LOS HELENISTAS
Los Judíos cristianos de lengua Griega a los que la crisis
relacionada con el linchamiento de Esteban obligó a huir de Jerusalem(1) antes de mediados de los años 30 de nuestra era no
se contentaron con ponerse a salvo de la amenaza que el Sanedrín de la capital
suponía para ellos. Retomaron por dondequiera estuviesen su actividad de
predicadores intransigentes de la mesiandad de Jesús(2).
Algunos relatos en los Hechos de los Apóstoles son los únicos documentos que
nos informan acerca de este tema. En el capítulo 8, es Felipe, el segundo de
los Siete(3), quien se encuentra en el centro de
dos episodios relatados. El primero se desarrolla en “la ciudad de Samaria”(4), giro ambiguo que algunos manuscritos han intentado
corregir con “una ciudad de Samaria”, sin mejorar mucho las cosas. Es sin duda
de la capital de Samaria de la que el autor quiere hablar, o sea de la ciudad
del mismo nombre, destruida en el 108 antes de nuestra era por el rey Judío
Hircano I, aunque Pompeyo, y después Herodes el Grande la habían reconstruido
con el nombre de Sebaste. De todas maneras, la localización de las escenas que
siguen son un tanto inciertas.
La predicación de Felipe en esta ciudad estuvo acompañada de
“señales” que comprendían exorcismos y curas
maravillosas(5) que suscitaron una gran alegría
en la ciudad(6). Tuvieron un gran éxito(7) y llevaron al bautismo tanto a mujeres como
hombres(8). Un tal Simón había ya tenido un gran
éxito en esta ciudad un éxito aún más masivo practicando una actividad bastante
parecida, aunque el autor de Hechos la define como magia y pretensiones de
grandeza(9), con evidente mala intención. A los
ojos de sus numerosos admiradores este personaje era “la
potencia de Dios, llamada la grande”(10),
lo que constituía a la vez un reconocimiento del origen divino y no satánico de
su poder y la afirmación de una estrecha relación con Dios.
A pesar de estas pretensiones extraordinarias, Simón estuvo
tan impresionado nos dice el autor de Hechos- por la predicación de Felipe “sobre el Reino de Dios y del nombre de Jesucristo”
que se convirtió también él, se hizo bautizar y siguió a Felipe, cuyos “milagros y señales” le dejaban estupefacto(11). Esta adhesión es presentada como sincera y da al
lector la impresión que la superioridad de Jesucristo se impuso a Simón gracias
a la actividad misionera de Felipe.
La continuación del relato, que parece tiene su origen en
otra tradición y que refleja ciertamente las convicciones propias del autor de
los Hechos, vuelve a poner en duda esta evaluación positiva del ministerio de
Felipe. Pedro y Juan, enviados de la Iglesia de Jerusalem, acudieron a Samaria
ante la nueva que esta región había “recibido la
Palabra de Dios”(12). Constataron
rápidamente que había una grave insuficiencia en la obra de Felipe: los
bautizados no habían recibido el Espíritu Santo, aunque el bautismo sí les
había sido administrado “en nombre del Señor Jesús”(13). Los dos enviados desde Jerusalem remediaron este
fallo (8:17), gracias a la imposición de las
manos. Quiere esto decir que Felipe tenía una concepción del bautismo Cristiano
diferente a la de la Iglesia de Jerusalem? Se notará que, en el relato
siguiente(14), el bautismo del eunuco etíope
tampoco está relacionado al don del Espíritu Santo(15),
este último sólo interviene para llevarse a Felipe justo después de la
ceremonia. La divergencia entre Felipe y la Iglesia madre es que éste se siente
libre de bautizar a no-Judíos que no han recibido el Espíritu Santo, mientras
que a los ojos de Pedro y los suyos solamente el don del Espíritu a no-Judíos
autoriza al misionero a dar el bautismo, que está normalmente reservado a los
Judíos(16). Pedro y Juan consideraron que Felipe
había actuado con ligereza, lo que explica
sin duda que ni siquiera tomen contacto con él cuando tuvo lugar este episodio.
La continuación del relato(17)
confirma la irresponsabilidad de Felipe, desde el punto de vista de los
Jerusalemitas. Bautizó a Simón el mago y aceptó su compañía permanente. Pero
este personaje está tan mal convertido que creía poder comprar a los apóstoles
el poder de otorgar el Espíritu Santo mediante la imposición de las manos.
