LA FIJACIÓN DEL CANON
I
La historia del texto
de la Biblia Hebrea ha sido oscurecida por asunciones o dogmas de parte de los
antiguos, rabinos y padres de la iglesia, de que el texto de la Biblia Hebrea
no había sufrido cambios y había permanecido inalterado por las habituales
realidades escribales que produjeron familias y revisiones en el largo periodo
de transmisión.
Este dogma de la Hebraica Veritas
ya encontró expresión en la obra apologética de Josefo, Contra Apionem (Contra Apión)
redactada entre el 94 y 100 d.C.: “Hemos dado prueba
práctica de nuestra reverencia hacia las Escrituras. Pues a pesar de todo el
tiempo pasado, nadie ha osado añadir, o quitar, o alterar ni una sílaba; y es
como instinto en cada Judío, desde el día de su nacimiento, verlas como
decretos de Dios, para vivir según ellas, y si es necesario, morir por ellas”(1). Incluso cuando se ha reconocido que Josefo exageró
bastante en orden a hacer propaganda ante una audiencia Greco-parlante, se ha
de afirmar que veía la Biblia Hebrea, en teoría al menos, como texto inmutable.
Orígenes también
asumía que su Biblia Griega fue traducida de una base textual Hebrea semejante
al texto Rabínico Hebreo en uso en su tiempo. Así en su monumental Hexapla
corrige cuidadosamente sus manuscritos Griegos a la Hebraica veritas, con resultados
catastróficos para los subsiguiente transmisión de la Biblia Griega.
Ya en tiempos
pre-Cristianos en Palestina esta tendencia a corregir la antigua traducción
Griega de los textos Hebreos contemporáneos está documentada.
Jerónimo, en sus
escritos durante el siglo IV d.C., extendió el principio “corregida del Hebreo” de manera aún más radical a
la Biblia Latina, desplazando las antiguas traducciones Latinas (basadas en la
Antigua Biblia Griega) con lo que vino a ser llamado la Vulgata, una versión Latina traducida de la recensión estándar
Rabínica en uso en su tiempo.
La búsqueda de etapas
tempranas en la historia del texto de la Biblia Hebrea comenzó de modo
científico a finales del siglo XVIII. Los manuscritos existentes, todos de le
época medieval, fueron puestos en colección y estudiados, culminando en las
monumentales colaciones de Kennicott y De Rossi(2). Los
resultados fueron decepcionantes para aquellos que esperaban encontrar rastros
de formas de texto arcaicas(3). Dicho de otra
manera, la criba de manuscritos medievales, no produjo en sus masivas variantes
lecturas evidencia alguna de familias textuales alternas o tipos de textos. Las
variantes eran secundarias y tardías, los lapsus y errores en gran medida, si
no total, de los escribas medievales, que conocían solamente un tipo de texto,
una sola tradición textual. Es más, se podría argumentar que la teoría de un
texto Hebreo fijo e incambiable obtuvo apoyo añadido debido a la evidencia de
las colecciones de manuscritos medievales. Sin embargo, algunos de los
estudiosos de los textos más astutos pronto se dieron cuenta que todos los
manuscritos medievales derivaban de una sola recensión fijada a comienzos de la
era Cristiana y que esta recensión solo sobrevivió en las comunidades Judías.
El acceso directo al desarrollo temprano del texto de la Biblia Hebrea quedó
así efectivamente bloqueado. J.G. Rosenmueller
fue el primero en enunciar una teoría de una “recensión” coherente y en
expresar la conclusión que el mar de variantes en las grandes colecciones de
manuscritos era de “poca o ninguna” ayuda en la tarea de recuperar antiguas
lecturas que permanecía detrás de corrupciones en el “textus
receptus”(4). Posteriormente, Olshausen y de Lagarde en el siglo XIX fueron más allá de
Rosenmueller al elaborar el punto de vista de que no sólo podía uno hablar de
una sola recensión Rabínica detrás de la tradición textual medieval, sino que
uno podía argumentar con más precisión que el texto provenía de un solo arquetipo
(Lagarde), o únicos manuscritos de cada libro
Bíblico, que ya contenían el patrón de errores mantenidos en común por el texto
medieval y así estableció su filiación. En verdad había poca evidencia
disponible en el siglo XIX para determinar precisamente el procedimiento
mediante el cual la recensión Rabínica se llevó a cabo y fue promulgada. La
discusión continua aún, y es justo decir, que no se realizaron más avances
hasta mediados del siglo XX, cuando la secuencia de descubrimientos en el
desierto de Judá comenzó a suministrar manuscritos bíblicos en Hebreo y Griego
datados en los siglos inmediatamente anteriores y posteriores al cambio de era.
