EL REY COMO HIJO DE DIOS
Como es bien sabido
la palabra “ungido” no es usada en la Biblia Hebrea en sentido escatológico(1). Varios reyes históricos de Israel y Judá,
comenzando con Saúl, se dice fueron ungidos(2).
Se dice que Elías ungió a Jazael rey de Siria (1
Reyes 19:15-16). El rito no era distinto para los reyes de Israel o
Judá. Los sacerdotes así como los reyes eran ungidos, y hay cierta evidencia de
la unción de profetas, aunque ésta no parece haber sido corriente(3). La palabra ungido es usada en referencia a algunos
reyes específicos (Saúl, David, y Salomón), aunque también se ha usado para
referirse a algunos reyes del linaje Davídico sin más identificación. (Salm. 2:2; 18:51; 20:7; 28:8; 84:10; 89:39, 52; 132:10,
17). En Lam. 4:20 es usado en referencia a Zedequías. Ningún significado
especial puede ser adjudicado al hecho que no sea usado explícitamente en
conexión con cada rey(4). Es una manera genérica
de referirse a los reyes, especialmente a aquellos del linaje Davídico. Cuando
la palabra ungido toma una connotación escatológica en el periodo del Segundo
Templo, la referencia es la mayoría de las veces a un rey futuro, aunque se
puede referir en ocasiones a un sacerdote o profeta(5).
Nos interesa saber
acerca del ideal de la realeza, inicialmente con la realeza histórica y después
con la realeza “mesiánica” tal y como será restaurada en la época escatológica.
Se trata de comprender la realeza en tanto que realidad presente en el antiguo
Judá, y como ideal futuro en los posteriores textos proféticos y en el periodo
pos-exílico, si la palabra ungido es usada o no en un contexto particular(6). Según Temper Longman, “El campo está más allá del
pensamiento que afirma que un concepto está limitado a una sola palabra”(7), o que al menos debería estarlo. El rey pasado o
futuro, podía ser designado con varios términos. La palabra ungido no era “de rigueur”.
IDEOLOGÍA REAL
El rey es llamado
explícitamente “hijo de Dios” no sólo en Salmo 2, sino también en Salmo
89 y en la promesa a David en 2 Sam. 7.
Hay también otros pasajes, especialmente Salmos 110 y 45, que parecen atribuir
divinidad al rey. Hay un largo debate acerca de la interpretación de esos
pasajes.
Por un lado,
comenzando con Gunkel, algunos estudiosos han visto los Salmos en el contexto
de la antigua mitología del Oriente Medio, y tomaron muy seriamente la
divinización del rey(8). Ésta línea de
pensamiento recibió su tratamiento clásico de Hugo Gressmann(9) y Sigmund Mowinckel(10).
Fue llevada a extremos por la Escuela del Mito y
Ritual, ejemplificada por S.H. Hooke en Inglaterra(11) e Iván Engnell en Suecia(12),
el cual propuso un grado más alto de uniformidad a lo largo de todo el antiguo
Medio Oriente e interpretó textos bíblicos elípticos a la luz de supuestos “patrones”. En parte en reacción a los excesos de la Escuela del Mito y Ritual, algunos estudiosos
insisten que el hijo divino era metafórico o “una
fórmula de adopción”. En palabras de Martin Noth, “El uso de la fórmula de adopción muestra que
el rey Davídico en Jerusalem no era dios encarnado, no era de naturaleza u
origen divino, sino que es designado “hijo” con el gracioso consentimiento de su Dios. En ésta
modificación tenemos menos una prueba de la realeza divina Davídica en
Jerusalem que la indicación de un “rechazo” de la ideología del rey divino”(13). Hay que decir que incluso estudiosos como Gunkel
y Mowinckel, que tenían simpatías hacia el contexto mítico de la realeza,
mantuvieron un punto de vista adopcionista de la realeza en Israel. Aunque la
ideología de la “realeza sagrada” promovida por
la Escuela del Mito y Ritual ha caído en
desgracia, sin embargo, continúa el debate entre aquellos que toman en serio el
carácter mitológico de la ideología de la realeza y aquellos que tratan de
negarlo.
LA REALEZA EN EL ANTIGUO EGIPTO
Las afirmaciones más
fuertes de la divinidad del rey en el antiguo Oriente Medio se encuentran en
Egipto(14). Los títulos del Faraón, desde el Reino Medio en adelante incluyen los apelativos de
Horus e “hijo de Ra”(15).
En el periodo Heleno, los Ptolomeos decían ser “hijos
del Sol”(16). Después de la muerte el rey
era asimilado con Osiris. El uso de esos divinos títulos, sin duda, se
prestaban a la adulación y propaganda, y podían incluso ser usados
irónicamente. Esto es especialmente evidente en el Cuento
de Sinué. La muerte de un faraón es descrita como sigue: “el dios ascendió
hacia su horizonte. El Rey del Egipto Superior e Inferior, Sehetepibre, voló al
cielo y se unió con el disco-solar, el ser divino surgiendo con su hacedor”(17). Posteriormente, mientras Sinué busca refugio
fuera de Egipto, para escapar de los problemas de la sucesión, uno de sus
anfitriones le pregunta, “Cómo es pues esta tierra sin éste excelente dios, que era
temido en todas los lugares?” Responde diplomáticamente, “Por supuesto su
hijo ha entrado en el palacio, tomando la herencia de su padre. Es un dios sin
par”(18).
Algunas inscripciones
Egipcias del periodo del Reino Nuevo describen como es engendrado el rey en
términos explícitamente sexuales, describiendo como el dios Amon tomó la forma de un padre humano, tuvo
relaciones con la reina, impregnándola con su “rocío”
o “fragancia” y engendrando al nuevo
gobernante”(19). Estos textos son excepcionales.
Los ejemplos primarios vienen de la 18ª Dinastía y se relacionan con la Reina
Hatshepsut (ca. 1479-1458 a.C.)(20), que puede
haber sentido la necesidad de reafirmar su derecho al trono, y con los faraones
Amenhotep III (ca. 1390-1352 a.C.) y Haremhab (ca. 1323-1295 a.C.). Una
inscripción en la capilla mortuoria de Hatshepsut en Dar-el-Bahri dice:
Declaración de Amon-Ra, señor de Tebas, celebrante en
Karnak: “Él hizo su forma como la majestad de este esposo….. la encontró cuando
dormía…. Impuso su deseo en ella,
hizo que ella debía verle en su forma como dios”.
Otra inscripción ofrece
la respuesta de la reina:
Declaración de la esposa del rey y la madre del rey Ahmose
en presencia de la majestad de este augusto dios, Amon, Señor de Tebas: “Cuan
grande es tu fama! Es espléndido ver tu frente; tú has unido mi majestad con
tus favores, tu rocío está en todos mis miembros”. Después de esto, la majestad
del dios hizo todo lo que quiso con ella(21).
La literalidad del
engendramiento no debe ser exagerada, sin embargo. Los textos describen de
varias maneras al faraón como hijo de Amon/Ra, como Horus, hijo de Osiris, o
creado por el dios alfarero Khnum. Haremhab, por ejemplo, se dice en el mismo texto, ser
hijo de Horus, dios de Hnes, y de Amon(22). Este
es lenguaje mitológico, y no es fácil reducirlo a las categorías modernas de
literalidad(23). Podría ser que los antiguos
Egipcios eran más conscientes del carácter metafórico de éste lenguaje de lo
que los estudiosos modernos han asumido. Los Egiptologistas recientes se han
retractado de la tendencia a asumir que el faraón viviente era visto como un
dios encarnado. Según David Silverman:
“Un faraón puede ser: nombrado como dios en un texto
histórico monumental, llamado hijo de un dios en un epíteto o estatua en un
templo, aclamado como la imagen viviente de un dios en una inscripción secular,
descrito como mortal falible en un texto histórico o literario, o citado
simplemente por su nombre personal en una carta”(24).
Silverman argumenta
que era el oficio de rey lo que otorgaba al gobernante el elemento divino, y
que “las listas de reyes documentan visiblemente este
concepto de un oficio divino constante animado por gobernante individual y
cambiable”(25). Concluye: “No es probable, considerando la evidencia que ofrecen
varias fuentes, que la naturaleza mortal original del faraón estuviese completamente
eclipsada por el aspecto divino del oficio”(26).
De manera similar Ronald J. Leprohon escribe:
“La evidencia muestra que el faraón viviente no era, ni fue
pensado, divino en su naturaleza o un dios encarnado en la tierra. Más bien,
hay que pensarlo como recipiente humano del oficio divino. Cualquier rey
individual era una figura transitoria, aunque la monarquía era eterna”(27).
