JUAN EL ANCIANO COMO AUTOR DE LA SEGUNDA Y TERCERA CARTAS
Una
gran cantidad de fuentes hipotéticas, autores, redactores e incluso comunidades
han sido creadas para adjudicarles los escritos de Juan, aunque los resultados
difieren más que nunca.
R.E.
Brown, el comentarista más significativo del corpus Joánico actualmente,
conjetura a favor de cuatro diferentes “personajes
Joánicos”: El discípulo amado como fuente de la tradición de Jesús; el
evangelista; el presbítero como autor de las tres cartas; y el redactor final
del Evangelio. Rudolf Bultmann incluso
presupone siete o más personas(1). En este caso
el tema sin resolver es la cuestión de cuantos individuos diferentes a finales
del primer y comienzos del segundo siglo en Asia Menor pudieron ser fusionados
juntos en uno, de manera que una o dos generaciones más tarde los Padres
procedentes de Asia, como Ireneo y Polícrates (y sus informantes), conocían
sólo al Juan que enseñaba en Efeso. Actualmente esta pregunta es respondida en
referencia al círculo, escuela o comunidad Joánicas(2).
Pero cuándo, dónde y cómo se produjo todo esto, y durante cuanto tiempo
existió? Y por qué no tenemos referencia independiente respecto a esta escuela
Joánica con su pluralidad de autores y maestros, como en el caso de la Academia
de Platón o el Movimiento de Oxford en el siglo XIX, sino sólo de un Juan
(aunque es verdad que de acuerdo con la tradición temprana estaba rodeado por
un circulo de discípulos seguidores, pupilos y obispos)?(3). Si desconfiamos de Ireneo, que menciona a
Policarpo y Papias, ningún nombre de maestro posterior proveniente de esta
escuela nos es conocido. El Leucio mencionado por Epifanio es bastante
legendario y de Gayo y Demetrio en la tercera carta sabemos poco más que sus
nombres. No hay señal de una conexión directa-personal con Gnósticos
posteriores, ni siquiera los Montanistas; todo lo que tenemos es el misterioso
enemigo Cerinto.
Tuvo
la escuela un fundador y líder o varios o quizá una sucesión de diferentes
líderes, o tenía ésta forma de moderno colectivo de amigos y seguidores todos
al mismo nivel? Cuál era su relación con las demás iglesias? Formaban ellos una
secta periférica entusiasta o Gnostizante(4) o
era ya una iglesia especial al estilo pre-Marcionita? Actualmente, cuando “ortodoxo” se ha convertido en un término más bien
de abuso y “hereje” es más bien equivalente
a “individualista” y “creativo” en contraste con la iglesia
institucionalizada de “mentalidad-estrecha”
y “tozuda”- una interpretación semejante
parece ser bastante atractiva. Pero si éste era el caso, cómo pudieron ser
aceptados esos escritos por otras comunidades de la iglesia dominante y
adquirir una tan amplia y profunda influencia ya en el siglo II? Finalmente,
cómo todos esos diferentes escritores y redactores obtuvieron el nombre
no-Griego de Juan?
1. Después de todos los errores
de la crítica radical desde F.C. Baur (dató el
Evangelio cerca del 170, una fecha que posteriormente descendió al 140),
hay que aceptar que Ireneo tiene bastante razón aquí. El Corpus Joánico fue difícilmente
editado después del año 100 y seguramente no mucho tiempo antes.
2. Hay actualmente más y más
partidarios del punto de vista que el corpus fue realmente escrito en Asia Menor. Sobretodo las cartas. Los dos
más tempranos testigos, de aproximadamente más de dos décadas después de la
composición de la primera carta, Policarpo y Papias, son de Asia Menor, como lo
es nuestro testigo clave, Ireneo. Además, los dos discípulos más importantes en
la primera parte del Evangelio (caps. 1-12) tienen relación estrecha con Asia
Menor en la posterior tradición. Se podría argumentar contra la equívoca
objeción muy a menudo oída, o sea que nuestros testimonios acerca de Éfeso son
más bien “tardíos”, que son más tempranos
que cualquier otra cosa que sabemos acerca del origen geográfico de otros
Evangelios. Además de Ireneo, otro testigo es Polícrates, nacido cerca del 125,
y los Hechos de Juan escritos cerca del
150-160, que ofrecen testimonio indirecto. Éfeso es por lo tanto aún la
hipótesis más probable(5).