Pedro le regaña fuertemente y pone en duda la autenticidad de su fe. He aquí
una piedra en el jardín de Felipe, que no es sino un mediocre misionero!
Con el relato de la conversión del eunuco etíope(18), se vuelve a una tradición mucho más favorable
para Felipe, dócil instrumento de Dios para la evangelización de un personaje
marginal en relación al judaísmo, dado que su mutilación le prohibía la entrada
al pueblo de Dios, a pesar de su piedad ejemplar, que le había llevado hasta
Jerusalem para adorar a Dios. Este encuentro insólito y pasajero es organizado
por una intervención divina y lleva al bautismo del noble extranjero. Ya no es
cuestión aquí del don del Espíritu Santo, lo que confirma el liberalismo del
misionero heleno en cuanto a la admisión de no-Judíos en la fraternidad de los
bautizados. Este relato presenta entre otros a Felipe como un inspirado
semejante a Elías(19). Es sorprendente que Hechos 8:32-35 sea el único pasaje del Nuevo
Testamento donde el texto de Isaías 53 sobre el Siervo del Eterno sea aplicado
a Jesús y a su muerte injusta. Podría ser posible que la idea del sufrimiento
vicario de Cristo fuese una idea particularmente apreciada de los Helenistas?
Después de ser milagrosamente arrebatado (versículo 39),
Felipe se encuentra en Azoto, una de las ciudades costeras de Palestina, que
evangelizó antes de subir al Norte predicando de ciudad en ciudad hasta la
capital romana de la provincia, Cesarea, donde se estableció(20). Todas estas localidades estaban pobladas en su
mayoría por no-Judíos escapando así a la jurisdicción del Sanedrín de
Jerusalem. Parece ser que Felipe fundó comunidades que Pedro vendrá poco más
tarde a visitar para acercarlas a Jerusalem(21),
sin retomar el contacto con el fundador. Unos veinte años más tarde, Felipe
seguía en Cesarea, en una atmósfera muy cargada de profetismo(22) y sin muchas relaciones con la Iglesia de
Jerusalem(23). Se puede pensar que al que Hechos 21:8 llama “Felipe
el Evangelista” había mientras tanto continuado su empresa misionera
partiendo de su base en Cesarea, cerca de Samaria, de Decápolis y de Galilea,
donde la actividad de Jesús había sin duda dejado huellas.
Otros “Helenistas” huidos de Jerusalem por la persecución
que siguió al martirio de Esteban habían por otro lado llevado el Evangelio
hasta Fenicia, Chipre y Antioquia en Siria(24).
Su identidad no nos es conocida, ni los detalles de su empresa misionera, que
apuntaba a las sinagogas de estas provincias marítimas. Sabemos, por otro lado,
que fue en Antioquia, gran ciudad cosmopolita, donde la evangelización se
separó del marco Sinagogal. Los predicadores originarios de Chipre y Cirenaica
anunciaron “al Señor Jesús” a los Griegos o al menos a gente que vivía a lo
Griego(25) teniendo gran éxito. La iglesia de
Jerusalem al tener conocimiento de este episodio envió a uno de sus miembros
chipriotas, el Levita Bernabé, para verificar que no se trataba de una deriva
peligrosa. Bernabé dio su aprobación a lo que ocurría en Antioquia y se
estableció, viniendo a ser uno de los responsable de comunidad local(26). De esta manera se efectuó una especie de amalgama
entre la misión “helenista” y los delegados de la Iglesia de Jerusalem, puesto
que a Bernabé se adjuntó después de un tiempo un tal Saulo de Tarso, Judío de
Cilicia, a quien él mismo había introducido en el círculo de los dirigentes de
la Iglesia de Jerusalem unos años antes(27). Ya
hablaremos de este particular personaje. Los otros miembros eminentes de la
comunidad de Antioquia(28) eran sin duda
predicadores “helenistas”: Simón llamado el Negro y Lucio de Cirene, quienes
llevaban nombres o sobrenombres latinos, Manahen, amigo de infancia de Herodes
Antipas, tienen los tres un perfil de Judíos acomodados en el Imperio Romano.