La tradición textual
Hebrea generalmente reconocida como derivada de la antigüedad pre-Cristiana y
de haber sido transmitida aisladamente, sin ser influenciada por el surgimiento
de la recensión Rabínica de la Biblia Hebrea, es el Pentateuco Samaritano.
Extrañamente, su estudio ha aportado poca iluminación a la historia temprana
del desarrollo y fijación del texto de la Biblia Hebrea. De hecho, grandes
malinterpretaciones de los orígenes y recensión del Pentateuco
Samaritano pueden incluso haber reforzado afirmaciones tradicionales
acerca de la inmutable pureza del texto Masorético. Se ha asumido que el
desarrollo separado de la Biblia Samaritana (que contenía sólo el Pentateuco)
comenzó en una disputa entre los Samaritanos y los Judíos que tuvo lugar en el
siglo V o el IV a.C. salvándose así de ser más influenciada por la Biblia
Judía. Su testimonio, pues, era visto como mucho más antiguo –más antiguo en
algunos casos que las fechas dadas por algunos críticos para la composición de
las últimas versiones del Pentateuco. Además, los primeros estudios del texto
Samaritano, especialmente los de Wilhelm Gesenius (1815), confirmados por los
posteriores trabajos de los modernos, especialmente el de Paul Kahle y Bruce
Waltke, encontraron el Pentateuco Samaritano como un texto sorprendentemente
inferior al del Pentateuco Judío(5). La
comparación mostró que el texto Samaritano estaba mezclado, era expansionista,
secundario. O sea, estaba plagado de dobles lecturas, explicaciones adicionales
o glosas, correcciones, corrupciones, modernización gramatical tardía y
peculiaridades ortográficas, alteraciones secundarias sectarias, todo esto
señalando al carácter relativamente pristino y reducido de nuestro Texto
Masorético del Pentateuco.
Las conclusiones
sacadas del estudio del testigo Samaritano respecto al texto del Pentateuco
Hebreo parecían inevitables: Si el inferior Pentateuco Samaritano era un
testimonio independiente respecto al texto Hebreo del siglo V, el texto
recibido era un tipo de texto arcaico que había sobrevivido virtualmente
intacto y sin cambio desde los tiempos Persas, y los desviados testimonios de
fechas posteriores, notablemente la antigua traducción al Griego del siglo III
a.C. deben estar basados en éste o en textos derivados “vulgares” como este
Samaritano.
Como es evidente a la
luz de los recientes descubrimientos, estas conclusiones estaban fundamentadas
en un craso error. El Pentateuco Samaritano
no tenía su independiente origen en el periodo Persa. Se separó del texto común
Hebreo Palestino a partir de la crisis Samaritana-Judía en tiempos de los
Hasmoneos cuando Juan Hircano, a finales del siglo II a.C., intentó extirpar el
culto Samaritano y quiso Judaizar a la fuerza a los Samaritanos. De hecho, la
recensión Samaritana es producto del periodo Romano (de la época después que
Pompeyo liberó los Samaritanos), contemporáneo con los esfuerzos Rabínicos para
establecer un texto bíblico. Esto fue anticipado por W.F. Albright en 1940 y
ahora es apoyado con nuevas y sorprendentes evidencias de los descubrimientos
en el Desierto de Judá. Además, el texto ancestral de la recensión Samaritana,
sus lecturas secundarias características, en tipos de escritura/letras,
ortografía, y lenguaje, están bien representadas en los manuscritos de Qumran(6).
La Septuaginta, o más propiamente la traducción
Griega Antigua de la Biblia, comenzó en el siglo III a.C., es un testimonio
crucial de una etapa más antigua en la historia del texto bíblico. O sea, el
hecho que sea una traducción complica su testimonio dado que la retroversión de
su texto traducido para reconstruir su Vorlage Hebreo es difícil y a menudo una
precaria empresa, especialmente en la ausencia de textos Hebreos del tipo
usados por los traductores al Griego. Se sabe ahora que el texto Hebreo que
subyace a la traducción Antigua Griega en la mayor parte de la Biblia derivaba
de una corriente de tradición textual representada por una familia de
manuscritos Hebreos fuertemente divergentes de nuestro texto Hebreo recibido.
Desafortunadamente, estudios tempranos del texto de la Biblia Griega fuero
realizados sin estos controles.
II
El descubrimiento de
los antiguos manuscritos en las once cuevas de Qumran en el Desierto de Judá
ofreció el primer testimonio claro de una antigua etapa del texto Hebreo de la
Biblia(7). La cuevas en el vecindario de Khirbet
Qumran, descubiertas entre 1947 y 1956, han aportado unos 170 libros bíblicos
manuscritos, la mayoría en estado bastante fragmentado(8).
