miércoles, 21 de mayo de 2014

JESÚS, PRIMEROS AFORISMOS

PRIMEROS AFORISMOS DE JESÚS
Jesús parece haber pasado una parte de su Juventud en Nazaret(1). Ejercía el oficio de su padre, que era carpintero(2). No era esta una circunstancia humillante o molesta. La costumbre Judía requería que el hombre dedicado a lo intelectual aprendiese también un oficio. Los doctores más célebres tenían su oficio(3), así, Pablo, cuya educación había sido de nivel alto, era fabricante de tiendas(4). Jesús no se casó. Todo su poder de amar lo trasladó a lo que consideraba su vocación celestial. El sentimiento extremadamente delicado que se constata en él hacia las mujeres no le separó en absoluto de la dedicación exclusiva que tuvo para su idea. Las trató como hermanas, al igual que San Francisco de Asís y San Francisco de Sales. Probablemente éstas le amaban más a él que a la obra. Sin duda, Jesús fue muy amado. Sus relaciones íntimas y libres, aunque de un orden completamente moral, con las mujeres de conducta equívoca se explican por la pasión que le unía a la gloria de su Padre, y le inspiraba, por así decirlo, una especie de celo hacia todas las bellas criaturas que podían servir(5). Cuál fue la marcha del pensamiento de Jesús durante este periodo de su vida? Mediante qué meditaciones debutó en la carrera profética? Lo ignoramos, su historia nos ha llegado en estado de relatos esparcidos y sin cronología exacta. Posiblemente su alta noción de la divinidad fue de alguna manera el principio de toda su fuerza. Para bien entender el matiz de la piedad de Jesús, hay que hacer abstracción de lo que se interpone entre el Evangelio y nosotros. Deísmo y panteísmo se han convertido en los dos polos de la teología. Las enclenque discusiones de la escolástica, la sequedad de espíritu de Descartes, la irreligiosidad profunda del siglo XVIII, empequeñeciendo a Dios y limitándole de alguna manera mediante la exclusión de todo lo que no sea él, ahogaron en el seno del racionalismo moderno todo sentimiento fecundo de la divinidad. Si Dios, en efecto, es un ser determinado fuera de nosotros, la persona que cree tener relaciones particulares con Dios es un “visionario”, y como las ciencias físicas y psicológicas nos han enseñado que toda visión sobrenatural es una ilusión, el deísta consecuente se encuentra en la imposibilidad de comprender las grandes creencias del pasado. El panteísmo, por otro lado, al suprimir la personalidad divina, está también alejado del Dios viviente de las religiones antiguas. Los hombres que mejor han comprendido a Dios de la manera más alta, Platón, San Pablo, Sakyamuni, San Francisco de Asís, San Agustín, eran deístas o panteístas? Semejante pregunta no tiene sentido. Las pruebas físicas y metafísicas de la existencia de Dios les habrían dejado indiferentes. Ellos sentían lo divino dentro de ellos mismos. Jesús no tiene visiones; Dios no le habla desde fuera, Dios está en él. Se siente con Dios, y saca de su corazón lo que dice de su Padre. Vivió en el seno de Dios mediante una comunicación constante, no lo veía, pero lo entendía, sin necesidad de truenos ni zarza ardiente como Moisés, ni tempestad reveladora como Job, oráculos como los antiguos sabios Griegos, de genio familiar como Sócrates, de ángel Gabriel como Mahoma. La imaginación y la alucinación de una santa Teresa, por ejemplo, no tienen nada que ver con esto, la intoxicación del Sufí proclamándose idéntico a Dios también es otra cosa distinta. Nunca Jesús enunció la idea sacrílega que él era Dios. Él se creía en relación directa con Dios, se creía Hijo de Dios. La conciencia más alta de Dios que jamás ha existido en el seno de la humanidad es la de Jesús.

