lunes, 16 de enero de 2012

MITRA IV

MITRA IV

Para llenar los vacíos de una información directa, se ha indagado en la literatura Iraní y más precisamente en la Avéstica. “El mitraismo, escribía F. Cumont, es la forma romana de mazdeismo”. A la inversa y en reacción contra Cumont, S. Wikander ha sostenido que el Mitra greco-romano era extraño al dios iranio y que su culto había tomado forma en los países danubianos. G. Widengren rechazó y refutó una parte de esta argumentación paradójica. Por su parte, L.A. Cambell se ha esforzado en buscar las raíces del mitraísmo en una herencia Iraní que ha sido cada vez más cuestionada. Cumont afirmó una fuerte influencia Helena y Babilonia sobre el Mazdeismo. En la época que Mitra hizo irrupción en el Oriente griego, no podía permanecer al margen de los movimiento de ideas y corrientes culturales Helenas. La explicación zoroastriana de la imaginería mitraíca ha sido discutida más recientemente por R. Gordon. Parece ser que los nombres de Mitra, de Cautes y Cautopates, la epíclesis “Nabarzes” y la aclamación “Nama” (homenaje) que se lee en las inscripciones atestiguan el origen persa del dios; pero la organización histórica y, en gran medida también, la ideología del culto proceden de una elaboración helenista. O sea, Mitra es iraní, el mitraísmo es greco-romano.

UNA HISTORIA DEL MUNDO

Las estelas con escenas múltiples nos relatan una “génesis” del Cosmos y las hazañas del dios que es considerado como su salvador antes de subir al carro solar. Pero habría que reordenar las escenas unas con otras así como con algunas otras representaciones, para poder tener una secuencia aparentemente coherente de las fases y los hechos. La banda esculpida de Osterburken comienza con la imagen de una cabeza rodeada de bloques de piedra que parece salir de una boca oscura. Este dios primordial emergiendo del caos podría pasar por el equivalente de Cronos, el Tiempo que, creando la historia devora y destruye –como el fuego de los Estoicos. Se le ve también recostado, agarrando el rayo o el arpa de Saturno. De Saturno proceden el cielo y la tierra representados en la estela de Osterburken bajo el aspecto de un Atlas y de una mujer acostada (como la Tellus del arte oficial Romano). El Cielo y la Tierra dan nacimiento a las tres Parcas, deidades del destino, que aparecen arriba en el mismo relieve.

Pero Cronos, primer poseedor del fuego celestial, le vuelve a dar un día el rayo a su hijo Zeus-Oromasdes. Varios bajos relieves ilustran este episodio del pase de los poderes a aquel que deviene responsable en adelante del orden cósmico. Lo utiliza -el rayo- para abatir los monstruos serpiente, encarnaciones del Mal que suponen la existencia de un poder antagonista. La mitología griega conocía una historia de gigantes y Titanes aplastados por el soberano del Olimpo. La tradición irania enseñaba también que Ahura Mazda había rechazado y enviado a las tinieblas inferiores a los demonios ahrimanianos que habían intentado el asalto del cielo. Sin embargo, el orden Joviano no está garantizado definitivamente contra las amenazas del mal y la muerte. Es entonces que Mitra interviene en la historia del mundo.

Pero no desciende del cielo: surge de la roca, con el gorro asiático, en una mano la antorcha luminosa, en la otra el cuchillo con el que dará el golpe de gracia al toro. Los pastores asisten o ayudan en este nacimiento milagroso, tirando del dios por los brazos. A continuación lo encontramos cosechando trigo, o cerca de un árbol o en un árbol. F. Cumont supuso que el dios desnudo se había ido a esconderse tras las ramas de una higuera, pero estas escenas lo muestran mas bien como “guardián de los frutos”, función del Persa en la jerarquía iniciática, o sea como garante de la subsistencia de las especies (humana y animal). La continuación de la gesta parece confirmar esta vocación de Mitra y, en primer lugar resalta el milagro del agua fecundante. Se ve al dios tirando una flecha contra una pared rocosa de donde surge una fuente, en la cual calma su sed un pastor comparable con los que asisten al Mitra petrógeno –lo hacen en conocimiento de causa, puesto que salvará sus rebaños de la muerte. Hay, pues, que admitir que los espíritus malos habían conspirado para eliminar las criaturas vivientes mediante la sed y la desecación total. Faetón había realizado la misma amenaza contra el mundo, según la Fábula griega: también esta leyenda ocupa una cara de un relieve en Dieburg, mientras que al reverso un Mitra cazador y sagitario promete la salvación.