Incluso en las
inscripciones reales, la dependencia del rey del poder superior divino está
clara. Así, leemos en uno de los himnos de Akenatón:
“Tus rayos están sobre tu hijo amado…… el hijo que surgió de
los rayos. Tu le has asignado tu vida y tus años……. Él es tu amado, lo hiciste
como Atón. Cuando te levantas, a él le es otorgada la eternidad; cuando te
sientas, le otorgas la eternidad. Lo engendraste en la mañana como tus propias
formas; lo formaste como tu emanación, como Atón, soberano de la verdad, que
surgió de la eternidad, hijo de Ra, portando su belleza”(28).
El faraón
regularmente invoca a Amon para ayuda en la batalla. En palabras de Henri
Frankfort: “Amon, pues, era un dios universal,
mientras que la divinidad del Faraón era de orden diferente. Él era sólo el
hijo; su poder derivaba de su poderoso padre”(29).
No obstante, no hay
duda que las reivindicaciones de estatus divino del faraón eran tomadas en
serio en el antiguo Egipto, en el sentido que no era visto como mortal
ordinario. Aunque las reivindicaciones más explícitas de nacimiento divino
datan del periodo del Reino Nuevo(30), la
afirmación que el rey es “hijo de Ra” persiste
hasta el periodo Ptolemaico. El título “hijo de Ra”
refleja una realeza especial con lo divino, tanto en su origen como en su
destino final después de la muerte.
ANTIGUA MESOPOTAMIA
En la antigua
Mesopotamia, está atestiguada una creencia en la realeza divina durante un
breve periodo a finales del tercer milenio en la antigua Sumer. Naram-Sin era honrado como dios en Akad, y tenía su
propio templo, y su hijo fue algunas veces, aunque no siempre, designado como
un dios(31). El rey sumerio divinizado reclamaba
superioridad a su pueblo y a otros gobernantes de ciudades, aunque era
considerado inferior a los dioses del panteón. Afirmaba tener padres divinos, y
dependía del patronazgo de los dioses(32). El
experimento Sumerio de la realeza divina fue excepcional en la historia de
Mesopotamia, pero en los periodos Medio y Neo-Asirio el rey podía aún ser
representado como un hijo de dios. En la Épica de
Tukulti-Ninurta (1243-1207 a.C.) se nos dice que
Mediante el destino determinado por Nidimmud (Ea), su masa
corporal es considerada la carne de los dioses. Por la decisión del Señor de
todos los países (Enlil), fue engendrado con éxito a través (o moldeado en) (d)el
canal del vientre de los dioses. Él solo es la imagen eterna de Enlil……. Enlil
lo crió como un padre natural, como hijo primogénito(33).
Según Peter
Machinist, “Estas líneas dejan claro que una de las
señales distintivas del rey como hijo divino es que él, su cuerpo, sirve de
imagen de Dios”(34). Así pues, hay una
deliberada ambigüedad entre la referencia al engendramiento del rey y ser
“moldeado” como una estatua. El término hijo de Dios es claramente metafórico. Enlil lo crió “como” un padre.
El texto se queda corto a la hora de determinar la deificación. Pero el tema de
la divinidad también aparece en textos Neo-Asirios, especialmente en las
inscripciones de Asurbanipal:
“No tuve padre y madre [humanos]; crecí sobre las rodillas
de mi diosa [Ishtar de Nínive e Ishtar de Arbela]. Los grandes dioses me
trajeron como un recién nacido. La señora de Nínive, la madre que me dio a luz,
me garantizó la realeza sin igual. La Señora de Arbela, que me creó, otorgó
[para mi] vida eterna”(35).
Como en los textos
Egipcios, el lenguaje de estas inscripciones es mítico, y es retóricamente imaginativo
en lugar de literal. El rey parece ver a dos diosas como madre. Sin embargo, el
carácter similar-al-divino del rey Asirio da a entender que ha de ser tomado en
serio. Comprende el resplandor divino que hace huir a sus enemigos:
“Terrible son sus resplandores; abruma a todos sus
enemigos….. Como Adad cuando truena, las montañas tiemblan; Y como Ninurta
cuando alza sus armas, las regiones [del mundo] en todo lugar entran en pánico
continuo”(36)
ANTIGUO CANAÁN
Desafortunadamente no
tenemos textos comparables del antiguo Canaán, la esfera que probablemente tuvo
más influencia directa en la concepción de la monarquía Israelita. Hay alguna
evidencia que los reyes estuvieron asociados a la divinidad. En la lista de
reyes en Ugarit, cada uno de los nombres de los reyes fallecidos está precedido
por la palabra “il”, “dios”(37). No está claro cual era el grado de exaltación que
esto entrañaba. Ted Lewis señala la analogía de Samuel en la Biblia Hebrea, el
cual es llamado “Elohim”
después de su muerte (1 Sam. 28:13).
Concluye: “Es posible afirmar que, después de su
muerte” un gobernante no era deificado en el sentido completo de llegar a ser
uno de los dioses que componían el panteón Ugarítico”, aunque “pasaba a formar parte de la reverenciada compañía de los
Rephaim y continuaba existiendo en el mundo subterráneo”(38). El rey Keret (Kirta) era hijo de El, y por lo
tanto se esperaba fuese inmortal, pero esta expectativa se desvanece:
“Nos regocijamos en tu vida, padre nuestro, nos alegramos
[en] tu inmortalidad…….debes pues morir, padre como los hombres,…… cómo se
podrá decir que Keret es un hijo de El…. o deben morir los dioses?”(39).
Es posible que
tengamos aquí algo análogo a la naturaleza dual del rey en la tradición
Egipcia(40), aunque Keret es un personaje
legendario, y no necesariamente representa a la realeza Cananea. Los reyes
Cananeos estaban ciertamente familiarizados con las concepciones Egipcias de la
monarquía, como se puede ver en las Cartas de Amarna, donde a menudo saludan al
señor egipcio con “mi señor, my Sol, mi dios”(41),
y en al menos una carta encontrada en Ugarit(42).
Aunque mucho de lo que se ha dicho sobre la realeza Cananea en los estudios
modernos depende de inferencias sacadas de la Biblia Hebrea.
Es muy posible en
principio que las concepciones Egipcias de la monarquía hubieran sido mediadas
en Israel a través del antiguo Canaán, que había estado bajo control Egipcio
durante gran parte del segundo milenio a.C. Es también muy posible que las
concepciones Israelitas hubiesen sido influenciadas por los Asirios, durante su
hegemonía en el siglo VIII a.C. Esta influencia, bien entendido, no ha de ser
asumida, aunque la posibilidad ha de ser seriamente considerada.
ANTIGUO JUDÁ
Las cuestiones sobre
la influencia Egipcia o Asiria han sido tratadas en discusiones recientes sobre
los Salmos, especialmente Salmo 2(43). Varios
estudiosos Alemanes han argumentado a favor de una fecha pos-exílica para este
salmo, basándose en que contiene algunos Aramismos y vislumbra una realeza
universal(44). Si esto fuese así, el Salmo
debería ser considerado mesiánico en sentido escatológico. Erhard Gerstenberger
lo define como “himno mesiánico”, y comenta que
“las esperanzas mesiánicas algunas veces surgen para
exaltar los ánimos en el Israel exílico y pos-exílico”(45). Según él, “Oponerse a
todos los reyes del mundo, como visualiza el Salmo 2, tiene sentido solamente
en una situación política de dependencia universal”(46). Aunque el sueño de una realeza universal formaba
parte integral de la ideología real en el antiguo Egipto y Mesopotamia, en
situaciones que nada tenían que ver con la dependencia universal. Amón proclama
refiriéndose a Hatshepsut:
“Ella reinará sobre los dos países gobernando sobre todo las
cosas vivientes…… tan lejos como cada lugar sobre el que yo [como dios sol]
brillo en mi circuito”(47).
Los enemigos
tradicionales de Egipto, los Nubios y Asiáticos, son descritos bajo los pies de
niño faraón(48). Tikulti-Ninurta era descrito
como “el que controla las cuatro direcciones,…… la
asamblea de todos los reyes le temen continuamente”(49). Asurbanipal afirmaba ser “rey del universo”(50), y
Nabucodonosor II agradece a Marduk que le haya garantizado el reino sobre todos
los pueblos(51). Sin duda, los reyes Asirios y
Babilonios tenían cierto fundamento empírico para realizar estas afirmaciones,
que no tenía el rey Judío, pero la propaganda política raras veces se ve
limitada por la realidad. Ni tampoco los Aramaismos requieren una fecha
pos-exílica; el Arameo ya era una lingua franca en el Medio Oriente en el
periodo Neo-Asirio, y los líderes Judíos ya podían hablarlo desde los tiempos
de Sanaquerib (2 Rey. 18:26)(52). El Salmo 2 tiene un Sitz im Leben mucho más
plausible en el periodo de la monarquía, en el contexto de una ceremonia de
entronización(53). Algunos estudiosos que ven el
salmo en su actual forma como pos-exílico reconocen que los versículos 7-9, que
relatan los decretos del Señor, derivan de una tradición pre-exílica(54).