La comunidad mixta así constituida en la gran ciudad del
norte de Siria presentaba características dignas de interés. El autor del libro
de los Hechos dice que fue en Antioquia(29)
donde los discípulos fueron por primera vez llamados “christianoi”
(Cristianos), término del vocabulario político, formado con la final latina
ianus- para designar a los “seguidores del Ungido(de Dios)”. Este vocablo
podría ser irónico y sugerir para gente sin cultura bíblica un grupo de
“partidarios del Ungido”. Como ocurre a menudo en la historia pudo haber sido
retomado por los interesados y recibir de ellos un sentido completamente
positivo. En este caso, tendríamos indicios de un primer contacto con medios
paganos. Por otro lado, el autor de los Hechos designa la comunidad antioqueña
como la “ekklesia”(30),
término hasta entonces reservado a la Iglesia de Jerusalem que englobaba a las
comunidades nacidas de su acción. Es un signo de emancipación de la asamblea
Cristiana de Antioquia en relación a la Iglesia madre. Habría que atribuirlo a
Saulo de Tarso, quien un poco más tarde reivindicaría el título de Iglesia para
todas las comunidades locales fundadas por él? No hay que excluirlo. Un tercera
particularidad de la Iglesia de Antioquia, según los Hechos de los Apóstoles,
es su dirección por un colegio de “profetas” y
de “maestros” que parecen haber celebrado un
culto acompañado de ayuno, a lo largo del cual el Espíritu Santo se
manifestaba(31). En otros términos, los
fenómenos de inspiración sobrenatural estaban presentes en la vida de esta
comunidad, al menos en el seno del grupo dirigente. Sabemos por Pablo(32) que se practicaba una intercomunión completa entre
los fieles de origen Judío y aquellos que eran de origen pagano, práctica que
era aceptada con reticencia por Bernabé e incluso por Pedro cuando éste vino a
Antioquia.
Así, la Iglesia de esta ciudad, fruto de la empresa
misionera de los Helenistas expulsados de Jerusalem, y posteriormente
recuperada por los emisarios de la Iglesia madre, conservaba unos años después
de su fundación una fisionomía bastante original donde se combinaban los rasgos
de la misión helenista, rasgos tomados de la comunidad jerusalemita y otros que
resultaban de la presión del medio complejo que ofrecía una gran ciudad
cosmopolita, sin hablar de la influencia personal de Saulo de Tarso. Así se
explica que las campañas misioneras lanzadas a partir de Antioquia(33) no estén fundamentadas en el modelo helenista,
sino en uno que se calificará como paulino. El impulso de los compañeros de
Esteban acaba en esta muy grande ciudad.
Por lo tanto, su ejemplo, tuvo una gran importancia para la
puesta en marcha de la evangelización del mundo por los discípulos de
Jesucristo. En lugar de esperar en Jerusalem la llegada de peregrinos del mundo
entero, además del retorno del Señor, los responsables de la Iglesia madre
tomaron la costumbre de seguir los pasos de misioneros no conformistas que iban
de lugar en lugar predicando el Evangelio. A base de ir a inspeccionar y
corregir el trabajo de otros, acabaron tomando a su vez iniciativas. El mejor
ejemplo de este aprendizaje de la movilidad misionera es el de Pedro: inspector
en Samaria pisándole los talones a Felipe(34),
después en Lidia y Jope(35), y al final
Antioquia(36), vemos como se convierten en
Samaria(37), después en Cesarea de Palestina(38), antes de convertirse en apologistas
incondicionales del acceso de los paganos a la fe(39).
Si, a continuación, parece haber retomado su papel de inspector, por ejemplo en
Corinto después que pasara Pablo(40), hay todas
las razones de pensar que actuó sobretodo como misionero(41), quizá hasta en Anatolia(42)
y Roma(43). Igualmente, Bernabé, primero
inspector en Antioquia(44), se convierte a
continuación en evangelista itinerante(45). Los
Helenistas hacen escuela y arrebatan a bastantes dirigentes jerusalemitas de su
anterior inmovilismo. Se puede pensar si la pasión evangelizadora de los
Helenistas no había igualmente tenido efecto sobre Pablo de Tarso, que de
camino a Damasco para aplastar la misión helenista, se vio a partir de su
conversión evangelizando Arabia(46).
Habría que reducir a los Helenistas a ser activistas cuyas
empresas intempestivas obligaron a los hermanos en la fe a lanzarse a la misión
a lo largo del mundo? Sería excesivo. Este grupo contestatario no se contentó
con actuar. También reflexionó en lo que hacía y se expresó en algunos
documentos literarios, donde defendió sus opciones.
