miércoles, 25 de julio de 2012

LA FIJACIÓN DEL CANON


LA FIJACIÓN DEL CANON

I

La historia del texto de la Biblia Hebrea ha sido oscurecida por asunciones o dogmas de parte de los antiguos, rabinos y padres de la iglesia, de que el texto de la Biblia Hebrea no había sufrido cambios y había permanecido inalterado por las habituales realidades escribales que produjeron familias y revisiones en el largo periodo de transmisión.

Este dogma de la Hebraica Veritas ya encontró expresión en la obra apologética de Josefo, Contra Apionem (Contra Apión) redactada entre el 94 y 100 d.C.: “Hemos dado prueba práctica de nuestra reverencia hacia las Escrituras. Pues a pesar de todo el tiempo pasado, nadie ha osado añadir, o quitar, o alterar ni una sílaba; y es como instinto en cada Judío, desde el día de su nacimiento, verlas como decretos de Dios, para vivir según ellas, y si es necesario, morir por ellas”(1). Incluso cuando se ha reconocido que Josefo exageró bastante en orden a hacer propaganda ante una audiencia Greco-parlante, se ha de afirmar que veía la Biblia Hebrea, en teoría al menos, como texto inmutable.

Orígenes también asumía que su Biblia Griega fue traducida de una base textual Hebrea semejante al texto Rabínico Hebreo en uso en su tiempo. Así en su monumental Hexapla corrige cuidadosamente sus manuscritos Griegos a la Hebraica veritas, con resultados catastróficos para los subsiguiente transmisión de la Biblia Griega.

Ya en tiempos pre-Cristianos en Palestina esta tendencia a corregir la antigua traducción Griega de los textos Hebreos contemporáneos está documentada.

Jerónimo, en sus escritos durante el siglo IV d.C., extendió el principio “corregida del Hebreo” de manera aún más radical a la Biblia Latina, desplazando las antiguas traducciones Latinas (basadas en la Antigua Biblia Griega) con lo que vino a ser llamado la Vulgata, una versión Latina traducida de la recensión estándar Rabínica en uso en su tiempo.

La búsqueda de etapas tempranas en la historia del texto de la Biblia Hebrea comenzó de modo científico a finales del siglo XVIII. Los manuscritos existentes, todos de le época medieval, fueron puestos en colección y estudiados, culminando en las monumentales colaciones de Kennicott y De Rossi(2). Los resultados fueron decepcionantes para aquellos que esperaban encontrar rastros de formas de texto arcaicas(3). Dicho de otra manera, la criba de manuscritos medievales, no produjo en sus masivas variantes lecturas evidencia alguna de familias textuales alternas o tipos de textos. Las variantes eran secundarias y tardías, los lapsus y errores en gran medida, si no total, de los escribas medievales, que conocían solamente un tipo de texto, una sola tradición textual. Es más, se podría argumentar que la teoría de un texto Hebreo fijo e incambiable obtuvo apoyo añadido debido a la evidencia de las colecciones de manuscritos medievales. Sin embargo, algunos de los estudiosos de los textos más astutos pronto se dieron cuenta que todos los manuscritos medievales derivaban de una sola recensión fijada a comienzos de la era Cristiana y que esta recensión solo sobrevivió en las comunidades Judías. El acceso directo al desarrollo temprano del texto de la Biblia Hebrea quedó así efectivamente bloqueado. J.G. Rosenmueller fue el primero en enunciar una teoría de una “recensión” coherente y en expresar la conclusión que el mar de variantes en las grandes colecciones de manuscritos era de “poca o ninguna” ayuda en la tarea de recuperar antiguas lecturas que permanecía detrás de corrupciones en el “textus receptus”(4). Posteriormente, Olshausen y de Lagarde  en el siglo XIX fueron más allá de Rosenmueller al elaborar el punto de vista de que no sólo podía uno hablar de una sola recensión Rabínica detrás de la tradición textual medieval, sino que uno podía argumentar con más precisión que el texto provenía de un solo arquetipo (Lagarde), o únicos manuscritos de cada libro Bíblico, que ya contenían el patrón de errores mantenidos en común por el texto medieval y así estableció su filiación. En verdad había poca evidencia disponible en el siglo XIX para determinar precisamente el procedimiento mediante el cual la recensión Rabínica se llevó a cabo y fue promulgada. La discusión continua aún, y es justo decir, que no se realizaron más avances hasta mediados del siglo XX, cuando la secuencia de descubrimientos en el desierto de Judá comenzó a suministrar manuscritos bíblicos en Hebreo y Griego datados en los siglos inmediatamente anteriores y posteriores al cambio de era.