Eckart Otto ha
argumentado persuasivamente que el Salmo 2 combina influencias Egipcias y
Asirias(55). Encuentra influencias Asirias en la
rebelión de las naciones sometidas, y en la promesa que el rey romperá a las
naciones con una barra de hierro y las hará añicos como un vaso de alfarero(56). Estos motivos sugieren una fecha para el salmo en
el periodo Neo-Asirio. La declaración que el rey es hijo de Dios, sin embargo,
tiene unos paralelos Egipcios. La idea que el rey era hijo de un dios no es
corriente en el Medio Oriente. Hay alguna evidencia Mesopotamia ya aquí mencionada.
Los reyes de Damasco del siglo IX a.C. tomaron el nombre “hijo de Hadad”, y al menos un rey del estado Sirio de
Sam´al era llamado “hijo
de Rakib”(57). Sólo en la evidencia
Egipcia encontramos formulas distintivas mediante las cuales la divinidad se
dirige a los reyes llamándolos “mi hijo”.
La fórmula, “tú eres
mi hijo, hoy te he engendrado”, encuentra paralelo en una inscripción en el
templo mortuorio de Hatshepsut:
“Hija mía, de mi cuerpo, Maat-Ka-Ra, mi imagen
brillante, ha salido de mi. Tú eres un rey, que toma posesión de los dos
países, en el trono de Hrous, como Ra”(58).
Relieves en el templo
de Amenophis III en Luxor muestran a Amón tocando al niño real y tomándolo en
sus brazos(59). Otra inscripción de Amenophis
III le hace decir al dios: “Él es mi hijo, en mi trono, según los decretos de los
dioses”(60). En la coronación de
Haremhab, Amón le dice: “Tú eres mi hijo, el heredero surgido de mi carne”(61). También en la bendición de Ptah, en tiempos de
Ramses II: “Yo
soy tu padre, que te ha engendrado como un dios y tus miembros como dioses”(62). Estas fórmulas de reconocimiento tienen lugar
frecuentemente en las inscripciones Egipcias del periodo del Reino Nuevo. Otto
sugiere que el salmo no refleja influencia Egipcia directa, dado que los paralelos
más cercanos Egipcios datan del Reino Nuevo, antes del surgimiento de la
monarquía Israelita. Más bien, el Hofstil de la Jerusalem pre-Israelita
(Jebusita) puede haber sido influenciado por modelos Egipcios durante el final
del segundo milenio, y pudieron haber sido tomados por la monarquía Judía en
Jerusalem.
La formulación del
Salmo, “hoy te he engendrado”, es ampliamente
entendida como reflejo de una ceremonia de entronización(63). La idea que el ritual de entronización en
Jerusalem estaba influenciado por modelos Egipcios fue argumentada por Gerhard
von Rad, en un artículo publicado en 1947(64).
Dice que el “decreto” de Salm. 2:7 se refiere al
protocolo real, presentado al rey para la coronación. El protocolo Egipcio
contenía los títulos del faraón, y el reconocimiento que el rey era hijo de Ra,
y por lo tanto rey legítimo. Von Rad señaló que un ejemplo más completo del
protocolo real se encuentra en Is. 9:6, donde la proclamación del nacimiento
de un hijo es seguida por los títulos que éste será conocido, incluyendo “dios poderoso/fuerte”. Los puntos de vista de Von Rad
fueron desarrollados en un famoso ensayo por Albrecht Alt, que argumentó que el
pasaje en Isaías 9 fue compuesto para la
entronización de Ezequías, y celebraba no el nacimiento de un niño sino la
ascensión de un rey(65). La interpretación de Isaías 9 en términos de una ceremonia de
entronización no es segura. El oráculo podía estar celebrando el nacimiento de
un niño real(66). La palabra “criatura” no es usada normalmente para un rey adulto(67). Pero la hipótesis de la ascensión es atractiva,
no obstante, a la luz del Salmo 2. La lista
de títulos es reminiscente de manera general de los títulos usados por los
faraones Egipcios(68). Más importante aún, el
pasaje confirma que el rey podía ser llamado “elohim”, dios. Este último punto
está ilustrado en Salm. 45:6, que es traducido de manera más natural “Tu
trono, oh Dios, es para siempre” (según la traducción Griega)(69). La objeción de que el rey no es llamado Dios
pierde fuerza a la luz de Isaías 9. El hecho
que el rey es llamado Dios en Salm. 45:6 lo demuestra la distinción en el
versículo, “Por
eso Dios, tu Dios, te ha ungido”(70).
El rey aún está sujeto al Altísimo, aunque es un “Elohim”, no sólo un hombre.
A la luz de todo esta
discusión, parece muy probable que el ritual de la entronización Juresalemita
estaba influenciado, aunque solo fuera indirectamente, por ideas Egipcias
acerca de la realeza. Al menos en tanto que retórica de la corte, el rey era
declarado ser el hijo de Dios, y podía ser llamado Elohim, un dios. No quiero decir
que las concepciones Judías y Egipcias eran idénticas. Probablemente, los
Israelitas tomaron sus concepciones de la realeza de sus antecesores Cananeos
en Jerusalem, y las modificaron en varias maneras.
SALMO 110
El argumento de que
estas ideas fueron mediadas a través de tradiciones gratuitas encuentra su más
fuerte evidencia en el Salmo 110, donde al rey le es dicho que es un “sacerdote
para siempre, según la orden de Melquisedek(71).
Melquisedek es conocido como un venerable sacerdote-rey de El Elyon en
Jerusalem según Génesis 14(72). La realeza y el sacerdocio estaban asociados en
la tradición Asiria, donde el rey tenía el título de “shangu”, un término relacionado con
la provisión y mantenimiento de santuarios. Peter Machinist sugiere que el
término ha de ser traducido como “sacerdote” y que el rey Asirio era sacerdote jefe
honorario de éste ámbito(73). Un número de reyes
Fenicios son también llamados sacerdotes (Eshmun`azar, Tabnit)(74).
Aunque los reyes Israelitas y Judíos no actuaban normalmente como sacerdotes,
sí ofrecen sacrificios en algunas ocasiones(75).
Elyon es mencionado en la Biblia y en las inscripciones de Sefire, donde hace
pareja con El(76), y en el relato de la
mitología Fenicia de Filón de Biblos(77). Hay
bastante evidencia que Yahvé y El Elyon eran identificados en el culto de
Jerusalem. El Salmo 46:5 se refiere a Jerusalem como “el
santo habitáculo de Elyon”(78). La
asociación del rey con Melquisedek, pues, lo relaciona con una tradición
cultual que tiene claras raíces en la pre-Israelita, Cananea o Jebusita,
Jerusalem.
La invitación al rey
para que se siente a la derecha de la deidad ha sido reconocida como un motivo
Egipcio, conocido por la iconografía del Reino Nuevo(79).
Amenofis III y Haremhab son descritos sentados a la derecha de un dios(80). La posición no sólo es una de honor, sino que
habla de una asociación muy cercana del rey y la deidad. La invitación al rey
sugiere que en su entronización era pensado como sentado a la derecha del dios(81). Descripciones de otros faraones (Amenophis,
Thutmose IV) los muestran entronizados con sus enemigos (Nubios y Asiáticos) a
sus pies(82).
El foco de interés
principal en el Salmo 110 (109 en la traducción Griega) es el versículo
corrupto 3b:
“en esplendor sagrado desde el seno, desde la
aurora de tu juventud”
El TM escribe la
última palabra como “Yaldutheka”, “tu juventud”. La NRSV
traduce según esto:
“Desde el seno de la aurora
como el rocío,
tu juventud vendrá a ti”(83).
Muchos manuscritos
Masoréticos, leen, Yelidtika, la
lectura presupuesta por el Griego, y también apoyada por el Siriaco. En vista
de la ortografía de las consonantes en el TM, y el paralelo en Salmo 2, ésta
lectura debería ser preferida y es aceptada por muchos comentaristas(84).
