jueves, 13 de marzo de 2014

REINHARD, JESÚS Y EL RACIONALISMO

REINHARD, JESÚS Y EL PRIMER RACIONALISMO
La obra de Reinhard está a un nivel distinto, más elevado. Nació en 1753. En 1792, después de trabajar catorce años como Docente en Wittenberg, fue nombrado Capellán principal de la corte en Dresde. Murió en 1812.

“Soy como sabes, una muy prosaica persona”, escribe Reinhard a un amigo, y con esas palabras hizo una admirable caracterización de sí mismo. Los escritores que principalmente le atraen son los antiguos moralistas. Reconoce que ha aprendido de ellos más que de un “collegium homileticum”. En su “Sistema de Ética Cristiana” (5 vol., 1788-1815) hace un copioso uso de ellos. Sus sermones –unos 35 volúmenes, vistos como modélicos- muestran un cierto poder y profundidad de pensamiento, aunque están todos diseñados con el mismo molde. A pesar de toda su filosofía y racionalización, algunos pilares de su visión sobrenatural de la historia son para él inamovibles.

A primera vista uno se siente inclinado a suponer que compartía la creencia en los milagros. Menciona la resurrección del hijo de la viuda, y de Lázaro, y acepta como dicho auténtico el mandamiento de bautizar a todas las naciones. Pero si se echa un vistazo más de cerca, uno se da cuenta que en realidad trae muy pocos milagros a su narrativa, y la definición mediante la cual desintegra la concepción de milagro desde dentro no deja duda de su posición. Lo que dice es que: “Todo lo que llamamos milagroso y sobrenatural ha de ser entendido solamente relativamente, e implica nada más que una obvia excepción a lo que podemos producir también mediante causas naturales, mientras que las conozcamos y tengamos experiencia de su capacidad. Pensador cuidadoso no se aventura a declarar ningún evento tan extraordinario que Dios no hubiera podido producirlo mediante el uso de causas secundarias, sino mediante una intervención directa”.

Lo mismo ocurre con la divinidad de Cristo. Reinhard la asume, pero su “Vida” no tiene como fin demostrarla. Lleva sólo a la conclusión que el fundador del Cristianismo ha de ser visto como maestro “divino”. En orden a demostrar su singularidad, Reinhard ha de demostrar que Su plan para el bienestar de la humanidad era algo mucho más elevado por lo que héroe o sabio alguno hubiera jamás luchado. Reinhard hace el primer intento de ofrecer un relato sobre las enseñanzas de Jesús desde un punto de vista histórico dejando fuera todas las consideraciones dogmáticas.

El plan de Jesús muestra su grandeza sobre todo en su universalismo. Reinhard es bien consciente de la dificultad que surge debido a los dichos que afirman la prerrogativa de Israel, y los trata ampliamente. Encuentra la solución en la asunción que Jesús durante su vida se limitó naturalmente a trabajar entre su propio pueblo, y se contentó con indicar el futuro del desarrollo universal de su plan.

Con la intención “de introducir un cambio universal, tendente a beneficiar a toda la raza humana, Jesús sujeta Su enseñanza a la escatología Judía". Es sólo la forma de Su enseñanza la que es afectada por esto, dado que le da un significado completamente diferente a los términos Reino de los Cielos y Reino de Dios, relacionándolos con una reorganización ética universal de la humanidad. Aunque su plan era totalmente independiente de la política. Nunca basó sus afirmaciones en su descendencia Davídica. Es por esto que se distanció de su familia. Incluso la entrada en Jerusalem no tuvo significado Mesiánico. Su plan era tan no-político que habría, al contrario, bien recibido la ruptura de toda conexión entre el estado y la religión, en orden a evitar el riesgo de un conflicto entre estos dos poderes. Reinhard explica la muerte voluntaria de Jesús debida a su misión. “Abandonó el escenario del mundo mediante una muerte tan miserable y vergonzosa porque quería destruir de una vez y para siempre la equivocada impresión que quería construir un reino terrenal, y para sintonizar los pensamientos, deseos, y esfuerzos de sus discípulos en otro canal.

En orden a hacer del Reino de Dios una realidad práctica, era necesario para Él desasociarlo de las fuerzas de este mundo, y ponerlo en conexión cercana con la moral y la religión. “La ley del amor fue el lazo indisoluble mediante el cual Jesús unió para siempre la moral con la religión”. “La instrucción moral era el principal contenido y esencia de sus discursos”. Sus esfuerzos “estuvieron dirigidos al establecimiento de una organización puramente ética”.

Era importante, por consiguiente, apartar la superstición y situar la religión dentro del dominio de la razón. Antes que nada el sacerdocio debe ser privado para siempre de sus influencias. Entonces se ha de introducir una mejora de la condición social de la humanidad, dado que el nivel de moralidad depende de las condiciones sociales. Jesús fue un reformador social. Mediante la realización de “la más alta perfección de la que es capaz la sociedad, resultaría gradualmente la paz universal”.

Pero el punto de principal importancia para Él era la alianza de la religión con la razón. La razón debía mantener su libertad mediante la ayuda de la religión, y la religión no debía quedar exenta del juicio crítico de la razón: todas las cosas habían de ser probadas, y sólo lo mejor conservado.

Partiendo de esos datos es fácil determinar las características de una religión que ha de ser la religión de toda la humanidad: “ha de ser ética, inteligible, y espiritual”.

Una vez que explica el plan de Jesús, Reinhard muestra, en la segunda parte de su obra, que, con anterioridad a Jesús, ningún gran hombre de la antigüedad había concebido un plan de beneficencia de una amplitud conmensurable para toda la humanidad. En la tercera parte se llega a la conclusión que Jesús es el único Maestro Divino.

Pero el autor antes de aventurarse a sacar esta conclusión, siente la necesidad de mostrar que el plan de Jesús no era una quimera. Si hubiésemos de admitir su impracticabilidad habría que situar a Jesús entre los visionarios y entusiastas, los cuales, aunque virtuosos y nobles, hacen daño, no obstante, a la causa racional de la religión. “El entusiasmo visionario y la razón iluminada –quién puede concebir a ambas unidas en una sola alma?” Jesús no era un entusiasta visionario. Con qué calma, maestría, y determinación piensa y persigue Su propósito divino? Mediante las verdades que ha revelado y declarado comunicaciones divinas no desea presionar la mente humana, sino solo guiarla. Sería imposible mostrar un más consciente respeto y delicada consideración para con los derechos de la razón humana del que muestra Jesús. Conquista sólo convenciendo. Está dispuesto a soportar la contradicción, y es condescendiente con las más irracionales objeciones y las más antinaturales tergiversaciones con la paciencia más increíble.

Menos mal que Reinhard no tuvo sospecha de cuan entusiasta era Jesús, y como pisoteó la razón bajo sus pies!

Pero que tipo de relación había entre esta religión racional enseñada por Jesús y la teología Cristiana que aceptaba Reinhard? Cómo armoniza la visión simbólica del Bautismo y la Última Cena del Señor que expone con la doctrina eclesiástica? Cómo pasa de la concepción de maestro divino a la de Hijo de Dios?

Esta es una cuestión que no se siente obligado a responder. Para él un círculo de pensamiento gira libremente dentro del otro, aunque nunca entran en contacto mutuo.


En lo que concierne la presentación de la enseñanza, la Vida de Jesús por Opitz sigue la misma línea que Reinhard. Es desfigurada, sin embargo, por un número de lapsus de gusto, y por un extremo supernaturalismo en la descripción de los milagros y experiencias de Jesús.               

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