EL MEDIOAMBIENTE EN TIEMPOS DE JESÚS
Jesús al igual que Moisés y Mahoma, no era un especulativo,
era un hombre de acción. Tampoco fue un teólogo, ni un filósofo con un sistema
más o menos bien compuesto. Para ser discípulo de Jesús no había que firmar
ningún formulario, ni pronunciar ninguna profesión de fe. Solamente había que
unirse a él y amarle. No debatió acerca de Dios, pues lo sentía directamente en
él. El escollo de sutilidades metafísicas contra las que chocó el Cristianismo
desde el siglo III, para nada fueron tratadas por su fundador. Jesús no tuvo
dogmas, ni sistema, aunque sí una resolución personal fija, que, superando en
intensidad cualquier otra voluntad creada, dirige aún gran parte del destino de
la humanidad.
El pueblo Judío tuvo la ventaja, desde el cautiverio en
Babilonia hasta la Edad Media, de estar siempre en una situación muy tensa. Es
por esto que los depositarios del espíritu de la nación, durante este largo
periodo, parecen escribir bajo la acción de una intensa fiebre, que los sitúa
constantemente por encima y por debajo de la razón, raramente en el camino
medio. Nunca antes el hombre había tratado el problema del porvenir y de su
destino con un coraje tan desesperado, tan decidido en llegar a los extremos.
Sin separar la suerte de la humanidad del de su pequeña nación, los pensadores
Judíos son los primeros que se preocuparon por una teoría general de la
historia de nuestra especie. Grecia siempre encerrada en ella misma, solamente
atenta a sus querellas de las pequeñas ciudades-estado, tuvo historiadores
admirables, pero antes de la época Romana es harto difícil encontrar en ella un
sistema general de filosofía de la historia que comprendiera a toda la
humanidad. El Judío, al contrario, gracias
a una especie de sentido profético hizo entrar la historia en la
religión. Quizá deba un poco de este espíritu a Persia. Persia, desde muy
antiguo, concibió la historia del mundo como una serie de evoluciones, en la
que en cada una de ellas presidió un profeta. Cada profeta con su reino de mil
años(chiliasmo), y con sus eras sucesivas, análogas a los millones de siglos
correspondientes a cada Buda de la India, compone la trama de eventos que
preparan el reino de Ormuzd. Al final de los
tiempos, cuando se agote el círculo de Chiliasmos,
vendrá el Paraíso definitivo. Los seres humanos vivirán entonces felices, la
tierra será como un llano, no habrá sino un idioma, una ley y un gobierno para
todos los hombres. Pero todo esto estará precedido por enormes calamidades.
Dahak (el Satán Persa) romperá las cadenas que lo sujetan y se abatirá sobre el
mundo. Dos profetas vendrán a consolar a los hombres y preparar el gran evento(1). Estas ideas recorrían el mundo y llegaban hasta
Roma, donde inspiraron un ciclo de poemas proféticos, cuyas ideas fundamentales
eran la división de la historia de la humanidad en periodos, la sucesión de
dioses correspondientes a estos periodos, una completa renovación del mundo, y
el advenimiento final de una época de oro(2). El
libro de Daniel, el libro de Enoch, algunas partes de los libros Sibilinos(3), son la expresión Judía de la misma teoría. Pero
éstas no formaban parte del pensamiento de todos, sólo fueron aceptadas al
comienzo por algunos con imaginación viva e inclinados hacia las doctrinas
extranjeras. El autor del libro de Ester sólo pensó en el resto del mundo para
desdeñarlo(4). El epicúreo que escribió el
Eclesiastés pensó tan poco en el porvenir que hasta le pareció inútil trabajar
para sus hijos, según este soltero egoísta, la última palabra de la sabiduría
es el situar su bien a fondo perdido(5). Pero
las grandes cosas de un pueblo las realizan normalmente una minoría. La
oposición hace siempre la gloria de un país. Los más grandes hombres de una
nación son aquellos que son ejecutados. Sócrates fue la gloria de Atenas, que
no pudo vivir con él. Spinoza es el más grande de los Judíos modernos, la
Sinagoga lo excluyó con ignominia.
