ZOROASTRIANOS, JUDÍOS Y CRISTIANOS
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Se ha muy a menudo objetado –y se continua objetando actualmente- que en la antigüedad los Judíos no sabían mucho acerca del Zoroastrismo, dado que el Avesta no fue puesto por escrito hasta el siglo VI d.C. Sin embargo, el argumento no es válido: de hecho los Judíos tuvieron bastantes oportunidades de familiarizarse con el Zoroastrismo(1).
Durante unos dos siglos Judea formó parte del imperio Aqueménida, con una amplia diáspora Judía que vivía dentro del imperio. El gobierno Aqueménida era relativamente benigno, así lo reconocían los Judíos: hay bastante propaganda Judía contra los gobiernos Babilonio, Seleucida y Romano, pero no hay ni un solo texto Judío, bíblico o rabínico, contra el gobierno Persa. Es más, en tiempos de los Aqueménidas había cierta afinidad entre la religión Judía e Iraní. Y no solo esto, como los Zoroastrianos, los Judíos se veían a ellos mismos como gente elegida por Dios para implementar su intención para con el mundo –El Segundo Isaías y sus sucesores les habían enseñado a mirar hacia delante con confianza hasta que llegase un tiempo cuando, bajo el patronazgo de Dios, serían dueños de un mundo fértil, próspero y pacífico, y sus enemigos serían subyugados, para nunca más resurgir. Aunque relativamente modesta, esta perspectiva pudo haber preparado a algunos Judíos a simpatizar con nociones más importantes Zoroastrianas acerca de “lo maravilloso”. Ni tampoco tuvieron los Judíos ninguna dificultad a la hora de aprender estas nociones. En tiempos Aqueménidas los Judíos empleados por familias Zoroastrianas acaudaladas como escribas y agentes de negocios o sirvientes, etc. estuvieron expuestos a la religión de sus amos. El proceso pudo haber continuado durante generaciones, hasta que los empleados Judíos llegaron a saber tanto del Zoroastrismo como del Judaísmo –en la actual India, los Hindúes y Musulmanes que trabajan para los Zoroastrianos han tenido una experiencia semejante.
Hay una evidencia más sólida de contactos después de la caída del imperio Aqueménida. En el periodo Heleno los descendientes de los colonos de la época Aqueménidas se sabe vivían junto con colonos Judíos en muchas ciudades de Babilonia, en la zona alrededor de Damasco, en Lydia y Frigia. Ambos grupos produjeron ciudadanos distinguidos, que trabajaron juntos en la ciudad o concejo provincial –y como el Griego era el lenguaje común de los educados, la comunicación mutua era fácil. Dondequiera vivían Iraníes había sacerdotes Zoroastrianos. Sin lugar a dudas hubo una mutuo intercambio de ideas religiosas.
La promesa escatológica que aparece en las enseñanzas Zoroastrianas debe haber sido bastante atractiva para muchos Judíos cuando se vieron enfrentados con los horrores de la tiranía de Antíoco Epifanes o con las brutalidades del gobierno Romano. Pues en estas enseñanzas podían encontrar la certeza que el mal no venía de Dios sino de un adversario de Dios. También podían encontrar la certeza que el mal no quedaría sin castigo: Dios, actuando a través de su Mesías pondría las cosas en orden.
La atracción hacia el Zoroastrismo fue reforzada cuando en el siglo II a.C. revivió el poder Iraní bajo los Partos. Cuando un siglo después Judea vino a estar bajo el cruel y duro dominio Romano, los Judíos miraron hacia los Partos en tanto que principales oponentes al poder Romano. Pompeyo y Craso después, se hicieron muy impopulares cuando invadieron el Templo: Craso incluso lo saqueó. En el 53 a.C. Craso salió en campaña contra los Partos –y, a pesar de una superioridad numérica muy grande, fue derrotado y él mismo murió. Los Partos se hicieron cada vez más populares para los Judíos; cuando en el 40 a.C., invadieron Siria-Palestina, entraron en Jerusalem, e instalaron un rey Judío en lugar del odiado Herodes puesto por los Romanos. Eran vistos como protectores de los Judíos contra los Romanos. Y aunque Herodes fue restaurado por los Romanos dos años más tarde, los Partos persistieron en sus esfuerzos para avanzar hacia el oeste y expulsar a los Romanos.