Los más tempranos de éstos manuscritos bíblicos son de a mediados del siglo III
a.C., los más tardíos de poco después de la caída de Jerusalem en el 70 d.C.(9).
Los manuscritos de
Qumran exhiben variantes de un tipo que difieren “toto
caelo” del carácter de lecturas variantes encontradas en rollos bíblicos
posteriores. Más, las variantes textuales no son en principio, el resultado de
mezclas indiscriminadas de diferentes lecturas de manuscritos. Existían en
Qumran discretas y reconocibles familias de tradiciones textuales, tipos de
textos que son diferentes a los de la recensión Rabínica ancestral al Texto
Masorético. Estas variantes que fluyen de tradiciones textuales han sido
denominadas “recensiones” o “familias” o “textos locales”(10). Los tipos textuales en cuestión parecen ser el
producto del crecimiento natural o desarrollo en aislamiento en el proceso de
transmisión escribal, no de una “recensio”, revisión o cotejo sistemáticamente controlada/o, en un
lugar o momento dado. Al mismo tiempo, en las diferentes familias textuales que
conocemos de Qumran, de los tipos de textos que están detrás de la Recensión
Rabínica, la Recensión Samaritana, y el Vorlage de la Antigua traducción
Griega, se pueden discernir rasgos, más o menos sistemáticos, de cada una de
las familias textuales. Estos rasgos que mantenían en común una familia dada,
incluían, bien entendido, sus “genes malos”, un grupo de errores heredados o
lecturas secundarias. Pero incluían también rasgos tales como el estilo
ortográfico, cronologías revisadas, tipo de escritura/letras, y léxico y
gramática “modernizados”. Un ejemplo, el Libro de Jeremías que tenemos de la
Cueva 4, Qumran, tipos-de-textos que se desarrollaron a partir de diferentes
ediciones de Jeremías, una más corta, edición más antigua (4QJerb)conocida
sólo en la traducción Griega Antigua, y una edición más larga ancestral del (o
un testimonio colateral de) texto elegido por los Rabinos para su recensión (4QJera)(11).
Al menos tres tipos
textuales o familias son ahora conocidas según testimonios Pre-Cristianos y
Griegos en los libros del Pentateuco y Samuel, dos en otros libros,
principalmente Jeremías y Job, y en muchos libros, incluyendo Isaías y
Ezequiel, sólo uno. En ningún caso, sin embargo, exhiben los manuscritos de
Qumran la forma desarrollada y ya fijada del texto que emergió en la Recensión
Rabínica, ni se puede detectar ninguna fisura o limitación clara para con esta
recensión.
Cualquier
reconstrucción de la historia del texto bíblico antes del establecimiento del
texto tradicional ha de comprender esta evidencia: la pluralidad de los tipos
de texto o familias, el número limitado de familias textuales distintas, y la
relativa homogeneidad de cada una de esas familias textuales a lo largo de
varios siglos de tiempo. Una teoría de textos locales ha sido propuesta para
satisfacer los requerimientos de esos datos(12).
Aplicada al Pentateuco y Samuel se puede esbozar como sigue. Tres formas de
texto parecen haberse desarrollado poco a poco entre los siglos V y I a.C. en
Palestina, Egipto, y Babilonia. El texto Palestino, que aparece tan pronto como
las citas del Cronista del Pentateuco y Samuel, es frecuentemente el texto que
encontramos en Qumran y que evolucionó posteriormente en Palestina en el tipo
de texto utilizado en el Pentateuco Samaritano. En su forma más tardía esta
familia está caracterizada por fusiones, glosas, adiciones sinópticas, y otras
evidencias de intensa actividad escribal, y puede ser definido como
“expansionista”. Los ejemplares Pentateucales están algunas veces inscritos en
Paleo-Hebreo. El texto Egipcio lo encontramos en el Antiguo Griego del
Pentateuco y Samuel. El Egipcio es a menudo, aunque no siempre, un texto
completo. En el Pentateuco, por ejemplo, no ha sido objeto de las extensivas
adiciones sinópticas que caracterizan al texto Palestino tardío, aunque no es
tan corto como el tercero de la familia Babilonia. Las familias Egipcias y
Babilonia están relacionadas muy de cerca. Los ejemplares más tempranos del
texto Palestino en los textos de Samuel y el Pentateuco, que reflejan una etapa
temprana de la tradición Palestina, surgieron tan casi al mismo tiempo que el
Egipcio que se puede con garantía describir el tipo-de-texto Egipcio como una
rama de la familia Palestina Antigua(13). El
tercer tipo de texto, probablemente de origen Babilonio, es conocido en el
Pentateuco y Samuel. Es el tipo-de-texto que forma la base de la Recensión
Rabínica de esos libros. En el Pentateuco es un texto conservador que muestra
relativamente poca expansión y relativamente pocos trazos de revisión y modernización.