Mientras tanto, la vida permanece expuesta a los ataques de un enemigo invisible, que los relieves mitraicos no parecen haber representado (a parte de los gigantes serpentinos fulminados por Zeus-Oromasdes). Después del milagro del agua comienza la persecución de un toro, que aparece en las estelas Danubianas en una especie de barca con forma de luna creciente (Scapha lunares). Hay una relación cierta, aunque poco conocida, entre el toro y la luna. Según el Boundahishn, el esperma del toro purificado por los rayos del astro nocturno produjo las especies de animales. En Oriente, el cuarto creciente lunar fue muy pronto comparado con los cuernos del toro y, en el bajo-relieve rupestre de Bourg-Saint-Andéol, la Luna lleva cuernos taurinos. Porfirio, en una página donde se leen varias alusiones al culto mitraico (De antro Nympharum, 18), escribe que la Luna preside la generación, que el Toro es su lugar de exaltación y que las almas descendidas al mundo de la génesis son “bougeneis”, o sea: “nacidas del buey”. En sus detalles, este testimonio pude ser de poca confianza. Pero toda la imaginería mitraica atestigua al menos que el toro contiene los elementos vivificantes que se tratan de sustraer a las tentativas maléficas. De ahí la necesidad que tiene Mitra de capturar al animal.

Este se refugia primero en una especie de nave cubierta con un techo de doble rampante; pero dos pastores vestidos como Cautes y Cautopates (que se identifican sin duda con aquellos que ayudan al Petrogeno a salir de la roca) le meten fuego a la casa del toro. La persecución continua. Mitra se agarra a la bestia, consigue montarla agarrándola por los cuernos. Agarra al animal por las patas traseras y lo lleva con la cabeza hacia abajo o lo arrastra reculando (como Caco a quien Comodiano compara precisamente con Mitra) hasta la cueva donde un cuervo, mensajero del Sol, le prescribe matar al toro rebelde. Esta captura vale al dios el título de “bouklopos” (ladrón de bueyes), nombre del que se aprovecharon los Cristianos para burlarse.

La muerte del toro atrae a una serpiente y a un perro que se prestan a chupar la sangre que fluye de la herida, mientras que un escorpión, a veces un cangrejo, pinzan los testículos de la víctima para absorber el esperma. A veces un león interviene, al lado de una crátera. Espigas de trigo salen de la herida con la sangre que gotea, o brotan de la cola del toro. Algunas veces la escena tiene lugar entre dos árboles. O sea, la vegetación y los animales son consideradas como benéficas para el sacrificio, antes que los enemigos de la vida no se apropien de los elementos para destruirlos y echarlos a perder.

Es después del sacrifico del toro que se sitúa, parece ser, un episodio interpretado como el indicio de un conflicto entre Helios y Mitra. De hecho, se ve al Sol arrodillado ante Mitra que carga con un saco de soldado (que no una pierna del toro): la corona radiada yace en el suelo, y el Sol parece haber perdido su prerrogativa de astro soberano. El verdadero “Sol inuictus” es a partir de ahora Mitra que ha salvado la creación. El sol reconoce su preeminencia(1). El Sol reconoce su preeminencia haciéndose iniciar en el grado de “Miles” de alguna manera. Mitra y Sol se estrechan la mano derecha por encima del altar (en un monumento en Poetovio, esta “dextrarum iunctio” se hace delante de una brocheta de carne asada que el cuervo pica con su pico). Su alianza es consagrada mediante una comida de comunión sobre la piel del toro. Esto prefigura a todos los mitraistas reunidos.

