domingo, 23 de junio de 2013

GÉNESIS, GILGAMESH, ATRAHASIS, ADAPA


FIN CICLO ANTIGUO TESTAMENTO
MITOS BABILONIOS RELACIONADOS CON GÉNESIS 1-11
Hay dos razones principales para examinar los textos mitológicos Babilonios. El primer y más general objetivo es establecer una apreciación positiva para la contribución realizada por el mito. Más específicamente, los textos Babilonios nos ofrecen algunas apreciaciones de la naturaleza de las fuentes originales de las que dependían los autores bíblicos.

Aunque los mitos normalmente no representan una verdad objetiva y factual, sí tratan con algunas de las profundas cuestiones de la existencia humana en forma de historia y símbolo. Aunque no todos los mitos son igualmente verdaderos, hay que reconocer que hay verdad en el mito. Es más, el mito puede a menudo expresar la verdad de manera más profunda y poderosa de lo que sería posible hacerlo mediante el uso del lenguaje científico.

En este estudio veremos como las historias bíblicas están hasta cierto punto basadas en tradiciones literarias pre-existentes. En algunos casos, sobretodo si echamos un vistazo al relato del Diluvio, veremos que la historia en el Génesis está muy cerca del prototipo Babilonio y podemos tener bastante confianza que sabemos de dónde el autor bíblico tomó la información. En otros casos, los paralelos no son tan precisos. Podemos ver que algunos temas son comunes a las dos culturas. Esto nos ayudará a comprender e interpretar los relatos bíblicos, incluso cuando no tengamos un modelo exacto sobre el que los relatos bíblicos puedan haber estado basados. En cualquier caso hay que insistir que aunque los relatos bíblicos dependen en su mayoría de fuentes Babilonias, hay importantes diferencias. Pues aunque los autores bíblicos tomaron de las más antiguas tradiciones que llegaron hasta ellos, realizaron modificaciones importantes tratando de poner las historias en armonía con su propia teología Israelita. De hecho, la versión bíblica muchas veces parece estar deliberadamente diseñada para “negar” las afirmaciones religiosas realizadas en las historias más antiguas contadas entre sus vecinos. Se requiere atención tanto a las similitudes como a las diferencias si queremos alcanzar una adecuada comprensión de estos textos.

LA ÉPICA DE GILGAMESH
La Épica de Gilgamesh es universalmente reconocida como una de las más grandes obras de literatura que han llegado hasta nosotros de los tiempos antiguos. Después de haber estado enterrada entre ruinas durante siglos, esta obra fue recuperada por los arqueólogos desde mediados del siglo XIX. Las copias más completas, escritas sobre tablillas de arcilla durante el siglo VII a.C., fueron descubiertas en la biblioteca fundada por el rey Asirio Asurbanipal en Nínive. También, hay fragmentos sustanciales de la obra del periodo Babilonio antiguo, o sea, de la dinastía cuyo rey más famoso fue Hamurabi (cerca del 1700 a.C.). La épica tal como la conocemos parece haber sido compuesta durante el Periodo Antiguo Babilonio, aunque adapta y une juntos relatos más antiguos que habían circulado en Sumeria durante los milenios anteriores. El relato de Gilgamesh fue muy popular durante un largo periodo de tiempo en Mesopotamia. Incluso en el sitio de Boghazköy en la Turquía moderna se encontraron fragmentos de la versión Babilonia así como de traducciones Hititas y Hurritas. Fragmentos más pequeños de sitos arqueológicos en Siria y Palestina confirman la amplia difusión de la obra en la antigüedad y su circulación en el medio intelectual que dio nacimiento a la Biblia.

El héroe de la historia es Gilgamesh, rey de Uruk, un hombre que existió realmente, aunque las historias sobre él relatadas son, en su mayoría, legendarias. A medida que se desarrolla el relato sabemos que los ciudadanos de Uruk no eran felices con su rey debido a su celo excesivo respecto a la actividad, el cual no otorgaba paz a la ciudad. Clamaron a los dioses pidiendo ayuda. Una asamblea de las principales deidades tiene lugar en el cielo y decide mediante una estratagema diseñada para aliviar a los ciudadanos de Uruk: una de las diosas creará un hombre llamado Enkidu igual que Gilgamesh en tamaño y fuerza. Cuando se hagan amigos, Gilgamesh tendrá un medio para liberar su energía y dejará tranquilo a sus sujetos.