Un sueño gigantesco perseguía desde hacía siglos el pueblo
Judío, rejuveneciéndole constantemente. Extraño a las teorías de recompensas
individuales que Grecia extendió bajo el nombre de inmortalidad del alma, Judea
concentró en su porvenir nacional toda su potencia de amor y de deseo. Creía
tener las promesas divinas de un futuro sin límites, a pesar que la realidad a
partir del siglo IX antes de nuestra era otorgaba los reinos del mundo a la
fuerza, rechazando estas aspiraciones, adoptó ideas de las más imposibles.
Antes del cautiverio, cuando todo el futuro terrenal de la nación se vino abajo
por la separación de las tribus del norte, se soñaba con la restauración de la
casa de David, la reconciliación de las dos fracciones del pueblo, el triunfo
de la teocracia y del culto de Jehová sobre los idólatras. Durante el
cautiverio un poeta lleno de armonía vio el esplendor de una Jerusalem futura,
a la que otorgarían tributo los pueblos e islas lejanas de manera tan dulce que
se podría decir que la mirada de Jesús la había penetrado a una distancia de
seis siglos(6).
La victoria de Ciro pareció durante algún tiempo que iba a
cumplir todo lo que se había esperado. Los discípulos del Avesta y los
adoradores de Yahvé se sentían hermanos. El tono profético de algunas
enseñanzas Iraníes tenía mucho parecido con algunas composiciones de Oseas e
Isaías. Israel se apoya en los Aqueménidas. Pero la entrada triunfal y a veces
brutal de la civilización Griega y Romana en Asia acaba con sus sueños. Más que
nunca se invoca al Mesías como juez y vengador del pueblo. Querían una
renovación completa, una revolución que cubriera toda la tierra desde sus raíces
y la sacudiera a fondo para satisfacer la enorme necesidad de venganza que
producía el sentimiento de superioridad y sus humillaciones(7).
Si Israel hubiese tenido la doctrina llamada espiritualista
que corta al hombre en dos partes, el cuerpo y el alma, y encuentra natural
que, mientras el cuerpo se descompone, el alma sobrevive, estos golpes de rabia
y protesta enérgica no habrían tenido razón de ser. Pero esta doctrina salida
de la filosofía Griega no estaba en las tradiciones del espíritu Judío. Los
antiguos escritos Judíos no muestran traza alguna de remuneraciones o
sufrimientos futuros. Mientras existiese la solidaridad de la tribu, era
natural que no se pensara en una
estricta retribución según los méritos de cada uno. Esta doctrina, legado de la
sabiduría patriarcal daba lugar a insostenibles contradicciones. Ya en los
tiempos de Job se tambaleaba. Los ancianos de Temán que la profesaban eran
hombres atrasados, y el joven Elihú, que intervino para combatirlos, osa
pronunciar como primera palabra este pensamiento esencialmente revolucionario:
la sabiduría ya no la poseen los ancianos(8)!
Con las complicaciones surgidas en el mundo desde Alejandro, el antiguo
principio Temanita y Mosaico se hacía cada vez más intolerable(9). Nunca antes había sido Israel tan fiel a la Ley, y
sin embargo sufrieron la atroz persecución de Antíoco. Y estas víctimas que
murieron por su fe, estos Macabeos heroicos, esta madre con sus siete hijos,
serían olvidados por Yahvé, olvidados para siempre?(10).
Un incrédulo y mundano Saduceo no recularía ante semejante consecuencia, un
sabio consumado, como Antígono de Soco(11)
mantendría que no hace falta practicar la virtud como un esclavo vistas las
recompensas, que es mejor ser virtuoso sin esperanza alguna. Pero la masa de la
nación no podía contentarse con esto. Algunos, adhiriéndose al principio de la
inmortalidad filosófica, se representaron a los justos viviendo en la memoria
de Dios, gloriosos eternamente en el recuerdo de los hombres, juzgando a los
impíos que les habían perseguido(12). “Su vida está en manos de Dios
. Ningún tormento les
afectará”(13), he aquí la recompensa.
Otros como los Fariseos recurrieron al dogma de la resurrección(14). Los justos resucitarán para participar en el
reino mesiánico. En la carne resucitarán, en un mundo donde serán los reyes y
jueces, y asistirán al triunfo de sus ideas y la humillación de sus enemigos.