La tradición textual Hebrea generalmente reconocida como derivada de la antigüedad pre-Cristiana y de haber sido transmitida aisladamente, sin ser influenciada por el surgimiento de la recensión Rabínica de la Biblia Hebrea, es el Pentateuco Samaritano. Extrañamente, su estudio ha aportado poca iluminación a la historia temprana del desarrollo y fijación del texto de la Biblia Hebrea. De hecho, grandes malinterpretaciones de los orígenes y recensión del Pentateuco Samaritano pueden incluso haber reforzado afirmaciones tradicionales acerca de la inmutable pureza del texto Masorético. Se ha asumido que el desarrollo separado de la Biblia Samaritana (que contenía sólo el Pentateuco) comenzó en una disputa entre los Samaritanos y los Judíos que tuvo lugar en el siglo V o el IV a.C. salvándose así de ser más influenciada por la Biblia Judía. Su testimonio, pues, era visto como mucho más antiguo –más antiguo en algunos casos que las fechas dadas por algunos críticos para la composición de las últimas versiones del Pentateuco. Además, los primeros estudios del texto Samaritano, especialmente los de Wilhelm Gesenius (1815), confirmados por los posteriores trabajos de los modernos, especialmente el de Paul Kahle y Bruce Waltke, encontraron el Pentateuco Samaritano como un texto sorprendentemente inferior al del Pentateuco Judío(5). La comparación mostró que el texto Samaritano estaba mezclado, era expansionista, secundario. O sea, estaba plagado de dobles lecturas, explicaciones adicionales o glosas, correcciones, corrupciones, modernización gramatical tardía y peculiaridades ortográficas, alteraciones secundarias sectarias, todo esto señalando al carácter relativamente pristino y reducido de nuestro Texto Masorético del Pentateuco.

Las conclusiones sacadas del estudio del testigo Samaritano respecto al texto del Pentateuco Hebreo parecían inevitables: Si el inferior Pentateuco Samaritano era un testimonio independiente respecto al texto Hebreo del siglo V, el texto recibido era un tipo de texto arcaico que había sobrevivido virtualmente intacto y sin cambio desde los tiempos Persas, y los desviados testimonios de fechas posteriores, notablemente la antigua traducción al Griego del siglo III a.C. deben estar basados en éste o en textos derivados “vulgares” como este Samaritano.

Como es evidente a la luz de los recientes descubrimientos, estas conclusiones estaban fundamentadas en un craso error. El Pentateuco Samaritano no tenía su independiente origen en el periodo Persa. Se separó del texto común Hebreo Palestino a partir de la crisis Samaritana-Judía en tiempos de los Hasmoneos cuando Juan Hircano, a finales del siglo II a.C., intentó extirpar el culto Samaritano y quiso Judaizar a la fuerza a los Samaritanos. De hecho, la recensión Samaritana es producto del periodo Romano (de la época después que Pompeyo liberó los Samaritanos), contemporáneo con los esfuerzos Rabínicos para establecer un texto bíblico. Esto fue anticipado por W.F. Albright en 1940 y ahora es apoyado con nuevas y sorprendentes evidencias de los descubrimientos en el Desierto de Judá. Además, el texto ancestral de la recensión Samaritana, sus lecturas secundarias características, en tipos de escritura/letras, ortografía, y lenguaje, están bien representadas en los manuscritos de Qumran(6).

La Septuaginta, o más propiamente la traducción Griega Antigua de la Biblia, comenzó en el siglo III a.C., es un testimonio crucial de una etapa más antigua en la historia del texto bíblico. O sea, el hecho que sea una traducción complica su testimonio dado que la retroversión de su texto traducido para reconstruir su Vorlage Hebreo es difícil y a menudo una precaria empresa, especialmente en la ausencia de textos Hebreos del tipo usados por los traductores al Griego. Se sabe ahora que el texto Hebreo que subyace a la traducción Antigua Griega en la mayor parte de la Biblia derivaba de una corriente de tradición textual representada por una familia de manuscritos Hebreos fuertemente divergentes de nuestro texto Hebreo recibido. Desafortunadamente, estudios tempranos del texto de la Biblia Griega fuero realizados sin estos controles.

II

El descubrimiento de los antiguos manuscritos en las once cuevas de Qumran en el Desierto de Judá ofreció el primer testimonio claro de una antigua etapa del texto Hebreo de la Biblia(7). La cuevas en el vecindario de Khirbet Qumran, descubiertas entre 1947 y 1956, han aportado unos 170 libros bíblicos manuscritos, la mayoría en estado bastante fragmentado(8). Los más tempranos de éstos manuscritos bíblicos son de a mediados del siglo III a.C., los más tardíos de poco después de la caída de Jerusalem en el 70 d.C.(9).