3. Otra columna fundacional nos
la ofrece el nombre de Juan, que le da al “corpus”
su unidad. El título del Evangelio, “euangelion kata
Ioannen”, es ciertamente antiguo; se remonta a la redacción final y
edición de la obra. En el caso de las cartas hay que asumir que las tres
circularon juntas bajo el nombre de Juan como autor(6);
una edición separada de la segunda y tercera carta, cada una de las cuales
ocupa un hoja de papiro, es bastante improbable: nunca se habrían establecido
en la iglesia en la forma de una sola hoja. De ahí el comentario que se repite
una y otra vez, que la segunda y tercera carta eran pseudoepígrafas,
sea bastante improbable. Es un milagro que a pesar del enigmático autor “ho presbyteros” y el insignificante contenido, estas
dos cartas hayan sido conservadas. Un punto a favor de una publicación común es
el uso de la primera y segunda carta en Ireneo, que las ve como una completa
unidad(7). Incluso aunque la segunda y sobretodo
la tercera carta no sean citadas por los padres, las tres cartas han sido
conservadas en los conocidos manuscritos desde los grandes unciales del siglo cuarto, y también las
encontramos en los manuscritos en Latín Antiguo. Probablemente fueron
traducidas juntas al Latín alrededor del 200(8);
las tres o al menos dos de ellas- son mencionadas en el Canon Muratoriano. Presumiblemente la (primera)
carta de Juan ya era llamada la carta “católica”
en Asia Menor a finales del siglo segundo(9).
Particularmente en vista a la manera tan natural como Ireneo usa la segunda
carta como parte de la “epistula” del
discípulo Juan no se puede evitar la cuestión de cómo vino a ser atribuida a
Juan en particular. Sin embargo, de ninguna manera se puede pensar aquí “a priori” en el hijo de Zebedeo y el apóstol. El
nombre “Ioannes” la forma Griega Johanan, es
más bien extraña en la diáspora Judía del imperio Romano, pero es muy frecuente
en la Palestina Judía.
4. El título “IOANNOY” y la
información única acerca del remitente, que él es “el anciano”, sugiere
claramente una conexión con el “presbyteros Ioannes” en los fragmentos de
Papías, aunque para los estudiosos actuales este punto, que era antes
ampliamente aceptado, hoy sea pasado por alto. Habría que echar un vistazo más
de cerca a la terminología de Papías. Usa “ho presbyteros” de manera bastante
independiente no orientada hacia el tan extendido oficio Cristiano-Judío de
presbítero(10), que tan a menudo encontramos en
la literatura Cristiana de a finales del siglo primero y segundo (Santiago,
Hechos, Epístolas Pastorales, I Pedro, I y II Clemente, Ignacio, Policarpo,
Hermas). No hay mención de “ministros de la iglesia” en los fragmentos de la
obra del Obispo de Hierapolis, una falta de interés que comparte con todo el corpus Joánico. Como en el Cuarto Evangelio, está
interesado sólo en los “discípulos del Señor” y la “verdad” de la tradición que
de ellos emana. Su terminología de “Aletheia”, verdad, aquí tiene conexiones
con las cartas Joánicas(11). Por lo tanto parece
ser un posterior brote, derivado de las tradiciones de la escuela Joánica.
