LA CARTA DE SANTIAGO
El
documento más ignorado en el Nuevo testamento es la carta escrita por Santiago.
Ha estado tan marginalizada que muchos Cristianos ni siquiera son conscientes
de su existencia. Y eso que forma parte de cada Biblia Cristiana, aunque ahí
apartada en un rincón al final del Nuevo Testamento. Cuando se comenzó a
canonizar el Nuevo Testamento en el siglo IV, o sea, cuando se determinó qué
libros serían incluidos y cuales no en el Nuevo Testamento, la carta de
Santiago fue cuestionada. No fue incluida en el “Fragmento
–o canon- Muratoriano”, nuestra primera lista de libros del Nuevo
Testamento que fue aceptada como escritura en Roma a finales del siglo segundo(1). En el siglo III a.D. Orígenes y Eusebio la
situaron ambos en la lista de libros dudosos(2).
Incluso los grandes estudiosos occidentales Jerónimo y Agustín aceptaron la
carta a regañadientes y pasó, finalmente, a formar parte del canon del NT no
porque su contenido satisficiese a los posteriores estudiosos teólogos de la
iglesia, sino sobre el fundamento de llevar el nombre de Santiago, el hermano
de Jesús.
Esos
primeros Cristianos que cuestionaron el valor de la carta de Santiago se
sentían turbados dado que Jesús es mencionado sólo dos veces de paso y cada
referencia puede ser fácilmente eliminada sin que afecte al contenido de la
carta o los puntos que Santiago quería dejar claros (Santiago
1:1; 2:1). Además, la carta no hace ninguna referencia al punto de vista
de Pablo acerca de Jesús como Hijo Divino de Dios,
su muerte salvadora en la cruz, o su glorificada
resurrección. Cómo podía un documento del Nuevo Testamento al que le
faltaba estas enseñanzas ser considerado “Cristiano”? De hecho, Santiago
disputa directamente la enseñanza de Pablo acerca de “la
salvación por la fe” sin necesidad buenas
acciones. No menciona el nombre de Pablo pero la referencia es
inconfundible, dado lo que sabemos por las cartas de Pablo acerca de la fe en Cristo como requisito suficiente para obtener la
salvación. Santiago habla positivamente de la perdurable validez de la
Torah Judía, o Ley de Moisés, e insiste en que todos sus mandamientos han de
ser observados:
“Qué le aprovecha, hermanos míos, a uno decir: “Yo tengo
fe”, si no tiene obras? Podrá salvarle la fe?.......Así también la fe, si no
tiene obras, es de suyo muerta”.(Santiago
2:14,17).
“En cambio, el que considera atentamente la Ley perfecta de
la libertad y se mantiene firme, no como oyente olvidadizo, sino como cumplidor
de ella, será feliz practicándola”. (Santiago
1:25).
“Porque quien observa toda la Ley, pero falta en un solo
precepto, se hace reo de todos”. (Santiago
2:10).
Santiago
dirige su carta a las “Doce Tribus en la Diáspora”(1:1). El término “Diáspora”
se refiere a la noción del gran número de Israelitas o pueblo Judío que habían sido dispersados entre las
naciones y ya no vivían en la tierra natal. Santiago se refiere directamente a
las Doce Tribus dispersas o perdidas de Israel,
sobre las que Jesús había prometido a los doce apóstoles que gobernarían. Como
cabeza de este Israel nuevamente constituido, que se esperaba emergiese
completamente cuando el Día apocalíptico del Señor
llegase, Santiago intenta que su carta sea una llamada a todo Israel para
prepararse para el Día del Juicio inminente
(Santiago 5:7-9). La carta refleja un
contexto cultural temprano Palestino-Judío, quizá en los 40 d.C., antes que
tuviera lugar la estricta separación entre los seguidores Nazarenos de Jesús y
otros grupos Judíos. Por ejemplo, Santiago se refirió al encuentro local o
asamblea de protoCristianos como “una Sinagoga”,
no una iglesia, reflejando así su comprensión Judía del movimiento Cristiano (Santiago 2:2). Aunque la carta está escrita en
Griego, al menos tal como la tenemos hoy, lingüísticamente refleja numerosas
expresiones Arameas y Hebreas e investigaciones recientes han revelado un medio
ambiente Palestino-Judío(3).