En fin, Mitra se sube al carro del Sol. En la imaginería de las estelas danubianas la secuencia re realiza mediante la representación de un dios barbudo que enlaza una serpiente y que se identifica, creo, con el Kronos-Aión de los ídolos Leontocéfalos. Excepcionalmente, en un relieve en Sofía, figura ante la escena del homenaje del Sol a Mitra, pero se corresponde también con la última fase del ciclo. Así, el ciclo comienza y termina con Saturno: “Redeunt Saturnia regna....", por citar un verso de Virgilio en la Égloga IV “El Tiempo abre y cierra la historia”.

UNA COSMOGONÍA
Esta historia del mundo es solidaria de una teo-cosmología que integra ciertos rasgos de tradiciones orientales en un sistema fuertemente teñido de filosofía griega. Para F. Cumont, el Tiempo divinizado de los mitraistas sería la transcripción de Zurvan Akarana, padre de Ormuzd y Ahriman, dios de las cuatro caras del que se ha pretendido descifrar los rasgos en una inscripción de Antíoco I, rey de Commagene. Este Zurvanismo habría nacido y tomado consistencia en Babilonia, en relación estrecha con el fatalismo astrológico. En todo caso, desde le siglo IV antes de nuestra era, Eudemo de Rodas, un discípulo de Aristóteles, tomó de algunos Magos la idea que el Tiempo engendró al dios Bueno y al demonio Malo, o sea la Luz y las Tinieblas. Pero las cosmogonías órficas y Ferécides de Siros hacían también del Tiempo un dios primordial. Atenágoras (Leg., 18) atribuye a Orfeo una teogonía que hace salir de Océano un dragón leontocéfalo, Heracles-Cronos, generador del huevo cuyas dos mitades separadas formarán el Cielo y la Tierra. Estas darán nacimiento a las tres Moiras: Cloto, Lakesis y Atropos. Es, en suma, la secuencia que ilustra la pilastra izquierda de la gran estela de Osterburken. Mitra surge de entre las dos mitades de un huevo en el curioso monumento de Housesteads, como el Aión de Módena y el Fanes órfico al que una inscripción de Roma lo asimila con el dios petrógeno. Órfica y también Griega es esta creencia de que el reino de Zeus sucede al de Kronos.

El Tiempo leontocéfalo de los mitraistas es un dios del fuego y del cielo, señor de los planetas, del zodiaco y de las estaciones. Lo que parece significar que para ellos, como para los estoicos, el mundo procede del fuego celestial y se “resolverá” mediante el fuego, dado que el mismo Aión enlazado por una serpiente figura al fin del ciclo desplegado en el registro inferior de los relieves danubianos. El “Eterno Retorno” implicado en esta imaginería es también un dogma estoico. Por otro lado, este Cronos divinizado es el que armoniza las revoluciones astrales y se identifica, pues, de alguna manera, con el firmamento, lo que depende de una doctrina típicamente helénica y pitagórica. Se sabe que los mitraistas habían adoptado la semana planetaria: la escala simbólica de los planetas que, según Celso (Orígenes, Contra Celso., VI, 22), se mostraba a los iniciados representando una semana al revés, del día de Saturno (Sábado) al día del Sol (Domingo). Un relieve en Bolonia muestra encima de la tauroctonia a los dioses de la semana, desde la Luna al Sol (de derecha a izquierda). Esta hebdómada procede de una astrología Greco-Egipcia (del mismo origen que el Aión leontocéfalo); fue captada en todo caso por los pitagóricos que consagraban el séptimo día a Apollon, o sea al Sol.

El sacrificio del toro figura muy a menudo bajo un arco de círculo astral o zodiacal, a veces el mismo círculo del zodiaco. Un zodiaco estucado orna la bóveda del nicho cultual en el “Mithraeum” de Ponza (Italia). En la religión mitraica los astros no juegan un papel negativo o pernicioso como en ciertos gnosticismo contemporáneos y en el maniqueísmo. Los planetas protegen los siete grados de iniciación. Marcando los tiempos del mundo y del año, los astros cooperan, de alguna manera, con la realización de la historia por los dioses deseada. Proclo nos precisa que, en la teología de los misterios mitraicos, Temis era solidaria con la Necesidad, o sea, que el cumplimiento del destino coincidía con la Justicia divina. Los grandes momentos de la gesta mitraica son definidos sideralmente: el nacimiento del Petrógeno corresponde al solsticio de invierno, la tauroctonia con el equinoccio de primavera (el Carnero figura al Oriente de los zodiacos que contornan alrededor del antro sacrificial). Las representaciones de los cuatro Vientos, de las Estaciones, de los elementos personificados, de las dos luminarias del día y la noche recalcan este carácter del culto cósmico que era la fuerza del mitraismo. Se le ensañaba a los fieles un por qué del mundo y su lugar en este mundo. una religión no puede tener éxito sino a este precio.