Los manuscritos de Qumran exhiben variantes de un tipo que difieren “toto caelo” del carácter de lecturas variantes encontradas en rollos bíblicos posteriores. Más, las variantes textuales no son en principio, el resultado de mezclas indiscriminadas de diferentes lecturas de manuscritos. Existían en Qumran discretas y reconocibles familias de tradiciones textuales, tipos de textos que son diferentes a los de la recensión Rabínica ancestral al Texto Masorético. Estas variantes que fluyen de tradiciones textuales han sido denominadas “recensiones” o “familias” o “textos locales”(10). Los tipos textuales en cuestión parecen ser el producto del crecimiento natural o desarrollo en aislamiento en el proceso de transmisión escribal, no de una “recensio”, revisión o cotejo sistemáticamente controlada/o, en un lugar o momento dado. Al mismo tiempo, en las diferentes familias textuales que conocemos de Qumran, de los tipos de textos que están detrás de la Recensión Rabínica, la Recensión Samaritana, y el Vorlage de la Antigua traducción Griega, se pueden discernir rasgos, más o menos sistemáticos, de cada una de las familias textuales. Estos rasgos que mantenían en común una familia dada, incluían, bien entendido, sus “genes malos”, un grupo de errores heredados o lecturas secundarias. Pero incluían también rasgos tales como el estilo ortográfico, cronologías revisadas, tipo de escritura/letras, y léxico y gramática “modernizados”. Un ejemplo, el Libro de Jeremías que tenemos de la Cueva 4, Qumran, tipos-de-textos que se desarrollaron a partir de diferentes ediciones de Jeremías, una más corta, edición más antigua (4QJerb)conocida sólo en la traducción Griega Antigua, y una edición más larga ancestral del (o un testimonio colateral de) texto elegido por los Rabinos para su recensión (4QJera)(11).

Al menos tres tipos textuales o familias son ahora conocidas según testimonios Pre-Cristianos y Griegos en los libros del Pentateuco y Samuel, dos en otros libros, principalmente Jeremías y Job, y en muchos libros, incluyendo Isaías y Ezequiel, sólo uno. En ningún caso, sin embargo, exhiben los manuscritos de Qumran la forma desarrollada y ya fijada del texto que emergió en la Recensión Rabínica, ni se puede detectar ninguna fisura o limitación clara para con esta recensión.

Cualquier reconstrucción de la historia del texto bíblico antes del establecimiento del texto tradicional ha de comprender esta evidencia: la pluralidad de los tipos de texto o familias, el número limitado de familias textuales distintas, y la relativa homogeneidad de cada una de esas familias textuales a lo largo de varios siglos de tiempo. Una teoría de textos locales ha sido propuesta para satisfacer los requerimientos de esos datos(12). Aplicada al Pentateuco y Samuel se puede esbozar como sigue. Tres formas de texto parecen haberse desarrollado poco a poco entre los siglos V y I a.C. en Palestina, Egipto, y Babilonia. El texto Palestino, que aparece tan pronto como las citas del Cronista del Pentateuco y Samuel, es frecuentemente el texto que encontramos en Qumran y que evolucionó posteriormente en Palestina en el tipo de texto utilizado en el Pentateuco Samaritano. En su forma más tardía esta familia está caracterizada por fusiones, glosas, adiciones sinópticas, y otras evidencias de intensa actividad escribal, y puede ser definido como “expansionista”. Los ejemplares Pentateucales están algunas veces inscritos en Paleo-Hebreo. El texto Egipcio lo encontramos en el Antiguo Griego del Pentateuco y Samuel. El Egipcio es a menudo, aunque no siempre, un texto completo. En el Pentateuco, por ejemplo, no ha sido objeto de las extensivas adiciones sinópticas que caracterizan al texto Palestino tardío, aunque no es tan corto como el tercero de la familia Babilonia. Las familias Egipcias y Babilonia están relacionadas muy de cerca. Los ejemplares más tempranos del texto Palestino en los textos de Samuel y el Pentateuco, que reflejan una etapa temprana de la tradición Palestina, surgieron tan casi al mismo tiempo que el Egipcio que se puede con garantía describir el tipo-de-texto Egipcio como una rama de la familia Palestina Antigua(13). El tercer tipo de texto, probablemente de origen Babilonio, es conocido en el Pentateuco y Samuel. Es el tipo-de-texto que forma la base de la Recensión Rabínica de esos libros. En el Pentateuco es un texto conservador que muestra relativamente poca expansión y relativamente pocos trazos de revisión y modernización. En los libros de Samuel, al contrario, es un texto pobre, marcado por una extensiva haplografía y corrupción. Aunque no es especialmente expansionista, es normalmente inferior a la tradición Antigua Palestina conservada en 4QSamb (mediados del siglo III a.C.) y a menudo en la Egipcia.