La historia de Enkidu es muy interesante por sí misma y constituye una gran trama secundaria de la épica en su totalidad. Cuando es creado se dice que es un ser muy velludo. Este es un signo de alguien salvaje y no civilizado. Vive en la estepa semi-árida, corre junto a las gacelas, come hierba, y bebe en los charcos junto a los animales, sus amigos. En el conjunto de la épica no es, por supuesto, el primer hombre, dado que Gilgamesh y la gente de Uruk ya existe. Sin embargo, la historia de Enkidu y lo que le ocurre parece ser una manera antigua de de hablar acerca de cómo la raza humana hizo la transición del estado de armonía con la naturaleza y los animales hacia una existencia civilizada que fue realmente experimentada. En otro nivel, Enkidu encarna la simplicidad e inocencia de la niñez. Como tal, es comparable a Adán en el paraíso antes de la caída.

Los eventos que llevaron a que Enkidu se apartara de los animales comienzan a desarrollarse debido a que tiene el hábito de ayudar a los animales a escapar de las trampas que les ponen los cazadores. Estos últimos contratan a una prostituta de Uruk para que lleve a cabo un plan que causará la caída de Enkidu: Ella lo habrá de esperar en su charca favorita, y cuando llegue, se desnudará para atraerle. La conspiración tiene éxito de manera extraordinaria: Enkidu tiene una relación con la prostituta durante seis días y siete noches! Cuando trata de volver con las gacelas, una nota de tristeza entra en el relato: ellas lo rechazan y se apartan de él. Él trata de seguirlas, pero ha perdido su velocidad y no puede alcanzarlas. Ahora está alienado del mundo de los animales.

Al darse cuenta del cambio tan importante que en él ha tenido lugar, Enkidu no tiene otra elección sino la de regresar con la prostituta. Ella le dice que se ha convertido en hombre sabio y es ahora como un dios. Estos son conceptos muy interesantes que reflejan antiguas convicciones de que la sexualidad, especialmente en un contexto religioso, ofrece un camino al conocimiento y a la comunión con el mundo de los dioses. Esto también arroja luz sobre la promesa de la serpiente en Gén. 3:5 de que comer el fruto del árbol prohibido les hará “como dioses, conocedores del bien y del mal”. El significado de este paralelo lo trataremos más adelante.

La mujer se convierte en instructora de Enkidu cuando él se sienta a sus pies para recibir instrucción. Ella asume el papel de madre en cuanto lo viste con algunas de sus propias ropas y lo lleva de la mano, llevándole donde residen los pastores –una especie de estación intermedia entre el desierto lugar de origen de Enkidu y la ciudad de Uruk su destino final. Entre los pastores, Enkidu prueba comida y bebida extraña. Él que estaba acostumbrado a comer hierba ahora se le ofrece pan. Al joven de la naturaleza que antes mamaba leche de las ubres de las gacelas ahora se le ofrece cerveza. Nunca acostumbrado a hacer las cosas moderadamente, se bebe siete kegs. Su cara brilla y se da cuenta que está en camino de convertirse en hombre.

La iniciación de Enkidu queda completada cuando la prostituta lo lleva a Uruk donde se encuentra con Gilgamesh. Los dos héroes se hacen pronto amigos y resuelven, después de un debate, realizar una peligrosa expedición al bosque de cedros. La ausencia de Gilgamesh de Uruk es aparentemente la respuesta a las oraciones de sus ciudadanos, que se sentían agobiados por los impuestos y las enérgicas exigencias de sus joven rey.

Cuando Enkidu y Gilgamesh debaten la conveniencia de partir hacia el bosque de cedros, nos enteramos de algo muy importante acerca de la actitud de Gilgamesh hacia la muerte. Enkidu le advierte que el bosque de cedros está guardado por un terrible monstruo llamado Huwawa (Humbaba en la versión Asiria). Gilgamesh, por otro lado, recrimina a su amigo por su timidez. Gilgamesh cree que la vida es tan efímera que no hay por qué inquietarse por ella. “Por qué temer la muerte”? Argumenta, dado que es el destino de todos los hombres. Si caen en la batalla con el monstruo del bosque de cedros, al menos habrán realizado la fama inmortal.