Los contactos Judíos con los Partos continuaron. Josefo cuenta lo que ocurrió, cerca de los tiempos de Jesús, en el reino satélite Parto de Adiabena, en Mesopotamia. Dos hermanos, Izates y Monobazos, ayudados por su formidable madre Helena, se sucedieron mutuamente como reyes en Adiabena. Ambos quedaron tan impresionados por la propaganda de los misioneros Judíos que se convirtieron al Judaísmo. Incluso la reina Helena hizo un peregrinaje a Jerusalem e incluso construyó dos mausoleos para sus hijos. Años después cuando Jerusalem fue asediada por los Romanos bajo el mandato de Tito, los hijos de Izates llevaron tropas para ayudar.
La famosa sinagoga de Dura-Europos en el Eufrates, actualmente Siria, contiene pinturas en el más puro estilo Parto –no se sabe si los artistas eran Partos, aunque parece más bien que eran Judíos entrenados en las tradiciones del arte Iraní –por ejemplo, soldados con escudos idénticos a los usados solamente en Iran, montando a caballo a la manera típicamente Irania. Más importante aún: el sumo sacerdote Aaron, hermano de Moisés, es retratado no vestido a la manera Judía descrita en el capítulo 28 del Éxodo sino con ropas ceremoniales como las que solían llevar los reyes Iraníes(2).
Pero cómo fue esta influencia posible, dado que los Judíos eran monoteístas y los Zoroastrianos mantenían que había dos principios opuestos funcionando en el mundo? esta objeción ha sido a menudo argumentada, pero es menos válida de lo que parece. Desde la época de los Aqueménidas la forma prevalente de Zoroastrismo era el Zurvanismo, que era en sí mismo monoteísta(3).
En tanto que nombre común “zurvan” significa “tiempo”, y en el Zurvanismo el curso de la historia es visto no como una lucha entre dos poderes opuestos sino como dictada por un único poder, el “Tiempo”. El Tiempo en tanto que realidad primordial de la que surge la creación –tiempo también en tanto que poder permanente que dicta el curso de los asuntos humanos- esta visión no era incomprensible para los Judíos. Es posible que los sacerdotes que desarrollaron el Zurvanismo hubiesen sido influenciados por el monoteísmo Judío.
En el libro de Daniel el juicio que realiza el Anciano de los Días es muy diferente del “Día de Yahvé” de las profecías del Antiguo Testamento, cuando Dios desahogaba su cólera unas veces sobre los enemigos de Israel, otras sobre el mismo Israel. La doctrina del Zoroastrismo ofrece un sorprendente paralelo –explica como al final del “tiempo limitado” habrá un Juicio Final, donde los individuos se enfrentarán a sus buenas o malas acciones, y serán premiados o castigados según su comportamiento.
El paralelismo se extiende mucho más allá. Como en Daniel y en los textos Zoroastrianos los muertos son resucitados en orden a enfrentarse a esta prueba. Y tanto en las fuentes Zoroastrianas como en Daniel aquellos que pasen la prueba serán premiados con la vida eterna. Para los Zoroastrianos esto significaba que vendrían a ser como los primeros seres humanos, antes de la irrupción de Angra Mainyu, con cuerpos que no envejecen. En cuanto a los Judíos, los justos serán transfigurados: “radiantes como las estrellas”, formarán una comunidad semejante a la comunidad de los ángeles en el cielo. En cuanto a si estos seres radiantes vivirían para siempre en la tierra o en el cielo, los estudiosos no están de acuerdo –pero qué pensaban los lectores de Daniel en aquellos tiempos? Seguramente combinaban en una sola las dos promesas –de vida eterna para los justos y de un reino terrenal que nunca tendría fin.