III

En 1961 se comenzó a publicar otra serie de descubrimientos en el Desierto de Judá, en Murabba´at, el Nahal Hever, y la fortaleza de Massada. Los documentos bíblicos del Wadi Murabba´at, Génesis, Éxodo, Números, e Isaías, y sobre todo, los rollos de los Profetas Menores Hebreos, revelaron un texto que no muestra desvío significativo del arquetipo de la Recensión Rabínica(14). El rollo de los Profetas Menores puede ser datado paleográficamente en la segunda mitad del siglo I d.C. y los fragmentos de Masada no más tarde del 73 d.C. Por lo tanto no debe haber razón alguna para dudar que antes de finales del siglo I una recensión del texto de la Biblia Hebrea había ya sido promulgada el cual tenía una autoridad enorme, al menos en círculos Fariseos, y que vino a dominar en la comunidad Judía en el intérvalo entre la caída de Jerusalem en el 70 d.C. y la supresión de la revuelta de Bar Kokhba (Koseba) en el 135 d.C. se puede hablar por vez primera de evidencia de controles externos que abarcan incluso los detalles ortográficos en los manuscritos que se llevaron al desierto los remanentes de las huestes de Bar Kokhba.

Gracias a los descubrimientos en el desierto de Judá de una variedad de tradiciones textuales, así como a la evidencia de las recensiones Griegas, se pude tener una idea en parte del proceso mediante el cual al Recensión Farisea –destinada a ser el texto oficial- vino a la existencia, y, con menos precisión también podemos describir su carácter. La fijación del texto siguió un patrón inusual en la historia textual de los documentos antiguos. Al contrario de la actividad recensional en Alejandría que produjo un corto y hasta artificial texto de Homero, y bastante diferente a la actividad recensional  producida por la recensión Hexaplárica de la Septuaginta y de la fusión del “textus receptus” del Nuevo Testamento, los estudiosos Fariseos y escribas no procedieron ni a una completa recensión y enmienda ni llevaron a cabo procedimientos eclécticos o fusiones recensionales. Seleccionaron una única tradición textual, que podríamos llamar texto Proto-Rabínico(15), un texto que había estado en existencia en manuscritos individuales durante algún tiempo. La evidencia sugiere que la recensión tenía una base muy estrecha. Esto no demuestra que Paul de Lagarde estaba en lo correcto en su especulación de que el texto medieval surgió de un solo arquetipo, un único manuscrito. Sin embargo, en un libro dado de la Biblia Hebrea los Rabinos eligieron ejemplares de una familia textual o incluso de un solo manuscrito como base. No pegaron la amplia variedad de tipos-de-textos disponibles; al contrario rechazaron firmemente en algunos casos el dominante texto Palestino tardío.

Hay que señalar que no seleccionaron, en el caso de cada libro, tradiciones que tuviesen un origen común o fondo local. En los Profetas Mayores, por ejemplo, eligieron los relativamente tardíos y fusionados textos Palestinos de Isaías, Jeremías, y Ezequiel. En el Pentateuco eligieron un texto más corto y relativamente sin fusiones –un texto superior desde el punto de vista de la crítica moderna. No muestra ninguno de los rasgos secundarios encontrados en el texto del Cronista, en muchos de los manuscritos de Qumran (tanto en escritura Judía como Paleo-Hebrea), en Jubileos, en el arquetipo de la Recensión Samaritana, en el Génesis Apócrifo, e incluso en uno tan tardío como el texto Palestino que subyace al Seudo-Filón “Liber antiquitatum biblicarum” (compuesto poco antes del 70 d.C.)(16). En el libro de Samuel, donde las diferentes familias textuales están más claramente distinguidas, La Recensión Rabínica está de nuevo basada en un corto texto pero, al contrario del texto del Pentateuco, contiene una corrupción y haplografía muy grande. Sus rasgos textuales difieren en gran manera de aquellos del texto que subyace tanto a las secciones Griega Antigua de Reyes como al texto Griego de Josefo; ni se encuentra el tipo-de-texto Hebreo en las citas del Cronista de Samuel, o en los diferentes manuscritos de Qumran (que están muy de cerca relacionados con el texto del Cronista y el texto de Josefo y Seudo-Filón). Evidentemente el texto del Pentateuco y Samuel utilizado en la Recensión Rabínica no fue tomado de la familia dominante Palestina elegido en mayormente en la Biblia como base de la Recensión. De acuerdo con la teoría de los textos locales, su origen ha de ser buscado en Babilonia.