En este punto de la historia, Gilgamesh exhibe la actitud de un atrevido joven guerrero, arrogante en su autoconfianza, y desafiando la muerte. Posteriormente, veremos cambiar esta actitud.

Los dos amigos emprenden la gran aventura. De hecho matan a Humbaba y traen a su regreso la madera del bosque de cedros. A medida que el pueblo de Uruk celebra las hazañas de su poderoso rey, su belleza y esplendor son tan impresionantes que hasta la diosa Ishtar se enamora de él y le propone matrimonio. No sólo rechaza Gilgamesh dicha invitación de la diosa, sino que hasta llega a insultarla. En venganza, ella se las amaña para hacer que el “Toro del Cielo” (Toro Celestial) sea enviado contra Enkidu y Gilgamesh. Pero los dos héroes matan al toro y le arrojan un trozo de carne a Ishtar, diciéndole que gustosamente harían lo mismo con ella si pudieran. Este insulto a una diosa era insoportable. Los dioses deciden que uno de los dos ha de morir debido a ello. La sentencia de muerte cae sobre Enkidu.

Cuando yace sobre su lecho de muerte, Enkidu reflexiona sobre la experiencia de su vida. Valió la pena esa transición de la simplicidad de niño a la madurez? No estaba mucho mejor cuando corría con las gacelas? “Definitivamente”, llega a la conclusión que lo primero era lo mejor, y maldice a todas las personas involucradas en su iniciación y caída –especialmente a la prostituta. Pero el Dios Sol, el epitoma de la justicia y objetividad, refiriéndose a la otra cara de la moneda, le dice que como resultado de su experiencia, Enkidu fue introducido en el ámbito de la comida humana, disfrutó del sueño y de una cama en lugar de dormir sobre el suelo, y se benefició de la amistad de un compañero humano. Además, ahora que se estaba muriendo podía estar seguro que su compañero le haría un gran funeral! Enkidu reconoce la verdad de todo esto, y equilibra su anterior maldición con una bendición.

Es importante darse cuenta en este punto que en el antiguo Medio Oriente, así como en la literatura popular a lo largo del mundo, una palabra de bendición o maldición, una vez pronunciada, no podía ser retractada. La maldición que pronunció sobre la prostituta y otros no puede ser retirada. Puede, sin embargo, ser mitigada por una palabra de bendición que restaure la balanza de la equidad.

Esta escena, en la que Enkidu reflexiona sobre su experiencia, puede ser vista como la manera en que la épica trata con el tema de la civilización/cultura. Estábamos mejor cuando estábamos en armonía con la naturaleza, cuando corríamos con las gacelas? Es la simplicidad y la inocencia de la infancia preferible a las complejidades y ambigüedades de la madurez? La Épica de Gilgamesh responde a estas cuestiones de manera equilibrada y matizada: aunque algunas cosas se perdieron, otras se obtuvieron. La épica refleja pues una profunda comprensión de la ambigüedades involucradas en el proceso de crecimiento. La consciencia de la propia sexualidad y responsabilidades que entraña se adquiere a expensas de la libertad e inocencia infantil. El progreso tecnológico tiene lugar junto con la pérdida de la comunión con la naturaleza y el mundo animal. La “caída” de Enkidu era inevitable, aunque suscita en nosotros sentimientos de pérdida, pathos, y nostalgia.

Con la muerte de Enkidu tiene lugar un cambio en Gilgamesh. El arrogante y joven guerrero que se mofaba de la muerte queda acongojado cuando muere su amigo. Está aterrorizado, obsesionado con la amenaza de la muerte y determinado a realizar un heroico viaje en busca de la inmortalidad. Va en busca de su antepasado Utnapishtim, el Noé Babilonio, que había sido hecho inmortal después del gran diluvio. Quizá Utnapishtim le revele el secreto de la vida inmortal.

