martes, 25 de marzo de 2014

FRIEDRICH WILHELM GHILLANY: VIDA DE JESÚS

FRIEDRICH WILHELM GHILLANY: VIDA DE JESÚS
Nacido en 1807 en Erlangen. Sus primeros estudios fueron en Teología. Sus puntos de vista racionalistas le llevaron a abandonar la profesión clerical. Se convirtió en bibliotecario en Nuremberg en 1841 y tomó parte en escritos de carácter controversial y anti-ortodoxos, aunque también destacó como historiador con mucho mérito. Un años después de la publicación de las “Cartas Teológicas”, que publicó bajo el seudónimo de Richard von der Alm, publicó una colección de “Las Opiniones de Escritores Paganos y Cristianos de los Primeros Siglos del Cristianismo acerca de Jesucristo”(1864), un trabajo que evidencia un remarcable rango de lectura. En 1855 se mudó a Munich con le esperanza de obtener un puesto en el servicio diplomático, aunque a pesar de su sólida preparación no tuvo éxito. Quién se iba a aventurar a nombrar a una persona con puntos de vistas tan anti-eclesiásticos? Murió en 1876.

Respecto a las fuentes, Ghillany ocupa muy de cerca el punto de vista de Tübingen, excepto en lo que mantiene que Mateo es posterior a Lucas, y Marcos es un extracto, no de esos Evangelios en su forma actual, sino de sus fuentes. Juan no es auténtico.

El culto a Jesús después de Su muerte por la Comunidad Cristiana no deriva, según Ghillany, del Judaísmo puro, sino de un Judaísmo influenciado por las religiones orientales. La influencia del culto a Mithra(Mitra), por ejemplo, es inconfundible. En este, como en el Cristianismo, encontramos el nacimiento-de-una-virgen, la estrella, los magos, la cruz, y la resurrección. Si no fuese por el sacrificio humano del culto a Mithra, la idea operativa en la Última Cena, de comer y beber el cuerpo y sangre del Hijo del Hombre, sería inexplicable.

Todo el mundo Oriental estaba en esta época impregnado con ideas Gnósticas, que estaban centradas en la revelación de lo Divino en lo humano. De esta manera surgió, por ejemplo, la Gnosis Samaritana, independiente de la Cristiana. El Cristianismo en sí mismo es una especie de Gnosis. En cualquier caso la concepción metafísica del Hijo Divino Jesús es de origen secundario. Si era para los discípulos el Hijo de Dios, éstos sólo pueden haber pensado a este Hijo a la manera Gnóstica, suponiendo que el “ángel más elevado”, el Hijo de Dios, habitaba en Él.

Juan Bautista muy probablemente era un Esenio, predicó un Reino de los Cielos espiritualizado. Decía ser Elías. La meta de Jesús era originalmente similar, Él se dio a conocer “en la causa de una enseñanza religiosa en defensa del pueblo”. No afirmó ninguna descendencia Davídica como acredita la teología dogmática. Igualmente Papías se equivoca al asignar a Jesús las crudas expectativas escatológicas implicadas en el dicho acerca del vino milagroso en Reino Mesiánico.

Es cierto, sin embargo, que Jesús se decía ser el Mesías y esperaba la llegada del Reino. Su enseñanza es Rabínica, todas Sus ideas tienen su fuente en el Judaísmo contemporáneo, cuyo pensamiento se puede reconstruir partiendo de los escritos Rabínicos. Pues aunque estos fueron establecidos en un periodo posterior, los pensamientos sobre los que están basados ya eran corrientes en tiempos de Jesús. Otra fuente de gran importancia es el “Diálogo con el Judío Trifón” de Justino.


El punto de comienzo en la interpretación de la enseñanza de Jesús es la idea de arrepentimiento. En el tratado “Sanhedrin” dice: “El tiempo del Mesías ha llegado. Su venida depende ahora del arrepentimiento y las buenas obras”. Rabbí Eleazer dijo, “Cuando los Judíos se arrepientan serán redimidos”. El Targum de Jonatán dice acerca de Zac. 10:3-4: “El Mesías ya ha nacido, pero permanece oculto debido a los pecados de los Hebreos”. Los mismos pensamientos se encuentran en boca del Trifón de Justino. En el mismo Targum de Jonatán, Isa. 53 es interpretado en referencia a los sufrimientos del Mesías. El Judaísmo, por lo tanto, no desconocía la idea de un Mesías sufriente. No estaba, sin embargo, identificado con el Mesías celestial de Daniel. Los Rabinos distinguían dos Mesías, uno de Israel y el otro de Judá. Primero el Mesías del Reino de Israel, denominado el Hijo de José, había de venir de Galilea para sufrir muerte a manos de los Gentiles en orden a realizar el rescate por los pecados de la nación Hebrea. Sólo después de esto el Mesías previsto por Daniel, el hijo de David, de la tribu de Judá, aparecería en gloria sobre las nubes del cielo. Finalmente, Él también, después de dos-y-sesenta semanas de años, sería arrebatado, dado que el Reino Mesiánico, tal y como también lo concibió Pablo, era solamente una condición sobrenatural temporal del mundo.