Ya hemos mencionado el comentario de Isaías 53:7-8 que
Felipe hizo a la intención del eunuco Etíope(47)
y señalado que es el único pasaje del Nuevo Testamento que interpreta al Siervo
sufriente como predicción de la Pasión de Jesús. Por qué este silencio sino
porque los Helenistas habían comprometido esta lectura del Segundo Isaías
haciendo de ella un elemento central de una teología de combate contra el culto
sacrificial?
Es esta teología que se expresa en el discurso de Esteban(48). Esta evocación del pasado de Israel, tan original
que se le ha a veces encontrado un tono Samaritano, termina de manera
inesperada en un ataque en regla contra el Templo de Jerusalem, después sigue
una denuncia de la oposición de los dirigentes Judíos al Espíritu Santo, a los
profetas, al Justo y a la Ley misma. Estamos aquí lejos del tono conciliador
empleado por Pedro en sus discursos de los capítulos 2, 3, 4 y 5 de libro de
los Hechos. Ya no se trata de conciliarse con los responsables del Templo con
el fin de ser tolerados en el Santuario y convertir a la fe a alguno de ellos(49). Al contrario el objetivo es descalificarlos, con
el fin de arrebatarles toda autoridad sobre el pueblo. El Hijo del Hombre a la
derecha de Dios que se aparece a Esteban en el momento en que termina su
filípica(50) no es solamente el futuro juez
escatológico. Es el maestro que viene desde ahora a castigar a aquellos que
persisten en su rebelión. Se notará aquí que se trata de una representación
única en todo el Nuevo Testamento; los Helenistas se muestran mucho más
violentamente polémicos respecto a los dirigentes Judíos que sus hermanos de la
mayoría de la Iglesia de Jerusalem. Así, habría que revelar que, contrariamente
al cristocentrismo de todos los discursos misioneros de los Hechos de los
Apostóles, tenemos en el discurso de Esteban una cristología poco desarrollada:
Jesús es llamado “el Justo”(51) y designado como Hijo del Hombre que Dios ha
puesto a su derecha después de su suplicio(52),
aunque su papel de vengador del mártir no tiene la grandeza del de Juez del Fin
de los Tiempos(53) que le atribuye la
cristología de la gran Iglesia. Al contrario, la noción de Dios tiene una
extrema majestad en todo el dicurso de Esteban, hasta el énfasis puesto en la
imposibilidad que Dios pudiese tener otro trono que el cielo(54).
Estos pocos elementos de pensamiento heleno estaban muy
dispersos y su coherencia no estaba asegurada. Hay que encontrar el complemento
y la expresión más precisa en otro documento que proviene del medio en
cuestión: la primera forma del Evangelio según Marcos. Hay un acuerdo bastante
general para reconocer este Evangelio como el más antiguo de los libros que
llevan ese nombre. En revancha, la datación de este escrito y la existencia de
una primera edición han dado lugar a discusiones, de las que no es posible dar
cuenta aquí(55). La ausencia de mención de la
Guerra Judía del 66-70 en la obra hace necesaria una datación anterior al 65
para la primera edición y posterior al 75 para el escrito canónico. Al precisar
a comienzos de su libro que se trata de del “Evangelio
de Jesucristo”, o sea de la difusión de la Buena Nueva que Jesús trae
consigo y de la que es a la vez sujeto; poniendo el acento, a lo largo de la
obra, en la actividad misionera de Jesús, así como la de sus discípulos, mucho
más que sobre su doctrina; concluyendo su narración, antes de relatar la
Pasión, con un capítulo apocalíptico-escatológico que constituye una conclusión
natural el autor presenta a su héroe como el ejemplo de un compromiso
misionero que durará hasta el regreso del Hijo del Hombre, más allá de la
muerte y la resurrección de éste(56). No se trata
de una exposición cristológica o de un relato biográfico, sino de una
invitación a seguir los pasos de Jesús, evangelista y sanador itinerante que
ninguna amenaza detiene. El autor de este escrito utiliza mucho tradiciones
relativas a Jesús que toma de la evidencia en la reserva donde se servía la
Iglesia madre para la catequesis, la predicación y la polémica, aunque también
de los numerosos relatos de milagros cuyo carácter bastante grosero hace
bastante improbable la utilización eclesial. Como dejó de lado bastante
tradiciones que se encuentran en los pasajes comunes a Mateo y Lucas, compuso
pues su libro mezclando las tradiciones eclesiales que quería retener y las
narraciones tomadas de la memoria popular de Galilea, con la intención evidente
de presentar a un Jesús diferente del maestro un poco paralizado alrededor del
cual la Iglesia de Jerusalem había organizado el culto. Se notará por otro lado
que no duda a la hora de mostrar a los primeros dirigentes de esta Iglesia en
un tono bastante desagradable(57) y lanza
ataques virulentos contra la familia de Jesús, incluido Santiago(58), lo que revela una viva hostilidad por su parte
contra el jefe de la Iglesia de Jerusalem. Así, el Evangelio según Marcos viene
de un medio que conoce esta Iglesia, aunque no lo aprecia a penas y no quiere
depender de ella, pues le parece demasiado intelectual y dispuesta a todos los
compromisos para hacerse tolerar por las autoridades Judías. El único medio de
este género que conocemos es el grupo de los “Helenistas”.