Lo
particularmente notable acerca de la carta de Santiago es que el contenido ético de su enseñanza es directamente paralelo
a las enseñanzas de Jesús que conocemos por la fuente Q. Q es la
colección más temprana de las enseñanzas de Jesús que los estudiosos datan
alrededor del año 50 d.C. El documento no ha sobrevivido intacto pero tanto
Mateo como Lucas lo usan ampliamente. Comparando Mateo y Lucas y extrayendo el
material que usan en común pero que no deriva de la fuente principal, o sea
Marcos, podemos llegar a una construcción razonable de este “evangelio de Q” perdido. Consiste de unas 235
versículos que son mayormente aunque no completamente los “dichos” de Jesús. La
fuente Q nos lleva hacia atrás a la enseñanza original de Jesús sin la
gran estructura teológica que los evangelios subsiguientemente añadieron(4). Quizá la característica más sorprendente de Q en
términos de reconstrucción de los orígenes Cristianos es que no contiene “nada”
de la teología de Pablo, particularmente, su Cristología o visión de Cristo.
Las
partes más familiares de Q para los lectores de la Biblia están en “El Sermón de la Montaña” de Mateo (Mateo 5-7) y en las Bienaventuranzas
de Lucas (Lucas 6). Si uno toma la
carta de Santiago, tan corta como es, no hay menos de treinta referencias
directas, ecos, y alusiones a las enseñanzas de Jesús que encontramos en la
fuente Q! Algunos paralelos:
ENSEÑANZA DE JESÚS EN Q
“Bienaventurados
los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios”. (Lucas 6:20).
SANTIAGO
“Hermanos
míos carísimos: No escogió Dios a los pobres según el mundo para enriquecerlos
en la fe y hacerlos herederos del
reino que tiene prometido a los que le aman?” (2:5).
JESÚS EN Q
“Si,
pues, alguno descuidase uno de esos precepto……., será tenido por el menor en el
reino de los cielos”. (Mat. 5:19).
SANTIAGO
“Porque
quien observe toda la Ley, pero quebrante un solo precepto, viene a ser reo de
todos”. (Santiago 2:10).
JESÚS EN Q
“No
todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que
hace la voluntad de mi Padre” (Mat. 7:21).
SANTIAGO
“Poned
por obra la palabra y no os contentéis sóo con oírla….” (Santiago 1:22).
JESÚS EN Q
“Cuánto
más vuestro Padre que está en los cielos dará cosas buenas a los que se las
pidan” (Mat. 7:11)
SANTIAGO
“Toda
dádiva buena y todo don perfecto que recibimos viene del Padre” (Santiago
1:17).
JESÚS EN Q
“Ay
de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo”. (Lucas
6:24).
SANTIAGO
“Así
que vosotros, los ricos, llorad y …… por las desgracias que van a caer sobre
vosotros”. (Santiago 5:1).
JESÚS EN Q
“No
juréis en modo alguno: ni por el Cielo, porque es el trono de Dios; ni por la
Tierra porque es el estrado de sus pies………. Limitaos a decir: Sí, sí, no, no”.
(Mat. 5:34,37).
SANTIAGO
No
juréis ni por el cielo ni por la tierra,, ni por ninguna otra cosa. Que vuestro
sí sea sí, y vuestro no, no” (Santiago 5:12).
La
carta de Santiago tiene otras conexiones importantes con el mensaje de Jesús
más allá de esas características enseñanzas éticas. Santiago conoce la práctica
de ungir con aceite a los enfermos, como lo había hecho Jesús y la enseñó a sus
discípulos (Marcos 6:13; Santiago 5:14).