El dios que cuidaba del mundo era Mitra. En una página de su tratado sobre “Isis y Osiris”, Plutarco es tributario de varias fuentes (Eudemo, Eudoxo y Teopompo), y hace de Mitra un dios mediador (mésitès) entre “Oromazès” y Areimanios, la Luz y las Tinieblas. El Mitra de los antros greco-romanos no tiene exactamente este papel, aunque ocupa un lugar intermedio en los relieves cultuales: entre Cautes y Cautopates, o sea, entre el Sol del hemisferio superior (primavera-verano) y el del hemisferio inferior (otoño-invierno); también Porfirio subraya la posición equinoccial del Tauróctono, a media distancia de los dos solsticios. Es a esta triada que parece hacer alusión el Pseudo-Denys el Areopagita, cuando habla del “Mitra triple” (Ep., 7), que se encuentra en las estelas de Rückingen y Dieburg bajo el aspecto de un árbol tricéfalo. La función mediadora del “deus inuictus” encaja con las teorías que situaban al Sol en medio de los planetas, y debió favorecer la identificación de Mitra con Mercurio, intermediario entre los dos mundos de Arriba y de Abajo –“quasi medius currens”, siguiendo la etimología errónea, aunque significativa de Varron.

Porfirio (que depende del filósofo Numenio de Apamea) hizo de Mitra un demiurgo, función que no aparece ni en la tradición iraní, ni en la imaginería mitraica. Es cierto que se le ve sostener la esfera, pero es en tanto que “Kosmokrator”, como los emperadores! Es responsable del mundo, pero no lo ha creado. Hay que explicar por qué los filósofos Griegos creyeron poder aplicarle el título de “demmiourgos”. La verdad es que al sacrificar al toro, anima o reanima las especies, al ser la sangre considerada tradicionalmente como la residencia del alma y la vida(2). Mitra no es creador, sino defensor de las criaturas de Zeus-Oromasdes. Al comparar el antro de la tauroctonía con la caverna del mundo, tal como lo explicaba Platón en la “República”, Profirio invita a pensar que el sacrificio del toro hace entrar las almas en el mundo de la génesis (también este toro es calificado como “señor de la generación”). Pero, a diferencia del platonismo (o del neo-platonismo de Profirio), el mitraísmo no afecta con un coeficiente negativo la encarnación en el mundo material. Al darle o volverle a dar vida a las especies, Mitra fortifica la creación de Oromasdes contra los ataques del Mal. La doctrina mitraica del sacrificio y la salvación confirma este optimismo innato del culto pérsico.