Esta interpretación está confirmada en un pasaje del Segundo Libro de los Macabeos, que data de la época de la persecución de Antíoco. Siete hermanos eligen morir en lugar de violar la Ley Judía. El segundo hermano le dice a Antíoco: “Tú, criminal, nos privas de la vida presente, pero el Rey del mundo, a nosotros que morimos por sus leyes, nos resucitará a una vida eterna”. El tercer hermano dice, “Por don del Cielo poseo estos miembros, por sus leyes los desdeño y de Él espero recibirlos de nuevo”, mientras que el cuarto dice, “Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por él; para ti, en cambio, no habrá resurrección a la vida”(4). Parece fuera de cuestión que algunos Judíos en el siglo II a.C. esperaban una resurrección corporal y vida eterna en la tierra.
Esta era una innovación radical, una ruptura total con la idea tradicional de la muerte como oscuridad eterna, el mundo subterráneo, el país del olvido. Hasta donde se debe este cambio a la influencia Zoroastriana? Es cierto que antes del periodo Persa, Ezequiel profirió lo que parece una promesa de resurrección(5). Sin embargo, los estudiosos Bíblicos están básicamente de acuerdo con que Ezequiel se estaba refiriendo metafóricamente a la futura restauración y exaltación de Israel. Aunque la existencia de estas profecías pueden haber facilitado la aceptación de las enseñanzas Zoroastrianas acerca de la resurrección corporal, no parece probable que los Judíos desarrollasen independientemente un conjunto de creencias tan parecidas a la compleja doctrina Zoroastriana.
Volviendo al Libro de Daniel: incluso lingüísticamente hay algo extraño en esta obra, pues los capítulos 2 al 7 están escritos, no como el resto del Antiguo Testamento, en Hebreo sino en la lengua del Imperio Iraní, en Arameo Imperial, y contiene no menos que veinte palabras prestadas del Persa. Más importante aún, en el capítulo 2 hay una imagen que tiene un paralelo muy cercano en la tradición Zoroastriana: la estatua del sueño de Nabucodonosor, con su cabeza de oro, pecho y brazos de plata, vientre y caderas de bronce, piernas de hierro, y pies en parte de hierro y en parte de barro. En el Apocalipsis Iraní “Zand i Vahamn Yasht” (comentario sobre el himno de alabanza al dios Vohu Manah), Zoroastro sueña con un árbol con ramas de oro, plata, acero –y hierro mezclado con barro(6).
La estatua de Nabucodonosor y el árbol de Zoroastro ambos simbolizan la misma cosa: una sucesión de cuatro periodos históricos. El concepto de los cuatro periodos, simbolizado respectivamente por el oro, la plata, el bronce, y el hierro se puede encontrar en la obra Griega del siglo VIII a.C. de Hesiodo “Los Trabajos y los Días”, pero el añadido de hierro mezclado con barro es una innovación, tan curiosa que no puede ser coincidencial. Aunque la versión del Zand-i Vahman Yasht es –como todos los demás textos Zoroastrianos- tardía, su origen es muy antiguo. Algunos estudiosos mantienen que es anterior a Alejandro Magno, otros que es más antigua aún. Lo que es cierto es que mucho más antigua que el Libro de Daniel.
La interpretación del Hierro mezclado con barro es Iraní, no es Judía. En el Zand-i Vahaman Yasht esta imagen simboliza la época en la que “los no-Iraníes se mezclarán con los Iraníes” –o sea, cuando el buen hierro fuerte de Zoroastrianos Iraníes se debilitará debido a un influjo de extranjeros infieles. En Daniel “el hierro mezclado con barro” es interpretado como la época en la que los Seleucidas serán debilitados mediante casamientos dinásticos sin éxito –una comparación forzada si es que hay alguna!
Otra evidencia más convincente de influencia Zoroastriana es cuando Nabucodonosor le pide a Daniel interpretar el sueño. Daniel invoca “al Dios del cielo que revela los misterios……. Misterios de lo que está por llegar” –la palabra “misterios” se traduce como “raz”. Es la misma palabra usada en los Rollos del Mar Muerto para referirse al conocimiento secreto que la comunidad de Qumran tanto apreciaba; conocimiento del plan de Dios para el mundo, y especialmente para el fin de los tiempos(7). Es una palabra Persa muy usada por los Zoroastrianos en el mismo sentido.