En los libros de Samuel, al contrario, es un texto pobre, marcado por una
extensiva haplografía y corrupción. Aunque no es especialmente expansionista,
es normalmente inferior a la tradición Antigua Palestina conservada en 4QSamb
(mediados del siglo III a.C.) y a menudo en la Egipcia.
III
En 1961 se comenzó a
publicar otra serie de descubrimientos en el Desierto de Judá, en Murabba´at,
el Nahal Hever, y la fortaleza de Massada. Los documentos bíblicos del Wadi
Murabba´at, Génesis, Éxodo, Números, e Isaías, y sobre todo, los rollos de los
Profetas Menores Hebreos, revelaron un texto que no muestra desvío
significativo del arquetipo de la Recensión Rabínica(14).
El rollo de los Profetas Menores puede ser datado paleográficamente en la
segunda mitad del siglo I d.C. y los fragmentos de Masada no más tarde del 73
d.C. Por lo tanto no debe haber razón alguna para dudar que antes de finales
del siglo I una recensión del texto de la Biblia Hebrea había ya sido
promulgada el cual tenía una autoridad enorme, al menos en círculos Fariseos, y
que vino a dominar en la comunidad Judía en el intérvalo entre la caída de
Jerusalem en el 70 d.C. y la supresión de la revuelta de Bar Kokhba (Koseba) en
el 135 d.C. se puede hablar por vez primera de evidencia de controles externos
que abarcan incluso los detalles ortográficos en los manuscritos que se
llevaron al desierto los remanentes de las huestes de Bar Kokhba.
Gracias a los
descubrimientos en el desierto de Judá de una variedad de tradiciones
textuales, así como a la evidencia de las recensiones Griegas, se pude tener
una idea en parte del proceso mediante el cual al Recensión Farisea –destinada
a ser el texto oficial- vino a la existencia, y, con menos precisión también
podemos describir su carácter. La fijación del texto siguió un patrón inusual
en la historia textual de los documentos antiguos. Al contrario de la actividad
recensional en Alejandría que produjo un corto y hasta artificial texto de
Homero, y bastante diferente a la actividad recensional producida por la recensión Hexaplárica
de la Septuaginta y de la fusión del “textus receptus” del Nuevo Testamento, los
estudiosos Fariseos y escribas no procedieron ni a una completa recensión y
enmienda ni llevaron a cabo procedimientos eclécticos o fusiones recensionales.
Seleccionaron una única tradición textual, que podríamos llamar texto
Proto-Rabínico(15), un texto que había estado en
existencia en manuscritos individuales durante algún tiempo. La evidencia sugiere
que la recensión tenía una base muy estrecha. Esto no demuestra que Paul de
Lagarde estaba en lo correcto en su especulación de que el texto medieval
surgió de un solo arquetipo, un único manuscrito. Sin embargo, en un libro dado
de la Biblia Hebrea los Rabinos eligieron ejemplares de una familia textual o
incluso de un solo manuscrito como base. No pegaron la amplia variedad de
tipos-de-textos disponibles; al contrario rechazaron firmemente en algunos casos
el dominante texto Palestino tardío.
Hay que señalar que
no seleccionaron, en el caso de cada libro, tradiciones que tuviesen un origen
común o fondo local. En los Profetas Mayores, por ejemplo, eligieron los
relativamente tardíos y fusionados textos Palestinos de Isaías, Jeremías, y
Ezequiel. En el Pentateuco eligieron un texto más corto y relativamente sin
fusiones –un texto superior desde el punto de vista de la crítica moderna. No
muestra ninguno de los rasgos secundarios encontrados en el texto del Cronista,
en muchos de los manuscritos de Qumran (tanto en escritura Judía como
Paleo-Hebrea), en Jubileos, en el arquetipo de la Recensión Samaritana, en el
Génesis Apócrifo, e incluso en uno tan tardío como el texto Palestino que
subyace al Seudo-Filón “Liber antiquitatum biblicarum” (compuesto poco
antes del 70 d.C.)(16). En el libro de Samuel,
donde las diferentes familias textuales están más claramente distinguidas, La
Recensión Rabínica está de nuevo basada en un corto texto pero, al contrario
del texto del Pentateuco, contiene una corrupción y haplografía muy grande. Sus
rasgos textuales difieren en gran manera de aquellos del texto que subyace tanto
a las secciones Griega Antigua de Reyes como al texto Griego de Josefo; ni se
encuentra el tipo-de-texto Hebreo en las citas del Cronista de Samuel, o en los
diferentes manuscritos de Qumran (que están muy de cerca relacionados con el
texto del Cronista y el texto de Josefo y Seudo-Filón). Evidentemente el texto
del Pentateuco y Samuel utilizado en la Recensión Rabínica no fue tomado de la
familia dominante Palestina elegido en mayormente en la Biblia como base de la
Recensión. De acuerdo con la teoría de los textos locales, su origen ha de ser
buscado en Babilonia.
