jueves, 27 de marzo de 2014

LA CUESTIÓN ESCATOLÓGICA

LA CUESTIÓN ESCATOLÓGICA

Johannes Weiss
La concepción general del Reino la captó muy bien Johannes Weiss. Todas las ideas modernas, dice, incluso en su forma más sutil, han de ser eliminadas de esto. Una vez hecho esto, llegamos al Reino de Dios el cual es completamente futuro, como, de hecho, está implícito en la petición en el Padre Nuestro, “Venga a nosotros tu Reino”. El que aún haya de venir, es en el presente algo supra-mundano. Está presente sólo como una nube por así decirlo que proyecta su sombra sobre la tierra. Su cercanía se puede reconocer por la paralización del reino de Satán. En el hecho que Jesús expulsaba los demonios, los Fariseos son invitados a reconocer, según Mat. 12:25-28, que el Reino de Dios ya ha llegado a ellos.

Este es el sentido en el que Jesús pensaba el Reino como presente. Él no lo “establece”, sólo proclama su venida. No ejerce “funciones Mesiánicas”, espera, como los demás, que Dios traiga el Reino de manera sobrenatural, dice Weiss. Ni siquiera conoce el día o la hora de la venida. La misión de los discípulos no estuvo diseñada para la expansión del Reino de Dios, sino solamente como un medio rápido para hacer saber su cercanía. Aunque no estaba tan cerca como Jesús pensó. La impenitencia y dureza de corazón de la mayor parte del pueblo, y la enemistad implacable de Sus oponentes, le convenció que el Reino de Dios aún no podía tener lugar, que la penitencia aún no era suficiente, y que un gran obstáculo, la culpa de la gente, había de ser primero eliminado. Queda claro para Él que su propia muerte ha de ser el precio del rescate. Muere, no por la comunidad de Sus seguidores sólo, sino por la nación. Por ello es que siempre habla de su muerte redentora para los “muchos”, no sólo “para ti”. Después de su muerte Él regresará de nuevo en esplendor y gloria con la que, desde los días de Daniel, la gente se había imaginado al Mesías, y vendría, además, en el tiempo de la generación a la cual había proclamado la cercanía del Reino de Dios.

El establecimiento del Reino estaría precedido por el Día del Juicio. Al describir la gloria Mesiánica Jesús hace uso del cuadro tradicional, pero con modestia y sobriedad. En ello consiste Su grandeza.

Nada tiene que ver este Reino con ningún tipo de expectativa política. “La esperanza del Reino de Dios en el sentido trascendental en que Jesús lo entiende, y realizar una revolución, son dos cosas tan distintas como el fuego y el agua. El carácter trascendental de la expectativa consiste precisamente en esto, que el Estado y todas las terrenales instituciones, condiciones, y beneficios de la presente época, no existirán en absoluto en el Reino venidero, o si existen será en forma sublimada. Así Jesús no puede predicar una ética especial del Reino de Dios, sino una ética que en este mundo hace libre a los hombres del mundo y los prepara para entrar sin impedimento en el Reino. Es por esto que su ética es tan completamente negativa en carácter. Es, de hecho, no tanto una ética como una disciplina penitencial.

El ministerio de Jesús no es en principio diferente del de Juan el Bautista. Lo que distingue el trabajo de Jesús del de Juan el Bautista es sólo su conciencia de ser el Mesías. Adquirió conciencia de esto en Su bautismo. Aunque el Mesianismo que proclama no es un oficio actual, su ejercicio pertenece al futuro. En la tierra sólo es un hombre, un profeta, como está implícito en los discursos en los Hechos de los Apóstoles. “Hijo del Hombre” es por consiguiente, en los pasajes donde es auténtico, una designación puramente escatológica del Mesías, aunque no se puede decir si en Su auditorio lo entendieron como refiriéndose a sí mismo en Su futuro rango y dignidad, o si entendieron Hijo del Hombre como algo distinto de Él mismo, cuya venida estaba proclamando como avance.

El único objeto de este argumento es demostrar que la auto-conciencia Mesiánica de Jesús, expresada en el título “Hijo del Hombre”, comparte el carácter apocalíptico trascendental de la idea de Jesús del Reino de Dios, y no puede ser separada de esta idea. La única evaluación parcialmente correcta de los factores en el problema de la Vida de Jesús que Baldensperger había dejado fuera de la teología contemporánea, y que, de hecho, habían impedido la solución de este problema, habían sido ahora corregidos de la historia misma, y sólo era necesario insertar los datos correctos en el cálculo.

Este es el punto en el que conviene recordar a Reimarus. Él fue el primero, de hecho, antes que Johannes Weiss, y el único escritor que reconoció y señaló que la predicación de Jesús era completamente escatológica. Es verdad que su concepción de la escatología era primitiva, y que la aplicó no como principio crítico constructivo, sino destructivo. Pero si se lee su planteamiento del problema “con los términos cambiados”, y con la deducción necesaria respecto al carácter primitivo de la escatología, se obtendrá el punto de vista de Weiss.

Ghillany, también ha de ser recordado. Cuando Weiss afirma que el papel que Jesús desarrolló no fue el papel activo de establecer el Reino, sino el papel pasivo de esperar la venida del Reino; y que fue, en cierto sentido, sólo mediante la aceptación de Sus sufrimientos que emergió de esta pasividad, está reafirmando lo que Ghillany había mantenido treinta años antes con los mismos argumentos. Aunque Weiss sitúa la afirmación sobre un fundamento científico incuestionable.   

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