Se puede entender también que Jesús, partiendo de semejante disposición anímica, no sea un filósofo especulativo como el Sakyamuni. No hay nada más alejado de la teología Escolástica que el Evangelio(6). Las especulaciones de los Padres Griegos sobre la esencia divina vienen de un espíritu completamente distinto. Dios concebido inmediatamente como Padre, esta es toda la teología de Jesús. Y esto no era para él un principio teórico, una doctrina más o menos demostrada que buscaba inculcar a los demás. No le hizo a sus discípulos razonamiento alguno(7), no les exigió ningún esfuerzo de atención. No les predicó sus opiniones, se predicaba él mismo. Jesús no llegó a esta alta afirmación de él mismo de golpe. Aunque es probable que, desde sus comienzos, se viese con Dios en una relación de un hijo con su Padre. Ahí está su gran originalidad. En esto no es para nada de su raza(8). Ni el Judío, ni el Musulmán han comprendido esta deliciosa teología del amor. El Dios de Jesús no es ese maestro fatal que quita la vida cuando le place, o castiga cuando le viene en gana. El Dios de Jesús es Nuestro Padre. Se le oye escuchando un aliento leve que en nosotros grita, “Padre”(9). El Dios de Jesús no es el déspota parcial que ha elegido a Israel como Su pueblo y lo protege contra todos. Es el Dios de la humanidad. Jesús no será un patriota como los Macabeos, un teócrata como Judas el Galileo. Elevándose por encima de los prejuicios de su nación, establecerá la paternidad universal de Dios. El Galileo mantenía que había que morir antes que otorgar a otro que no fuera Dios el nombre de “Maestro”, Jesús dejó este nombre a quien quisiera tomarlo, y reservó para Dios un título más dulce. Otorgó a los poderosos de la tierra, para él representantes de la fuerza, un respecto lleno de ironía, fundó la consolación suprema, el recurso al Padre que cada uno tiene en el cielo, el verdadero Reino de Dios que cada uno porta en su corazón.

Este nombre de “Reino de Dios” o “Reino de los Cielos”(10) fue el término favorito de Jesús para expresar la revolución que traía a este mundo(11). Como “casi” todos los términos mesiánicos, viene del libro de Daniel. Según el autor de este libro, a los cuatro reinos profanos, destinados a caer, sucederá un quinto reino, que será el de los Santos y durará eternamente(12). Este Reino de Dios en la tierra se prestaba naturalmente a las interpretaciones más diversas. Para la teología Judía, el “Reino de Dios”, es principalmente el Judaísmo mismo, la verdadera religión, el culto monoteísta, la piedad(13). En los últimos momentos de su vida Jesús creyó que este Reino se iba a realizar materialmente mediante un brusco cambio en el mundo. Pero sin duda este no fue su primer pensamiento(14). La admirable moral que sacó de la noción de Dios Padre no es la de los entusiastas que creen que el mundo se va a acabar y se preparan mediante el ascetismo a una catástrofe quimérica, sino la de un mundo que quiere vivir y que ha vivido.  “El Reino de Dios está dentro de vosotros”, decía a aquellos que buscaban señales externas(15).

El Paraíso habría sido establecido en la tierra, sin duda, si las ideas del joven maestro no hubieran superado de mucho el nivel de mediocre bondad más allá del cual no se ha podido hasta hoy elevar la raza humana. La fraternidad de los hombres, hijos de Dios, y las consecuencias morales que resultan fueron deducidas con un sentimiento exquisito. Como todos los Rabinos de la época, Jesús, poco dado a los razonamientos seguidos, encerraba su doctrina en aforismos concisos de manera expresiva, a veces enigmática y rara(16). Algunas de estas máximas venían de los libros del Antiguo Testamento. Otras eran pensamientos de los sabios más modernos, sobretodo de Antígono de Soco, de Jesús hijo de Sirac, y de Hillel, que habían llegado hasta él, no debido al estudio sapiencial, sino como proverbios a menudo repetidos. La sinagoga era rica en máximas que constituían una especie de literatura proverbial corriente(17). Jesús adoptó bastante de esta enseñanza oral, aunque penetrándola con un espíritu superior(18). Todas las virtudes de humildad, perdón, caridad, abnegación, de dureza para con uno mismo, virtudes que se ha dado en llamar Cristianas en cuanto fueron predicadas por Cristo, estaban en germen en esta primera enseñanza. En cuanto a la justicia se contentó con repetir el axioma extendido: “No hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti mismo”(19). Aunque esta antigua sabiduría no le era suficiente. Jesús fue aún más lejos:

Al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra”. “Al que te quite el manto, no le niegues la túnica”(20).