El Evangelio de Marcos nos informa pues sobre el pensamiento de este medio. Se
puede situar su redacción en la región de Cesarea de Palestina, antes del fin
de los años 50 de nuestra era. El autor de este escrito podría haber sido
Felipe el evangelista o alguien de su entorno.
Por supuesto, hay en este libro rasgos de adaptación a un
público romano, el cual desconocía Palestina(59).
Pero hay que atribuirlos a una re-edición de la obra dirigida a nuevos
lectores. El relato de la Pasión, dominado por la idea que Jesús debe sufrir y
morir sólo, mientras que los capítulos 1 al 13 insisten en la llamada a sufrir
y morir intrépidamente con él, pertenece a esta segunda edición situada bajo el
nombre de Marcos. Su presencia transforma lo que era una exhortación a cargar
con la cruz siguiendo a Jesús(60) en una
biografía ofrecida para la meditación de un lector del todo extranjero en las
situaciones que les son descritas. Los Evangelios de Mateo y Lucas irán hasta
el fin de esta nueva lógica relatando la vida de Jesús desde su nacimiento a su
muerte en modo biográfico.
Si nos atenemos a las partes del Evangelio según Marcos que
se remontan a la primera edición, qué nos muestra este documento acerca del
pensamiento Heleno? Confirma antes que nada que la “Gran
Nueva” (Euaggelion, en griego) es a
la vez el evento decisivo de la historia de salvación y el mensaje que ha de
hacer conocer este evento a todos. La predicación de Juan Bautista, de Jesús y
de los discípulos anuncian la proximidad del Reino de Dios, hasta se confunde
con este último. Igual que con Pablo, el otro autor del Nuevo Testamento que
habla a menudo de la “Gran Nueva”, esta se
“con-funde” con la actuación de Dios en el mundo(61);
es pues el evento escatológico. Se ha a veces mantenido que Marcos había tomado
prestado este término y esta noción del Apóstol de los Paganos. Nada de esto.
Es Pablo quien a retomado la palabra y la idea en uso “helenista”,
que correspondía a sus propias convicciones en cuanto a la importancia capital
de la predicación Cristiana. Este misionero infatigable se sabía instrumento de
Dios igual que los Helenistas. Para él como para ellos, cada vez que el
Evangelio era anunciado, el juicio misericordioso de Dios sobre el mundo se
llevaba a cabo.