Gilgamesh emprende el difícil viaje en busca de Utnapishtim y la inmortalidad. Después de pasar por grandes dificultades, llega al fin del mundo donde encuentra una mesonera llamada Siduri. Queda sorprendida por la condición física de Gilgamesh y le pregunta por qué se ha sometido a semejantes insoportables dificultades. Le responde comentándole su amistad con Enkidu y el trauma que ha sufrido debido al fallecimiento de su amigo. Ahora quiere encontrar a Utnapishtim y el secreto de la inmortalidad. Siduri le advierte que busca en vano. Cuando los dioses crearon la humanidad, le asignaron la muerte como destino. Hay que aceptar esto. Gilgamesh debe regresar a su ciudad y disfrutar de los placeres ordinarios de la vida disponibles para los humanos: bañarse y vestirse con ricas ropas; disfrutar de la buena comida y bebida; disfrutar de la intimidad con la esposa de uno y disfrutar viendo a los hijos. Mientras Gilgamesh esté involucrado en el vano esfuerzo de realizar una meta imposible, estará perdiéndose los únicos placeres posibles de los que pueden disfrutar los humanos.

Ni que decirlo, Gilgamesh no presta atención a este consejo basado en el sentido común (el menos común de los sentidos) que le ofrece Siduri. Continua con su viaje y llega al lugar donde Utnapishtim vive. Le pregunta a su antepasado cómo es que llegó a ser inmortal. Utnapishtim le relata la historia del diluvio. Este relato es esencialmente el mismo del contenido en Génesis 6-9(1). Una decisión ha sido tomada en el cielo para destruir a la raza humana mediante el diluvio. Un hombre elegido recibe la divina revelación que le comunica la llegada del diluvio y le instruye para que construya un barco con específicas dimensiones, impregnado en betún para que flote sobre las aguas. Después de haber introducido parejas de las diferentes clases de animales, sella la entrada y comienza el diluvio. Todos los humanos perecen, excepto los que están en el barco con Utnapishtim. Cuando las aguas del diluvio comienzan a bajar, el barco se asienta en la cima de una montaña en el norte. El héroe del diluvio suelta un ave para ver si encuentra un lugar seco donde establecerse o si bien retorna al barco debido a que todavía las aguas todo lo cubren. Finalmente, después de varios intentos, el pájaro no regresa. Entonces el héroe del diluvio sale del barco y ofrece sacrificios a los dioses.

No hay duda que la historia bíblica del diluvio está basada en un original Babilonio que era idéntico o muy similar al relato del diluvio que encontramos en la Épica de Gilgamesh. Bien entendido hay algunas importantes diferencias entre las versiones Bíblica y la Babilonia, que veremos más tarde. La diferencia relevante en este punto de nuestra discusión de la Épica de Gilgamesh es que en la versión Babilonia, el héroe (Utnapishtim) no es hecho inmortal después del diluvio. Es por ello que Gilgamesh viaja hasta la morada de Utnapishtim en primer lugar. Desafortunadamente para Gilgamesh, Utnapishtim le dice que el don de la inmortalidad le había sido conferido bajo circunstancias muy especiales que no podían ser repetidas. No hay posibilidad para que Gilgamesh devenga inmortal.

Aparentemente resignado, Gilgamesh se prepara para regresar a Uruk. Pero cuando está a punto de partir la esposa de Utnapishtim anima a su esposo para que le diga a Gilgamesh cómo encontrar una hierba en el fondo del mar que rejuvenece. Gilgamesh va hasta el fondo del mar, y obtiene la planta mágica. Lo que obtiene no es, por supuesto, tan bueno como la inmortalidad. Sin embargo es una segunda alternativa muy buena. Una vez que se haga viejo podrá, ingiriendo el fruto de esta planta, volver a ser joven. Con este tesoro en sus manos, emprende el camino de regreso a Uruk.

En el camino atraviesa zonas desérticas muy calurosas. Cuando ve una fuente de agua fresca, se detiene para tomar un baño. Deja negligentemente la planta al borde del agua mientras se baña. Una serpiente viene y se come la planta, y se despoja de su piel (i.e. se rejuvenece). Gilgamesh se entristece y se da cuenta que todos sus esfuerzos y sufrimientos no han servido para nada.