Jesús había enseñado que a uno se le perdonan los pecados y es “justificado” ante Dios mediante el arrepentimiento y
la oración –o sea, directamente invocando a Dios. Santiago escribió que la
confesión de los pecados y la oración eran el camino a la salvación (Santiago 5:15-16). Todo esto está en línea con la
enseñanza de Jesús en la fuente Q. Jesús relata una historia donde dos oraban
en el Templo, uno se sentía orgulloso de su rectitud y el otro se consideraba a
sí mismo tan indigno que ni siquiera levantaba sus ojos. Éste último golpeaba su
pecho y gritaba “Dios ten piedad de mí, soy un
pecador”. Jesús enseña que “éste quedó
justificado ante Dios, no el otro” (Lucas
18:14). Esto está en línea con la manera como los Judíos entendían el
perdón de los pecados. Como expresan los Salmos: “Apiádate
de mí, oh Dios!, según tu benignidad. Por vuestra gran misericordia borra mi
iniquidad”(Salmo 51:1). El Judaísmo
no enseña la “salvación” por el mérito
humano como muchas veces se asume, sino más bien que todos los seres humanos
son “justificados” por la gracia, encuentran
el perdón de los pecados mediante el arrepentimiento y la oración –“invocando el nombre de Dios”(Joel 2:32). Incluso los sacrificios animales en el Templo Judío
nuca fueron entendidos como pago para el perdón de los pecados mientras uno no
se volviese hacia Dios en fe y pidiera gracia y perdón(Salmo
51:16).
Lo
que uno obtiene de la carta de Santiago es el enlace más directo posible con la
enseñanza del mismo Jesús. Santiago está seguro que el “Juez” está a las
puertas, y el Reino de Dios está cerca (Santiago 5:9). Advierte a los ricos y a
aquellos que oprimen al débil que muy pronto el juicio de Dios les alcanzará.
Santiago parece estar haciéndose eco directamente y afirmando lo que había
aprendido y transmitido de su hermano Jesús. Es importante señalar que Santiago
no cita con su nombre directamente a Jesús o le atribuye ninguna de esas
enseñanzas –incluso cuando son enseñanzas de Jesús. Para Santiago el mensaje
Cristiano no es la persona de Jesús sino el mensaje que Jesús proclamó. La carta de
Santiago no tiene ni una sola enseñanza característica del apóstol Pablo ni
toma nada en absoluto de las tradiciones de Marcos o Juan. Lo que
está conservado en este precioso documento es una reflexión de la proclamación
apocalíptica original de Jesús –el “evangelio del reino de Dios” con sus
implicaciones políticas y sociales.
Si
nos movemos fuera del Nuevo Testamento, hay un nuevo e importante testimonio
que ha surgido recientemente que permite trazar más claramente la trayectoria
de este olvidado mensaje del Cristianismo más temprano. Un texto conocido como
la Didaché
fue descubierto en 1873 en una librería de Constantinopla, por casualidad, por
un sacerdote Griego, el Padre Bryennios(5). Este documento data de comienzos del siglo segundo
d.C. o incluso antes, es tan antiguo como algunos de los libros incluidos en el
canon del Nuevo Testamento. Es más, dentro de algunos círculos del Cristianismo
temprano tanía estatus casi canónico.
La
palabra Didaché
en Griego significa “Enseñanza” y el documento
obtiene su nombre de su primera línea, que funciona como título: “Enseñanza del Señor mediante los Doce Apóstoles a las
Naciones”(6). La obra está dividida en
dieciséis capítulos y pretendía ser un “libro de
bolsillo” para los conversos Cristianos. Los primeros seis capítulos
ofrecen un sumario de la ética Cristiana basado en las enseñanzas de Jesús,
dividido en dos partes: “el camino de la vida y el
camino de la muerte”. Gran parte del contenido es similar a lo que
tenemos en el “Sermón de la Montaña” y el “Sermón del Llano”, o sea, las
enseñanzas éticas básicas de Jesús obtenidas de la fuente Q. Comienza
con dos “grandes mandamientos”, amar a Dios y amar al prójimo como a uno mismo, así
como una versión de la Regla de Oro: “Lo que no
quieras que te hagan a ti mismo, no lo hagas a los demás”. Contiene
muchos requerimientos y exhortaciones familiares, aunque a menudo con adiciones
no encontradas en los Evangelios.
“Bendice a los que
te maldicen, ora por tus enemigos, y ayuna por aquellos que te persiguen”.(1.3).
“Si alguien te
golpea en la mejilla derecha, ponle también la otra y serás perfecto”.(1.4).
“Da a todo el
que pida, y no pidas nada a cambio, porque el Padre quiere que a cada uno le
sea dado algo de los muchos regalos que él mismo proporciona”.(1.5).