Detrás de esta convicción se esconde una muy alta idea de
Dios. Éste no es un Creador más o menos alejado de su creación. Este había
decidido que su Reino iba a entrar en la historia de los hombres y
transformarlo todo desde el interior. El instrumento que opera esta gran
transformación, es Jesús, por su predicación y su lucha contra Satán, aunque
también lo eran todos los predicadores de la Gran Nueva. Jesús no es una
especie de ser divino que viene a revelarse. Es el portador del Evangelio y el
combatiente que hace recular el mal y el sufrimiento. Es sin duda un ser
misterioso ligado a Dios, aunque ninguno de los títulos utilizados para
describir su persona y su función por los discípulos de la primera generación
es verdaderamente adecuado. El evangelista los menciona de paso, pero no pone
el acento sobre ninguno de ellos: ni “Cristo”
(siete veces), ni “Hijo de Dios” (de cinco a
siete veces) no tienen gran importancia; “Maestro”
(doce veces, a lo que se puede añadir las tres veces que aparece “rabbi” y una de “rabbouni”)
e “Hijo del Hombre”(catorce veces) son más
frecuentes, aunque no tienen un sentido cristológico muy claro. En el fondo, lo
que sitúa mejor a la persona de Jesús, es la actitud de aquellos que le
conocieron, quedando maravillados y estupefactos(62),
y obedeciéndole incondicionalmente(63) y
manteniendo una confianza absoluta. Estos rasgos subrayan la importancia
excepcional de la misión liberadora confiada por Dios a Jesús mucho más que la
naturaleza e identidad de éste. No se puede hablar en el evangelio de Marcos de
un pensamiento cristológico muy elaborado, como es el caso por ejemplo en el
cuarto Evangelio. Lo central en Marcos, es la intervención transformadora de
Dios en el mundo, de la cual Jesús es el agente principal al que los discípulos
van a unirse, y después suceder. El sufrimiento y la muerte de Jesús, igual que
la triple predicción de Marcos (8:31-32; 9:31 y
10:32-34) resaltan de manera muy insistente, forman parte de la misión
recibida de Dios y está relacionada con la naturaleza misma del Reino que ella
instaura y que no tiene nada que ver con el poder de los soberanos humanos(64). Reino del servicio, es también reino de la
libertad, gracia a la emancipación que procura el don de su vida consentido por
el Hijo del Hombre(65). Así liberados, los
hombres pueden a pesar de todo aceptar el Evangelio sin que Satán pueda
oponérseles. La llamada a los discípulos para que a su vez ellos acepten perder
su vida a causa de su maestro y del Evangelio(66)
es también apremiante. @@@@
Nada permite afirmar que la vida libre ofrecida a los
sujetos del Reino de Dios sería una vida sin ley. Contrariamente a lo que se ha
sostenido a veces, el Evangelio según Marcos no está dirigido a lectores
invitados a vivir sin tener en cuenta la legislación mosaica. Ciertamente, las
reglas de pureza ritual son vigorosamente criticadas, como también lo es la
autoridad de la tradición oral(67); la práctica
del ayuno es también puesta en cuestión(68), así
como la del “shabbat”(69)
y la del divorcio(70). El Templo es denunciado
como institución estéril(71). Pero no es la Ley
la que es atacada. Lo son las costumbres que han sido insertadas en ella lo que
Jesús critica como tradiciones humanas que desnaturalizan el sentido profundo
de los mandamientos mosaicos. Es en suma la Ley oral en vía de constitución la que
es objeto de los ataques de Jesús, relatados por el evangelista. La Ley
escrita, en revancha, es evocada con el máximo respeto(72)
y sigue siendo la referencia moral incontestable. Como, salvo en raras
excepciones(73), las personas que se encontraron
con Jesús son Judías, está claro que los destinatarios de este Evangelio eran
también los Judíos para los que la Ley era plenamente válida en su forma
escrita, tal como la interpreta el Maestro.
Pero dado que el Reino de Dios se ha manifestado hasta el
punto de cambiar el orden del mundo(74) esta
obediencia a la Ley deviene para algunos una llamada urgente al heroísmo y al
sacrificio de sí con el fin que continúe la difusión del Evangelio(75). Contrariamente a la actitud de la Iglesia de
Jerusalem, pasiva en la espera de una Parousia próxima, el medio al cual Marcos
se dirige desarrolla una actividad ilimitada para asegurar desde ahora la
presencia del Reino de Dios. El cumplimiento escatológico que será la venida
del Hijo del Hombre(76) no hará sino hacer este
Reino estable y visible. Tardará más en llegar de lo que piensan los
jerusalemitas. Conviene pues esperarlo sin fiebre particular, como lo demuestra
la interminable enumeración de condiciones previas que constituye el capítulo
13.
Así, el Evangelio según Marcos nos deja, conocer el
pensamiento de los “Helenistas” de manera más precisa que los otros textos
donde se trata el tema. Confirma que este grupo era más activista que dado a la
reflexión teológica. Así se explica sin duda que no haya sobrevivido al paso de
los años. Una vez desaparecida la primera generación, el extraordinario
dinamismo de los primeros misioneros reculó extraordinariamente. Las
comunidades “helenistas” de Palestina y Siria que sobrevivieron cayeron en un
letargo que condujo a su desaparición progresiva bajo el empuje de grupos
rivales mejor armados para durar. Después del paso de Pablo por Tiro, Tolemaida
y Cesarea(77), hacia el 58 de nuestra era, no
tenemos ningún trazo de la existencia de comunidades de esta tendencia. Este
movimiento vigorosamente contestatario tuvo pues una historia bastante breve.
