EL EVANGELIO DE LUCAS
El Evangelio de Lucas, también conocido como el Tercer Evangelio, y el libro de Hechos, son ambos adjudicados a Lucas, un médico que acompañaba a Pablo en su misión (Col. 4:14; 2 Tim. 4:11; File. 1:24). Tampoco el Evangelio ni Hechos, a pesar de las afirmaciones de autoría a cargo de Lucas, y suficientes distinciones realizadas entre el retrato de Pablo en sus epístolas auténticas y su descripción en Hechos, confirman una familiaridad personal con el apóstol.
Quien quiera compusiese el Evangelio está claro que no fue testigo ocular (1:2); el autor, “Lucas”, no sólo utilizó fuentes tempranas sino que también quiso corregirlas (1:1-4). Esas fuentes incluían el Evangelio de Marcos (aunque no Marcos 6:45-8:26; 9:41-10:12); un texto llamado Q (del alemán “fuente”, Quelle), reconstruido en textos comunes con los Evangelios de Lucas y Mateo, comprendiendo la mayoría de los dichos, como son las Bienaventuranzas (Mat. 5:3-11; Luc. 6:20-23) y el “Padrenuestro” (Mat. 6:9-13; Luc. 11:2-4); textos independientes llamados “L” de una fuente especial de Lucas (ej. Luc. 1-2); y los propios comentarios del autor. Lucas también comparte algunos textos comunes con Juan, como los relatos acerca de las amigas de Jesús Marta y María (Luc. 10:38-42; Juan 11-12) y la nota sobre la posesión de Judas Iscariote por Satán (Luc. 22:3; Juan 13:2).
ESTILO CONTENIDO Y ESTRUCTURA
El estilo de Lucas va desde el elegante Griego del prólogo (1:1-4 todo incluido en una sola frase) a una evocación de la Septuaginta en los dos primeros capítulos. En su relato de las natividades de Juan el Bautista y Jesús, en la cadencia de las Escrituras Israelitas, el Evangelio sugiere una continuidad entre el antiguo Israel y el relato Cristiano.
La narrativa sigue a la de los otros Evangelios Canónicos, pero se distingue en el relato del “viaje” a Jerusalem (Luc. 9:51). Lucas también incluye algunas de las enseñanzas más familiares de Jesús, incluida la parábola del buen Samaritano (10:29-37) y la parábola del hijo pródigo (15:11-32). Diferente también es la narrativa de la natividad, enfocada en Juan el Bautista y la Virgen María, y los relatos de la resurrección y ascensión.
GUÍA DE INTERPRETACIÓN
El Evangelio ha sido tradicionalmente visto como interesado en los marginados de la sociedad: mujeres, niños, enfermos, pobres, recolectores de impuestos y pecadores, y Gentiles. Esta configuración da lugar a la pregunta, “marginales respecto a qué?” El Evangelio de Lucas nos dice que las mujeres (Judías) tenían libertad para poder viajar (1:39; 8:2-3; 23:27,55-56) y acceso a sus propios fondos (7:37; 8:3; 15:8; 21:2); patrocinaban causas (8:1-3); poseían casas (10:38; ver también Hechos 12:12); y asistían a la Sinagoga (13:10-17) y al Templo (2:22,36-37,41-50). Los niños tan valiosos en la cultura Judía, aparecen bajo el buen cuidado de sus padres que los aman tanto que hasta buscan la bendición de Jesús. Los enfermos, que no han de ser confundidos con los ritualmente impuros, son presentados insertos en las redes de asistencia social. La mayoría de la gente en la antigüedad era pobre, y el sistema Judío, comenzando con la Tanakh, promulgaba responsabilidad social para su cuidado. El ver a Jesús, propiamente, al cuidado de mujeres, niños, enfermos y pobres, lo inserta dentro del Judaísmo en lugar de separarlo de este.
El Jesús de Lucas tiene un particular interés en asociarse con “colectores de impuestos y pecadores”. En lugar de verlos sospechosos debido a su laxitud en la observancia de la Halaka, esta es gente que se ha apartado a sí misma del bienestar social. Los recolectores de impuestos, por ejemplo, trabajan para el gobierno Romano. Los Gentiles –incluyendo los representantes de Roma- son escasamente marginales. Lucas los describe más bien como bienvenidos a la comunidad Judía (ver 7:1-11).
La representación que hace el Evangelio de los Judíos y el Judaísmo es más bien compleja. Por un lado, especialmente en los dos primeros capítulos, localiza a los Judíos dentro de un medioambiente Judío vibrante de fieles -Judíos- involucrados en las tradicionales prácticas de la fe Judía. El Evangelio abre con el sacerdote Zacarías, padre de Juan el Bautista, recibiendo una revelación divina en el Templo de Jerusalem; José y María visitan el Templo para ofrecer a su hijo y celebrar la Pascua. Lucas describe incluso la circuncisión tanto de Jesús como Juan. Por otro lado, Lucas describe la Sinagoga como lugar violento (4:28-29), relata los constantes fallos de Israel y exalta la fidelidad de los Gentiles y Samaritanos (7:9; 17:16-18), y se empeña en caricaturizar a los Fariseos y Sacerdotes. Esta dura retórica asemeja a la de los profetas bíblicos y escritos de Qumran (Rollos del Mar Muerto); la distinción está, no obstante, en que la crítica de Jesús contra sus compatriotas Judíos es insertada en un texto que está dirigido primariamente a los Gentiles. Lucas no conoce, ni está interesado en que los lectores conozcan, las costumbres Judías: Las costumbres Judías son definidas (22:1) y presentadas algunas veces erróneamente (2:22). El punto de vista consensuado es que el autor es un Gentil que escribe primariamente para una audiencia Gentil, en algún momento de finales del siglo I o comienzos del siglo II. Algunos estudiosos sugieren que los dos primeros capítulos son adiciones, creadas a comienzos del siglo II d.C., diseñadas no para poner en primer plano la practica del Judaísmo, sino para refutar los argumentos de Marcion, un Cristiano que promovía la idea que el Dios del Antiguo Testamento no era el revelado por Jesús (el estereotipo de “la ira del Dios del Antiguo Testamento” vs. el “Dios de amor del Nuevo Testamento” es un recrudecimiento de la herejía Marcionita).
El punto de vista de Lucas acerca de los Judíos y el Judaísmo también es complicado debido a la relación del Evangelio de Lucas con su segundo volumen. Los Hechos de los Apóstoles describen el comienzo de una iglesia firmemente asentada en el Judaísmo, con los seguidores de Jesús en el Templo los cuales eran bien vistos por los Judíos. Pero Hechos acusa a “toda la casa de Israel” (2:36) de haber crucificado a Jesús y de “haber matado al autor de la vida” (3:14-15); el texto finaliza no en Jerusalem sino en Roma, con Pablo anunciando que “los Judíos nunca entenderán” (28:26), “Los Gentiles sí” (28:28). Una lectura plausible de los dos volúmenes es que Lucas describe a Jesús como cumplimiento del plan de Dios y a la iglesia como verdadera heredera de Moisés y los Profetas, y presenta a los Judíos no-Cristianos como hipócritas, intolerantes y violentos. Los lectores han de prestar atención a la tensión entre la descripción que hace Lucas de Jesús el Judío y la de los primeros seguidores de Jesús en tanto que observantes de la religión Judía, y la presentación de Lucas de aquellos Judíos que no se convirtieron al Cristianismo como gente que falla en cumplir las intenciones de Dios y se convierten en enemigos de Jesús y sus seguidores.
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