Los
“presbyteroi”, en plural, en Papías son los antiguos portadores de la tradición original:
Tanto los discípulos inmediatos de Jesús y sus discípulos “los que siguieron a los ancianos”. En el fragmento
de su prólogo no aclara la diferencia terminológica entre “apóstoles” una palabra que él no usa en los
fragmentos que sobreviven- y los posteriores “ancianos”(12). También da la impresión que aún tenía conexiones
personales con éstos ancianos. “Juan el Anciano”,
justo al final de su lista de discípulos, deja de usar esta terminología en
plural; junto con Aristión es claramente distinguido de la lista previa
mediante el uso del presente, “legousin”. Hay que señalar el hecho que Eusebio
enfatizase que Papías en persona, “había oído a
Aristion y al presbítero Juan con sus propios oídos”. Al final de su más
bien superficial relato de la obra del Obispo de Hierapolis, Eusebio menciona a
los dos portadores de la tradición de nuevo: Papías “relata
los dichos del Señor obtenidos de Aristion o aprendidos directamente de Juan el
anciano”(13). Inmediatamente después
tiene su famosa nota acerca de Marcos con la introducción, “Esto también solía decir el anciano”(14); de nuevo la referencia es a Juan el anciano. El
posterior uso de “el” anciano o “ancianos” después de Papías para con los maestros y
portadores de la tradición antigua, es limitado a unos pocos autores Ireneo,
Clemente de Alejandría e Hipólito- y depende formalmente de Papías, aunque su
significado ha cambiando un tanto. Los posteriores “presbíteros”
ya no son los discípulos del Señor, ninguno de ellos es llamado “ho presbyteros” seguido de su nombre personal, y
ninguno de ellos se introduce a sí mismo como “ho
presbyteros”. El término tiene más de un significado colectivo, incluso
cuando se refiere a un solo individúo como Policarpo o Panteno(15).
El
uso del singular “ho presbyteros Ioannes”, y
“mathethes tou kyriou”, “el anciano Juan, discípulo del Señor” más bien
como título fijo, difiere de manera única de este posterior significado general
y también del plural “hoi presbyteroi” en el
mismo Papías. Papías debe haber mencionado a éste particular “anciano” a menudo en su obra. La tradición de
Marcos y Pedro, y lo que sigue en Mateo, muestra que están en deuda con él
respecto a información importante. Así, el título para ésta persona tan
particular fue fijado de manera que pudiese ser usado en sí mismo, “ho presbyteros” incluso sin tener que añadir el
nombre.
JUAN II y III
Hay
una situación muy similar en Juan II y III,
donde el extraño uso absoluto de “el anciano”,
“ho presbyteros”, como designación de uno
mismo en el precepto no tiene paralelo en el Nuevo Testamento y los Padres
Apostólicos. La única excepción es la única nota acerca de Marcos en Papías.
Evidentemente cada uno sabía quién era este anciano sin ninguna otra
explicación. Aquí también tenemos un origen Judío: “el
anciano” (haz-zaqen) era un título
honorífico que se otorgaba a grandes maestros Judíos antes de los 70 como en el
caso de Hillel, Shammai y Gamaliel I cuando ya eran bastante ancianos. Rabban
Gamaliel I en particular fue posteriormente llamado “el
viejo” para distinguirlo de su nieto. Probablemente a Juan el anciano le
fue dado este nombre por su edad avanzada para distinguirlo del hijo de
Zebedeo, quien en este tiempo ya había probablemente fallecido. La
identificación de A. Schlatter y B.W. Bacon del “anciano
Juan” en Papías con el por otro lado desconocido Juan en la lista de
quince “obispos de Jerusalem” dada por
Hegesipo está bastante fuera de lugar. Por qué debería Papías, como obispo de
Frigia, haber tenido algún interés en semejante remoto e insignificante
personaje?(16). En contra, este “anciano” Juan en Papías era un maestro importante y
mediador de la tradición más temprana de quien se decía había sido discípulo de Jesús. Esto apunta hacia una edad
relativamente muy avanzada y un largo periodo de actividad. Papías lo sitúa al
final de su narrativa porque se siente dependiente de él de manera muy
especial. El que cite tantas tradiciones del desconocido Aristión e incluso más
de Juan el anciano es al mismo tiempo señal de una proximidad relativa y
también de un interés personal que bien podría estar basado en el hecho que él
era uno de sus pupilos.
En
el “anciano” de Juan
II y III tenemos de manera similar a un maestro con autoridad
considerable, no ligado a una sola comunidad aunque está en posición de dar
instrucciones a las iglesias, que de él dependen(17).