Basados en la
ortografía de la Recensión Rabínica se puede determinar que los Rabinos usaron
manuscritos relativamente tardíos como fundamento, o en cualquier caso como
base del estilo ortográfico de la Recensión. No hay evidencia de la práctica durante
el periodo tardío Persa (salvo en algunas raras corrupciones de palabras), y
ningún libro bíblico refleja un estilo tan arcaico como 4QSamb, un
manuscrito de a mediados del siglo III a.C.(17).
Por otro lado, los Rabinos repudiaban la ortografía barroca que comenzó a
desarrollarse durante la época Macabea y era popular en Qumran (aunque nunca
fue dominante en Palestina), o, en cualquier caso eligieron manuscritos que no
estaban inscritos en este nuevo y “culto” estilo.
Particularmente
interesante y significativo es el rechazo del estilo de escritura tradicional
Paleo-Hebrea, que, como bien sabían, derivaba del estilo de escritura Arameo.
La antigua escritura que sobrevivió desde los tiempos pre-Exílicos, estaba
conservada principalmente como manual Bíblico para el Pentateuco (y
esporádicamente Job) y después ca. 350 a.C. fue usada en los sellos oficiales y
monedas hasta su resurgimiento en el periodo Macabeo con la independencia
Judía. Su carácter sacro y nacional está bien documentado ahora en los periodos
Heleno y Romano en Judea y Samaria (incluyendo Gerizim), por su uso en Qumran,
especialmente para los manuscritos del Pentateuco, y para la inscripción del
nombre de Dios en manuscritos en el manual Judío, en su uso en una inscripción
monumental en la zona del Templo, así como por su uso en la acuñación de moneda
de la primera y segunda Revueltas Judías. Fue, por supuesto, también elegido
por los sacerdotes Zadoquitas de Samaria como estilo de escritura de su
Pentateuco. El rechazo de este estilo de escritura y, por consiguiente, la
tardía familia textual Palestina registrada en éste, está reflejado en la Mishnah:
Escrituras escritas en estilo (antiguo) de escritura Hebreo no profanan los
manuales, es decir, no son sagradas; sólo aquellas escritas en estilos Asirio
(Arameo) sobre cuero, con tinta, contaminan los manuales(18).
En el caso de un
cierto número de libros bíblicos, había ediciones o recensiones alternativas
circulando en varias comunidades Judías durante el periodo Romano y, como en el
caso de las varias tradiciones textuales, crearon una crisis textual cuando se
encontraron unas al lado de otras en Palestina en la época anterior a la caída
de Jerusalem. Como en el caso de Jeremías, donde había dos ediciones en la
misma librería. En este caso la edición más larga (tardía) fue seleccionada por
la Recensión Rabínica(19). Ediciones más largas
de Job (vs. la edición subyacente al Antiguo Griego) y, principalmente, del
Cronista también fueron seleccionadas(20). Por
otro lado, una breve edición de una mucho más amplia literatura Daniélica se
abrió camino en la recensión Farisea(21). Aquí
la fijación del texto y la estabilización del canon aparecen como un proceso
entrelazado.
El tiempo en el que
las actividades recensionales de los Rabinos tuvo lugar y la fecha de la
promulgación de un Texto autoritativo Fariseo puede ser establecido dentro de
unos límites estrechos. La evidencia de posteriores descubrimientos bíblicos en
el Desierto de Judá señala su existencia en círculos Fariseos cerca del 70
d.C., aunque las obras Judías Helenísticas del siglo primero, incluyendo el
Seudo-Filón y Josefo, escaparon a su influencia. Algunas Recensiones Rabínicas
dominaron sólo en el intervalo entre las dos revueltas Judías cuando el partido
Fariseo vino a dominar completamente a la comunidad Judía sobreviviente y los
partidos rivales disminuyeron en influencia y desaparecieron, salvo los que
sobrevivieron en aislamiento sectario, especialmente las sectas Cristiana y
Samaritana. El Judaísmo Rabínico sobrevivió y con él la Recensión Rabínica.
Las fuerzas que dieron
lugar a la actividad recensional en los círculo Fariseos pueden ser
reconstruidas con cierta probabilidad. Comenzando en la época Macabea una
renovación Sionista y la expulsión de los Partos trajo una multitud de Judíos
desde Babilonia, Siria, y Egipto de vuelta a Jerusalem(22).