Basados en la ortografía de la Recensión Rabínica se puede determinar que los Rabinos usaron manuscritos relativamente tardíos como fundamento, o en cualquier caso como base del estilo ortográfico de la Recensión. No hay evidencia de la práctica durante el periodo tardío Persa (salvo en algunas raras corrupciones de palabras), y ningún libro bíblico refleja un estilo tan arcaico como 4QSamb, un manuscrito de a mediados del siglo III a.C.(17). Por otro lado, los Rabinos repudiaban la ortografía barroca que comenzó a desarrollarse durante la época Macabea y era popular en Qumran (aunque nunca fue dominante en Palestina), o, en cualquier caso eligieron manuscritos que no estaban inscritos en este nuevo y “culto” estilo.

Particularmente interesante y significativo es el rechazo del estilo de escritura tradicional Paleo-Hebrea, que, como bien sabían, derivaba del estilo de escritura Arameo. La antigua escritura que sobrevivió desde los tiempos pre-Exílicos, estaba conservada principalmente como manual Bíblico para el Pentateuco (y esporádicamente Job) y después ca. 350 a.C. fue usada en los sellos oficiales y monedas hasta su resurgimiento en el periodo Macabeo con la independencia Judía. Su carácter sacro y nacional está bien documentado ahora en los periodos Heleno y Romano en Judea y Samaria (incluyendo Gerizim), por su uso en Qumran, especialmente para los manuscritos del Pentateuco, y para la inscripción del nombre de Dios en manuscritos en el manual Judío, en su uso en una inscripción monumental en la zona del Templo, así como por su uso en la acuñación de moneda de la primera y segunda Revueltas Judías. Fue, por supuesto, también elegido por los sacerdotes Zadoquitas de Samaria como estilo de escritura de su Pentateuco. El rechazo de este estilo de escritura y, por consiguiente, la tardía familia textual Palestina registrada en éste, está reflejado en la Mishnah: Escrituras escritas en estilo (antiguo) de escritura Hebreo no profanan los manuales, es decir, no son sagradas; sólo aquellas escritas en estilos Asirio (Arameo) sobre cuero, con tinta, contaminan los manuales(18).

En el caso de un cierto número de libros bíblicos, había ediciones o recensiones alternativas circulando en varias comunidades Judías durante el periodo Romano y, como en el caso de las varias tradiciones textuales, crearon una crisis textual cuando se encontraron unas al lado de otras en Palestina en la época anterior a la caída de Jerusalem. Como en el caso de Jeremías, donde había dos ediciones en la misma librería. En este caso la edición más larga (tardía) fue seleccionada por la Recensión Rabínica(19). Ediciones más largas de Job (vs. la edición subyacente al Antiguo Griego) y, principalmente, del Cronista también fueron seleccionadas(20). Por otro lado, una breve edición de una mucho más amplia literatura Daniélica se abrió camino en la recensión Farisea(21). Aquí la fijación del texto y la estabilización del canon aparecen como un proceso entrelazado.

El tiempo en el que las actividades recensionales de los Rabinos tuvo lugar y la fecha de la promulgación de un Texto autoritativo Fariseo puede ser establecido dentro de unos límites estrechos. La evidencia de posteriores descubrimientos bíblicos en el Desierto de Judá señala su existencia en círculos Fariseos cerca del 70 d.C., aunque las obras Judías Helenísticas del siglo primero, incluyendo el Seudo-Filón y Josefo, escaparon a su influencia. Algunas Recensiones Rabínicas dominaron sólo en el intervalo entre las dos revueltas Judías cuando el partido Fariseo vino a dominar completamente a la comunidad Judía sobreviviente y los partidos rivales disminuyeron en influencia y desaparecieron, salvo los que sobrevivieron en aislamiento sectario, especialmente las sectas Cristiana y Samaritana. El Judaísmo Rabínico sobrevivió y con él la Recensión Rabínica.