Cuando en III Juan cuenta a Gayo entre sus “hijos” (v.4),
como en el Judaísmo esto apunta a una relación maestro-pupilo(18), y la advertencia en II
Juan 8, “estad atentos para no perder el fruto
de vuestro trabajo”(19), contiene una
referencia a una actividad misionera exitosa durante un largo periodo y más
allá de los límites de su propia comunidad. Esto concuerda con la referencia a
planes de viajes en ambas cartas y el intercambio de mensajeros en la tercera
carta(20).
Si
hubiese que hablar de una escuela Joánica, entonces aquí estaríamos oyendo al
autoritativo “cabeza de la escuela”; sólo él
merecería la única designación de “el anciano”.
Que ya no es un hombre en la flor de la vida, sino un anciano, lo apoya el
hecho que tiene pupilos (III Juan 4) y se
dirige a su “escuela” (o comunidad) en la
primera carta como a sus “niños pequeños” Hijitos. Tenemos la misma fórmula en boca del
Jesús Joánico en tanto que autoridad fundamental(21).
Judith
Lieu nos ofrece otro cuadro en sus investigaciones de las cartas II y III. Describe al autor de la tercera
carta como representante tardío de la tradición Joánica que está apartado de lejos
del vibrante origen de la escuela y termina en un callejón sin salida(22). Pero se pueden sacar semejantes conclusiones de
una o dos hojas de papiro (postales, en términos modernos)? La conservación de
las dos cartas se hace pues totalmente inexplicable. Así, para J. Lieu su
aceptación por la gran iglesia en su canon de escritura se convierte en un
ejemplo de “aquellas enigmáticas ironías”
que estrechan la imaginación tanto del historiador como del teólogo(23). Por mi parte creo que se puede ver en su contenido
y recepción por la iglesia mucha más consistencia
genuina Joánica que casual ironía histórica, dado que en las dos breves
cartas encontramos de manera más “privada”
la persona autoritativa detrás del corpus Joánico, que en el Evangelio y la
primera carta permanece invisible. Encontramos un comparablemente autoritativo
“nosotros” para con el líder de un grupo
religioso en la carta no publicada del Maestro de
Justicia al Sumo Sacerdote en
Jerusalem, en la cual el Maestro ofrece explicaciones acerca de la separación
de sus seguidores, “Nosotros te hemos escrito
(aquí)”, “porque hemos notado”, pero también “nosotros nos hemos separado de la
mayoría de la gente
.”(24).
Esta autoridad soberana del “anciano”
no fue adquirida en un corto periodo de tiempo; presupone una larga actividad.
Pero si es Éfeso, la gran metrópolis de Asia Menor, el lugar más probable como
lugar de origen de las cartas, entonces es difícil no ver por qué éste mismo “anciano” de la segunda y tercera carta de Juan no
sería idéntico con el único Juan el anciano
mencionado por Papías el Obispo de Hierápolis en Asia Menor, que escribió
aproximadamente una generación después que esas cartas hubiesen sido
enviadas.
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1. R.E.
Brown, “The Epistles of John”, AB 30, 182,
30n. 71; cf. Id., “The Community of the Beloved
Disciple”, New York, Ramsey and Toronto 1979. En este caso el vidente de
Patmos sería un quinto personaje Joánico. Para Bultmann ver sus comentarios
sobre el Evangelio y cartas: en el Evangelio tenemos los discursos
apocalípticos y fuente de las señales, el evangelista y el redactor de eclesial
(y posiblemente varios otros); en la primera carta el autor de la obra
original, el autor real y un redactor de la iglesia, y también el desconocido “anciano” de la tercera carta y el falsificador de la
segunda.
2. R.A.
Culpepper, “The Johannine School”, SBL
Diss.Ser. 26, 1975; O. Cullmann, “The Johannine
Circle”, London y Philadelphia 1976; un punto de vista particularmente
valiente toma G. Richter, “Zum gemeindebildenden
Element in den johanneischen Schriften”, en id., “Studien zum Johannesevangelium”, ed. J. Hainz, BU
13, 1977, 383-414: “Aunque Käsemann y Schweizer son también muy poco críticos
al no reconocer la pluralidad del término “comunidad
Joánica”. Las diferencias teológicas demostradas por Richter son
artificiales, algunas veces arbitrarias e icomprobables. En su estudio
literario original, “Anatomy of the Fourth Gospel”,
Philadelphia 1983, Culpepper demuestra la asombrosa unidad literaria del
Evangelio, a pesar de las hipótesis de la escuela.