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También una evidente influencia Zoroastriana/Zurvanita se puede observar en el libro de “2 Henoc” o “El Libro de los Secretos de Henoc”(8). Esta obra es también conocida como el Henoc Eslavo. Sin embargo, las versiones Eslavas son traducciones de las versiones Griegas que a su vez –juzgando según las palabras Hebreas incrustadas en el texto- estaban basadas probablemente en un original en Hebreo. Hay de hecho claras indicaciones que el autor pertenecía a una secta marginal Judía: hay bastante interés en los sacrificios de animales, pero la forma en que han de ser realizados va contra la ley rabínica.
2 Henoc relata un episodio extraordinario en la vida del patriarca. Se cuenta como una noche los ángeles lo sacaron de la cama, y lo llevaron físicamente en sus alas a través de los siete cielos y como en el séptimo cielo es presentado a Dios. Pero este Dios era my diferente del Dios del Antiguo Testamento: es un maestro que posee conocimiento secreto, que le es comunicado. Además, el relato que Dios hace de la creación es extraño. Bien entendido, dado que se trata de un documento Judío, este relato no puede contradecir explícitamente el relato del Génesis –pero sí difiere de este substancialmente(9).
Si bien este maestro-Dios recuerda a Ahura-Mazda –nombre que significa “Señor Sabiduría”- su enseñanza recuerda más bien a Zurvan, que después de todo creó tanto al radiante Ahura Mazda como al poder oscuro de las tinieblas, Angra Mainyu. En el sumario de estas enseñanzas que Henoc dio a su regreso, se puede observar una fuerte influencia Zurvanita:
“Antes que nada existiera, antes de la creación, el Señor estableció el Eón de la Creación. Después hizo toda su creación, la visible y la invisible. Después de haber creado al hombre a su imagen…… Entonces, para el hombre, el Señor dio lugar al Eón y lo dividió en tiempos y horas…..” (10).
Se trata, sin duda, de la doctrina Zoroastriana del curso y fin del tiempo. Se puede observar los dos tipos de creaciones –uno espiritual, el otro material. Uno reconoce la doctrina de los Tres Tiempos –el tiempo antes de la creación, el actual eón o época, y la eternidad a la que sigue el Juicio Final. Finalmente, uno reconoce el premio a los justos: serán hechos inmortales y disfrutarán de la bendición eterna. Solamente difiere esta visión del mundo en un punto respecto a la visión tradicional Zoroastriana: en lo que se refiere a si Ahura Mazda hizo el mundo en orden a atrapar y eventualmente destruir el Espíritu del Mal, mientras que en 2 Henoc hace el mundo en beneficio del hombre. Así el antropocentrismo que es tan esencial a la religión Judía es conservado.
La influencia Zoroastriana no es menos obvia cuando Henoc nos dice que Dios ha dotado a los animales con almas inmortales. Sin embargo, el futuro de las almas de los humanos y animales después de la muerte del cuerpo es diferente. En el Juicio Final solo las almas de los humanos tendrán que rendir cuentas –las almas de los animales, al contrario, serán convocadas para acusar a los humanos de negligencia y malos tratos. Después del juicio todas las almas de los animales vivirán para siempre en un parque semejante a un gran pastizal. En cuanto a los seres humanos, cualquiera que maltrate a un animal “daña su alma”(11).
Semejante actitud respecto a los animales era algo extraño al pensamiento Judío –como lo era para el mundo Heleno en general. Pero era algo natural para los Zoroastrianos. Durante muchos siglos en las estepas de Asia Central los Iranios había vivido junto a su ganado y otras criaturas, y esto había dejado sus huellas en su visión del mundo. En una arcaica liturgia en dialecto Ghático, el “Yasna Haptanhaiti”, los devotos reverencian “nuestras almas y las de los útiles animales salvajes”. Zoroastro mismo, en uno de sus himnos, dice lo mismo. Y en otro el profeta describe la queja del alma de la vaca a Ahura Mazda debido al trato que recibe de manos de los humanos: “Para quién me creaste? Quién me dio forma? La furia y agresión me mantienen cautiva, la crueldad y el poder”(12).
