FRIEDRICH WILHELM GHILLANY: VIDA DE
JESÚS
Nacido en 1807 en Erlangen. Sus primeros estudios fueron en
Teología. Sus puntos de vista racionalistas le llevaron a abandonar la
profesión clerical. Se convirtió en bibliotecario en Nuremberg en 1841 y tomó
parte en escritos de carácter controversial y anti-ortodoxos, aunque también
destacó como historiador con mucho mérito. Un años después de la publicación de
las “Cartas Teológicas”, que publicó bajo el seudónimo de Richard von der Alm,
publicó una colección de “Las Opiniones de Escritores
Paganos y Cristianos de los Primeros Siglos del Cristianismo acerca de
Jesucristo”(1864), un trabajo que evidencia un remarcable rango de
lectura. En 1855 se mudó a Munich con le esperanza de obtener un puesto en el
servicio diplomático, aunque a pesar de su sólida preparación no tuvo éxito.
Quién se iba a aventurar a nombrar a una persona con puntos de vistas tan
anti-eclesiásticos? Murió en 1876.
Respecto a las fuentes, Ghillany ocupa muy de cerca el punto
de vista de Tübingen, excepto en lo que mantiene que Mateo es posterior a
Lucas, y Marcos es un extracto, no de esos Evangelios en su forma actual, sino
de sus fuentes. Juan no es auténtico.
El culto a Jesús después de Su muerte por la Comunidad
Cristiana no deriva, según Ghillany, del Judaísmo puro, sino de un Judaísmo
influenciado por las religiones orientales.
La influencia del culto a Mithra(Mitra), por ejemplo, es inconfundible. En este, como en el Cristianismo,
encontramos el nacimiento-de-una-virgen, la estrella, los magos, la cruz, y la
resurrección. Si no fuese por el sacrificio humano del culto a Mithra, la idea
operativa en la Última Cena, de comer y beber el cuerpo y sangre del Hijo del Hombre, sería inexplicable.
Todo el mundo Oriental estaba en esta época impregnado con
ideas Gnósticas, que estaban centradas en la revelación de lo Divino en lo
humano. De esta manera surgió, por ejemplo, la Gnosis Samaritana, independiente
de la Cristiana. El Cristianismo en sí mismo es una especie de Gnosis. En
cualquier caso la concepción metafísica del Hijo Divino Jesús es de origen
secundario. Si era para los discípulos el Hijo de Dios, éstos sólo pueden haber
pensado a este Hijo a la manera Gnóstica, suponiendo que el “ángel más
elevado”, el Hijo de Dios, habitaba en Él.
Juan Bautista muy probablemente era un Esenio, predicó un
Reino de los Cielos espiritualizado. Decía ser Elías. La meta de Jesús era
originalmente similar, Él se dio a conocer “en la causa de una enseñanza
religiosa en defensa del pueblo”. No afirmó ninguna descendencia Davídica como
acredita la teología dogmática. Igualmente Papías se equivoca al asignar a
Jesús las crudas expectativas escatológicas implicadas en el dicho acerca del
vino milagroso en Reino Mesiánico.
Es cierto, sin embargo, que Jesús se decía ser el Mesías y
esperaba la llegada del Reino. Su enseñanza es Rabínica, todas Sus ideas tienen
su fuente en el Judaísmo contemporáneo, cuyo pensamiento se puede reconstruir
partiendo de los escritos Rabínicos. Pues aunque estos fueron establecidos en
un periodo posterior, los pensamientos sobre los que están basados ya eran
corrientes en tiempos de Jesús. Otra fuente de gran importancia es el “Diálogo
con el Judío Trifón” de Justino.
El punto de comienzo en la interpretación de la enseñanza de
Jesús es la idea de arrepentimiento. En el tratado “Sanhedrin” dice: “El tiempo
del Mesías ha llegado. Su venida depende ahora del arrepentimiento y las buenas
obras”. Rabbí Eleazer dijo, “Cuando los Judíos se arrepientan serán redimidos”.
El Targum de Jonatán dice acerca de Zac. 10:3-4:
“El Mesías ya ha nacido, pero permanece oculto debido
a los pecados de los Hebreos”. Los mismos pensamientos se encuentran en
boca del Trifón de Justino. En el mismo Targum de Jonatán, Isa. 53 es interpretado en referencia a los
sufrimientos del Mesías. El Judaísmo, por lo tanto, no desconocía la idea de un
Mesías sufriente. No estaba, sin embargo, identificado con el Mesías celestial
de Daniel. Los Rabinos distinguían dos Mesías, uno de Israel y el otro de Judá.