Durante los primeros siglos a.C. y d.C., ediciones y textos locales de obras
bíblicas compiten y se abren camino hacia Judea, causando un confusión tal como
la que vemos reflejada en la librería de Qumran. Además, el desarrollo descontrolado
de textos de familias individuales era suficiente para dar lugar al surgimiento
de una crisis textual una vez que la necesidad urgente de exégesis teológica y
halakíca precisa se dejara sentir. Concurrente con estos eventos fue el
surgimiento de la lucha entre partidos comenzando con la enconada polarización
de los partidos de los Saduceos, Fariseos, y Esenios a mediados del siglo II
a.C. y en las disputas doctrinales y legales entre los partidos. A comienzos
del siglo I d.C. aparecen más divisiones sectarias, y hay evidencia de intensa
disputa entre partidos así como de argumentaciones y contenciosos entre
partidos y sectas. En tiempos de Hillel y las escuelas de Hillel y Shammai en
el siglo I d.C. somos testigos del establecimiento de las reglas herméticas,
así como de discusiones que reflejan un texto más o menos fijo.
La historia de las
recensiones Griegas, que recapitulan más o menos la historia del desarrollo del
Texto Hebreo, también arroja luz sobre la fecha de la fijación de la Recensión
Rabínica(23). Las revisiones Palestinas más
tempranas del Samuel-Reyes (Reinos) del Antiguo Griego, la llamada recensión
proto-Lucianica de finales del siglo II o quizá más probablemente de comienzos
del siglo I a.C., asume no el texto Proto-Rabínico de Samuel sino el común
tipo-de-texto Palestino ya descrito. La primera evidencia del texto
Proto-Rabíncio en Samuel se encuentra en la recensión de la escuela
Teodociónica (kaige).
Esta recensión sistemática de finales del siglo I a.C, o comienzos de siglo I
d.C., está inspirada por principios similares a aquellos que surgieron en la
época de Hillel y, sin duda, pueden ser asignados a estudiosos del mismo
partido que publicó la Recensión Rabínica. Sin duda, el texto Hebreo usado es
Proto-Rabínico, no es idéntico con la Biblia Farisea completamente establecida
en todos los puntos. Solo la revisión de la recensión Teodociónica-kaige
por Aquila pone al texto Griego completamente en línea con la Recensión
Rabínica.
Puestos juntos estos
datos sugieren que se ha de mirar hacia la época de Hillel y sus Discípulos a
comienzos del siglo I d.C. para el inicio o quizá la finalización de la tarea
recensional que fijó el texto Hebreo de la Biblia, el texto que podemos llamar
Recensión Farisea-Hillelita, de la que el Texto Masorético es directo
descendiente. El que Hillel (y su círculo) fuesen responsables de la selección
de los manuscritos Proto-Rabínicos que estuvieron tras la recensión también
explicaría algunas de sus peculiaridades: el rechazo del prevaleciente texto Palestino
tardío del Pentateuco y Samuel, el rechazo de la escritura Paleo-Hebrea (en el
Pentateuco), y el estilo ortográfico “barroco”, a favor de lo que parece ser un
tipo-de-texto de origen Babilonio en esos libros(24).
Hillel vino de Babilonia y devino el espíritu dominante y más creativo de su
tiempo; fue un gigante cuya impronta en el Fariseismo no puede ser exagerada y
cuyos descendientes fueron los líderes principales en la comunidad normativa
Judía para muchas generaciones. No habría de sorprendernos si los rollos
conservadores de la Torá que conoció, y a los que estaba acostumbrado, viniesen
a ser bajo su influencia la base de la nueva Recensión. No es imposible también
que un antiguo dicho incrustado en el Talmud Babilonio conservara un recuerdo
del papel de Hillel en los eventos que llevaron a la fijación del canon y del
texto Hebreo: “Cuando la Torah fue olvidada en
Israel, Esdras vino de Babilonia y la estableció (wysdh); y
cuando de nuevo fue olvidada, Hillel el Babilonio vino y la re-estableció
(wysdh)”(25).
Todo esto parece
cierto. La vigorosa comunidad religiosa en Babilonia dio lugar repetidas veces
a líderes muy desarrollados espiritual e intelectualmente a lo largo de la
historia Judía quienes reformaron la dirección del Judaísmo Palestino y
definieron sus normas. Tal fue el caso en la Restauración del Periodo Persa, en
el surgir de Hillel, y en surgir del Talmud Babilonio(26).
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1. Contra Apionem 1:42 (ed. Loeb).
2. B. Kennicott, “Vetus Testamentum hebraicum,
cum variis lectionibus”, 1776-80; J.B. De Rossi, “Variae lectiones Veteris
Testamenti”, 1784-88.