Si se re-puntea el
texto Masorético sin cambiar las consonantes leemos:
“En esplendor sagrado, desde el seno, desde la aurora,
tienes el rocío por medio del cual te he engendrado”(85).
Otras enmiendas han
sido propuestas.
Algunos comentaristas
leen “montañas sagradas”(86), una enmienda que parece innecesaria, pero que
tiene el apoyo de varios manuscritos y también de Simanco y Jerónimo.
El “desde el seno de la aurora” de la NRSV presupone sea
un nombre distinto no atestiguado o una ditografía, aunque esta lectura es
ampliamente aceptada(87). William P. Brown
retiene la “mem”, aunque traduce “hacia la aurora”, una lectura que tiene el apoyo del
texto Griego aunque tiene un sentido dudoso(88).
Seguramente es más probable que diga que el rey es traído a la existencia
mediante el rocío. La pulla contra el rey de Babilonia en Is. 14:12 se refiere a él como Helel ben Shachar, normalmente traducido como “Estrella de la Aurora, Hijo de la Aurora”(89). En Ugarit, Shachar es conocido como un dios masculino, hijo de El, hermanastro de Shalim,
atardecer(90). Samuel
Meier sugiere que habría que permitir una variable en el género, a la
luz del uso en Salmo 110:3 (que lee “desde el seno de la aurora”)(91). No hay certeza que la referencia aquí sea a la deidad Cananea.
Lo que surge de, o en, la Aurora es el sol, la imagen primaria de la deidad en
la tradición Egipcia. La imaginería de los Salmos asocia al rey con el sol
naciente, con todas sus connotaciones mitológicas(92).
Comparar el himno de Akenatón, ya citado arriba: “Tú
lo engendraste en la mañana como tus propias formas”.
Más problemática aún
es la referencia al rocío. El texto Griego no refleja el Hebreo en absoluto. El
Siriaco lee “talya´” “hijo”. Ambas versiones
reflejan sea dificultad en la comprensión o malestar teológico. Muchos
comentaristas ignoran la “lamed” y leen, “Como rocío te he
engendrado”(93). Brown, reconoce el problema con este
procedimiento y sugiere “ve hacia delante/como el
rocío”(94). Asume que una “kaph”
se perdió debido a una “haplografía” y requiere por lo tanto una mínima
enmienda. (Lee el verbo con las palabras precedentes: “hacia la aurora, ve!”)(95). Algunos estudiosos sugieren una alusión a Tallay, hija de Ba`al
(“Te he traído a la existencia como a Tallay”)(96). Scott Starbuck sugiere una analogía algo más
mundana: “Así como Yahvé da a luz el rocío cada
mañana, así mismo, Yahvé ha dado a luz al rey”(97).
Si uno se abstiene de cualquier enmienda como Johnson y Day, entonces el rocío
es el medio mediante el cual la deidad ha engendrado al rey, lo que le infunde
la vitalidad divina. Se puede comparar con el papel del “rocío” divino o “fragancia”
en la concepción de Hatshepsut, en las
inscripciones Egipcias, donde la reina responde a Amón: “Tu rocío está en todos mis miembros”(98). Dado que la traducción de la palabra Egipcia está
en disputa(99), no se puede estar seguro que el
Hebreo “rocío” es una alusión al patrón
Egipcio. Los motivos de sentarse a la derecha y del surgir como el sol de la
aurora sugieren fuertemente un fondo Egipcio. Parece razonablemente claro que
el Salmo se refiere a la concepción del rey. Como el Salmo 2, habría que verlo
como reflejando una ceremonia de entronización en Jerusalem, influenciada,
aunque sólo sea de manera indirecta, por la mitología Egipcia acerca del
nacimiento divino del rey.
ENGENDRADO O ADOPTADO?
Pero aunque se pueda
garantizar que el Rey de Judá era declarado “hijo de
Dios” y podía ser presentado como “Dios”,
la fuerza de este lenguaje ha de ser determinada. Von Rad y Alt, aunque
argumentan a favor de la influencia Egipcia, trazan una clara distinción entre
las concepciones Egipcia y Judía de la realeza, y, efectivamente, la mayoría de
los críticos bíblicos lo han hecho igualmente(100).
Los estudiosos bíblicos suponen de manera común que en la tradición Egipcia el
rey era el hijo de un dios en sentido literal y físico. En el contexto Judío, “Tú eres mi hijo” era tomado como una fórmula legal
de adopción. En palabras de Sigmund Mowinckel:
“Por consiguiente a pesar de todas las metáforas mitológicas
acerca del nacimiento de un rey, nunca encontramos en Israel ninguna expresión
de una concepción “metafísica” de la divinidad del rey y su relación con Yahvé.
Está claro que el rey es visto como hijo de Yahvé por adopción. Cuando, en
Salm. 2,7, Yahvé dice al rey el día de su unción e instalación, “Tú eres My
hijo; Yo te he engendrado hoy”, está usando la fórmula ordinaria de adopción,
indicando que la filiación se basa en la adopción de Yahvé del rey”(101).
La relevancia de la
metáfora de adopción ha sido cuestionada, no obstante. Herbert Donner señala el
hecho que el material legal en la Biblia Hebrea no se presta a la adopción(102). Los estudiosos que argumentan a favor de una
comprensión de la filiación del rey Judío en términos de adopción normalmente
apelan a las leyes de Hammurabi (170-71) donde el padre reconoce a los hijos de
una esclava hembra declarando “ustedes sois mis hijos”,
aunque, por supuesto, pueden en realidad haber sido sus hijos! Incluso en la
ley Babilonia, las fórmulas positivas para la adopción (al contrario de las
fórmulas para la disolución de una relación adoptiva) son raras, y no hay
ninguna ocurrencia de la fórmula “tú eres mi hijo”(103). Ni hay ningún paralelo del uso del verbo “engendrar” en el contexto de adopción(104).
Un número de
estudiosos argumentan que el lenguaje de filiación ha de ser comprendido en el
contexto de las alianzas de concesiones reales(105).
Así, por ejemplo, el rey Hitita Shuppiluliumash
declara a un Mattiwaza: “Haré de ti mi hijo, estaré a tu lado (para ayudar en la
guerra) y haré que te sientes en el trono de tu padre”(106). La adopción puede ser vista como una manera de
garantizar una herencia, y el tema de la herencia es prominente en Salmo 2. Según Kyle McCarter, “El propósito es cualificar al rey para el patrimonio que
Dios quiere otorgarle”(107). Aunque no
encontramos el lenguaje de engendramiento en
estas alianzas. Los paralelos con la alianza son más relevantes para con la
formulación del oráculo de Natán, en su escenario Deuteronómico en 2 Sam. 7, que en otros Salmos.
La manera más obvia
en la que el “engendramiento” del rey es
calificado en los Salmos es mediante la afirmación en Salmo
2 que el engendramiento es “hoy”. La
mayoría de los comentaristas aceptan esto como indicio inequívoco del carácter
metafórico del engendramiento(108). De manera
similar, en Salm. 89:27 el Señor dice a
David, “Y yo lo nombraré mi primogénito, altísimo
entre los reyes de la tierra”. Incluso aquí, el contraste con la
comprensión Egipcia puede no ser tan extremo como se asume normalmente. En un
relato de la fiesta de Opet descrita en Luxor,
Lannie Bell escribe:
“No se ha de olvidar que todos los informes de nominación
oracular a un cargo o concepción y nacimiento divino eran registrados sólo después
que se habían manifestado de manera innegable: la sucesión al trono era
normalmente de facto prueba de
legitimidad”(109).
De nuevo:
“La representación de éste ka
pretende ser una prueba de sus orígenes divinos y una evidencia suficiente de
que estaba predestinado a gobernar. Aunque en realidad se convierte en divino
sólo cuando es uno con el ka real, cuando su
forma humana es sobrepasada por su elemento inmortal…… Esto ocurre durante el
climax de la ceremonia de coronación cuando asume su lugar sobre el “trono-Horus de los vivientes”(110).
Esto es diferente a
lo que encontramos en los Salmos, dado que el faraón era divino desde el
nacimiento, aunque fuese proclamado retroactivamente cuando llegaba al trono.
Pero la diferencia entre lo que es metafórico y lo que es mítico no es
absoluta, y las categorías no son incompatibles(111).
Tanto la adopción como el engendramiento son metafóricos cuando son aplicados a
la divinidad, aunque son metáforas diferentes. El metafórico engendramiento sugiere un parentesco más cercano
entre el rey y dios que el que transmite la adopción.