Primero el Mesías del Reino de Israel, denominado el Hijo de José, había de
venir de Galilea para sufrir muerte a manos de los Gentiles en orden a realizar
el rescate por los pecados de la nación Hebrea. Sólo después de esto el Mesías
previsto por Daniel, el hijo de David, de la tribu de Judá, aparecería en gloria
sobre las nubes del cielo. Finalmente, Él también, después de dos-y-sesenta
semanas de años, sería arrebatado, dado que el Reino Mesiánico, tal y como
también lo concibió Pablo, era solamente una condición sobrenatural temporal
del mundo.
La expectativa Mesiánica, al ser direccionada hacia eventos
sobrenaturales no tenía carácter político, y aquel que se considerara el Mesías
nunca podría soñar con el uso de medios terrenales para alcanzar sus fines.
Habría de esperar que todas las cosas se llevaran a cabo mediante intervención
Divina. A este respecto Ghillany capta claramente el carácter de la escatología
de Jesús de manera más clara que nadie antes lo había conseguido.
El papel del Mesías, que antes de Su manifestación
sobrenatural permanece escondido sobre la tierra, es por consiguiente pasivo.
El que es consciente de una vocación Mesiánica no busca fundar un Reino entre
los hombres. Espera con confianza. Sale de su pasividad con el único propósito
de llevar a cabo la redención, mediante un sufrimiento vicario, por los pecados
del pueblo, en orden a que sea posible para Dios realizar la nueva condición de
las cosas. Si, a pesar del arrepentimiento del pueblo y las señales que señalan
su cercanía, la venida del Reino ha de ser retrasada, el hombre que es
consciente de la vocación Mesiánica debe, mediante su muerte, compeler la
intervención de Dios. Su vocación en este mundo es morir.
De acuerdo con lo expuesto en estas líneas la vida de Jesús
toma la siguiente forma:
Jesús fue la herramienta de una secta mística aliada con los
Esenios, el jefe de la cual era sin dudad José de Arimatea el cual hace una
repentina y sorprendente aparición en la narrativa Evangélica. Este partido
quiso provocar la venida del Reino de los Cielos mediante medios místicos, mientras
la mayor parte del pueblo, extraviado por los Fariseos, pensó forzar la venida
mediante un levantamiento. En el Mesías hijo de José el partido místico
descubrió al predicador del Reino de los Cielos espiritual que estaba dispuesto
a morir por la causa, y reconocieron que su muerte era necesaria para hacer
posible la venida del Mesías celestial previsto por Daniel. Que Jesús mismo era
el Mesías de Daniel, que resucitaría inmediatamente en orden a ascender a Su
Trono Celestial y vendría con las huestes celestiales para establecer el Reino
de los Cielos, no lo creía el pueblo. Aún así le animaron en esta creencia,
pensando que difícilmente aceptaría una muerte sacrificial de la que no habría
resurrección. No tenía claro en su mente si Jehovah quedaría satisfecho con el
arrepentimiento del pueblo, estableciendo la condición necesaria para la venida
del Reino de los Cielos, o si un sacrifico de sangre, ofrecido mediante la
muerte del Mesías hijo de José, sería necesario. Se le había explicado que
cuando el año de gracia llegase, Él habría de subir a Jerusalem y suscitar el
entusiasmo Mesiánico de los Judíos en orden a obligar a Jehovah a que viniese
en su ayuda con las huestes celestiales. Con la actuación de Jehovah se sabría
si el mensaje de arrepentimiento y bautismo habría sido suficiente o no para
cumplir con la expiación del pueblo ante Dios. Si Jehovah no aparecía, otra
expiación más profunda habría de ser realizada. Jesús habría de pagar la
penalización con su muerte por los pecados de los Judíos, pero resucitaría al
tercer día de entre los muertos y ascendería al trono de Dios y volvería de
nuevo para fundar el Reino de los Cielos. “Cualquiera puede ver”, dice
Ghillany, “que este punto de vista permite una explicación muy natural de la
ansiedad de los discípulos, el suspense de Jesús mismo, y la oración, si es posible pase de mi este cáliz”.
“Es aparente que sólo hacia el final de Su vida Jesús reveló
a sus discípulos la posibilidad
que el Hijo del Hombre hubiera de sufrir y morir antes de fundar el Reino
Mesiánico”.
Con esta posibilidad ante él, vino a Jerusalem y esperó allí
la intervención Divina. Mientras tanto José de Arimatea apoyó para que fuese
condenado por el Sanedrín. Debe morir el día de Pentecostés, el día de la
Preparación debe estar listo. Mantuvo con sus discípulos una cena al estilo
Esenio, no una comida Pascual, y asoció pensamientos de Su muerte con el
compartir el pan y el vino. No le ordenó a sus discípulos que continuaran
celebrando esta fiesta hasta su regreso, porque pensó que su resurrección y
gloria celestial tendrían lugar tres días más tarde. Pero cuando el regreso se
retrasó los primeros Cristianos explicaron la comida en común como
conmemoración de la Última Cena de Jesús con sus discípulos, una Celebración
memorial en honor de su Salvador, celebración que había de ser observada hasta
su regreso.