Incluso más pertinente es la obra Zoroastriana del Libro del Arda Viraz(13). Como Henoc, el virtuoso Arda Viraz realiza un viaje extraterrestre –y se entera, entre otras cosas, del destino póstumo de aquellos que han tratado bien o mal a los animales. Los primeros se pueden alegrar(14). Pero a aquellos que han maltratado a los animales, les esperan en el más allá terribles castigos(15). Por lo tanto la críptica afirmación de Henoc acerca del “daño al alma” tiene sentido.
Aunque lingüísticamente y cronológicamente es imposible que el autor de 2 Henoc hubiera leído el Libro del Arda Viraz, debe haber estado familiarizado con la tradición oral en la que estaban incluidas las enseñanzas Zoroastrianas. Y lo mismo se podría decir de muchos Judíos bien educados de entre el 200 a.C. y el 100 d.C.. Cuando los Rollos de Qumran salieron a la luz, entre el 1947 y 1956, los estudiosos estaban sorprendidos por la afinidad entre la Regla de la Comunidad y la doctrina Zoroastriana, especialmente en su forma Zurvanita(16). Los dos espíritus en lucha, en funcionamiento tanto en el mundo como en el corazón de cada ser humano: la guerra escatológica entre el príncipe de la luz y el príncipe de las tinieblas, la victoria obtenida una vez por uno y la otra por el otro; la intervención final de Dios para aniquilar las fuerzas del mal; la “Renovación”, que inaugura para los elegidos una eternidad de bendiciones y tierra purificada –todo esto es extrañamente similar a la enseñanza Zurvanita. Además en la Regla de la Comunidad –como en Daniel- la palabra Persa “raz” se usa como lo hacían los Zoroastrianos: para denotar el misterio del plan de Dios para con el mundo.
Incluso los Fariseos, líderes de una gran parte del población Judía, creían en la resurrección del cuerpo y reinterpretaron las Escrituras de acuerdo con esta creencia. Y cerca de los tiempos de Jesús la importante escuela rabínica Judía liderada por Bet Hillel mantenía que después de la muerte todas las almas serán premiadas o castigadas con el cielo o el infierno hasta el final de los tiempos.
Las cosas cambiaron en la generación posterior a la destrucción del Templo en el 70 d.C., cuando un nuevo Sanedrín creado gradualmente estableció una ortodoxia Judía basada en la Torah: las doctrinas de origen alienado fueron marginalizadas o totalmente excluidas. Sin embargo, esto no se aplicó a la secta Judía que vino a ser la Iglesia Cristiana.
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Como otros Judíos, los Cristianos tenían buenas razones para pensar bien de los Iraníes; y algunos, como algunos Judíos, tenían cierto conocimiento del Zoroastrismo. De los Evangelios, el de Mateo muestra los signos más claros de influencia Zoroastriana. La más obvia es el famoso pasaje acerca de los magos(17). Según los Griegos un mago era simplemente un sacerdote Zoroastriano, y Mateo entiende los mismo.
La iconografía los confirma: desde el siglo II d.C. en adelante la catacumba de St. Priscilia en Roma, los magos en escenas Ninivitas son presentados vestidos al estilo Persa, con túnicas fijadas con cinturones, con mangas completas, pantalones y sombreros puntiagudos. Llegaría un tiempo en el que los Cristianos y Zoroastrianos vendrían a estar enfrentados –este enfrentamiento daría lugar a un extraño resultado: cuando en el 614, el ejército Persa bajo Chosroes invadió Palestina, sus soldados destruyeron las iglesias de Jerusalem pero dejaron en pie la iglesia de la Natividad en Belén porque un mosaico representaba a un mago vestido al estilo Persa.