Sin duda, los Salmos se quedan cortos a la hora de describir el engendramiento
divino, en términos sexuales explícitos, comparado con lo que encontramos en
algunos textos Egipcios, aunque, como ya se ha visto, este lenguaje no es
universal ni siquiera en Egipto, ni tampoco era necesariamente entendido
literalmente. El hecho que el rey Israelita es “elegido”
por su Dios(112) no es un rasgo distintivo. Un
lenguaje similar es usado para con el faraón en la Bendición de Ptah, y también lo
encontramos en los textos Mesopotamios. Así mismo, el hecho que el rey esté
subordinado a una deidad es un rasgo compartido por todas estas tradiciones. El
estatus del rey en Jerusalem no era tan exaltado como el del faraón, y los
testimonios de su filiación divina conservados son pocos. No obstante, el
lenguaje de filiación tiene tonos míticos, y reclama claramente para el rey un
estatus superior al humano.
EN QUÉ SENTIDO ERA EL REY DIVINO?
Incluso en el antiguo
Egipto, el rey no era considerado a la par con los dioses del panteón. Más
bien, su poder derivaba de su padre divino, mediante el cual era engendrado y
elegido. Así mismo en la Biblia Hebrea, cuando se dice que el rey era hijo de
Dios se quería sugerir una relación especial con el Altísimo, que no paridad.
Incluso el Salmo que se dirige al rey como “Elohim”,
o “dios”, se refiere a “Dios, tu Dios” en el siguiente versículo, para poner en
perspectiva la divinidad del rey (Salm. 45:7-8).
La mayor implicación
de la declaración que el rey era hijo de Dios es la implicación que está
facultado para actuar como representante de Dios en la tierra. Esto conlleva la
promesa del apoyo divino en la guerra especialmente. En tanto que vicario de
Dios, es soberano de todo el mundo por derecho. Puede destruir las naciones con
una vara de hierro y juzgarlas. Los textos Hebreos no enfatizan la sabiduría
sobrehumana del rey tan fuertemente como los Egipcios (aunque es un “maravilloso consejero” en Is.
9, y un espíritu de sabiduría reposa sobre el futuro rey en Is. 11:2). Atribuyen al rey un amor por la
justicia y rectitud muy de cerca asociado con la realeza en la tradición
Cananea(113). Es una cuestión intrigante si se
piensa o no que el rey es inmortal. El Salmo 72
ora por que viva tanto tiempo como dure el sol. El Salmo
21 declara que “Vida pidió y se la otorgaste,
largo curso de días para siempre”(114).
John Day piensa que no hay buena razón para tomar todo esto como alusión a la
inmortalidad(115). Pero es al menos una posible
interpretación. Es verdad que en las leyendas Cananeas de Aqat y Keret, la
esperanza de inmortalidad es vista como falaz, incluso en el caso de Keret, que era hijo de El. Aunque el Salmo no sugiere
que los reyes sean inmortales por naturaleza. La vida ha de ser garantizada por
Dios. Aunque el salmo parece mantener la posibilidad que el rey pueda tener una
vida garantizada en un grado más completo respecto al de los humanos
ordinarios. Aquí de nuevo, el concepto Judío de la realeza divina es menos explícito
y exaltado que el que encontramos en Egipto, al menos en el periodo del Reino
Nuevo, aunque aún conserva una dimensión mítica que va más allá de la común
humana condición.
Ziony Zevit afirma
que no hay evidencia de que el rey en el antiguo Judá fuese objeto de culto o
veneración. Más bien, la presencia en el Salterio de oraciones por el rey
muestran que era “objeto de preocupación cultual”(116). Sugiere que “el
lenguaje padre-hijo” [en Salm. 2:7 y 89:27] tenía más que ver con la expresión de la relación
de la deidad tutelar con el rey que con otra cosa. Un lenguaje similar era
usado en los grupos proféticos para expresar la relación entre seguidores y el
profeta líder”(117). La falta de evidencia de
veneración cultual es ciertamente significativa, y cualifica el sentido en el
que el rey podía ser considerado divino. Pero la analogía profética no hace
justicia al lenguaje mitológico de los Salmos. Aceptando que el rey no es
divino en el mismo sentido que el Altísimo, la afirmación que es “engendrado” por Dios es una afirmación acerca de una
naturaleza y estatus a él conferidos, no sólo acerca de una relación tutelar.
La mayoría de los profetas tenían una sombría opinión de las pretensiones de
divinidad de los monarcas, y las afirmaciones de la dinastía Davídica quedaron
enmudecidas en la historia del Deuteronomio. Aunque no fueron completamente
suprimidas. El hecho que la actitud dominante en la tradición bíblica insista
en una aguda distinción entre divinidad y humanidad, y que sea muy crítica de la
realeza hace que la conservación de los salmos reales sea de lo más notable.
Requiere que sea tomada en serio como testimonio de la religión pre-exílica,
antes de ser oscurecida por la dura experiencia histórica que llevó a la
desaparición de la monarquía.
------------------------
1. Joseph Fitzmyer, The One Who Is to Come (Grand
Rapids: Eerdmans, 2007), 8-25.
2. Saúl, David, Salomón, Jehú, Joas, Joacaz.
Ver Fitzmyer, The
One Who Is to Come, 9. Sobre la unción del rey, ver Tryggve N.D.
Mettinger, King
and Messiah: The Civil and Sacral Legitimation of the Israelite Kings
(ConBib OT 8; Lund: Gleerup, 1976), 185-232.
3. En 1 Reyes 19:16, se le dice a Elías unja a
Eliseo como sucesor. En Isaías 61:1 dice “Dios me ha ungido”.
4. Pace Fitzmyer, The One Who Is to Come, 13.
5. Fitzmyer, The One Who Is to Come, 82-102;
Andrew Chester, Messiah
and Exaltation (Tübingen: Mohr Siebeck, 2007), 265-76.
6. Contra Fitzmyer, The One Who Is to Come, passim,
que mantiene un enfoque estrecho acerca del uso de la palabra Ungido. Sobre el tema de la terminología ver J.J.
Collins, The
Scepter and the Star(ABRL; New York: Doubleday, 1995), 11-12, y una
buena discusión en Chester, Messiah and Exaltation, 193-205. Chester
insiste correctamente que “el uso (o falta) del
término Ungido no debe permitirse sea determinativo para la definición del
mesianismo” (204).
7. Temper Longman III, The Messiah: Explorations in the Law and
Writings, en Stanley Porter, ed., The Messiah in the Old and New Testaments
(Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 14.
8. Herman Gunkel y Joachim Begrich, Introduction to
the Psalms (Macon, GA: Mercer University Press, 1998); trad. de la
cuerta edición de Einleitung in die Psalmen (Göttingen: Vandenhoeck &
Ruprecht, 1933), 106-9. Ver los comentarios de William Horbury, Jewish
Messianism and the Cult of Christ (London: SCM, 1998) 15-16.
9. Hugo Gressmann, Der Messias (Göttingen:
Vandenhoeck & Ruprecht, 1929).
10. Sigmund Mowinckel, He That Cometh: The Messiah Concept in the
Old Testament and Later Judaism (Grand Rapids: Eerdmans, 2005). El
original Noruego, Han Som Kommer, apareció en 1951. La traducción Inglesa fue
originalmente publicada por Abingdon en 1955. Ver J.J. Collins, “Mowinckel´s He
That Cometh Revisited”, Studia Theologica 61 (2007) 3-20.
11. S.H. Hooke, ed., Myth, Ritual, and Kingship: Essays on the
Theory and Practice of Kingship in the Ancient Near East and in Israel
(Oxford: Oxford University Press, 1958).
12. Ivan Engnell, Studies in Divine Kingship in the Ancient
Near East (Uppsala: Almqvist and Wiksell, 1943). Para un mejor
ejemplo de la escuela del “mito y ritual”, no
sólo en relación al Oriente Medio antiguo sino especialmente en el estudio de
la antigua Grecia, ver Robert A. Segal, ed., The Myth and Ritual Theory: An Anthology
(Oxford: Blackwell, 1998).
13. Martin Noth, God, King and Nation, en The Laws in the
Pentateuch and Other Studies (Philadelphia: Fortress, 1966), 172-73.
14. David O´Connor y David P. Silverman, eds., Ancient Egyptian
Kingship (Probleme der Ägyptologie 9; Leiden: Brill, 1994); John
Baines, Ancient
Egyptian Kingship: Official Forms, Rhetoric, Context, en John Day,
ed., King and
Messiah in Israel and the Ancient Near East (JSOTSup 270; Sheffield:
Sheffield Academic Press, 1998), 16-53. Ver también el estudio clásico de Henri
Frankfort, Kingship
and the Gods: A Study of Ancient Near Eastern Religion as the Integration of
Society and Nature (Chicago: University of Chicago Press, 1948),
15-212.