A partir de ahí, la épica se acerca rápidamente a su final. De hecho éste es tan abrupto que los expertos no pueden ponerse de acuerdo acerca de su significado. Gilgamesh regresa a la ciudad de Uruk y comienza a alabar la belleza de la ciudad. La mejor interpretación parece ser que se siente feliz al volver a ver la ciudad. Aunque no ha alcanzado la inmortalidad, ha sufrido un importante cambio personal. Puede de nuevo interelacionarse socialmente de manera responsable con otros seres humanos, asumiendo su papel de rey, y encontrando significado y propósito a la vida aún cuando la inmortalidad quedaba más allá de su alcance.

Los eventos en la Épica de Gilgamesh no están basados en los hechos. Encontramos material imaginativo del mundo del mito y la épica. Esto no significa que esta gran obra de literatura esté desprovista de significado y verdad. Trata con algunas de las cuestiones básicas de la condición humana. Es la inocencia de la infancia preferible a la ambigüedad de la madurez? Estaba la humanidad mejor antes del surgimiento de la civilización, cuando los hombres vivían en armonía con la naturaleza y los animales? Cómo hemos de reaccionar ante el hecho que hemos de morir? Es mejor aceptar las limitaciones de nuestra humana situación, como hace Siduri? O es más noble la actitud de rebelarse y luchar contra el destino como hace Gilgamesh?

No sólo trata la Épica de Gilgamesh con importantes temas, sino que ofrece sabias soluciones a algunos de los problemas con los que trata. Ve la “caída” desde la niñez a la adultez como una ambigua experiencia que entraña ganancias y pérdidas. Lo mismo se aplica a la “caída” del paraíso de la naturaleza en la civilización. Aunque el proceso de crecimiento es necesario y deseable, entraña una pérdida de la inocencia que nos parece tan agradable y por la que experimentamos una especie de nostalgia.

La Épica de Gilgamesh también encarna una medida de verdad universal en su manera de tratar el problema de la muerte. Todos nosotros hemos de seguir un proceso análogo a la experiencia de Gilgamesh. En la juventud ignoramos, incluso nos mofamos, de la muerte. Pero en algún momento su inevitable realidad nos golpea. Buscamos caminos y maneras para hacernos inmortales mediante varios tipos de realizaciones. Nos rebelamos contra esta gris realidad y creemos que mediante ciertos tipos de esfuerzos podremos liberarnos de sus garras. Pero si el proceso de crecimiento cierra el círculo, aprendemos a aceptar el hecho que hemos de morir y adquirimos la fuerza y la sabiduría para llevar una vida con sentido y propósito incluso frente a la muerte.

Así pues, aunque la historia es ficción, no es tampoco falsa. Pues en la experiencia de Enkidu y Gilgamesh, aprendemos la verdad acerca de nosotros mismos.

Veremos más tarde la conexión entre las historias de Enkidu y Adán. Pues en ambos casos estamos tratando con el hombre “primordial” que vivía en un paraíso de paz y armonía con la naturaleza. Después del encuentro con una mujer, este hombre experimentó una “caída” en la adultez y civilización –o sea, la vida tal y como actualmente la conocemos. Hay otras conexiones temáticas también. La idea que comer del fruto del Árbol de la Vida o la planta del rejuvenecimiento puede acabar con la vejez une a las dos historias. Finalmente, el papel de la serpiente en la Épica de Gilgamesh y en Génesis 3 es sorprendente. Aunque los detalles específicos de la intervención de la serpiente varían, es debido a la aparición de la serpiente que el hombre (Adán y Gilgamesh) se ve forzado a enfrentar la realidad de su mortalidad.         
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1.     Para una comparación más detallada, ver E. Fisher, “Gilgamesh and Genesis: The Flood Story in Context”, Catholic Biblical Quarterly 32(1970) 392-403.

LA ÉPICA DE ATRAHASIS
En 1872, un número de piezas de entre miles de fragmentos de tablillas recuperados de la biblioteca del palacio de Asurbanipal en Nínive fueron identificadas como parte de una versión del relato del diluvio. En adición a los fragmentos de Nínive, se encontraron partes sustanciales en tablillas del periodo Babilonio Antiguo excavado en la antigua Sippar unos cuarenta kilómetros al suroeste de la moderna Bagdad. Existen otros fragmentos, entre ellos uno de Ras Shamra (antigua Ugarit) en la costa de Siria. El texto era bien conocido en la antigüedad, aunque aparentemente no tan popular como la Épica de Gilgamesh. La composición de la Épica de Atrahasis está datada en el mismo periodo histórico que la composición de Gilgamesh, aunque Atrahasis es quizá un poco más antigua(1).