Hay otras indicaciones de que Mateo pudo tener contactos con Zoroastrianos y que posiblemente tenía buena impresión de ellos. La profecía que narra como al final de los tiempos el Hijo del Hombre envía a sus ángeles para limpiar el mundo de la influencia del Diablo, de los malos, para echarlos al fuego eterno y los buenos brillen en el reino de su Padre(18). También está el dicho de Juan Bautista cuando afirma que vendrá uno más grande que él –que salvará a los buenos y echará a los malos al fuego que nunca se apaga. Todo esto tiene sorprendentes paralelos con la escatología Zoroastriana. Además, Mateo incluso afirma que los salvados incluirán a los justos ya fallecidos, que serán resucitados –una promesa que, cuando Jesús la pronunció, asombró a sus oyentes. Esta no habría sorprendido a una audiencia Zoroastriana.
Lo mismo ocurre con el libro del Apocalipsis. Estaba el autor de este libro familiarizado –influenciado- por ideas Zoroastrianas? En el capítulo 16 el autor ve como “salían de la boca del Dragón y de la boca de la Bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos en forma de ranas”. Por qué en forma de ranas? Para un Judío una rana no tiene significado siniestro: en la lista de “los bichos que pululan por la tierra” en Levítico 11:29, no se hace mención de las ranas. Y en cualquier caso las criaturas aquí mencionadas son simplemente “impuras”, o sea, no se pueden comer, ni su esqueleto ser tocado: los Judíos no sabían nada acerca de criaturas demoníacas. Sin embargo, para el Zoroastrismo hay bastantes criaturas aliadas de los espíritus malos; de todas ellas, las ranas son las peores, verdadera quintaesencia del mal, de hecho encarnaciones de Ahriman(19). El autor del Apocalipsis, aunque Judío, compartía este punto de vista.
Esto no es todo. Para los Zoroastrianos las ranas están asociadas con un monstruoso dragón, llamado Azi-Dahaka, que a su vez está muy de cerca asociado con el espíritu malo Angra Mainyu. Igual que ocurre con el cuerpo del dragón Satánico en el Apocalipsis, el cuerpo de Azi-Dahaka contiene ranas. Cuando el gran guerrero Threatona derrota a Azi-Dahaka en combate, Ahura Mazda le prohíbe que lo mate, no sea que una horda de ranas salgan de su cadáver y reduzcan el mundo al caos. Así, Azi-Dahaka es encarcelado en las profundidades de la tierra. Pero vendrá el día en el que vuelva a salir al mundo, cuando devorará un tercio de los seres humanos de los bueyes y ovejas y todas las buenas criaturas de Ahura Mazda. Finalmente Ahura Mazda suscita a otro gran guerrero, Keresaspa, de su amodorramiento, y lo envía a matar al dragón, lo que lleva a cabo.
Es sorprendente el hecho que un tercio del mundo sea destruido por el monstruo del caos; lo mismo ocurre en el Apocalipsis cuando los ángeles hacen sonar sus trompetas. Entonces un tercio de la tierra es quemada, un tercio de los árboles son quemados, un tercio del mar se convierte en sangre, un tercio de las criaturas vivientes en el mar mueren, un tercio de los barcos son destruidos, un tercio de las aguas se llenan de gusanos, un tercio del sol, la luna y las estrellas se oscurecen.
El Diablo/dragón también está involucrado directamente. También él es un monstruo-caos, dado que con su cola barre un tercio de las estrellas, símbolos y guardianes del orden divino. Igual que Azi-Dahaka, es encarcelado bajo tierra, se suelta y vomita ranas. Después reúne un ejército de demonios y comienza a destruir “la ciudad amada” –hasta que Dios interviene y quema las huestes demoníacas con fuego desde el cielo y echa al dragón en el lago de fuego y azufre.
