigos de esta destrucción.
Después de estos trágicos eventos en los que miles de Judíos fueron asesinados o exiliados, la supervivencia del Judaísmo se vio amenazada. Se necesitaron nuevos líderes para conservar las tradiciones Judías así como para interpretar la Torah en un mundo cambiante. El conflicto inherente en el Evangelio de Mateo pude reflejar esta lucha por la supervivencia, explicando así la dura actitud exhibida hacia los Fariseos, que fueron los precursores de los Rabinos. El Evangelio de Mateo ofrece una descripción de las tensiones que existían entre los Judíos-Cristianos y los Judíos tradicionales después del 70 d.C.
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