3. Muratorian Canon 10: “cohortantibus
condescipulis et eps” (=episcopis) suis; Clemente de Alejandría,
“Hypotyposes VI” = Eusebio, HE 6.14.7: animado por sus amigos o (pupilos);
Jerónimo, “De vir. Inl. 9: “rogatus ab Asiae episcopis; Prólogo al Cuarto
Evangelio (Aland, “Synopsis”, 546): “coactus esta b ómnibus paene tunc Asiae
episcopis et multarum ecclesiarum legationibus; Prólogo monarquiano (ibid.,
538): “convocatis discipulis suis in Epheso”. Etc.
4. E.
Käsemann, “The Testament of Jesus”, London y
Philadelphia 1968, 39, ve en esto “un conventículo
.
Desplazado a la periferia de la iglesia”. En la cuarta edición en Alemán
(Jesu letzter Wille nach Johannes 17”,
Tübingen 1980, 87) añade que la cristología del Evangelio sugiere un “grupo especial de la iglesia”. Esta teoría del
conventículo contradice la enorme influencia de un Evangelio tan tardío tan
pronto como en el siglo II.
5. Hay
poco para apoyar la derivación de Siria tan
popular hoy. Sobre todo, en completo contraste con Asia Menor, el Evangelio no
se puede decir haya tenido ningún particular efecto allí. La hipótesis de K.
Wengst, “Bedrängte Gemeinde und verherrlichter
Christus. Der historische Ort des Johannesevangeliums als Schlüssel zu seiner Interpretation”,
BThSt 5, Neukirchen 1983, que fue escrito durante el reinado de Agripa II en el
norte de Transjordania no tiene fundamento alguno en el Evangelio. Alejandría es un lugar más probable. Se ha
conjeturado que el Evangelio tuvo allí su origen, ver John J. Gunther, “The Alexandrian Gospel”, CBQ 41, 1979, 581-603.
Sin embargo conecta su conjetura con la absurda hipótesis que el discípulo
amado era hermano de Jesús, “The Relation of the
Beloved Disciple to the Twelve”, ThZ 37, 1981, 129-48. H.C. Shape, “The Fourth Gospel, Ephesus and Alexandria”,
intenta un compromiso: “Que el autor pertenecía a una
iglesia que tenía cercanas relaciones con Alejandría, que vino desde Alejandría
a Éfeso informado por la obra de Filón y que
.. mediante esta conexión, su
evangelio vino a ser conocido en Alejandría en una fecha temprana”. Sin
embargo, si vino de allí habría que esperar de alguna manera tradiciones de
Egipto acerca del autor y su escuela. Pero no hay nada de esto. Ni los autores
Gnósticos como Basilides y su escuela, ni Valentino y la rama Oriental de su
escuela, ni Clemente de Alejandría, que se basa en el informe de Juan de Éfeso
de una tradición más temprana da pista alguna. No se puede explicar este
silencio, como hace Gunther y otros, diciendo que toda
la información se perdió como resultado de la rebelión Judía en 115-17.
Fueron precisamente los grupos Gnósticos los que parecen haber sobrevivido a la
catástrofe. La evidencia de los papiros poco nos dice, porque solamente se
conservaron en Egipto. El Cuarto Evangelio no estuvo menos difundido en Asia
Menor en el siglo segundo que en Egipto. La supuesta carta de Clemente de
Alejandría con el Evangelio Secreto de Marcos solo conoce la tradición
Alejandrina acerca de Marcos.