A pesar de las diferencias en detalles y poder imaginativo, la semejanza entre la leyenda Iraní y la profecía Cristiana es muy grande como para ser considerada mera coincidencia. Parece incontestable que la principal fuente de la fe apocalíptica Cristiana estuvo muy influencia por la tradición antigua Zoroastriana. Igual que con el Libro de Daniel este pensamiento abre una amplia perspectiva. El dragón es solo un símbolo –pero cuál es el poder simbolizado? Cuál es el ser sobrenatural que desde el comienzo del mundo ha estado tratando de frustrar la intención de Dios y reducir el orden divino del mundo al caos?
Este tipo de ser no tiene lugar en la religión del antiguo Israel. Incluso más tarde, en el periodo Heleno, relativamente pocos Judíos aceptaban la noción de semejante ser: incluso los Fariseos no estaban acostumbrados al dualismo –tampoco lo está el Judaísmo actual. La creencia en el Diablo, su poder y eventual expulsión, era la creencia de unos cuantos grupos, notablemente la secta del Mar Muerto y la secta de Jesús. Y si la secta del Mar Muerto fue aniquilada, la secta de Jesús, transformada en la Iglesia Cristiana mantuvo una mezcla similar de dualismo y escatología.
Se puede ir más lejos. Durante el periodo Heleno la figura del Mesías sufrió una serie de revisiones, dejando de ser un rey terrenal para convertirse en una figura divina, descendiendo en las nubes del cielo con ángeles, derrotando demonios, resucitando a los muertos, y como representante de Dios realizando el Juicio Final. Todo esto coincide más aún con las enseñanzas Zoroastrians que con nada de lo que hay en todo el Antiguo Testamento acerca del Mesías. Incluso Satán se convierte en un oponente prodigioso.
Hay implicaciones aún más amplias. La noción del “tiempo lineal” se cree fue inventada por los profetas Hebreos. Pero esto es más bien un error. En las civilizaciones del Antiguo Cercano Oriente el “tiempo lineal” era algo común, en el sentido que el tiempo era percibido como un continuo indefinido en línea recta. Las estaciones y las fiestas estacionales podían repetirse, los imperios surgir y desvanecerse –y sin embargo el mundo que había sido establecido por los dioses en el comienzo era, esencialmente, inmutable. La innovación, cuando tuvo lugar, fue imaginarse el mundo presente como teniendo un fin. La idea que el mundo presente está destinado a tener un final en el Juicio Final y ser reemplazado por uno nuevo, un mundo incorruptible –un mundo completamente nuevo.
Pero esta innovación no fue una creación de los profetas Hebreos. Los libros proféticos del Antiguo Testamento no revelan semejantes expectativas: ni siquiera el profeta conocido como Segundo Isaías anuncia nada de esto. Los únicos libros bíblicos que sí lo hacen son el Libro de Daniel y el Libro del Apocalipsis. Si durante siglos millones de Cristianos han esperado el Fin, se debe a estos antiguos Apocalipsis. Y detrás de estas dos obras hay una aún más antigua tradición –la tradición de la profecía Zoroastriana. El último origen de la noción que el tiempo tendrá un fin está en las experiencias visionarias del profeta Iraní Zoroastro.
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1. La influencia del Zoroastrianismo sobre el Judaísmo y Cristianismo ha sido debatida, intermitentemente, durante más de dos siglos. Ver J. Duchesne-Guillemin, “The Western Response to Zoroaster”, Oxford, 1958, capítulo 6. J. G. v. Herder, “Erläuterungen zum Neuen Testament aus einer neuröffneten morgen-ländischen Quelle, 1775 (Sämtliche Werke zur Religion und Theologie, ed. J.G. Mueller, vol. 9, Stuttgart and Tübingen, 1829); Constantin-François Chasseboeur, Comte de Volney, “Les Ruines, ou Méditation sur les révolutions des empires”, Paris, 1791, capítulo 21; Lawrence H. Mills, “Zarathustra, Philo, the Achaemenids and Israel”, Leipzig, 1904, esp. Part 2, pp. 210-460; E. Meyer, “Ursprung und Anfänge des Christentums”, vol. 2, 1921; D. W. Bousset, “Die Religion des Judentums im späthellenstischen Zeitalter”, 3rd edn., ed. H. Gressmann, Tübingen, 1926, pp. 469-524; Morton Smith, “II Isaiah and the Persians”, en JAOS 83 (1963), pp. 415-21; D. Winston, “The Iranian component in the Bible, Apocrypha and Qumran: a review of the evidence”, en HR 5 no. 2 (1966), pp. 415-21. La influencia del Zoroastrianismo ha sido negada en N. Söderblom, “La Vie future d´après le Mazdeism, 1901; J.H. Moulton, “Early Zoroastrianism”, 1913, Chapter 11; Cardinal Franz König, “Zarathustras Jensentsvorstellungen und das Alte Testament”, Viena, 1964, esp. Pp. 243-9. De estos Söderbom ofrece una explicación equivocada acerca de las creencias Zoroastrianas, y König se limita a un periodo en la creencia Israelita tan temprano que es irrelevante.