UNA DOCTRINA DEL SACRIFICIO FUNDADOR
La tauroctonía era el modelo, el arquetipo que justificaba todos los ritos realizados en las “spelea” y las esperanzas de las que eran garantes. Al igual que un banquete había reunido a Sol y Mitra sobre el cadáver del toro, una comida de “comunión” reunía a los fieles sentados en fila en las banquetas alrededor de los manjares consagrados. En estas modalidades como en sus finalidades, el “sacrificio” mitraico difería fundamentalmente de los sacrificios greco-latinos tradicionales. No había víctima estrictamente apropiada. Las osamentas arqueológicas encontradas pertenecen a aves o bóvidos, cabras, jabalíes, zorros o lobos. Sobretodo, la consagración de las viandas no se realizaba “bajo el cielo” (sub diuo), sobre las gradas o en el patio de un templo, sino en la cripta misma, en el “corazón” del santuario donde se encontraba a menudo un altar simbólico que no tenía nada de sacrificial. Esta transferencia del culto del exterior al interior fue una innovación radical. En efecto, el “Mithraeum” no es, como el templo greco-romano, la casa del dios, sino un lugar de comunión entre los hombres y los dioses. La tauroctonía no es ofrecida a los dioses, sino realizada para los hombres y las otras criaturas de Zeus-Oromasdes. No se trata de un sacrifico de homenaje, de propiciación o de expiación, ni de adivinación mediante las entrañas. En la tradición iraní, el sacrificio es no un hecho de los hombres, sino de los dioses, es un acto de creación: el sacrificio funda el mundo. el de Mitra retiene algo de esta herencia persa. Pero es ante todo un sacrificio de salvación que refuerza la vida y la solidaridad de los vivos contra la muerte. El desciframiento de una inscripción pintada en el “spelaeum” de S. Prisca aunque discutido, lee aún indiscutiblemente (seruasti y sanguine fuso) lo que demuestra que los mitriastos recibían en la Tauroctonía a un salvador, un “conservador” de las criaturas. Si se estuviera seguro del epíteto (a)eternali, se podría inducir que la sangre del toro era para ellos portadora de inmortalidad. M. Simon afirma que se trata de una influencia cristiana, lo que habría que demostrar.

Este sacrificio tiene una repercusión cósmica. Además, el Sol y la Luna, el Olimpo de los dioses greco-romanos asiste y preside de alguna manera al tauroctonía, sobre las estela de Sarrebourg y de Osterburken sobretodo. Arriba o debajo de la gruta están a menudo representados siete altares cuyo número corresponde al de los planetas (así, las personificaciones divinas acompañan también algunas veces al Tauróctono). Estos siete altares pueden significar la multiplicación cósmica del alcance y de las virtudes del sacrificio. Toda repetición o reactualización de este sacrificio en los “Mithraea” debía tener el mismo sentido a los ojos de los fieles. La inmolación arquetípica no tenía la finalidad puntual de los sacrificios romanos. En la celebración y consumo de las carnes de la o las víctimas(s), los mitraistas tenían consciencia de continuar, de prolongar la obra del Tauróctono fortificándose solidariamente contra los enemigos de la Vida.

Esta doctrina del sacrificio salvador tiene sin duda raíces iraníes. Ahura Mazda había creado al primer ser viviente, un toro. Pero, según el “Bundaísmo”, es Ahriman quien lo habría matado. De la médula espinal de la víctima habían salido las plantas nutritivas y medicinales (el manojo de espigas que salen de la cola del toro mitraico) y su esperma recogido en la Luna había producido las especies animales útiles. Los relieves greco-romanos anteriores unos siete u ocho siglos a los del Bundaismo atribuyen la inmolación a Mitra. F. Cumont pensaba que la tradición atestiguada por los libros palevis era la más antigua y que los sacerdotes de Mitra habrían sustituido a Ahriman su dios “como autor de esta comida salvadora”. Al contrario, para A. Loisy, R, Pettazzoni, H. Lommel, la tauroctonía es primitivamente realizada por Mitra y no fue puesta bajo Ahriman sino posteriormente, debido a la condena zoroastriana de los sacrificios de sangre. Más recientemente, I. Gershevitch a retomado la opinión de Cumont, pero sin argumento decisivo. J. Duchesne-Guillemin ha demostrado que el Mitra greco-romano asumía ciertas funciones de Ahriman; en realidad se le han atribuido ciertas dedicaciones a Ahriman, aunque ninguna que lo identifique con el Tauróctono. En todo caso, el hecho que Zarathustra (Gatha Y. 32) reproche a los que matan al toro de querer así apartar de ellos la muerte no tendría ningún sentido si no se hubiera atribuido al sacrificio del toro los mismos poderes vivificantes que tiene en el mito mitraico. La imputación de la tauroctonía a Ahriman se manifiesta como secundaria en relación a las prácticas de la más antigua religión iraní.

El “Boundahishn” anuncia también que al fin de los tiempos el “Saoshyant” (salvador o benefactor) matará un toro cuya grasa mezclada con jugo de “haoma” blanco (planta de jugo embriagador, como el “soma” hindú) otorgará la inmortalidad. Este sacrificio escatológico tendría la misma virtud “salvífica” que el de Mitra. Pero la tauroctonía de los relieves cultuales nos es dada como teniendo lugar ya (“seruasti”, “tú nos has salvado derramando la sangre” del toro, dice la inscripción métrica de S. Prisca), y no como promesa para un futuro, más o menos lejano. La relación exacta de la representación mitraíca con esta apocalíptica mazdea sigue siendo problemática.