Si tu ojo derecho te es ocasión de tropiezo, sácatelo y arrójalo de ti”(21).

Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan”(22).

No Juzgad para que no seáis juzgados”(23).

El que se humilla será ensalzado, y el que se ensalce será humillado”(24).

Jesús no habló contra la Ley de Moisés, aunque parece claro que la veía insuficiente, y lo dejaba entender. Repetía sin cesar que hay que ir más lejos que los antiguos. (25) Estaba en contra de cualquier palabra dura(26), prohibió el divorcio(27) y todo juramento(28), se opuso a la ley del talión(29), y condenó la usura(30) consideró la voluptuosidad tan pecaminosa como el adulterio(31) y predicó un perdón universal de las injurias(32). El motivo por el que promulgaba estas máximas era siempre el mismo: “…. Para que seáis hijos de vuestro Padre Celestial, que hace salir el sol sobre los buenos y los malos…. Si amáis a aquellos que os aman, qué mérito tendréis?..... Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto(33)”.

Un culto puro, una religión sin sacerdotes y sin prácticas externas, reposando sobre los sentimientos del corazón, en la imitación de Dios(34), en la relación inmediata de la conciencia con el Padre Celestial, eran el resultado de estos principios. Para qué los intermediarios entre el hombre y Dios? Si Dios sólo ve el corazón, para qué las purificaciones, prácticas que solamente concernían al cuerpo?(35). La misma Tradición, tan santa para los Judíos, no es nada comparada con el puro sentimiento(36). La hipocresía de “algunos Fariseos” que oraban girando la cabeza a ver si le estaban mirando, que daban limosna con gran pompa, toda esta falsa devoción no le agradaba a Jesús(37).

Jesús no dio señales de ascetismo, contentándose con orar o retirarse al desierto o las montañas a meditar, a lugares solitarios donde siempre los hombres han buscado a Dios(38). Esta alta noción de relación entre el hombre y Dios, que tan pocos, incluso después de él, han sido capaces de realizar, se resumía en una oración que enseñó a sus discípulos(39). Insistía en que Dios sabe mejor que nosotros lo que necesitamos, y que casi es ofensivo hacerle peticiones(40).

Jesús no hacía sino sacar las consecuencias de los grandes principios que el Judaísmo había postulado, pero que las clases oficiales de la nación tendían cada vez más a ignorar. La oración greco-romana fue de siempre un fluir de palabras llenas de egoísmo(41). Sólo en la antigüedad los profetas Judíos, sobretodo Isaías, en su antipatía contra el sacerdocio, entrevieron la verdadera naturaleza del culto que el hombre debe a Dios(42). También en los últimos tiempos, algunos doctores, Simeón el Justo(43), Jesús, hijo de Sirac(44), Hillel(45) tocaron este tema y declararon que el resumen de la Ley es la Justicia. Filón, en el mundo judeo-egipcio, llegaba al mismo tiempo que Jesús a ideas de alta santidad moral, cuya consecuencia era poca preocupación por las prácticas legales(46). Shemaiah y Abtalion, más de una vez, se mostraron casuistas, bastante liberales(47). Sin embargo, Jesús fue el único que dijo las cosas de manera eficaz. Enemigos de las formas que asfixian la religión bajo el pretexto de protegerla. Puso una piedra eterna como fundamento de la verdadera religión. Una idea completamente nueva, la idea de un culto fundado en la pureza del corazón y en la fraternidad humana, hacía su entrada en el mundo, idea tan elevada que en la iglesia Cristiana solamente unos pocos han sido capaces de alcanzar.