La expectativa Mesiánica, al ser direccionada hacia eventos sobrenaturales no tenía carácter político, y aquel que se considerara el Mesías nunca podría soñar con el uso de medios terrenales para alcanzar sus fines. Habría de esperar que todas las cosas se llevaran a cabo mediante intervención Divina. A este respecto Ghillany capta claramente el carácter de la escatología de Jesús –de manera más clara que nadie antes lo había conseguido.
                                                                               
El papel del Mesías, que antes de Su manifestación sobrenatural permanece escondido sobre la tierra, es por consiguiente pasivo. El que es consciente de una vocación Mesiánica no busca fundar un Reino entre los hombres. Espera con confianza. Sale de su pasividad con el único propósito de llevar a cabo la redención, mediante un sufrimiento vicario, por los pecados del pueblo, en orden a que sea posible para Dios realizar la nueva condición de las cosas. Si, a pesar del arrepentimiento del pueblo y las señales que señalan su cercanía, la venida del Reino ha de ser retrasada, el hombre que es consciente de la vocación Mesiánica debe, mediante su muerte, compeler la intervención de Dios. Su vocación en este mundo es morir.

De acuerdo con lo expuesto en estas líneas la vida de Jesús toma la siguiente forma:

Jesús fue la herramienta de una secta mística aliada con los Esenios, el jefe de la cual era sin dudad José de Arimatea el cual hace una repentina y sorprendente aparición en la narrativa Evangélica. Este partido quiso provocar la venida del Reino de los Cielos mediante medios místicos, mientras la mayor parte del pueblo, extraviado por los Fariseos, pensó forzar la venida mediante un levantamiento. En el Mesías hijo de José el partido místico descubrió al predicador del Reino de los Cielos espiritual que estaba dispuesto a morir por la causa, y reconocieron que su muerte era necesaria para hacer posible la venida del Mesías celestial previsto por Daniel. Que Jesús mismo era el Mesías de Daniel, que resucitaría inmediatamente en orden a ascender a Su Trono Celestial y vendría con las huestes celestiales para establecer el Reino de los Cielos, no lo creía el pueblo. Aún así le animaron en esta creencia, pensando que difícilmente aceptaría una muerte sacrificial de la que no habría resurrección. No tenía claro en su mente si Jehovah quedaría satisfecho con el arrepentimiento del pueblo, estableciendo la condición necesaria para la venida del Reino de los Cielos, o si un sacrifico de sangre, ofrecido mediante la muerte del Mesías hijo de José, sería necesario. Se le había explicado que cuando el año de gracia llegase, Él habría de subir a Jerusalem y suscitar el entusiasmo Mesiánico de los Judíos en orden a obligar a Jehovah a que viniese en su ayuda con las huestes celestiales. Con la actuación de Jehovah se sabría si el mensaje de arrepentimiento y bautismo habría sido suficiente o no para cumplir con la expiación del pueblo ante Dios. Si Jehovah no aparecía, otra expiación más profunda habría de ser realizada. Jesús habría de pagar la penalización con su muerte por los pecados de los Judíos, pero resucitaría al tercer día de entre los muertos y ascendería al trono de Dios y volvería de nuevo para fundar el Reino de los Cielos. “Cualquiera puede ver”, dice Ghillany, “que este punto de vista permite una explicación muy natural de la ansiedad de los discípulos, el suspense de Jesús mismo, y la oración, si es posible pase de mi este cáliz”.

“Es aparente que sólo hacia el final de Su vida Jesús reveló a sus discípulos la posibilidad  que el Hijo del Hombre hubiera de sufrir y morir antes de fundar el Reino Mesiánico”.

Con esta posibilidad ante él, vino a Jerusalem y esperó allí la intervención Divina. Mientras tanto José de Arimatea apoyó para que fuese condenado por el Sanedrín. Debe morir el día de Pentecostés, el día de la Preparación debe estar listo. Mantuvo con sus discípulos una cena al estilo Esenio, no una comida Pascual, y asoció pensamientos de Su muerte con el compartir el pan y el vino. No le ordenó a sus discípulos que continuaran celebrando esta fiesta hasta su regreso, porque pensó que su resurrección y gloria celestial tendrían lugar tres días más tarde. Pero cuando el regreso se retrasó los primeros Cristianos explicaron la comida en común como conmemoración de la Última Cena de Jesús con sus discípulos, una Celebración memorial en honor de su Salvador, celebración que había de ser observada hasta su regreso.