Se han propuesto interpretaciones astronómicas de la tauroctonía, teniendo en cuenta sobretodo del toro y del escorpión que corresponderían a los signos zodiacales del mismo nombre en oposición. F. Cumont escribió que para los Romanos la primavera comenzaba el 7 de mayo, el otoño el 7 de noviembre, “el Sol está respectivamente en los signos de Tauro y Escorpio”. De hecho, se trata de la entrada en la estación cálida y en la estación fría. Algunas representaciones de los dadóforos nos los muestran también teniendo uno una cabeza de toro, el otro un escorpión. Por otro lado, R. Beck los ha identificado con las dos estrellas de Aldebaran (Tauro) y Antarés (Escorpio). Escorpio regía las partes genitales y por lo tanto, el absorber el esperma del toro, podía simbolizar la generación. La crátera al lado del león evocaba la pequeña constelación de la Copa en el hemisferio austral? También la presencia de la serpiente entre el escorpión y el león que aparece en los bajo-relieves podía transmitir iconográficamente alguna parte de la carta celeste. Pero qué hacer del cangrejo que, en el relieve de Ottaviano Zeno por ejemplo, aparece al lado del escorpión. Qué hacer también del águila y del cuervo que aparecen posados en otros sitios, simétricamente, en el borde de la bóveda rupestre? Hay que ver en el perro una referencia a la constelación del Pequeño o Gran Perro? No está excluido que la tauroctonía y su medio ambiente hayan inspirado “secundariamente” exégesis de este género; pero la composición no procede de un partido tomado astrológicamente, incluso si la astrología hubiera impregnado fuertemente el mitraísmo –lo que nadie ha discutido nunca(3).

En 1980, M. P. Speidel ha querido demostrar que Mitra representaba la constelación de Orión, el gran cazador como Tauróctono (y enemigo del Escorpión), protector de los militares y funcionarios de los que reclutaba un gran número de adeptos del dios persa. Varios elementos de la imaginería tauroctónica corresponderían a constelaciones se que encontraban hacia el 100 a.C. a lo largo del ecuador, entre Tauro y Escorpio: Orion (=Mitra), el Perro Menor, Hidra (=la serpiente), la Crátera (bajo Leo), el Cuervo, la espiga (Virgo; la Virgen). De hecho, el mito griego de Orión dice que un escorpión lo mató: es pues un “vencido” y su constelación se hunde bajo el horizonte cuando asciende la del asesino (Escorpio). Orión no es nacido de la piedra (como Mitra), sino que es hijo de la Tierra, según una tradición que no es, por otro lado, unánime. Astrológicamente, presidía la natividad de las gentes inestables y móviles que se desplazaban oficialmente (soldados, tribunos, generales) o profesionalmente; pero este era considerado un horóscopo malo –de acuerdo al mito del héroe griego- y se hace difícil entender que haya podido ser retenido como símbolo religioso mayor. Es difícil imaginarse que todos los mitraístas hayan podido nacer bajo la influencia de Orión: cómo suponer que hayan todos reconocido el ascendente de esta constelación en tanto que tal? Astronómicamente, Orion está bajo Tauro del que “sujeta la parte baja del cuerpo” (Cicerón, Arat., 103), pero no hay nada referente a Mitra dominando al toro, ni de un “tauróforo”. Si la serpiente está ligada a la crátera, de cara al león (y no bajo el León, como en el cielo), no lejos del perro, estos motivos no forman una secuencia explícitamente relacionada con el zodiaco; no están ordenados en la carta de acuerdo a su posición en relación a cada uno de los signos. Donde el zodiaco corona la escena (Heddernheim, Rückingen, Osterburken), no se ve que las espigas de la cola taurina figuren –como deberían- bajo la Virgen (Virgo), por ejemplo, ni el perro (= Canis Minor) bajo Cáncer y los Gemelos (Géminis). Total, la gesta de Mitra es extraña a la leyenda de Orión. Por lo demás, ningún texto mitraico las asimila la una a la otra y la dedicatoria a Orión de una pequeña vaca en bronce (Museo de Damasco) no podría confirmar esta hipótesis aventurera.