6. El
tema de los títulos de los libros en el Nuevo Testamento ha sido completamente
ignorado por los estudiosos. Este es el caso con la Vulgata que no contiene
evidencia- donde son bastante secundarios y muy tardíos. Sin embargo, la “clara” tradición temprana de los títulos señala en
dirección opuesta. Contra el muy ampliamente difundido punto de vista que la mayoría de los escritos del Nuevo Testamento circulaban
anónimamente hay que contraponer el hecho que en este caso habría que
esperar una gran variedad de títulos, dada la excelente tradición de los
textos, dado que por razones prácticas a esos escritos anónimos leídos en el
culto “se les tendría que haber dado un título”
en las diferentes librerías de la comunidad. Las comunidades ciertamente
querían saber qué texto estaba siendo leído. Ni estaban completamente
desinteresados en el nombre del autor. Y es precisamente esta multiplicidad,
necesaria en el caso de una adición secundaria en una variedad de comunidades,
la que no puede ser demostrada en el Nuevo Testamento. Además donde un escrito
circulaba anónimamente, como por ejemplo Hebreos, que probablemente fue
incorporado al corpus Paulino con este título, no le fue añadido el nombre del
autor posteriormente, ver Hengel, “Studies in the Gospel of Mark”, London and
Philadelphia 1985, 64-68; 162-83. Esto significa que en la práctica el dar un
título posiblemente uno pseudoepigrápfico- estaba asociado con la redacción
final y envío a otras comunidades. Escritos completamente anónimos no eran muy
populares y eran vistos con desconfianza.
7. Ireneo
cita las cartas cinco veces: la primera, tres veces; la segunda, dos (el
Evangelio unas veinte veces y el Apocalipsis más de diez veces): Adv.haer. 1.16.3 = II
Juan 11; 3.16.5, cita de Juan 20:31; I Juan 2:18-22 (in epístola sua), poco
después (3.16.8) una cita de Ii Juan 7f. (in preadicta epistola). En
otras palabras, Ireneo ve la primera y segunda carta como una unidad. Esto
recuerda la combinación de la primera y segunda carta de Policarpo en una. La
razón porque la tercera carta era tan poco usada en la iglesia temprana está
conectada con su contenido teológico y fundamentalmente “privado-confidencial”
deficiente. Para qué propósito citarla? Era poco apropiada incluso para una
lectura litúrgica. Además, para un “apóstol”
la situación descrita en ella parecía muy dolorosa. Creo que las cartas fueron
editadas juntas y al principio vistas en parte como una unidad.
8. Para
la atestación y “canonización” de la segunda y
tercera carta ver J. Lieu, “The Second and Third
Epistles of John: History and Background. Studies in the NT and its World,”
1986, 5-36. Para la Vetus Latina ver W. Thiele, “Wortschatzuntersuchungen
zu den lateinischen Texten der Johannesbriefe” AGLB 2, 1958, 42; id.,
VL, “Epistulae Catholicae” 26, 1, 87ff. El
vocabulario de la Vetus Latina de las cartas más cortas de Juan tiene un sello
anticuario debido a que “los textos no fueron tan
trabajados” como en 1 Juan.
Evidentemente eran vistos como un apéndice teológicamente insignificante de la
primera carta.
9. Para
la mención de las tres cartas en el “Canon
Muratoniano”, 26ff., 68ff., ver las sugerencias para una solución en
Lieu, “Epistles of John” 20ff., y
especialmente 23 n.62 de P. Katz, JTS NS 8,
1957, 273f. C.F.D. Moule, “The Birth of the New
Testamente”, London 1962 n.1, donde el texto original presupondría tres
cartas. Hacia el 197 d.C. el anti-Montanista Apolonio se queja que el
Montanista Temisón ha “compuesto una carta Católica
en imitación de la del apóstol”(Eusebio,
HE5.18.5). El apóstol es probablemente Juan; o sea su carta es evidentemente
descrita como “católica” en Asia Menor en
las últimas décadas del siglo segundo.
10.Comparar la fundamental
investigación de D.J. Chapman, “John the Presbyter
and the Fourth Gospel”, Oxford 1911, aunque contradice su propia
conclusión identificando finalmente al “presbítero
Juan” con el hijo de Zebedeo y el apóstol. Para el que envió las cartas
ver Lieu, “Epistles of John” (n.8), 52-63,
aunque a pesar de todo falla en reconocer la singularidad de esta terminología
en Juan II y III y Papías. Más recientemente
Udo Schnelle, “Antidoketische Christologie im
Johannesevangelium”, FRLANT 144, 1987, 60, argumenta a favor de la
identificación.