Aunque
también contiene muchos dichos y enseñanzas no encontradas en los Evangelios
del Nuevo Testamento pero que son no obstante consistentes con la tradición que
conocemos de Jesús y de su hermano Santiago:
“Deja que tu
ofrenda caritativa sude en tus manos hasta que sepas a quien dársela”.(1.6).
“No tengas
doble mentalidad o hables desde ambos lados de tu boca, pues hablar desde ambos
lados de tu boca es trampa mortal”.(2.4).
“No seas de
los que extiende sus manos para recibir pero las esconden a la hora de
dar”.(4.5).
“No rehúyas a
una persona en necesidad, comparte más bien todo con tu hermano y no digas que
algo es tuyo”.(4.8).
A
continuación de las exhortaciones
éticas hay cuatro capítulos acerca del bautismo, ayuno, oración, la Eucaristía,
y la unción con aceite, que recuerdan la clase de instrucciones que uno
encuentra en las enseñanzas de Jesús conservadas en la fuente Q. La Eucaristía
es una simple comida de acción de gracias de vino y de pan con referencias a
Jesús como “la vid santa de David”. Termina
con una oración: “Hosanna el Dios de David”.
El linaje Davídico de Jesús es pues enfatizado. Ausente
está la idea de Pablo que el pan representa la carne de Jesucristo y el vino su
sangre, derramada para el perdón de los pecados del mundo.
Los
capítulos finales tratan sobre probar a los profetas y nombrar líderes
íntegros. De nuevo las instrucciones parecen reflejar un contexto Palestino,
similar al que se puede observar en la fuente Q, donde maestros itinerantes y
profetas operaban dentro de varias comunidades. El último capítulo contiene
advertencias acerca de “los últimos días”,
la venida de un falso profeta final, y la resurrección de los justos ya
fallecidos. Finaliza con lenguaje similar al usado en la carta de Judas, el
hermano de Jesús, y Santiago, en el Nuevo Testamento. Las frases clave están
tomadas de Zacarías y Daniel: “El Señor vendrá con
todos sus santos con él” y “Entonces el mundo
verá al Señor viniendo sobre las nubes del cielo”. Ambas referencias al
“Señor” se refieren a Yahvé, el dios de
Israel.
Todo
el contenido y tono de la Didaché hace recordar la fe y piedad que
encontramos en la carta de Santiago, y en las enseñanzas de Jesús en la fuente
Q. Los más sorprendente acerca de la Didaché en términos de los dos tipos de fe
Cristiana –la de Pablo y la de Jesús- es que
no hay nada en este documento que se corresponda con el Evangelio de Pablo –“ni divinidad de Jesús, ni rescate mediante su carne y
sangre, y ni siquiera hay referencias a la resurrección de Jesús”. En la
Didaché
Jesús es quien ha traído el conocimiento de vida y fe, aunque no hay énfasis
alguno en la figura de Jesús aparte de su mensaje. El sacrificio y el perdón de
los pecados en la Didaché vienen mediante buenas acciones y una vida consagrada
(4.6). Lo que sobrevive en la Didaché es un
testimonio implícito de una forma de fe Cristiana
que se remonta a Jesús y fue llevada y perpetuada por Santiago, y el resto de
los doce Apóstoles.
Pero
si nos fijamos en Pablo y examinamos los elementos de su comprensión del
mensaje Cristiano, es importante situarlo dentro de
este mundo de Jesús y el tipo de Cristianismo que encontró al unirse al
movimiento. Pablo tiene su propio –fieramente
independiente- “Evangelio”, que
contrastaba agudamente con el Cristianismo de Jesús, Santiago, y sus primeros
seguidores. Pablo lo transformó todo en la tierra y en el cielo.
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1. Ver Bruce Metzger, “The Canon of the New Testament” (Oxford: Clarendon
Press, 1987), pp. 191-201.
2. Eusebio, “Historia de la Iglesia” 2.23.24-25.
3. Ver Peter H. Davids,
“Palestinian Traditions in the Epistle of James”, en “James the Just and
Christian Origins”, eds. Bruce Chilton and Craig A. Evans (Liden: Brill, 1999),
pp. 33-57.
4. He encontrado este enlace en
Castellano para obtener el texto íntegro de la Didaché: http://www.corazones.org/doc/didache.htm
5. Pronunciado: “díd-a-kay”.
6. Otra traducción en Inglés en
la página: http://www.earlychristianwritings.com/didache.html
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