LA CUESTIÓN ESCATOLÓGICA
Johannes Weiss
La concepción general del Reino la captó muy bien Johannes
Weiss. Todas las ideas modernas, dice, incluso en su forma más sutil, han de
ser eliminadas de esto. Una vez hecho esto, llegamos al Reino de Dios el cual es
completamente futuro, como, de hecho, está implícito en la petición en el Padre Nuestro, “Venga a nosotros tu Reino”. El que aún haya de
venir, es en el presente algo supra-mundano. Está presente sólo como una nube
por así decirlo que proyecta su sombra sobre la tierra. Su cercanía se puede
reconocer por la paralización del reino de Satán. En el hecho que Jesús
expulsaba los demonios, los Fariseos son invitados a reconocer, según Mat. 12:25-28, que el Reino de Dios ya ha llegado
a ellos.
Este es el sentido en el que Jesús pensaba el Reino como
presente. Él no lo “establece”, sólo proclama su venida. No ejerce “funciones
Mesiánicas”, espera, como los demás, que Dios traiga el Reino de manera
sobrenatural, dice Weiss. Ni siquiera conoce el día o la hora de la venida. La
misión de los discípulos no estuvo diseñada para la expansión del Reino de
Dios, sino solamente como un medio rápido para hacer saber su cercanía. Aunque
no estaba tan cerca como Jesús pensó. La impenitencia y dureza de corazón de la
mayor parte del pueblo, y la enemistad implacable de Sus oponentes, le
convenció que el Reino de Dios aún no podía tener lugar, que la penitencia aún
no era suficiente, y que un gran obstáculo, la culpa de la gente, había de ser
primero eliminado. Queda claro
para Él que su propia muerte ha de ser el precio del rescate. Muere, no por la
comunidad de Sus seguidores sólo, sino por la nación. Por ello es que siempre
habla de su muerte redentora para los “muchos”, no sólo “para ti”. Después de
su muerte Él regresará de nuevo en esplendor y gloria con la que, desde los
días de Daniel, la gente se había imaginado al Mesías, y vendría, además, en el
tiempo de la generación a la cual había proclamado la cercanía del Reino de
Dios.
El establecimiento del Reino estaría precedido por el Día
del Juicio. Al describir la gloria Mesiánica Jesús hace uso del cuadro
tradicional, pero con modestia y sobriedad. En ello consiste Su grandeza.
Nada tiene que ver este Reino con ningún tipo de expectativa
política. “La esperanza del Reino de Dios en el sentido trascendental en que
Jesús lo entiende, y realizar una revolución, son dos cosas tan distintas como
el fuego y el agua. El carácter trascendental de la expectativa consiste
precisamente en esto, que el Estado y todas las terrenales instituciones,
condiciones, y beneficios de la
presente época, no existirán en absoluto en el Reino venidero, o si existen
será en forma sublimada. Así Jesús no puede predicar una ética especial del
Reino de Dios, sino una ética que en este mundo hace libre a los hombres del
mundo y los prepara para entrar sin impedimento en el Reino. Es por esto que su
ética es tan completamente negativa en carácter. Es, de hecho, no tanto una
ética como una disciplina penitencial.
El ministerio de Jesús no es en principio diferente del de
Juan el Bautista. Lo que distingue el trabajo de Jesús del de Juan el Bautista
es sólo su conciencia de ser el Mesías. Adquirió conciencia de esto en Su
bautismo. Aunque el Mesianismo que proclama no es un oficio actual, su
ejercicio pertenece al futuro. En la tierra sólo es un hombre, un profeta, como
está implícito en los discursos en los Hechos de los
Apóstoles. “Hijo del Hombre” es por
consiguiente, en los pasajes donde es auténtico, una designación puramente
escatológica del Mesías, aunque no se puede decir si en Su auditorio lo
entendieron como refiriéndose a sí mismo en Su futuro rango y dignidad, o si entendieron Hijo del Hombre como algo
distinto de Él mismo, cuya venida estaba proclamando como avance.
El único objeto de este argumento es demostrar que la
auto-conciencia Mesiánica de Jesús, expresada en el título “Hijo del Hombre”, comparte el carácter apocalíptico
trascendental de la idea de Jesús del Reino de Dios, y no puede ser separada de
esta idea. La única evaluación parcialmente correcta de los factores en el
problema de la Vida de Jesús que Baldensperger había dejado fuera de la
teología contemporánea, y que, de hecho, habían impedido la solución de este problema, habían
sido ahora corregidos de la historia misma, y sólo era necesario insertar los
datos correctos en el cálculo.
Este es el punto en el que conviene recordar a Reimarus. Él
fue el primero, de hecho, antes que Johannes Weiss, y el único escritor que
reconoció y señaló que la predicación de Jesús era completamente escatológica.
Es verdad que su concepción de la escatología era primitiva, y que la aplicó no
como principio crítico constructivo, sino destructivo. Pero si se lee su
planteamiento del problema “con los términos
cambiados”, y con la deducción necesaria respecto al carácter primitivo
de la escatología, se obtendrá el punto de vista de Weiss.
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