Pero legó a las generaciones cristianas siguientes algunos importantes
elementos: obligó a la Iglesia de
Jerusalem a salir de su cascarón y a interesarse por el mundo exterior, con el fin
de evitar derivas desagradables, lo que fue el punto del comienzo de la misión
organizada alrededor de Pedro; contribuyó a helenizar al cristianismo en el
plano cultural, lo que orientó su expansión hacia el Imperio Romano más que
hacia el Oriente Semita; ofreció con el Evangelio de Marcos, en su primera
edición, un modelo literario que ejerció tal atracción en los autores
cristianos de la segunda y tercera generación que el Evangelio vino a ser el
modo de expresión privilegiado de la fe cristiana.
------------------------
1.
Hechos 8:1.
2.
Hechos 8:4.
3.
Hechos 6:5.
4.
Hechos 8:5.
5.
Hechos 8:6-7.
6.
Hechos 8:8.
7.
Hechos 8:6.
8.
Hechos 8:12.
9.
Hechos 8:9.
10.
Hechos 8:10.
11.
Hechos 8:13.
12.
Hechos 8:14.
13.
Hechos 8:15-16.
14.
Hechos 8:26-40.
15.
Hechos 8:38-39.
16.
Cf. Hechos 10:44-48.
17.
Hechos 8:18-24.
18.
Hechos 8:26-39.
19.
Cf. I Reyes 18,
en particular versículo 12.
20.
Hechos 8:40.
21.
Cf. Hechos 9:32-36;
10:1-48.
22.
Hechos 21:8-14.
23.
Hechos 21:15-16.
24.
Hechos 11:19.
25.
Hechos 11:2-21.
26.
Hechos 11:22-24;
13:1.
27.
Hechos 11:25-26;
9:26-28.
28.
Hechos 13:1.
29.
11:25.
30.
11:26; 13:1.
31.
Hechos 13:1-3.
32.
Gálatas 2:12-13.
33.
Hechos de 13 a 15.
34.
Hechos 8:14-24.
35.
Hechos 9:32-43.
36.
Gálatas 2:11.
37.
Hechos 8:25.
38.
Hechos de 10:1 a
11:18.
39.
Hechos 15:7-11.
40.
1 Corintios 1:12;
3:22.
41.
1 Corintios 9:5.
42.
1 Pedro 1:1.
43.
1 Pedro 5:13.
44.
Hechos 11:21-24.
45.
Hechos, capítulos
13-14; 15:36-39; 1 Corintios 9:6.
46.
Gálatas 1:17.
47.
Hechos 8:32-35.
48.
Hechos 7:2-53.
49.
Hechos 6:7; cf.
21:20.
50.
Hechos 7:55-56.
51.
Hechos 7:52.
52.
Hechos 7:55-56.
53.
Cf. Mateo 25:31-46.
54.
Hechos 7:48-50.
55.
E. Trocmé, “La
Formation de l´Evangile selon Merc”, Paris, 1963.
56.
Marcos 8:31-32;
9:31; 10:32-34.
57.
Marcos 8:32-33;
10:35-40.
58.
Marcos 3:20-35;
6:1-6.
59.
Cf. Marcos 7:3-4;
12:42.
60.
Marcos 8:34.
61.
Cf. Romanos 1:16-17.
62.
1:27; 4:41; 7:37;
9:32; 10:32; 14:3; 16:8.
63.
1:16-20; 2:14;
6:7-13.; 8:34-35; 10:17-31.
64.
Marcos 10:42-44.
65.
Marcos 10:45.
66.
Marcos 8:35.
67.
Marcos 7:1-23.
68.
Marcos 2:18-20.
69.
Marcos 2:23 a 3:6.
70.
Marcos 10:1-12.
71.
Marcos 11:12-25.
72.
Marcos 1:44;
2:25-28; 7:10; 10:5-9; 10:17-19; 28:33.
73.
Cf. Marcos 5:1-20;
7:24-30, 31-37; 13:10.
74.
Marcos 1:14-15;
6:35-45; 8:1-9.
75.
Marcos 1:16-20;
2:13-14; 3:13-19; 6:6-13; 8:34 a 9:1; 9:33-50; 10:17-31; 10:35-45.
76.
Marcos 8:38.
77.
Hechos 21:3-4.
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