El espíritu de los tiempos era el de pequeñas congregaciones. Era el momento de los Esenios, Terapeutas, de Rabinos cada uno con su enseñanza, Shemaiah, Abtalion, Hillel, Judas el Galileo, Gamaliel, cuyas máximas componen el Talmud(48) y aparecen por todas partes. Se escribía muy poco, los doctores Judíos del tiempo no hacía libros. Todo tenía lugar mediante conversaciones y lecciones públicas, mediante las cuales se intentaba dar una enseñanza fácil de retener(49). El día que Jesús comenzó a predicar estas máximas, la mayoría ya bastante extendidas, pero que gracias a él iban a regenerar el mundo, esto no fue un gran suceso. Era un rabino más, y a su alrededor algunos jóvenes  ávidos de escucharle que buscaban lo desconocido, y aunque aún no había Cristianos, el verdadero Cristianismo quedó ahí fundado y nunca alcanzó mayor perfección que la de sus primeros momentos. Pues toda idea para tener éxito ha de realizar sacrificios y no se sale nunca inmaculado de la lucha por la vida.

Concebir el bien no es suficiente. Hay que hacerlo triunfar entre los hombres. Para ello, caminos menos puros son necesarios. En la moral como en el arte, decir no es nada. En la moral como en el arte, decir no es nada, hacer lo es todo. La verdad no toma valor sino cuando pasa al estado de sentimiento, y no alcanza todo su precio sino cuando se realiza en el mundo, en los hechos. Hombres de moral mediocre han escrito grandes y buenas máximas. Hombres muy virtuosos, por otro lado, nada hicieron por continuar en el mundo la tradición de la virtud. La palma es para el que ha sido poderoso en palabras y obras, que ha sentido el bien, y lo ha hecho triunfar al precio de su sangre. Jesús es su igual en lo que se refiere a este doble punto de vista, su gloria permanece y será siempre renovada.                                   
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1.     Juan, 2:11; 4:46. Uno o dos discípulos eran de Canán. Juan, 21:2; Mat. 10:4; Marc. 3:18.
2.     Marc. 6:3; Diálogo con Tryfón 88.
3.     Por ejemplo, Rabí Iohanan el Zapatero, Rabí, Isaac el Herrero.
4.     Hechos 18:3.
5.     Luc, 7:37; Juan 4:7, 8:3.
6.     Los discursos que el Cuarto Evangelio pone en boca de Jesús encierran ya un germen de teología. Pero estos discursos al estar en contradicción con los de los Evangelios Sinópticos, los cuales sin duda representan las “Logia” primitivas, deben contar para los documentos de la historia apostólica, no como elementos de la vida de Jesús.
7.     Ver Mat. 9:9, y los demás relatos análogos.
8.     La bella alma de Filón se encuentra aquí, como en otros muchos puntos, con la de Jesús. “De confusione Linguarum”, 14.; De Migratione Abrahami, I; “De Somniis”, II, 41; “De Agricultura Noé”, 12; De Mutatione Nominum”, 4. Aunque Filón es a penas un Judío de espíritu.
9.     San Pablo, Gal. 4:6.
10.   La palabra “Cielo”, en lenguaje Rabínico de aquel tiempo, es sinónimo del nombre de “Dios”, que se evitaba pronunciar. Mat. 21:25; Luc. 15:18; 20:4.