2. Widengren, “Juifs et iraniens à l´epoque des Parthes”, en VTS 4 (1957), pp. 206-13.
3. C. Boyce, “History 3”, pp. 367, 412.
4. II Macabeos 7:9, 11, 14 (Biblia de Jerusalem).
5. Ezequiel 37: 1-14.
6. Zand i Vahamn Yasht, ed. & trans, B.T. Anklesaria, Bombay, 1957. Ver también Boyce, “History”, 3, pp. 383-6.
7. Ver Shaul Shaked, “Esoteric trenes in Zoroastrianism”, en Proceedings of the Israel Academy of Sciences and Humanities III”, Jerusalem, Nº 7 (1969), po. 32-7.
8. Para el texto Eslavo, traducido al Francés: A. Vaillant, “Le Livre des Secrets d´Hénoc”, Paris, 1952. Para una traducción en Inglés: W,R, Morfill, “Th eBook of the Secrets of Enoch”, ed. R.H. Charles, Oxford, 1896, en Charles, “Apocrypha and Pseudepigrapha of the Old Testament”, 2, Oxford, 1913, p. 425 sq.
9. Vaillant, pp. 23, 29-31.
10. Vaillant, pp. 61-3. S. Pines, “Eschatology and the concepto f Time in the Slavonic Book of Enoch”, en R,J,Z, Werblowsky and S.H. Bleeker (eds) “Types of REdemption (Jerusalem Conference, 1968).
11. Vaillant, pp. 57-9.
12. Yasna Haptanhaiti, traducción. Boyce, “Textual Sources for the Study of Zoroastrianism”, Manchester, 1984, p. 55. Para la queja de la vaca, Yasna, 29, ibid, p. 41.
13. Para el texto en Pahlavi, con traducción Francesa: Ph. Gignoux, “Le livre d´Arda Viraz”, Paris, 1984. Traducción Inglesa por M. Haug y E.W. West, “Th eBook of Arda Viraz”, 1872.
14. Gignoux, p. 168.
15. Ibid, 180, 188, 203.
16. K.G. Kuhn, “Die Sektenschrift und die iranische Religion”, en Zeitschrift für Theologie und Kirche”, 49, (19529, pp. 296-316; H. Wildenberger, “Der Dualismus in den Qumranschriften”, en Asiatische Studien 8, Bern, 1954, pp. 163-77; “Le Zervanisme et les manuscripts de la mer Morte”, (1957). Para una visión diferente: S. Shaked, “Qumran and Iran: further considerations”, en Israel Oriental Studies 2, Tel Aviv, 1972, pp. 433-44.
17. Mateo 2:1-2 (Biblia de Jerusalem).
18. Mateo 13:43.
19. J. Darmesteter, en su edición de la “Vendidad” (Sacred Books of the East IV, 1), p. 59, nota 1.
Muy Interesante su artículo. Y sin duda alguna como judío que soy admito que las ramas ortodoxas están ligadas a otras religiones, de hecho eso lo podemos ver claro en el zohar. Soy un judío caraíta y el caraísmo es una rama judaica que esta desligada de las creencias de los ortodoxos debido a que reconocemos que la practica de ellos adultera la Toráh en si.
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