El relato comienza en un tiempo antes de la creación de la raza humana. Por muy extraño que nos parezca, los Babilonios creían que en aquellos tiempos, el trabajo agrícola era necesario. Pensaban que los dioses dependían de los productos de la agricultura para su alimentación. Por consiguiente, en los tiempos primordiales con los que comienza la narrativa, existía una clase de dioses trabajadores que realizaban las labores agrícolas. Sabemos que esos dioses no estaban contentos con la dura tarea a la que se veían forzados realizar y se rebelaron. Quemaron sus herramientas y se reunieron furiosos alrededor de la casa de Enlil, que era el supervisor de los trabajos.

Enlil no sabía cómo resolver el problema de la rebelión de los dioses obreros. Convocó a los demás dioses para obtener consejo y le fue propuesta una solución. El dios Enki se uniría con la diosa madre para producir un invento que satisficiera a todos los dioses. La solución fue crear a los seres humanos.

El proceso de crear al hombre y la mujer consistió esencialmente en hacer estatuas de arcilla que fueron puestas en incubación durante un periodo de nueve días, después del cual vinieron a la vida. Un detalle interesante de la historia es que uno de los dioses, presumiblemente el líder de los dioses obreros rebeldes, fue muerto, y su carne y sangre fueron mezcladas con la arcilla de la que fueron modelados los humanos. El batir del corazón humano es pues explicado como una especie de tambor funerario que bate constantemente en memoria de los dioses que le dieron la vida para hacer posible la creación de la humanidad.

Con esta inteligente invención para hacer el trabajo, todos los dioses fueron liberados para retirarse al cielo. Después de un periodo de 1.200 años, sin embargo, se hizo aparente un fallo en la invención de Enki y la diosa madre: los seres humanos se multiplicaron de manera incontrolable y vinieron a ser demasiado numerosos. Con la gran cantidad vino una gran cantidad de ruido. De hecho los humanos hacían tanto ruido que el dios Enlil no podía ni dormir. Como resultado, se propuso destruir la raza humana en orden a tener paz y tranquilidad. En colaboración con uno de los otros dioses, envió la enfermedad para acabar con la humanidad y destruirla. Afortunadamente para la humanidad el dios Enki se acercó a Atrahasis y le reveló el plan que pondría fin a la mortal plaga. El plan funcionó y la raza humana fue salvada –de momento, al menos.

Después de otros 1.200 años, el número creció de nuevo y una vez más el tumulto no dejaba descansar a Enlil. Trató por segunda vez de eliminar a la ruidosa raza humana, pero de nuevo Enki intervino con una revelación a Atrahasis y ayudó a salvar a la humanidad.

Este escenario se repitió un número de veces. No sabemos exactamente cuantas veces el ciclo fue repetido debido a que parte de las tablillas están rotas. En cualquier caso, llegó el tiempo en que Enlil quiso resolver el problema de una vez por todas. Obtuvo el permiso de los demás dioses y el diluvio tuvo lugar para destruir a toda la vida en la tierra. Enki, no obstante, usó un truco para pasar por alto su juramento e informó a Atrahasis de la llegada del diluvio y que había de construir un arca para salvarse. Sigue un detallado relato del diluvio que es esencialmente el mismo del que hemos visto en la Épica de Gilgamesh, aunque la versión de Atrahasis añade algunos nuevos detalles interesantes. Uno de ellos es la información de que el diluvio causó sufrimiento a los dioses. Pues al acabar con la raza humana, estaban destruyendo a las criaturas que sustituían a los dioses obreros, y de esta manera, los dioses no tendrían comida alguna. La historia trata a los dioses de manera burlesca. Leemos que se reunieron en el abrevadero como si fueran ovejas, y lo encontraron vacío. Y se retorcían debido al hambre. No hay que extrañarse que acudiesen como moscas sobre el sacrificio ofrecido por Atrahasis cuando salió del arca: era la primera vez que tenían comida desde los comienzos del diluvio.