11.   Esta expresión aparece en cada página de los Evangelios Sinópticos, Hechos de los Apóstoles, San Pablo. Sólo aparece una vez en San Juan (3:3 y 5), dado que los discursos que aparecen en el cuarto Evangelio están muy lejos de representar las verdaderas palabras de Jesús.
12.   Dan. 2:44; 7:43,14,22,27.
13.   Mishna, “Berakoth”, 2:1,3; Talmud de Jerusalem, Berakoth, 2:2; Kiddushin, 1:2; Talmud de Babilonia, Berakoth, 15a; Mekilta, 42b; Sifra, 170b. La expresión aparece a menudo en los Midrashim.
14.   Mat. 6:33; 12:28; 18:12; Marc. 12:34; Luc. 12:31.
15.   Luc. 17:20-21.
16.   Las Logia de Mateo reúnen varios de estos axiomas juntos, para formar grandes discursos. Pero la forma fragmentaria se hace sentir a través las suturas.
17.   Las frases de los doctores Judíos de la época están recogidas en el pequeño libro, “Pirké Aboth”.
18.   Se ha supuesto a veces que, la redacción del Talmud al ser posterior a la de los Evangelios, se hayan podido realizar préstamos por los copiladores Judíos de la moral Cristiana. Aunque esto es inadmisible. Había un muro de separación entre la iglesia y la sinagoga. La literatura Cristiana y la Judía tuvieron hasta el siglo XIII casi ninguna influencia mutua.
19.   Mat. 7:12; Luc. 6:31; Este axioma ya aparece en el libro de Tobías, 4:6. Hillel también lo usaba(Talm. De Babilonioa, “Shabbath, 31 a”), y afirmaba que este era el resumen de la Ley.
20.   Mat. 5:39; Luc. 6:29. Comparar Jeremías, Lamentaciones, 3:30.
21.   Mat. 5:29-30; 18:9; Marc. 9:46.
22.   Mat. 5:44; Luc. 6:27. Comparar con Talmud de Babilonia, “Shabbath, 88b; Joma, 23 a”.
23.   Mat. 7:1; Luc. 6:37. Comparar Talmud de Babilonia, Kethuboth, 105 b.
24.   Mat. 223:12; Luc. 14:11; 18:14. Las frases que presenta San Jerónimo según el “Evangelio según los Hebreos” (Comentario a Epístola a los Efesios, 5:4; Ezeq. 18; Dial. adv. Pelag., 3:2) participan del mismo espíritu.
25.   Mat. 5:20.
26.   Mat. 5:22.
27.   Mat. 5:31. Comparar con el Talmud de Babilonia, Sanhedrin, 22 a.
28.   Mat. 5:33.
29.   Mat. 5:38.
30.   Mat. 5:42. La Ley también lo prohibía (Deut. 15:7-8), aunque menos formalmente, y el uso lo autorizaba (Luc. 7:41).
31.   Mat. 27:28. Comparar Talmud, Masseket Kalla, 34b.
32.   Mat. 5:23.
33.   Mat. 5:45. Comparar Levít. 11:44; 19:2.
34.   Comparar Filón, “De Migratione Abrahami”, 23 y 24; “De Vita Contemplativa”, entera.
35.   Mat. 15:11; Marc. 7:6.
36.   Marc. 7:6.
37.   Mat. 6:4. Comparar Eclesiástico 17:18; 19:15; Talm. De Babilonia, Shagiga, 5 a; Baba Bathra, 9b.
38.   Mat. 14:23; Luc. 4:42; V:16; 6:12.
39.   Mat. 6:9; Luc. 11:2.
40.   Luc. 11:5.
41.   Mat. 5:23-24.
42.   Isa. 1:11; Oseas, 6:6; Mal. 1:40.
43.   Pirké Aboth, 1:2.
44.   Eclesiastés, 35:1.
45.   Talmud de Jerusalem, Pesakim, 6:1; Talmud de Babilonia, 66 a; Shabbath, 34 a.
46.   De Abrahamo, 22; Quis rerum divin. Haeres, 13; De profugis, 7 y 8; Quod omnis probus liber, entero; De vita contemplativa, entero.
47.   Talmud de Babilonia, Pesashim, 67 b.
48.   Pirke Aboth, cap. 1.
49.   El Talmud, resumen de este vasto movimiento de escuelas, comenzó a ser puesto por escrito a finales del siglo II de nuestra era.

               

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