11.En la primera parte del
prólogo de Papías, antes de la lista de discípulos (Eusebio, HE 3.39.4), “Aletheia” aparece dos veces y “télete” una. Papías no está contento con aquellos que enseñan extraños mandamientos de memoria
sino con los mandamientos dados por el Señor acerca de la fe, que proceden de
la misma verdad.
12.okVer Chapman, “John the Presbyter” (n.10), 9ff., aunque quiere
distinguir entre presbíteros y discípulos, reconoce que la solución más simple
es identificar “las palabras de los presbíteros”
y “lo que dijo Andrés”. Cf. D.G. Deeks, ExpT
88, 1976/7, 297: “la interpretación más natural de
las cláusulas
.. es que presbítero y discípulo del Señor son sinónimos”.
13.Eusebio, HE 3.39.14.
14.Aquí tenemos el paralelo más
cercano al “ho presbyteros” en el precepto de Juan II y III.
15.Ver G.W.H. Lampe, “A Patristic Greek Lexicon”, Oxford 1969, 1129-31.
16.Billerbeck 2 (n.16), 636ff.:
Gamaliel I; E. Schürer, “Geschichte des jüdischen Volkes im Zeitalter Jesu Christi”
II, 1907, 425 nn.30,35. Para el “obispo”
Juan en Jerusalem ver A. Schlatter, “Die Kirche
Jerusalems vom Jahre 70 bis 130” (primera publicación en 1898).
17.Ver A. von Harnack, “Das Wir in den Johanneischen Schriften, SPAW.PH 1923,
96-113 = Kleine Schriften zur Alten Kirche”, Leipzig 1980, 2, 626-43.
Está claro por el “nosotros” en Juan III
9,10,12 que el autor “también se refiere a su persona
y autoridad como equivalente a la de la comunidad de creyentes”.
18.ver Billerbeck 2,559 sobre Juan 13:33: “discurso
frecuente del maestro a sus pupilos”. Cf. 3,331, 341. Hay aquí un
pequeño paralelo del “nosotros” que subyace
a la autoridad del autor, la designación de “pupilos”
como “paides” y de los portadores de la
tradición como “hombres ancianos” en el “Vitae Prophetarum” en la introducción a la “leyenda” del transporte de los huesos de Jeremías
a Alejandría (Vitae Proph. 2.5, ed. T.
Schermann, “Prophetarum Vitae fabulosae
.”,
Leipzig 1907, 71.12f.; 61.22f.; 44.16f).
19.Contra Harnack, “Das Wir” (n.17), 97 = 627.
20.Esas referencias no han de
ser puestas de lado como epistolarios que no dicen nada. En ambas breves cartas
el autor usa algunas veces lenguaje estereotipado, aunque esto no indica que no
quiera decir lo que está diciendo: cf. 1 Cor.
15:10; Gál. 4:11; Fil. 2:16.
21.III
Juan 4; I Juan 2:1,12,28; 3:7,18; 5:21; Juan 13:33; I Juan 2:18; 3:7; Juan 21:5.
Ver G. Hoffmann, “Das Johannesevangelium als
Alterswerk”, Gütersloh 1933, 182f.
22.Lieu, “Epistles of John” (n.8), 148-65: “Ambas Epístolas
pueden también conocer el Evangelio o al menos algún material dentro de este,
aunque no están moldeadas por su teología. Quizá
.. no todos comprendieron el
Cuarto Evangelio
.. incluso dentro de su propia comunidad. No se puede excluir
la posibilidad que “históricamente” junto a Juan II y III la teología Joánica
no siguiera un camino recto”. Se puede aniquilar teológicamente y moralmente a
un autor desconocido sobre el fundamento de dos postales?
23.Lieu, “Epistles of John”(n.8), 165.
24.E. Qimron y J. Strugnell, “An Unpublished Halakhic Letter from Qumran”, “The Israel Museum Journal 4”, Spring 1985, 9-12.
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