15. Baines, Ancient Egyptian Kingship, 19-20.
16. Sobre la Piedra Rosetta, Ptolomeo V es
descrito como “hijo
del Sol, a quien el Sol le ha otorgado la victoria”. Ver OGIS 1, p.
43; Edwin R. Bevan, A History of Egypt under the Ptolemaic Dynasty
(London: Methuen, 1927), 28, 30, 263; Ludwig Koenen, Die Adaptation ägyptischer Königsideologie
am Ptolemäerhof, en W. Peremans, ed., Egypt and the Hellenistic World
(Studia Hellenistica 27; Leuven: Leuven University Press, 1983), 142-90.
17. Miriam Lichtheim, Ancient Egyptian Literature,
vol. 1: The
Old and Middle Kingdoms (Berkeley: University of California Press,
1975), 223.
18. Ibid., 225.
19. Helmut Brunner, Die Geburt des Gottkönigs. Studien zur
Überlieferung eines altägyptischen Mythos (Ägyptologische
Abhandlungen 10; Wiesbaden: Harrassowitz, 1964); Jan Assmann, Die Zeugung des Sohnes. Bild, Spiel, Erzählung und das
Problem des ägyptischen Mythos, en Jan Assmann, Walter Burkert, and
Fritz Stolz, Funktionen
und Leistungen des Mythos. Drei altorientalische Beispiele (OBO 48;
Freiburg: Universitätsverlag/Göttingen: Vandenhoeck & Ruprecht, 1982);
Othmar Keel, The
Symbolism of the Biblical World: Ancient Near Eastern Iconography and the Book
of Psalms (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1997), 247-56.
20. Hatshepsut gobernó como regente de Tutmosis
III desde ca. 1479 al 1473, y subsiguientemente gobernó juntamente con él. Ver
Catharine H. Roehrig, ed., Hatshepsut: From Queen to Pharaoh (New Haven:
Yale University Press, 2006).
21. James H. Breasted, Ancient Records of Egypt
(Chicago: University of Chicago Press, 1906), 2:80. Brunner, Die Geburt des
Gottkönigs, 42-43, y Assmann, “Die Geburt
des Königs”, 27, traducido “dein Duft ist in
allen meinen Gliedern”, “tu fragancia está en
todos mis miembros”. Colleen Manassa dice que “realmente
es `rocío´, iAd.t, lo
que impregna sus miembros. Otra palabra, id.t, significa
Duft y es a menudo
confundida con iAd.t, y en la
escena del Nacimiento Divino, están aprovechando ambos significados –la
fragancia del dios así como su `rocío´ impregna sus miembros. El
término iAd.t,
`rocío´, está
fuertemente asociado en la religión Egipcia con la diosa Hathor/Sakhmet, y al
usar este término, la reina se convierte en la diosa del ojo del sol”.
Sobre la diosa ver Philippe Germond, Sekhmet et la Protection du Monde = Aegyptiaca Helvetica
9 (1981), y John C. Darnell, “Hathor Returns to
Medamûd”, Studien
zur Altägyptischen Kultur 22 (1995) 47-94.
22. Alan H. Gardiner, “The
Coronation of King Haremhab”, JEA 39 (1953) 14-15.
23. Ver los comentarios de J.J.M. Roberts, Whose Child Is
This? Reflections on the Speaking Voice in Isaiah 9:5, HTR 90 (1997) 127.
24. David P. Silverman, The Nature of Egyptian Kingship, en O´Connor y Silverman, ed., Ancient Egyptian
Kingship, 50.
25. Ibid., 67.
26. Ibid., 68.
27. Ronald J. Leprohon, Royal Ideology and State Administration in Pharaonic Egypt, en
Jack Sasson, ed., Civilizations of the Ancient Near East (4 Vols.; New York:
Scribner´s, 1995).
28. Breasted, Ancient Records of Egypt, 2:409.
29. Frankfort, Kingship and the Gods, 161.
30. Sobre el eclipse del mito del nacimiento
del faraón después de la era Ramesida, ver Klaus Koch, “Der König als Sohn Gottes in Ägypten und Israel”, en Eckart
Otto y Erich Zenger, eds., “Mein Sohn bist du”(Salm. 2:7). Studien zu den
Königspsalmen (Stuttgarter Bibelstudien 192; Stuttgart: Verlag
Katholisches Bibelwerk, 2002), 10.
31. W.G. Lambert, “Kingship
in Ancient Mesopotamia”, en Day, ed., King and Messiah, 59; Jacob
Klein, “Sumerian Kingship and the Gods”, en
Gary Beckman and Theodore J. Lewis, eds., Text, Artifact, and Image in the Ancient Near East
(BJS 346; Providence, RI: Brown University
Press, 2006), 115-31.
32. Klein, “Sumerian
Kingship”, 131.
33. Trad. Peter Machinist, “Kingship and
Divinity in Imperial Assyria”, en Beckman and Lewis, ed., Text, Artifact, and
Image, 152-88, aquí 161. Ver también W.G. Lambert, “Three Unpublished Fragments
of the Tukulti-Ninurta Epic”, AFO 18 (1957-58) 48-51 * Taf. IV; Peter
Machinist, “The Epic of Tukulti-Ninurta I: A Study in Middle Assyrian
Literature (Ph.D. dissertation, Yale, 1978), 66-71; B.R. Foster, Before the
Muses: An Anthology of Akkadian Literature (3ª ed.; Bethesda, MD: CDL, 2005),
1:301-2.
34. Machinist, “Kingship and Divinity”, 162.
35. Ibid., 167.
36. Epic of Tukulti-Ninurta 12, 14-15.
Machinist, “Kingship
and Divinity”, 161.
37. KTU, 2ª ed., 1:113; Manfried Dietrich,
Oswald Loretz, y Joaquín Sanmartín, The Cuneiform Alphabetic Texts from Ugarit, Ras Ibn Hani
and Other Places (Münster: Ugarit-Verlag, 1995), 129. Ver Theodore
J. Lewis, Cults
of the Dead in Ancient Israel and Ugarit (HSM 39; Atlante: Scholars
Press, 1989), 47-52; John Day, “The Canaanite Inheritance of the Israelite Monarchy”,
en Day, ed., King and Messiah, 82.
38. Lewis, Cults of
the Dead, 49-59. Sobre los Rephaim ver KTU 1:20-22, 161, Lewis, Cults of the
Dead, 5-46; C.E. L´Heureux, “The Ugaritic and Biblical Rephaim”, HTR
67 (1974) 265-74; B.A. Levine y J. M. Tarragon, “Dead
Kings an Rephaim: The Patrons of Ugaritic Dynasty”, JAOS 104 (1984) 649-59; Klaas
Spronk, “Beatific
Afterlife in Ancient Israel and in the Ancient Near East” (AOAT 219;
Kevelaer: Butzon & Bercker; Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag, 1986),
161-96; H. Rouillard, “Raphaim”, DDD,
692-700.
39. KTU 1:16 i.14-15, 22 J.C.L. Gibson, Canaanite Myths
and Legends (Edinburgh: Clark, 1977), 95.
40. Sugerido por Mark Smith. Nicolas Wyatt, “Degrees of Divinity: Some Mythical and Ritual Aspects of
West Semitic Kingship”, en idem, “There´s such Divinity doth Hedge a King”
(Aldershot: Ashgate, 2005), 194-95, sugiere que Keret (Kirta), como Baal, se
suponía debía morir y resucitar de nuevo. Toma el mito de Baal como
paradigmático respecto a la realeza Ugarítica.
41. ANET, 483-90. W.L. Moran, The Amarna
Letters (Baltimore: Johns Hopkins, 1992). Ver EA 231, 241, 243, 266,
270, 271, 274, 292-300, 306, 309, 314-16, 319-26, 328, 329, 331, 337.
42. KTU (2ª ed.), 281; Day, The Canaanite Inheritance”, 87.
43. Ver especialmente Eckart Otto, “Psalm 2 in neuassyrischer Zeit. Assyrische Motive in der
judäischen Königsideologie”, en Klaus Kiesow y Thomas Meurer, eds., Textarbeit.
Studien zu Texten und ihrer Rezeption aus dem Alten Testament und der Umwelt
Israel. Festschrift für Peter Weimar (AOAT 294; Münster:
Ugarit-Verlag, 2003), 335-49; idem, “Politische
Theologie in den Königspsalmen zwischen Ägypten und Assyrien. Die
Herrscherlegitimation in den Psalmen 2 und 18 in ihrem altorientalischen
Kontexten”, en Otto and Zenger, eds., “Mein Sohn bist du” 33-65; Koch,
“Der König als Sohn Gottes”, ibid., 11-15.