Las fuerzas que dieron lugar a la actividad recensional en los círculo Fariseos pueden ser reconstruidas con cierta probabilidad. Comenzando en la época Macabea una renovación Sionista y la expulsión de los Partos trajo una multitud de Judíos desde Babilonia, Siria, y Egipto de vuelta a Jerusalem(22). Durante los primeros siglos a.C. y d.C., ediciones y textos locales de obras bíblicas compiten y se abren camino hacia Judea, causando un confusión tal como la que vemos reflejada en la librería de Qumran. Además, el desarrollo descontrolado de textos de familias individuales era suficiente para dar lugar al surgimiento de una crisis textual una vez que la necesidad urgente de exégesis teológica y halakíca precisa se dejara sentir. Concurrente con estos eventos fue el surgimiento de la lucha entre partidos comenzando con la enconada polarización de los partidos de los Saduceos, Fariseos, y Esenios a mediados del siglo II a.C. y en las disputas doctrinales y legales entre los partidos. A comienzos del siglo I d.C. aparecen más divisiones sectarias, y hay evidencia de intensa disputa entre partidos así como de argumentaciones y contenciosos entre partidos y sectas. En tiempos de Hillel y las escuelas de Hillel y Shammai en el siglo I d.C. somos testigos del establecimiento de las reglas herméticas, así como de discusiones que reflejan un texto más o menos fijo.

La historia de las recensiones Griegas, que recapitulan más o menos la historia del desarrollo del Texto Hebreo, también arroja luz sobre la fecha de la fijación de la Recensión Rabínica(23). Las revisiones Palestinas más tempranas del Samuel-Reyes (Reinos) del Antiguo Griego, la llamada recensión proto-Lucianica de finales del siglo II o quizá más probablemente de comienzos del siglo I a.C., asume no el texto Proto-Rabínico de Samuel sino el común tipo-de-texto Palestino ya descrito. La primera evidencia del texto Proto-Rabíncio en Samuel se encuentra en la recensión de la escuela Teodociónica (kaige). Esta recensión sistemática de finales del siglo I a.C, o comienzos de siglo I d.C., está inspirada por principios similares a aquellos que surgieron en la época de Hillel y, sin duda, pueden ser asignados a estudiosos del mismo partido que publicó la Recensión Rabínica. Sin duda, el texto Hebreo usado es Proto-Rabínico, no es idéntico con la Biblia Farisea completamente establecida en todos los puntos. Solo la revisión de la recensión Teodociónica-kaige por Aquila pone al texto Griego completamente en línea con la Recensión Rabínica.

Puestos juntos estos datos sugieren que se ha de mirar hacia la época de Hillel y sus Discípulos a comienzos del siglo I d.C. para el inicio o quizá la finalización de la tarea recensional que fijó el texto Hebreo de la Biblia, el texto que podemos llamar Recensión Farisea-Hillelita, de la que el Texto Masorético es directo descendiente. El que Hillel (y su círculo) fuesen responsables de la selección de los manuscritos Proto-Rabínicos que estuvieron tras la recensión también explicaría algunas de sus peculiaridades: el rechazo del prevaleciente texto Palestino tardío del Pentateuco y Samuel, el rechazo de la escritura Paleo-Hebrea (en el Pentateuco), y el estilo ortográfico “barroco”, a favor de lo que parece ser un tipo-de-texto de origen Babilonio en esos libros(24). Hillel vino de Babilonia y devino el espíritu dominante y más creativo de su tiempo; fue un gigante cuya impronta en el Fariseismo no puede ser exagerada y cuyos descendientes fueron los líderes principales en la comunidad normativa Judía para muchas generaciones. No habría de sorprendernos si los rollos conservadores de la Torá que conoció, y a los que estaba acostumbrado, viniesen a ser bajo su influencia la base de la nueva Recensión. No es imposible también que un antiguo dicho incrustado en el Talmud Babilonio conservara un recuerdo del papel de Hillel en los eventos que llevaron a la fijación del canon y del texto Hebreo: “Cuando la Torah fue olvidada en Israel, Esdras vino de Babilonia y la estableció (wysdh); y cuando de nuevo fue olvidada, Hillel el Babilonio vino y la re-estableció (wysdh)”(25).