Cuando la multitud armada vino a arrestarle, Jesús se rindió
a su destino. Pilatos casi le deja libre, teniéndole como un mero entusiasta
que tenía sus esperanzas puestas solamente en una intervención Divina. José de
Arimatea, sin embargo, advirtió de este peligro. Incluso en la cruz Jesús
parece haber continuado manteniendo la esperanza de una intervención Divina,
como lo muestra el grito de “Dios mío, Dios mío, por
qué me ha abandonado?” José de Arimatea preparó su entierro.
La creencia en su resurrección se funda en las visiones de
sus discípulos, que han de ser explicadas por su intenso deseo por la Parousia,
que Él les había prometido. Después de poner sus asuntos en orden en Galilea
regresaron a la Fiesta de Pentecostés en Jerusalem, que abandonaron alarmados,
para esperar la Parousia en compañía con otros creyentes Galileos.
La confesión de fe de la primera comunidad Cristiana era la
más simple que se podía concebir: Jesús el Mesías ha venido, no como
conquistador temporal, sino como el Hijo del Hombre anunciado por Daniel, y
había muerto por los pecados del pueblo. En otros aspectos eran estrictamente
Judíos, observaban la Ley, y oraban constantemente en el Templo. Sólo la comunidad
de bienes y las comidas-de-hermandad son de carácter Esenio.
El Cristianismo de la comunidad original en Jerusalem era
una mezcla de Zelotismo y Misticismo que no incluía ningún nuevo elemento, e
incluso en su concepción del Mesías no tenía nada de peculiar excepto la
creencia que el Hijo del Hombre anunciada por Daniel había tenido lugar en la
persona de Jesús de Nazaret
.. que estaba sentado a la derecha de Dios, y
vendría de nuevo como el esperado Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo de
acuerdo con la profecía de Daniel. Jesús, por lo tanto, había triunfado sobre
el partido místico que quiso hacer uso de Él caracterizándole como Mesías hijo
de José su Mesías, el Hijo del Hombre celestial, no había venido. Jesús, en
virtud de lo que había realizado, tomó Su lugar tanto en el cielo como en la
tierra.
Cuánto hay en todo esto del plan de Venturini? Sólo la parte
mística que sirve al propósito de poner en moción la acción del drama. El
resto, la parte racional, ha sido transmutada en concepción histórica. Queda
sólo una concepción fundamental que tiene cierta grandeza una hermandad que
espera el Reino de los Cielos designa a uno de sus miembros para que como
Mesías sufra una muerte redentora, para que no se retrase la venida del Reino,
cuyo tiempo ha llegado. Esta hermandad es el único elemento ficticio en toda la
construcción. En esta vida de Jesús el motivo-poder es recogido completamente
de las fuentes históricas, y el deseo de arreglo de un comienzo automático es
un anacronismo. Si se elimina el papel superfluo de José de Arimatea, y la
distinción de los dos Mesías, que no está clara ni siquiera en los Rabinos, y
se sustituye la simple hipótesis que Jesús, en el curso de Su Mesiánica
vocación, cuando piensa que ha llegado el tiempo de la Venida del Reino, va
libremente a Jerusalem, y, por así decirlo, convence al poder secular para que
lo mate, en orden, mediante este acto redentor, a obtener para el mundo la
inmediata venida del Reino, y para sí mismo la gloria del Hijo del Hombre
hagamos estos cambios y tendremos una vida de Jesús en la cual el motivo-poder
es una fuerza puramente histórica. Es imposible indicar de manera breve todas
las partes de las cuales este aparentemente complicado, aunque en realidad
sorprendentemente simple, mecanismo de esta Vida de Jesús está compuesto. La
conducta de Jesús, tanto en su resolución como en su indecisión, es clara, y no
lo es menos la de los discípulos. Toda la improbable ingenuidad histórica les
es aplicada. Jesús actúa “porque Su hora ha llegado”.
Este decisivo situar la vida de Jesús en los “últimos
tiempos” (I Pedro 1:20) es una
realización histórica sin paralelo. Tampoco lo es menos situar el pensamiento
de la pasión en su propio escenario escatológico como acción redentora. Dónde antes fue puesto el carácter y
origen de la comunidad primitiva en una conexión tan clara con la muerte de
Jesús? Quién hubo anteriormente considerado el problema del por qué la
comunidad Cristiana surgió en Jerusalem y no en Galilea? La solución es muy
simple, y, además, no está fundada en una estricta cadena de razonamiento
científico, sino en la intuición histórica y experimental, el simple
experimento de introducir la Vida de Jesús en el mundo del pensamiento
escatológico.
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