Hay una interesante escena al final del diluvio donde algunos de los otros dioses recriminan duramente a Enlil por haber enviado el diluvio. Le dicen que el diluvio era una medida excesivamente severa, injusta e innecesaria. Enlil responde que estaba solamente tratando de resolver un problema que había sido causado por Enki y la diosa madre cuando inventaron esta criatura que tan rápidamente se multiplicó. Los desafía para que resuelvan el problema. La solución que ofrecen, y que pone fin a la historia, es la de instituir cierto tipo de fenómeno social y natural que mantenga la población reducida. En el ámbito de la naturaleza había que hacer que algunas mujeres fueran estériles, y algunos niños naciesen muertos. En el plano social, habría varias comunidades de mujeres que no tendrían hijos debido, por ejemplo, a que se dedicarían a mantener una virginidad perpetua. Vemos que estos fenómenos naturales y sociales eran vistos por los Babilonios como medidas diseñadas por los dioses para prevenir la sobrepoblación.

La Épica de Atrahasis ilustra poderosamente la manera en la que el mito incorpora y expresa la básica comprensión de una civilización de la naturaleza de la humanidad, su lugar en el universo, y su relación con los dioses. De las circunstancias que llevan a la creación, vemos que los Babilonios entendían la esencia de la naturaleza humana como sirviente de los dioses, abasteciendo a los dioses con las necesidades para la vida y realizando el trabajo que los mismos dioses no querían hacer. Este concepto de los humanos como esclavos o sirvientes de los dioses está fundado en muchas religiones incluyendo el Cristianismo y Judaísmo. Pero en la Épica de Atrahasis recibe un significado particularmente concreto y literal. El papel de la humanidad como sirvientes no significa que ésta es humillada o es servil. La dignidad de la raza humana es ensalzada por el hecho que los dioses necesitan a la humanidad. El funcionamiento de todo el cosmos depende, pues, de la contribución humana. El elevado estatus de la humanidad es reforzado por la idea que la carne y sangre de un dios forman parte de la substancia de la cual está hecha. El latido de nuestros corazones es un recuerdo constante que hay algo divino en cada uno de nosotros.

Si somos justos y de mente abierta acerca de todo esto, hemos de reconocer que hay una parte de verdad en la Épica de Atrahasis. La verdad de un mito, sin embargo, no depende de si los eventos que relata son hechos históricos. La verdad está, más bien, en el grado de sabiduría expresada en sus puntos de vista básicos respecto a la humanidad, el universo y los dioses. El mismo criterio de verdad ha de ser aplicado a los materiales mitológicos que se encuentran en la Biblia. Preguntar si hay más verdad en los mitos bíblicos no es preguntar si están más cerca de la manera como realmente ocurrieron las cosas. Más bien, lo que hemos de preguntar es si los conceptos de humanidad, su lugar en el universo y su relación con Dios, tal y como están en la Biblia, están más cerca de la verdad que los conceptos comparables en el mito Babilonio.

La mayoría de Cristianos y Judíos sentirán, casi instintivamente, que de hecho los conceptos que se encuentran en la Biblia están más cerca de la verdad. Por ejemplo, no hay sangre y carne divina en nuestra naturaleza. El elemento divino en nosotros es de una naturaleza más espiritual como los simboliza el aliento de Yahvé que da la vida al primer hombre (Gén. 2:7). Dios no necesita que los humanos aren el suelo  para él. De hecho, el jardín fue plantado por Dios sólo después de la creación del primer hombre y lo hizo en beneficio del hombre, no para el de Dios. Y, finalmente, Dios no es tan arbitrario y caprichoso como para destruir a la humanidad porque haga mucho ruido y no le deje dormir. Si hubo un diluvio fue debido a la pecaminosidad de la raza humana no a la injusticia de Dios.