Todo esto parece cierto. La vigorosa comunidad religiosa en Babilonia dio lugar repetidas veces a líderes muy desarrollados espiritual e intelectualmente a lo largo de la historia Judía quienes reformaron la dirección del Judaísmo Palestino y definieron sus normas. Tal fue el caso en la Restauración del Periodo Persa, en el surgir de Hillel, y en surgir del Talmud Babilonio(26).                                              
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1.    Contra Apionem 1:42 (ed. Loeb).
2.    B. Kennicott, “Vetus Testamentum hebraicum, cum variis lectionibus”, 1776-80; J.B. De Rossi, “Variae lectiones Veteris Testamenti”, 1784-88.
3.    Para una evaluación contemporánea de las variantes medievales en manuscritos de la Biblia Hebrea y literatura Rabínica, ver M.H. Goshen-Gottstein, “Hebrew Biblical Manuscripts, Their History and Their Place in the HUBP Edition”, Biblica 48 (1967), pp. 243-290, y F.M. Cross, “The History of the Biblical Text in the Light of Discoveries in the Judaean Desert”, HTR 57 (1964), pp. 281-299. Ambos textos están publicados en F.M. Cross y S. Talmon, “Qumran and the History of the Biblicar Text” (Cambridge: Harvard University Press, 1975), pp. 42-89 (Goshen-Gottstein) y 177-195 (Cross).
4.    La teoría del estudio textual de este época, la emergencia de la “teoría de una recensión”, y la teoría del “arquetipo”, y la confusión de éstas dos en las discusiones subsecuentes ha recibido in tratamiento impresionante a manos de Goshen-Gottstein en su artículo “Hebrew Biblical Manuscripts”.
5.    Ver P. Kahle, “Untersuchungen zur Geschichte des Pentateuchtextes, TSK 88 (1915): pp. 399-439, reimpreso en Opera minora (Leiden: Brill, 1956), pp. 3-37; y especialmente B.K. Waltke, “Prolegomena to the Samaritan Pentateuch” (Ph.D. diss., Harvard University, 1965); y “The Samaritan Pentateuch and the Texto f the Old Testament”, New Perspectives on the Old Testament, ed., J.B. Payne (Waco, Tex.: Word Books, 1970), pp. 212-239.
6.    Ver ALQ 2, 172 ff., 192; Cross, “The Papyri and Their Historical Implications”, en Discoveries in the Wadi ed-Daliyeh, ed. Paul W. Lapp and Nancy L. Lapp, AASOR 41 (Cambridge: ASOR, 1974), pp. 17-29; y James Purvis, “The Samaritan Pentateuch and the Origino of the Samaritan Sect, HSM 2 (Cambridge: Harvard University Press, 1968). P.W. Skehan, “Exodus in the Samaritan Recension form Qumran”, JBL 74(1955): pp. 182-187; y Judith E. Sanderson, “An Exodus Scroll from Qumran: 4QPaleo-Exodus and the Samaritan Tradition”, HSS 30(Atlanta: Scholars Press, 1986).
7.    El Papiro Nash ofrece la visión de una etapa temprana del texto del Pentateuco antes de ser establecido en la recensión Rabínica, pero su testimonio fue ampliamente ignorado. Ver W.F. Albright, “A Biblical Fragment from the Maccabean Age: The Nash Papyrus”, JBL 56(1937): pp. 145-46.
8.    Una revista sobre los textos bíblicos de Qumran y los datos de publicación acerca de los que han sido editados se puede encontrar en P.W. Skehan, “Qumran. Littérature”, Supplément du Dictionnaire de la Bible, 9, cols. 805-828.
9.    Ver F.M. Cross, “The Development of the Jewish Scirps”, en BANE, 133-220; ver también Cross, “The Scripts of the Daliyen Papyri”. En Daliyeh, pp. 25-27 (la cronología de los tipos de escritura más tempranos de Qumran).
10. Ver F. M. Cross, “The Contribution of the Qumran Discoveries to the Study of the Biblical Text”, IEJ 16 (1966), pp. 81-95, esp. 51, n. 21, y Cross, “Problems of Method in the Textual Criticism of the Hebrew Bible”, en “The Critical Study of Sacred Texts”, ed. Wendy D. O´Flaherty (Berkeley: Graduate Theological Union, 1979), pp. 31-54.
11. J.G. Janzen, “Studies in the Text of Jeremiah, HSM 6” (Cambridge: Harvard University Press, 1973); E. Tov, “L´Incidence de la critique textuelle sur la critique littéraire dans le livre de Jeremie”, RB 79 (1972), pp. 189-199.