La exégesis de R. Beck (1988), aunque pertinentemente argumentada, no es convincente.

Más recientemente (1989), D. Ulansey ha propuesto una explicación astronómica de la tauroctonía y de la génesis misma del mitraísmo. Se trata del descubrimiento de la precesión de los equinoccios –fenómeno reconocido ya por Hiparco de Nicea en el siglo II antes de nuestra era- que, según él, habría revolucionado los medios intelectuales y sobretodo los estoicos. Se habría pues sentido la necesidad de transcribir mitográficamente e iconográficamente la exclusión del Toro (Tauro) en beneficio del Carnero (Aries) como signo del equinoccio vernal. La constelación de Perseo con el gorro asiático (Frigio) en el arte griego y su daga se encuentra justamente por encima de Tauro. Se le habría dado el nombre de Mitra, dios tutelar de Mitriades VI Eupator, el célebre rey del Ponto que revindicaba precisamente a Perseo como antepasado…. Pero en la época que el sol entraba en la primavera en Tauro, el Perro Pequeño (Canis Minor), Hidra, el Cuervo, la Crátera aparecían y se veían sobre el ecuador celestial: como motivos todos que están cerca del Tauróctono!

Hay que objetar que la posición de los animales asociados al acto salvador no coincide con la que tenían en el cielo respecto a Tauro. La secuencia escorpión-serpiente-crátera-perro que se encuentra en las estelas mitraicas del grupo de Renania no se descifra en la carta del cielo. Inversamente, la secuencia Escorpión-Lobo-Hidra-Cuervo-Crátera que se lee en esta carta no se repite en los monumentos que ilustran la tauroctonía. De todas maneras, varios puntos permanecen oscuros. En la estela de Celius (monumento de Ottaviano Zeno), en la que M.J. Vermaseren ha identificado una parte conservada en el Museo de Sao Paulo(4), el cangrejo yuxtapuesto al escorpión puede difícilmente ser interpretado de acuerdo con un estado preciso del cielo. Muchos otros detalles no se elucidan mejor en función de esta teoría, que no tiene en cuenta toda la imaginería mitraica, en particular los episodios que siguen o preceden la muerte del toro. Para ser creíble cualquier exégesis del Mitraismo ha de ser total.

En fin, no se ve que la precesión de los equinoccios haya verdaderamente perturbado los espíritus, incluso entre la gente culta. El fenómeno era algo molesto respecto a los dogmas de la astrología (que parece ser los mitraistas integraron en su sistema, contrariamente a lo que pretende R. Merkelbach). También los astrólogos no tenían en cuenta la mayoría de las veces el tiempo, incluso intelectuales como el neoplatónico Proclo (que invoca la autoridad de los misterios mitraicos acerca de Temis y la Necesidad ligada al fatalismo astral) negaba la precesión(5).

http://lam.mitra.free.fr/foto.htm
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1. El Mitra de S. Stefano Rotondo tiene la cara dorada y un verso de S. Prisca evoca las “espaldas de oro” del dios tauróforo.
2. Es sin duda en este sentido que es a veces igualado con Júpiter y calificado como “deus genitor”.
3. Según un graffiti, el “Mithraeum” de S. Prisca habría sido consagrado el 20 de noviembre de 202, fecha en que Tauro desaparece poco antes del alba, mientras que el León permanece alto en el cielo: símbolo celestia del triunfo de Mitra? (M. Guarducci, en “Mysteria Mithrae”, p. 162.
4. Otros dos elementos (los dadóforos) se encuentran en las reservas del Louvre: M.J. Vermaseren, “Mithriaca IV (EPRO, 16), Leyde, 1978, p. 17.
5. Ver la crítica de E. Will, “Mithra et les Astres, Syria, 67, 1990, p. 427-433; R. Turcan, “Mithra et l´astronomie, Pour la Science, 1990, p. 149.

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