Este último punto, la cuestión del diluvio y la justicia de Dios, señala algunas de las limitaciones del mito. Un solo relato puede decir mucho, y aunque puede expresar una parte, puede ser incompleto. La historia bíblica del diluvio tiene la ventaja de conservar un concepto de justicia de Dios. Pero la expresión de esta verdad se realiza a costa de poner una tremenda carga de culpabilidad sobre la raza humana. La historia Babilonia sufre de ofrecer una imagen de los dioses que nos parece indigna. Por otro lado, la versión Babilonia del diluvio presenta una visión de la humanidad desde una perspectiva más equilibrada. Cuando las personas fallecen debido a desastres naturales, no es necesariamente porque son pecadores y culpables, mereciendo por ello la destrucción. Los Babilonios se dieron cuenta que vivimos en un universo donde hay muchas fuerzas y poderes más grandes que nosotros. Esos poderes nos son normalmente beneficiosos y favorables para la vida. Pero algunas veces se desencadenan sin razón aparente y traen sufrimiento y destrucción sobre nosotros. La Épica de Atrahsis expresa el punto de vista que tales desastres no son debidos a la culpa humana sino a la misma naturaleza de la vida, que a menudo nos parece injusta para con nosotros.

La Épica de Atrahasis es primariamente una historia acerca del diluvio. Se podría pensar que la comprensión de este mito era relevante sólo para el estudio de la historia del diluvio bíblico. Pero este no es el caso. La Épica de Atrahasis ofrece una ayuda importante en nuestro intento por captar el significado de la historia de Adán y Eva en Gén. 2-3.              
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1.    (3)W. G. Lambert y A. R. Millard, “Atrahasis: The Babylonian Story of the Flood” (Oxford: Clarendon Press, 1969). W. L. Moran, “The Creation of Man in Atrahasis I”, 192-248, Bulletin of the American Schools of Oriental Research 200 (1970) 48-56. T. Frymer-Kensky, “The Atrahasis Epic and Its Significance for Our Understanding of Genesis 1-9”, Biblical Archaeologist 40 (1977) 147-153.

EL MITO DE ADAPA(1)
El mito de Adapa está compuesto de tres fragmentos que salen de la biblioteca de Asurbanipal mas una tablilla más antigua mejor conservada, que aunque escrita en Babilonio, fue encontrada en Egipto entre los archivos de Amarna (siglo catorce a.C.).

La parte conservada del mito es breve, aunque muy interesante. Adapa, representante del hombre, si no el primer hombre, estaba pescando un día cuando se enfadó y rompió el ala del viento del sur. Los dioses lo citaron en el cielo para que diera cuenta de su presuntuosa acción. Antes de viajar al cielo, Adapa recibió algunos consejos del dios Enki. Enki le informó que encontraría dos porteros a la entrada del cielo y que si los adulaba se los ganaría y pondría de su parte y le ayudarían a obtener una decisión favorable de los dioses. Enki advierte a Adapa que los dioses tratarán hacerle comer el pan de la muerte y beber el agua de la muerte y que debe rechazar el compartirlas. Cuando Adapa llega a la entrada del cielo sigue los consejos de Enki y se gana la cooperación de los dos porteros. Es perdonado aparentemente por los grandes dioses. Pero cuando éstos le ofrecen pan y agua, se niega a aceptarlos. Esta es una acción desafortunada, pues posteriormente descubre que se trataba del pan y el agua de la vida. Si los hubiera compartido, él y toda la raza humana se habrían convertido en inmortales. Perdió su oportunidad. Debido a Adapa, pues, la raza humana ha estado sujeta desde entonces a la enfermedad y la muerte.

Igual que con la historia de Gilgamesh cuando pierde la planta del rejuvenecimiento debido a la serpiente, tenemos aquí otro relato de una oportunidad perdida para obtener la inmortalidad. Ambas historias se pueden comparar con el relato del Árbol de la Vida en el Jardín del Edén. Si Adán y Eva hubiesen comido de este árbol, ambos junto con sus descendientes habrían sido inmortales. Desafortunadamente, perdieron la oportunidad tanto para ellos como para nosotros.
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1.    El texto se puede encontrar en J. Pritchard, ed., “Ancient Near Eastern Texts”, 3 ed. (Princeton: Princeton University Press, 1969), 101-103 o en A. Heidel, “The Babylonian Genesis”, 2da. Ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1951) 147-153.

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