12. Ver F.M. Cross, “The History of the Biblical Text in the Light of Discoveries in the Judean Desert”, “The Contribution of the Qumran Discoveries to Study of the Biblical Text”, y “The Evolution of a Theory of Local Texts”, reimpreso en “Qumran and the History of the Biblical Text”, pp. 177-195, 278-292, y 306-320; y “Problems of Method in the Textual Criticism of the Hebrew Bible”. D. Barthélemy, “Études d´histoire du texte de l´Ancien Testament” (Fribourg: Éditions Universitaires, 1978), pp. 218-254, 289-303, 341-350; P. W. Skehan, “The Biblical Scrolls from Qumran and the Texto of the Old Testament”, BA28 (1965), pp. 95-100; y Skehan, “Qumran. Littérature”. Emanuel Tov , “The Relationship between the Textual Witnesses of the Old Testament in the Light of the Scrolls from the Judaean Desert”, Beth Miqra 77 (1979), pp. 161-70 [Hebreo]; The Text Critical Use of the Septuagint in Biblical Research (Jerusalem: Sinor, 1981), pp. 253-272; y “A Modern Textual Outlook Based on the Qumran Scolls”, HUCA 53 (1982), pp. 11-27.
13. D. Barthélemy ha objetado el uso del “Egipcio” como forma del texto que subyace al Pentateuco Griego y Reyes. Argumentan que la evidencia es satisfactoriamente explicada cuando suponemos que los manuscritos Palestinos fueron traídos a Egipto (a comienzos del siglo II en el caso de Reigns) y traducidos. La dificultad es que las copias más tempranas del texto “Proto-Samaritano” del Pentateuco en Qumran (notablemente los manuscritos en Paleo-Hebreo) ya exhibían un completo desarrollo de la lectura sinóptica y otros rasgos secundarios que requieren un largo periodo para evolucionar. El texto Egipcio es evidentemente una rama temprana del Palestino.
14. P. Benoit, J.T. Milik, y R. de Vaux, “Les Grottes de Murabba´at, DJD 2 (Oxford: Clarendon Press, 1961), pp. 75-85, y 181-205.
15. Este tipo-de-texto también ha sido llamado “Proto-Masorético”, una designación que quizá ha de ser reservada para ejemplares de la Recensión Rabínica.
16. Ver Cross, “The Evolution of a Theory of Local Texts”, pp. 309-315; D. Harrington, “The Biblical Text of Pseudo-Philo´s Liber Antiquitatum Biblicarum”, CBQ 33 (1971): 1-17; J.C. VanderKam, “The Textual Affinities of the Biblical Citations in the Genesis Apocrypha”, JBL 97(1978), pp. 45-55.
17. D.N. Freedman, “The Massoretic Text and the Qumran Scrolls: A Study in Orthography”, Textus 2 (1962), pp. 87-102. Reinpreso en Cross and Talmon, “Qumran and the History of the Biblical Text”, pp. 196-211.
18. Yadayim 4:5.
19. La corta Recensión (Egipcia) fue rechazada, y Baruc con ella, la cual formó parte de una edición de Jeremías que compartieron los correctores Griegos, incluyendo, “mirabile dictu”, los correctores Fariseos que etiquetamos kaige-proto-Theodotion or la escuela Teodociónica. Ver E. Tov, “The Septuagint Translation of Jeremiah and Baruch”, HSM 8 (Missoula, Mont.: Scholars Press, 1976), pp. 168-170.
20. En la edición de Crónicas-Esdras. Ver 1 Esdras y Crónicas-Esdras.
21. Posiblemente las ediciones larga y corta del Salterio sean tratadas más adelante.
22. 2 Mac. 2:14 contiene una referencia interesante a la destrucción masiva de libros en el conflicto de Antioquia y la reposición de éstos libros por Judas Macabeo.
23. Sobre la historia de las recensiones Griegas, y sobretodo del Proto-Teodociónico o Recensión “kaige”, ver D. Barthélemy, “Les Devanciers d´Aquila, SVT 10” (Leiden: Brill, 1963); y Cross, “Problems of Method in the Textual Criticism of the Hebrew Bible”.
24. Ver Cross, “The History of the Bibllical Text in the Light of Discoveries in the Judean Desert”, pp. 291; D. Barthélemy señala la referencia de Josefo al aumento de contactos entre la comunidad Judía Pelestina y la comunidad Judía Babilonia durante el reinado de Herodes (Antig. 17:24-27); ver su “Études d´histoire du texte de l´Ancien Testament”, 241.
25. Sukkah 20ª E.E. Urbach, “The Sages, Their Concepts and Beliefs (Jerusalem: Magnes, 1975), p. 588 y n. 91 (p. 955), comenta sobre esta afirmación atribuida a R. Shim´on bin Laqish: “Parece que añadió la referencia a R. Hiyya y sus hijos a un dictamen mucho más antiguo”.
26. No voy más allá de la aparición del llamado texto consonantal –un texto con anotaciones vocálicas incompletas basado en un sistema de “matres lectionis”. El desarrollo del texto completamente vocalizado o Texto Masorético “punteado” ha sido tratado por Moshe Goshem-Gottstein en un importante texto, “The Rise of the Tiberian Bible Text”, en Biblical and Other Studies, ed., A. Altmann (Cambridge: Harvard University Press, 1963), pp. 79-122; ver también Barthélemy, “Études d´histoire du texte de l´Ancien Testament”, pp. 355-364.       












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