44. Erhard S. Gerstenberger, “Psalms: Part
One, with an Introduction to Cultic Poetry” (FOTL XIV; Grand Rapids:
Eerdmans, 1988), 48; Eric Zenger, en Frank-Lothar Hossfeld and Erich Zenger, “Die Psalmen I.
Psalm 1-50” (Würzburg: Echter, 1993), 50; Klaus-Peter Adam, “Der königliche
Held. Die Entsprechung von kämpfendem Gott und kämpfendem König in Psalm 18
(WMANT 91; Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag, 2001), 161-68. Los Aramaismos
citado son los verbos (estar en tumulto) y (romper). Hay que señalar que Zenger
revisó sus opinión, y argumentó que el Salmo 2:1-9 es pre-exílico: E. Zenger, “Es sollen sich niederwerfen vor ihm all Könige”
(Salm. 72:11). Redaktionsgeschichtliche Beobachtungen zu Psalm 72 und zum
Programm des messianischen Psalters Ps 2-89”, en Otto and Zenger, ed., “Mein Sohn bist
du”, 87. Para una ver el debate acerca de la fecha del Salmo ver
Friedhelm Hartenstein, “Der im Himmel thront, lacht” (Ps 2:4), en
Dieter Sänger, ed., Gottessohn und Menschensohn. Exegetische Studien zu zwei
Paradigmen biblischer Intertextualität (Biblisch-Theologische
Studien 67; Neukrirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag, 2004), 158-88, aquí 160.
45. Gerstenberger, Psalms: Part One, 48.
46. Ibid. También Markus Saur, Die
Königspsalmen (BZAW 340; Berlin: de Gruyter, 2004), 39-40
47. Brunner, Die Geburt des Gottkönigs, 43;
Othmar Keel, The
Symbolism of the Biblical World: Ancient Near Eastern Iconography and the Book
of Psalms (Winona Lake, IN: Eisenbrauns, 1997), 253.
48. Keel, The Symbolism of the Biblical World, 254.
49. Epic of Tikulti-Ninurta, 13; Machinist, Kingship and Divinity, 16.1.
50. Benjamin R. Foster, From Distant Days: Myths, Tales and Poetry
from Ancient Mesopotamia (Bethesda, MD: CDL, 1995), 282.
51. Ibid., 283. Sobre la pretensión Asiria de
dominio mundial ver Otto, “Psalm 2 in
neuassyrischer Zeit”, 341-42; J.J.M. Roberts, review of Saur, Die
Königspsalmen, en CBQ 67 (2005) 700.
52. Ver Edward M. Cook, “Aramaic Language and Literature”, en Eric M.
Meyers, ed., The
Oxford Encyclopedia of Archaeology in the Ancient Near East (New
York: Oxford, 1997), 182. Mark W. Hamilton, The Body Royal: The Social Implications of Kingship in
Ancient Israel (Leiden: Brill, 2005), 64, señala el uso de la
palabra Aramea “bar” (hijo) en la inscripción
Fenicia del rey Anatolio Kilamuwa (KAI 24:1,4,9) y concluye que el interés de
los estudiosos en los Aramaismos en el Salmo 2 está mal enfocado.
53. Gressmann, Der Messias, 9: Gunkel, Introduction to
the Psalms, 118; Mowinckel, He That Cometh, 67; Hans-Joachim Kraus, Psalms 1-59
(CC; Minneapolis: Fortress, 1993; trad. de la 5ª edición de Psalmen 1.
Teilband, Psalmen 1-59 [BK; Neukirchen-Vluyn: Neukirchener Verlag,
1978], 126.
54. Hartenstein, Der
im Himmel thront, lacht, 161. Argumenta que los vv. 1-6 son pos-exílicos
dada la presencia de motivos de sabiduría, característicos de la fase editorial
del desarrollo del Salterio. El que estos motivos requieran necesariamente una
fecha pos-exílica no está tan claro.
55. Otto, Psalm 2
in neuassyrischer Zeit; Politische Theologie in den Königspsalmen. No
todos los aspectos del salmo son necesariamente explicados por estos paralelos.
Ver Hartenstein, Der im Himmel thront, lacht,
170-74.
56. Otto, Psalm 2
in neuassyrischer Zeit, 343-49; cf. Bob Becking, Wie Töpfe Sollst Du Sie
Zerschmeissen. Mesopotamische parallelen zu Psalm 2,9b, ZAW 102 (1990)
59-79.
57. Para Ben Hadad ver 1 Reyes 15:18-19 = 2
Crónicas 16:2; ANET 655. Para Bar-Rakib, ANET 655. P.K. McCarter, 2 Samuel (AB 9; New
York: Anchor, 1984), 207.
58. Brunner, Die Geburt des Gottkönigs, 109;
cf. 117.
59. Ibid., Láminas 10 y 11; Assmann, Die
Zeugung des Sohnes, 16-17, ilustraciones 10, 14; Keel, The Symbolism of the Biblical World,
252-53.
60. Manfred Görg, Gott-König-Reden in Israel und Ägypten
(Stuttgart: Kohlhammer, 1975), 260.
61. Memphis Stela 3. Alan H. Gardiner, The Coronation
of King Haremhab, JEA 39 (1953) 29.
62. Görg, Gott-König-Reden,
237; Assmann, Die Zeugung des Sohnes, 35. Para el texto,
K.A. Kitchen, Ramesside
Inscriptions: Historical and Biographical (Oxford: Oxford University
Press, 1971), II, fasc. 5, 263.
63. Hamilton, The Body Royal, 60-61.
64. Gerhard, von Rad, “The
Royal Ritual in Judah”, en idem, The Problem of the Hexateuch and Other ESsays
(New York: McGraw-Hill, 1966), 222-31, originalmente publicado como “Das judäische Königsritual”, ThLZ 73 (1974)
211-16.
65. Albrecht Alt, “Jesaja
8,23-9,6. Befreiungsmacht und Krönungstag”, en Walter Baumgartner, ed., Festschrift
Alfred Bertholet zum 80. Geburtstag gewidmet (Tübingen: Mohr
Siebeck, 1950), 29-49, reinpreso en Alt, Kleine Schriften zur Geschichte des Volkes Israel (3 vols.; Munich: Bech, 1953),
2:2’6-25.
66. Ver la discusión de Hans Wildberger, Isaiah 1-12
(CC; Minneapolis: Fortress, 1991; trad. de Jesaja, Kapitel 1-12 [Bk; Neukirchen-Vluyn:
Neukirchener Verlag, 1980]), 398-89; y Roberts, “Whose Child Is This”? 115-29.
Simon Parker, “The
Birth Announcement” en Lyle Eslinger and Glenn Taylor, eds., Ascribe to the
Lord: Biblical and Other Studies in Memory of Peter C. Craigie
[JSOTSup 67; Sheffield: JSOT, 1988), 136-38, argumenta que el carácter
tradicional de la anunciación muestra que se refiere al nacimiento de un niño.
Ver Paul D. Wegner, An Examination of Kingship and Messianic Expectation en
Isaiah 1-35 (Lewiston, NY: Mellen, 1992), 168-76.
67. Wildberger, Isaiah 1-12, 398.
68. Los protocolos Egipcios tenían cinco
nombres. Isaías 9 tiene sólo cuatro, pero la mala ortografía de la palabra
“Grande” en Is. 9:6, con una “mem” final a la mitad de la palabra, es a menudo
entendida como mostrando que un quinto nombre ha desaparecido. Ver Wildberger, Isaiah 1-12,
405; Wegner, An
Examination of Kingship, 191-92. Wegner rechaza este punto de vista.
69. Ver Day, The
Canaanite Inheritance, 83-84; Kraus, Psalms 1-59, 451, 455; Zenger, en Hossfeld and
Zenger, Die
Psalmen, 1:282; Hamilton, The Body Royal, 51.
70. Pace Marc Zvi Brettler, God is King:
Understanding an Israelite Metaphor (JSOTSup 76; Sheffield: JSOT,
1989), 39, argumenta que Elohim no puede tener más de un referente, o de lo contrario resultaría una
confusión semántica.
71. Gerstenberger, Psalms: Part Two, and Lamentations (FOTL
XV; Grand Rapids: Eerdmans, 2001), 266-67, data característicamente este salmo
en el periodo del Segundo Templo, debido a la supuesta “expectativa ferviente de una restitución del
imperio Davídico” en este periodo. Incluso sugiere que esto puede
contener “piezas
de los ritos de inauguración antiguos”.