Los Saduceos no creían en esto, permaneciendo fieles a la
antigua doctrina Judía, eran los Fariseos, partidarios de la resurrección los
innovadores. La resurrección,
idea totalmente diferente a la inmortalidad del alma, surgía de doctrinas
anteriores y de la situación del pueblo. Quizá Persia aportó también algunos
elementos(15). En todo caso, al combinarse con
la creencia en el Mesías y con la doctrina de una próxima renovación de todas
las cosas, contribuyó a la formación de las teorías apocalípticas que, sin ser
artículos de fe(no parece que fuera adoptada por el Sanedrín de Jerusalem),
formaban parte de todas las imaginaciones produciendo una fuerte fermentación.
Jesús, una vez que tuvo su pensamiento, entró en la turbulenta atmósfera que creaban en
Palestina todo tipo de ideas. Estas ideas no se enseñaban en ninguna escuela,
estaban en el aire, y pronto se sintió por ellas penetrado. Nunca le dio mucha
importancia a los eventos políticos de su tiempo y la dinastía de Herodes vivía
en un mundo tan diferente al
suyo que apenas la conoció de nombre. Un movimiento que tuvo bastante
influencia sobre Jesús fue el de Judas el Galileo. De todas las sumisiones a
las que estaban expuestos los Israelitas bajo el dominio de Roma, el censo era
la más impopular(16). Ya, bajo David, un censo
provocó violentas recriminaciones y amenazas de los profetas(17). El censo era la base de los impuestos, y los
impuestos en las ideas de la más pura teocracia era una impiedad. Siendo Dios
el único Rey y Señor que el hombre ha de reconocer, pagar el diezmo a un
soberano profano es en cierto sentido ponerlo al mismo nivel o en el lugar de
Dios. Completamente extraña a la idea del Estado, la teocracia Judía no hacía
con esto sino sacar su última consecuencia, la negación de la sociedad civil y
de todo gobierno. El dinero de las cajas públicas era considerado dinero
robado(18). El censo ordenado por Quirino (año 6 de la era Cristiana) despertó estas ideas y
causó una gran agitación. Surgió
un movimiento en las provincias del norte. Un tal Judas, de la ciudad de
Gamala, en la orilla oriental del lago Tiberiades, y un Fariseo llamado Sadok
adquirieron, negando el impuesto, un gran número de seguidores, que pronto
acabó en revuelta abierta(19).
Las máximas fundamentales de la escuela es que no se debe
llamar a nadie “maestro”, este título pertenece solamente a Dios, y que la
libertad vale más que la vida. Judas tenía sin duda otros principios, que
Josefo, siempre atento a no comprometer a sus correligionarios, pasó por alto,
pues no se comprendería que el historiador Judío le otorgase un lugar entre los
filósofos de su nación por una idea tan simple y le viera como fundador de una
escuela paralela a la de los Fariseos, Saduceos y Esenios. Judas fue
evidentemente el jefe de una secta Galilea, preocupada con el mesianismo, que
llevó a un movimiento político. El procurador Coponio aplastó la sedición del
Galileo, pero la escuela subsistió, conservó sus jefes. Bajo la guía de
Menahem, hijo del fundador, y de un tal Eleazar, su pariente, reaparece muy
activa en las últimas luchas Judías contra los Romanos(20).
Jesús vio probablemente a Judas, que concibió la revolución Judía de manera tan
diferente a la suya, conoció su escuela, y fue probablemente por reacción
contra su error que pronunció el axioma sobre el Denario del César. Jesús,
alejado de toda sedición, soñaba con otro reino y otra liberación.
Galilea era una especie de horno donde bullían los elementos
más diversos(21). Un desprecio extraordinario de
la vida, o quizá se podría decir una especie de apetito por la muerte fue la
consecuencia de estas agitaciones(22).
Jesús vivió y creció en este medioambiente. Desde su
infancia, hizo anualmente el camino a Jerusalem para asistir a las fiestas(23). El peregrinaje era para los Judíos provincianos
muy solemne. Se consagraban toda una serie de Salmos para cantar la alegría de
caminar en familia(24), durante varios días, en
primavera, teniendo en perspectiva los esplendores de Jerusalem, la alegría de
los hermanos por estar juntos(25).