Cuando la multitud armada vino a arrestarle, Jesús se rindió a su destino. Pilatos casi le deja libre, teniéndole como un mero entusiasta que tenía sus esperanzas puestas solamente en una intervención Divina. José de Arimatea, sin embargo, advirtió de este peligro. Incluso en la cruz Jesús parece haber continuado manteniendo la esperanza de una intervención Divina, como lo muestra el grito de “Dios mío, Dios mío, por qué me ha abandonado?” José de Arimatea preparó su entierro.

La creencia en su resurrección se funda en las visiones de sus discípulos, que han de ser explicadas por su intenso deseo por la Parousia, que Él les había prometido. Después de poner sus asuntos en orden en Galilea regresaron a la Fiesta de Pentecostés en Jerusalem, que abandonaron alarmados, para esperar la Parousia en compañía con otros creyentes Galileos.

La confesión de fe de la primera comunidad Cristiana era la más simple que se podía concebir: Jesús el Mesías ha venido, no como conquistador temporal, sino como el Hijo del Hombre anunciado por Daniel, y había muerto por los pecados del pueblo. En otros aspectos eran estrictamente Judíos, observaban la Ley, y oraban constantemente en el Templo. Sólo la comunidad de bienes y las comidas-de-hermandad son de carácter Esenio.

El Cristianismo de la comunidad original en Jerusalem era una mezcla de Zelotismo y Misticismo que no incluía ningún nuevo elemento, e incluso en su concepción del Mesías no tenía nada de peculiar excepto la creencia que el Hijo del Hombre anunciada por Daniel había tenido lugar en la persona de Jesús de Nazaret….. que estaba sentado a la derecha de Dios, y vendría de nuevo como el esperado Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo de acuerdo con la profecía de Daniel. Jesús, por lo tanto, había triunfado sobre el partido místico que quiso hacer uso de Él caracterizándole como Mesías hijo de José –su Mesías, el Hijo del Hombre celestial, no había venido. Jesús, en virtud de lo que había realizado, tomó Su lugar tanto en el cielo como en la tierra.

Cuánto hay en todo esto del plan de Venturini? Sólo la parte mística que sirve al propósito de poner en moción la acción del drama. El resto, la parte racional, ha sido transmutada en concepción histórica. Queda sólo una concepción fundamental que tiene cierta grandeza –una hermandad que espera el Reino de los Cielos designa a uno de sus miembros para que como Mesías sufra una muerte redentora, para que no se retrase la venida del Reino, cuyo tiempo ha llegado. Esta hermandad es el único elemento ficticio en toda la construcción. En esta vida de Jesús el motivo-poder es recogido completamente de las fuentes históricas, y el deseo de arreglo de un comienzo automático es un anacronismo. Si se elimina el papel superfluo de José de Arimatea, y la distinción de los dos Mesías, que no está clara ni siquiera en los Rabinos, y se sustituye la simple hipótesis que Jesús, en el curso de Su Mesiánica vocación, cuando piensa que ha llegado el tiempo de la Venida del Reino, va libremente a Jerusalem, y, por así decirlo, convence al poder secular para que lo mate, en orden, mediante este acto redentor, a obtener para el mundo la inmediata venida del Reino, y para sí mismo la gloria del Hijo del Hombre –hagamos estos cambios y tendremos una vida de Jesús en la cual el motivo-poder es una fuerza puramente histórica. Es imposible indicar de manera breve todas las partes de las cuales este aparentemente complicado, aunque en realidad sorprendentemente simple, mecanismo de esta Vida de Jesús está compuesto. La conducta de Jesús, tanto en su resolución como en su indecisión, es clara, y no lo es menos la de los discípulos. Toda la improbable ingenuidad histórica les es aplicada. Jesús actúa “porque Su hora ha llegado”. Este decisivo situar la vida de Jesús en los “últimos tiempos” (I Pedro 1:20) es una realización histórica sin paralelo. Tampoco lo es menos situar el pensamiento de la pasión en su propio escenario escatológico como acción redentora. Dónde antes fue puesto el carácter y origen de la comunidad primitiva en una conexión tan clara con la muerte de Jesús? Quién hubo anteriormente considerado el problema del por qué la comunidad Cristiana surgió en Jerusalem y no en Galilea? La solución es muy simple, y, además, no está fundada en una estricta cadena de razonamiento científico, sino en la intuición histórica y experimental, el simple experimento de introducir la Vida de Jesús en el mundo del pensamiento escatológico.                                


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