72. Intentos de negar que se refiere a
Jerusalem no son convincentes. Ver Day, The
Canaanite Inheritance, 73-74, y especialmente John A. Emerton, The Site of Salem, en J.A. Emerton, ed., Studies in the
Pentateuch (VTSup 41; Leiden: Brill, 1990), 45-71.
73. Machinist, Kingship
and Divinity, 156. Ver M.J. Seux, Épithètes Royales Akkadiennes et Sumériennes
(Paris: Letouzey et Ané, 1967), 287; G. van Driel, The Cult of Assur (Assen: van
Gorcum, 1969), 170-74.
74. Tabnit, rey de Sidon y su padre Eshmun´azar
eran “sacerdotes de Astarté”. KAI 13:1-2. Day, The Canaanite Inheritance, 75.
75. Day, The
Canaanite Inheritance, 75; Hamilton, The Body Royal, 71. Ver también Deborah W.
Rooke, Kingship as Priesthood: The Relationship
between the High Priesthood and the Monarchy, en Day, ed., King and Messiah,
187-208.
76. KAI 222 A 11.
77. Eusebius, Preparation for the Gospel
1.10.15; H.W. Attridge and R.A. Oden, Philo of Byblos: The Phoenician History (CBQMS
9; Washington, DC: CBA, 1981), 47.
78. Ver Day, the
Canaanite Inheritance, 78-80; E.E. Elnes and P.D. Miller, Elyon, DDD, 293-99
79. Koch, Der König
as Sohn Gottes, 16; J. De Savignac, Essai
d´interprétation du Psaume CX à l´aide de la littérature égyptienne, OTS
9 (1951) 105-35.
80. Keel, The Symbolism of the Biblical World, 263.
81. Lorenz Dürr, Psalm 110 im Lichte der neueren
alt-orientalischen Forschung (Münster: Aschendorff, 1929); Sigmund
Mowinckel, The
Psalms in Israel´s Worship (Grand Rapids: Eerdmans, 2004; first
Englis ed., Oxford: Balckwell, 1962), 1:47-48, 63-64.
82. Keel, The Symbolism of the Biblical World, 254-55;
Scott R.A. Starbuck, Court Oracles in the Psalms: The So-Called Royal Psalms
in Their Ancient Near Eastern Context (SBLDS 172; Atlanta: Society of Biblical Literature, 1996), 144.
83. También enmienda “splendor”, por
“montañas”.
84. Kraus, Psalms 60-150, 344. L.C. Allen, Psalms 101-150
(WBC 21; Waco, TX: Word, 1983), 81, argumenta que en los LXX se trata de un
caso de armonización con el Salmo 2. Ver la crítica incisiva de la postura de
Allen por William P. Brown, A Royal Performance:
Critical Notes on Psalm 110:3a-b, JBL 117 (1998) 95.
85. Aubrey R. Johnson, Sacral Kingship in Ancient Israel
(2ª ed.; Cardiff: University of Wales Press, 1955), 121-22, seguida por Day, The Canaanite Inheritance, 83, excepto que leen “desde el seno de la aurora”, que es también posible.
86. Kraus, Psalms 60-150, 344.
87. Kraus, ibid.; Johnson, Sacral Kingship,
121-22; Day, The Canaanite Inheritance, 83. Gary A. Rendsburg, Psalm CX 3B, VT
49 (1999)548-53, defiende la lectura “aurora” sobre la base de formaciones paralelas.
Rendsburg no tiene en cuenta la traducción Griega del Salmo.
88. Brown, A Royal
Performance, 94.
89. Ver R. Mark Shipp, Of Dead Kings and Dirges: Myth and Meaning
in Isaiah 14:4b-21 (Academia Biblica 11; Atlante: Society of
Biblical Literature, 2002), 67-79.
90. KTU 1:23. Samuel A. Meier, Shahar (Deity), ABD 5:1, 150-51; S.B. Parker, Shahat, DDD, 754-55.
91. Meier, Shahar, 1151. Nicolas Wyatt, Myths of Power:
A Study of Royal Myth and Ideology in Ugaritic and Biblical Tradition
(Ugaritisch-Biblische Literature 13; Münster: Ugarit-Verlag, 1996, 284, sugiere
que “seno” y “aurora”
son “las madres geminadas del rey” y las
compara con “el par geminado,
Athirat y Rahmay, en KTU 1:23, que representan hipóstasis de Shapsh, la
diosa-sol”.
92. Hamilton, The Body Royal, 68-69, sugiere
que el texto se refiere a un ritual al amanecer, en el cual el rey entraba en
el templo desde el este. Para la asociación de Yahvé con el Sol, ver Mark S.
Smith, The
Early History of God: Yahweh and Other Deities in Ancient Israel
(Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 148-59; J. Glenn Taylor, Yahweh and the Sun: Biblical and
Archaeological Evidence for Sun Worship in Ancient Israel (JSOTSup
111; Sheffield: JSOT, 1993).
93. Kraus, Psalms 60-150, 344; Starbuck, Court Oracles,
148.
94. Joseph Coppens, Le
Psaume CX et l´Idéologie Royale Israélite, en The Sacral Kingship: Contributions to the
Central Theme of the VIIIth International Congress for the History of
Relligions (Rome, April 1955) (Leiden: Brill, 1959), 333-49, aquí
341, que acredita la sugerencia a Geo Widengren.
95. Brown, A Royal
Performance, 96.
96. John F. Healey, Dew,
DDD,
251; cf. Meier, Shahar, 1,151.
97. Starbuck, Court
Oracles, 150. CF. Job 38:28-29. Ver Gerald Cooke, The Israelite King as Son of God, ZAW
32 (1961) 224.
98. ARE 2:80. Ver Starbuck, Court Oracles, 150 señala el
paralelo aunque no lo tiene en cuenta.
99. Ver arriba, n. 21.
100. Ver Cooke, The
Israelite King as Son of God, 208-18.
101. Mowinckel, He That Cometh, 78.
102. H. Donner, Adoption
oder Legitimation? Erwägungen zur Adoption im Alten Testamenta uf dem
Hintergrund der altorientalischen Rechete, OrAnt 8 (1969) 87ff. Ver también
Shalom M. Paul, Adoption Formulae: A Study of
Cuneiform and Biblical Legal Clauses, Maarav 2/2 (1979-80) 173-85;
J.H. Tigay, Adoption, EncJud (1971), 2:300-301.
103. Martin David, Die Adoption im altbabylonischen Recht
(Leipzig: Weicher, 1927). David solo pudo encontrar dos ejemplos de fórmulas
positivas para la adopción. Paul añade una más. Ver Roberts, Whose Child Is This? 119-20.
104. Roberts, Whose
Child Is This? 121.
105. Especialmente Moshe Weinfeld, The Covenant of Grant in the Old Testament and in the
Ancient Near East, JAOS 90 (1970) 184-203; Roland de Vaux, The King of Israel, Vassal of Yahweh, en idem, The Bible and
the Ancient Near East (New York: Doubleday, 1971), 152-80.
106. Weinfeld, Covenant
of Grant, 191.
107. McCarter, 2 Samuel, 207.
108. Mettinger, King and Messiah, 265-66; Keel,
The Symbolism of the Biblical World, 248.
109. Lannie Bell, Luxor
Temple and the Cult of the Royal Ka, JNES 44 (1985) 257.
110. Ibid., 258.
111. Comparar con el comentario de Wyatt, Myths of Power,
286, que afirma que la paternidad de Dios hacia el rey puede ser entendida como
expresión de una función aunque añade: “Pero esto de ninguna manera la descalifica como mitológica
al mismo tiempo. Es su inherente naturaleza mitológica la que le da significado”.
112. Kraus, Psalm 1-59, 132.
113. Day, The
Canaanite Inheritance, 86-88, cita la leyenda del Rey Keret (KTU
1:16-17) y una carta de un rey de Ugarit a un faraón Egipcio.
114. Comparar también con Salm. 61:6: “A los días del rey añade días, sus años, generación tras
generación”. El argumento a favor de la inmortalidad del rey fue
realizado por John Healey, “The Immortality of the
King: Ugarit and the Psalms, Or 53 (1984) 245-54.
115. Day, The
Canaanite Inheritance, 85.
116. Ziony Zenit, “Israel´s
Royal Cult in the Ancient Near Eastern Kulturkreis, en Beckman and
Lewis, ed., Text,
Artifact, and Image, 189-200, aquí 200.
117. Ibid., 199.
No hay comentarios:
Publicar un comentario