3. Para una evaluación contemporánea de las
variantes medievales en manuscritos de la Biblia Hebrea y literatura Rabínica,
ver M.H. Goshen-Gottstein, “Hebrew Biblical Manuscripts, Their History and
Their Place in the HUBP Edition”, Biblica 48 (1967), pp. 243-290, y F.M. Cross,
“The History of the Biblical Text in the Light of Discoveries in the Judaean
Desert”, HTR 57 (1964), pp. 281-299. Ambos textos están publicados en F.M.
Cross y S. Talmon, “Qumran and the History of the Biblicar Text” (Cambridge:
Harvard University Press, 1975), pp. 42-89 (Goshen-Gottstein) y 177-195
(Cross).
4. La teoría del estudio textual de este
época, la emergencia de la “teoría de una recensión”, y la teoría del
“arquetipo”, y la confusión de éstas dos en las discusiones subsecuentes ha
recibido in tratamiento impresionante a manos de Goshen-Gottstein en su
artículo “Hebrew Biblical Manuscripts”.
5. Ver P. Kahle, “Untersuchungen zur
Geschichte des Pentateuchtextes, TSK 88 (1915): pp. 399-439, reimpreso en Opera
minora (Leiden: Brill, 1956), pp. 3-37; y especialmente B.K. Waltke,
“Prolegomena to the Samaritan Pentateuch” (Ph.D. diss., Harvard University,
1965); y “The Samaritan Pentateuch and the Texto f the Old Testament”, New
Perspectives on the Old Testament, ed., J.B. Payne (Waco, Tex.: Word Books,
1970), pp. 212-239.
6. Ver ALQ 2, 172 ff., 192; Cross, “The Papyri
and Their Historical Implications”, en Discoveries in the Wadi ed-Daliyeh, ed.
Paul W. Lapp and Nancy L. Lapp, AASOR 41 (Cambridge: ASOR, 1974), pp. 17-29; y
James Purvis, “The Samaritan Pentateuch and the Origino of the Samaritan Sect,
HSM 2 (Cambridge: Harvard University Press, 1968). P.W. Skehan, “Exodus in the
Samaritan Recension form Qumran”, JBL 74(1955): pp. 182-187; y Judith E.
Sanderson, “An Exodus Scroll from Qumran: 4QPaleo-Exodus and the Samaritan
Tradition”, HSS 30(Atlanta: Scholars Press, 1986).
7. El Papiro Nash ofrece la visión de una
etapa temprana del texto del Pentateuco antes de ser establecido en la
recensión Rabínica, pero su testimonio fue ampliamente ignorado. Ver W.F.
Albright, “A Biblical Fragment from the Maccabean Age: The Nash Papyrus”, JBL
56(1937): pp. 145-46.
8. Una revista sobre los textos bíblicos de
Qumran y los datos de publicación acerca de los que han sido editados se puede
encontrar en P.W. Skehan, “Qumran. Littérature”, Supplément du Dictionnaire de
la Bible, 9, cols. 805-828.
9. Ver F.M. Cross, “The Development of the
Jewish Scirps”, en BANE, 133-220; ver también Cross, “The Scripts of the
Daliyen Papyri”. En Daliyeh, pp. 25-27 (la cronología de los tipos de escritura
más tempranos de Qumran).
10. Ver F. M. Cross, “The Contribution of the
Qumran Discoveries to the Study of the Biblical Text”, IEJ 16 (1966), pp.
81-95, esp. 51, n. 21, y Cross, “Problems of Method in the Textual Criticism of
the Hebrew Bible”, en “The Critical Study of Sacred Texts”, ed. Wendy D.
O´Flaherty (Berkeley: Graduate Theological Union, 1979), pp. 31-54.
11. J.G. Janzen, “Studies in the Text of
Jeremiah, HSM 6” (Cambridge: Harvard University Press, 1973); E. Tov,
“L´Incidence de la critique textuelle sur la critique littéraire dans le livre
de Jeremie”, RB 79 (1972), pp. 189-199.
12. Ver F.M. Cross, “The History of the
Biblical Text in the Light of Discoveries in the Judean Desert”, “The
Contribution of the Qumran Discoveries to Study of the Biblical Text”, y “The
Evolution of a Theory of Local Texts”, reimpreso en “Qumran and the History of
the Biblical Text”, pp. 177-195, 278-292, y 306-320; y “Problems of Method in
the Textual Criticism of the Hebrew Bible”. D. Barthélemy, “Études d´histoire
du texte de l´Ancien Testament” (Fribourg: Éditions Universitaires, 1978), pp.
218-254, 289-303, 341-350; P. W. Skehan, “The Biblical Scrolls from Qumran and
the Texto of the Old Testament”, BA28 (1965), pp. 95-100; y Skehan, “Qumran.