Estos viajes en los que la nación reunida se comunicaba sus
ideas, y que eran momentos de gran agitación, pusieron a Jesús en contacto con el
alma de su pueblo, y sin duda le inspiraron una viva antipatía por las faltas
de los representantes oficiales del Judaísmo. El desierto fue para él otra
escuela donde realizaba largas estancias(26).
Pero el Dios que ahí encontraba no era el suyo. Más bien era el de Job, severo,
terrible, que no da explicaciones a nadie. A veces Satán venía a tentarle.
Regresaba a su querida Galilea donde encontraba a su Padre Celestial, en medio
de las verdes colinas y claras fuentes, entre los grupos de niños y mujeres que,
con alegre espíritu y cánticos
angélicos en el corazón, esperaban la salvación de Israel.
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1.
(147)Yashna, 13:24;
Teopompo, en Plutarco, “De Iside et Osiride”,
47; Minokhired, pasaje publicado en el “Zeitscchrift
der deutschen morgenlaendischen Gesellschaft”, I, p.263.
2.
(148)Virgilio,
Égloga IV; Servio, sobre el versículo 4 de esta Égogla; Nigidio, citado
por Servio, sobre el versículo 10.
3.
(149)Libro III,
97-817.
4.
(150)6:13; 7:10;
8:7, 11-17; 9:1-22; y en las partes apócrifas: 9:10-11; 14:13; 16:20,24.
5.
(151)Ecl. 1:11;
2:16, 18-24; 3:19-22; 4:8, 15-16; 5:17-18; 6:3,6; 8:15; 9:10.
6.
(152)Isa. 60,
etc.
7.
(154)Carta apócrifa de Baruc, en Fabricio, Cod. Pseudo. V.T., II, p. 147.
8.
(155)Job, 32:9.
9.
(156)Es remarcable que Jesús, hijo de Sirá, se
mantuvo estrictamente(17:26-28; 22:10-11; 30:4; 41:1-2. El autor de Sabiduría
es de opinión diferente 4:1, texto Griego.
10.
(158)2 Mac. 7.
11.
(159)Pirké Aboth,
I,3.
12.
(160)Sabiduría, cap.
II-VI; De rationis imperio, atribuido
a Josefo, 8, 13, 16, 18. Hay que señalar que
el autor de este tratado situaba en segundo plano el motivo de la remuneración
personal. El principal móvil de los mártires es el amor puro a la Ley, la
ventaja que aportará la muerte al pueblo y la gloria que se unirá a su nombre.
Ver Sabiduría, 4:4; Ecle.
Cap. 14.
13.
(161)Sabiduría, 3:1;
De rationis imperio, 16,18.
14.
(162)2 Mac. 7:9,14;
12:43-44.
15.
(163)Teopompo, en Diógenes Laercio, Prooem., 9. Boundehesch,
C. XXXI.
16.
(182)Discurso de Claudio, en Lyon, tab. II. De
Boissieu, Inscr. Ant. De Lyon, p. 136.
17.
(183)2 Sam. 24.
18.
(184)Talmud de
Babilonia, Baba Kama, 113a; Schabbath, 33b.
19.
(185)Josefo, Antiguedades,
18,i,I y 6; Josefo B.J., II, vii, I; Josefo Actas, V, 37. Antes de Judas el Galileo,
Las Actas nombran a otro agitador, Teudas; pero se trata de un anacronismo; el
movimiento de Teudas tuvo lugar el año 44 de la era Cristiana (Jos. Ant., XX, v,4).
20.
(186)Josefo, Guer.
De los Judíos, II,xvii,8.
21.
(187)Luc, 13:4.
El movimiento Galileo de Judas, hijo de Ezequías, no parece haber tenido un
carácter religioso, quizá puede que este carácter fuese disimulado por Josefo (Ant., XVII,x,3).
22.
(188)Josefo, Ant.
XVI,vi,2,3; XVIII,i,4.
23.
(197)Luc. 2:41.
24.
(198)Luc. 2:42-44.
25.
(199)Sal. 84, 122,
133.
26.
(203)Luc. 4:42; 5:16.
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