Littérature”. Emanuel Tov , “The Relationship between the Textual Witnesses of
the Old Testament in the Light of the Scrolls from the Judaean Desert”, Beth
Miqra 77 (1979), pp. 161-70 [Hebreo]; The Text Critical Use of the Septuagint
in Biblical Research (Jerusalem: Sinor, 1981), pp. 253-272; y “A Modern Textual
Outlook Based on the Qumran Scolls”, HUCA 53 (1982), pp. 11-27.
13. D. Barthélemy ha objetado el uso del
“Egipcio” como forma del texto que subyace al Pentateuco Griego y Reyes.
Argumentan que la evidencia es satisfactoriamente explicada cuando suponemos
que los manuscritos Palestinos fueron traídos a Egipto (a comienzos del siglo
II en el caso de Reigns) y traducidos. La dificultad es que las copias más
tempranas del texto “Proto-Samaritano” del Pentateuco en Qumran (notablemente
los manuscritos en Paleo-Hebreo) ya exhibían un completo desarrollo de la
lectura sinóptica y otros rasgos secundarios que requieren un largo periodo
para evolucionar. El texto Egipcio es evidentemente una rama temprana del
Palestino.
14. P. Benoit, J.T. Milik, y R. de Vaux, “Les
Grottes de Murabba´at, DJD 2 (Oxford: Clarendon Press, 1961), pp. 75-85, y
181-205.
15. Este tipo-de-texto también ha sido llamado
“Proto-Masorético”, una designación que quizá ha de ser reservada para
ejemplares de la Recensión Rabínica.
16. Ver Cross, “The Evolution of a Theory of
Local Texts”, pp. 309-315; D. Harrington, “The Biblical Text of Pseudo-Philo´s
Liber Antiquitatum Biblicarum”, CBQ 33 (1971): 1-17; J.C. VanderKam, “The
Textual Affinities of the Biblical Citations in the Genesis Apocrypha”, JBL
97(1978), pp. 45-55.
17. D.N. Freedman, “The Massoretic Text and the
Qumran Scrolls: A Study in Orthography”, Textus 2 (1962), pp. 87-102. Reinpreso
en Cross and Talmon, “Qumran and the History of the Biblical Text”, pp.
196-211.
18. Yadayim 4:5.
19. La corta Recensión (Egipcia) fue rechazada,
y Baruc con ella, la cual formó parte de una edición de Jeremías que compartieron
los correctores Griegos, incluyendo, “mirabile dictu”, los correctores Fariseos
que etiquetamos kaige-proto-Theodotion or la escuela Teodociónica. Ver E. Tov,
“The Septuagint Translation of Jeremiah and Baruch”, HSM 8 (Missoula, Mont.:
Scholars Press, 1976), pp. 168-170.
20. En la edición de Crónicas-Esdras. Ver 1
Esdras y Crónicas-Esdras.
21. Posiblemente las ediciones larga y corta
del Salterio sean tratadas más adelante.
22. 2 Mac. 2:14 contiene una referencia
interesante a la destrucción masiva de libros en el conflicto de Antioquia y la
reposición de éstos libros por Judas Macabeo.
23. Sobre la historia de las recensiones
Griegas, y sobretodo del Proto-Teodociónico o Recensión “kaige”, ver D.
Barthélemy, “Les Devanciers d´Aquila, SVT 10” (Leiden: Brill, 1963); y Cross,
“Problems of Method in the Textual Criticism of the Hebrew Bible”.
24. Ver Cross, “The History of the Bibllical
Text in the Light of Discoveries in the Judean Desert”, pp. 291; D. Barthélemy
señala la referencia de Josefo al aumento de contactos entre la comunidad Judía
Pelestina y la comunidad Judía Babilonia durante el reinado de Herodes (Antig.
17:24-27); ver su “Études d´histoire du texte de l´Ancien Testament”, 241.
25. Sukkah 20ª E.E. Urbach, “The Sages, Their
Concepts and Beliefs (Jerusalem: Magnes, 1975), p. 588 y n. 91 (p. 955),
comenta sobre esta afirmación atribuida a R. Shim´on bin Laqish: “Parece que
añadió la referencia a R. Hiyya y sus hijos a un dictamen mucho más antiguo”.
26. No voy más allá de la aparición del llamado
texto consonantal –un texto con anotaciones vocálicas incompletas basado en un
sistema de “matres
lectionis”. El desarrollo del texto completamente vocalizado o Texto
Masorético “punteado” ha sido tratado por Moshe Goshem-Gottstein en un
importante texto, “The Rise of the Tiberian Bible Text”, en Biblical and Other
Studies, ed., A. Altmann (Cambridge: Harvard University Press, 1963), pp.
79-122; ver también Barthélemy, “Études d´histoire du texte de l´Ancien
Testament”, pp. 355-364.
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