JUECES
Dado que el libro de los Jueces es presentado como el relato
de un periodo de la historia temprana de Israel, se requiere un comentario. El
resumen de la “conquista” en Jueces 1, donde se mencionan zonas en las tierras
bajas de donde los Cananeos no fueron expulsados, es ampliamente visto como más
exacto que el cuadro de la conquista descrito en el libro de Josué. (Por
supuesto, el hecho que los Cananeos permaneciesen en mucho de esos lugares no
corrobora la conquista de zonas que los Israelitas dicen haber tomado). Aunque
el relato de Jueces no carece de problemas. Incluye noticias contradictorias
acerca de Jerusalem (1:8,21). Gaza, Ascalón,
y Ekrón se dice fueron conquistadas por Judá en 1:18,
aunque se sabe que fueron plazas fuertes Filisteas. En varios de los sitios que
se dice permanecieron en manos Cananeas en Jue.
1:27-35, la evidencia arqueológica muestra que la cultura Cananea de
hecho continuó(Bet-Sean, Megiddo, Gezer). En contraste, Tanach, que no fue
conquistada, según Jue. 1:27, fue aparentemente
destruida en el siglo trece y remplazada por un pueblo similar a los de los
altos centrales. Hazor, supuestamente destruida en Josué
11, y de hecho lo fue en algún momento durante el siglo trece, aún
aparece en manos Cananeas en Jueces 4-5. La
prominencia de los Filisteos en el libro de Jueces es apropiada para el
periodo. También el libro describe el país de Canaan en un estado de transición
de los estados-ciudad de la Edad de Bronce a entidades nacionales emergentes
como Israel, Filistea, Aram etc. Esta transición está localizada propiamente en
el periodo entre el 1200-1000 a.C. Muchos de los relatos en Jueces, sin
embargo, tratan con eventos locales, difíciles de verificar en cualquier caso.
El valor histórico de Jueces, tal y como lo tenemos, está más en el cuadro
general de condiciones antes del surgir de la monarquía que en los eventos
específicos narrados. Aunque algunos detalles tienen valor histórico, el mayor
interés del libro para el lector moderno está en el drama de los relatos y los
temas morales que suscita.
INTRODUCCIÓN DEUTERONÓMICA
Después del resumen de la situación al final de la “conquista” en Jueces 1,
la narrativa continúa con la muerte de Josué en el capítulo
2. Antes que fallezca Josué, el Ángel del Señor hace una aparición, le
promete al pueblo que el Señor no romperá la alianza, y le advierte para que no
se mezcle con los pueblos del país. Más bien han de “destruir
sus altares”. Este requerimiento corresponde directamente a Deuteronomio 12 y a la política de Josías,
descrita en 2 Reyes 23. La gente a la que se
le ha permitido sobrevivir en orden a que sirvan de tentación para Israel. El
ángel es el portavoz del editor del Deuteronomio. El editor habla él mismo en 2:11-3:6. Según su sumario del periodo de los
jueces, Israel “hizo lo que desagradaba a Yahvé”
adorando a Baal, Astarté y otros dioses. La ira del Señor se había prendido
contra ellos, y los entregó a sus enemigos. Después el Señor siente compasión
del pueblo y hace surgir un juez para que los libere. Una vez que el juez
fallecía los Israelitas volvían a caer en su mala conducta, suscitando de nuevo
contra ellos la ira del Señor. En una visión a largo plazo de la Historia
Deuteronómica, este patrón explicará las grandes destrucciones de Israel y Judá
a manos de los Asirios y Babilonios. A corto plazo llevará a la institución de
la monarquía, como medio para tener un liderazgo permanente. La monarquía, no
obstante, tendrá sus propios problemas.
La palabra Jueces es algo
equívoca como etiqueta para los salvadores que Dios suscitó. Son principalmente
líderes militares. Figuras carismáticas, en el sentido que no son
oficiales-funcionarios, sino elegidos para tratar con una situación de crisis
de acuerdo a sus habilidades. No son necesariamente elegidos por su virtud.
Jefté, por ejemplo, era hijo de una prostituta y había sido expulsado por sus
hermanos ilegítimos, se mantenía a sí mismo mediante el bandidaje. Las artes
que aprendió precisamente mediante el bandidaje son las que lo califican como
líder militar. La cualificación principal de Sansón era la fuerza bruta. Una
vez pasada la crisis, el juez continuó gobernando Israel durante el resto de su
vida. En tiempos normales, sin crisis, el juez podía ser llamado para actuar
como juez, juzgando casos. Se nos cuenta que Débora se sentaba bajo una palmera
en tierra de Efraín, e Israel venía a ella para juicio. Samuel, el último de
los jueces, también actuó como juez. Ni Débora ni Samuel eran guerreros, de
esta manera se desvían del patrón típico.
Está claro que Deuteronomio impone un diseño esquemático en
Jueces que hace algo de violencia a las historias que componen el libro. Los
jueces son típicamente héroes locales, y lideran temporales alianzas entre las
tribus. El culto a deidades otras que Yahvé no parece ser el tema para los
protagonistas en esas historias de la manera que lo es para el editor
Deuteronómico. Ni tampoco están guiados por las leyes de la alianza, ni por el
recuerdo del Éxodo. (Hay recuerdos del Éxodo en el relato sobre Gedeón en Jueces 6 y de nuevo en Jefté, en Jueces 11:12-18, aunque los pasajes relevantes son
claras composiciones Deuteronómicas). El contexto de Alianza no es parte
integral de los relatos, aunque es impuesto por el editor. Los relatos mismos
nos ofrecen un vistazo sobre el Israel pre-Deuteronómico, describa o no con
precisión el periodo anterior a la monarquía.
LOS PRIMEROS JUECES (CAPÍTULOS 3-5)
El primer juez mencionado después de la muerte de Josué es
Otoniel, despachado con tres versículos (3:9-11).
Se dice que fue a la guerra contra
Aram-naharim (Siria entre el Tigris y el Eúfrates)aunque probablemente éste sea
un error del escriba. Aram no aparece de nuevo en el libro de Jueces. No se nos
dice qué tribus apoyaron a Otoniel, aunque el “espíritu
de Yahvé estuvo sobre él”. El único aparente efecto del espíritu aquí es
que tuvo éxito en batalla. Después, el país estuvo en paz durante cuarenta
años.
El segundo juez, Ehúd, también es tratado con brevedad,
aunque está acreditado con una de las hazañas con más colorido de todo el
libro. Su asesinato del Rey Eglón de Moab es descrito en vívidos detalles. Ehúd
es un Benjaminita, de la región cercana a Jericó. Los Moabitas, el pueblo
cercano al Mar Muerto, derrotó a Israel y tomó posesión de Jericó. Es posible
que Israel, aquí, se refiera a la mera tribu de Benjamín, el pueblo que
habitaba la localidad. El asesinato del rey Moabita se lleva a cabo mediante el
engaño, aunque este tipo de engaño es el normalmente usado por la guerrilla y
la insurgencia. En este caso, Moab es el opresor, y Ehúd es un luchador por la
libertad, o un líder rebelde. El culto a los dioses extranjeros, o la
observancia de la alianza no es el tema del que aquí se trata.
El engaño también es un factor en el asesinato de Sísara, el
general Cananeo, en Jueces 4. En este caso, la
situación es más complicada. Jueces 4 es la
contraparte en prosa de la Canción de Débora en Jueces
5. Podría ser que el relato en prosa hubiera sido extrapolado desde la
poesía en un intento de completar la historia (cf. La relación entre Éxodo 14 y 15). Sangar, hijo de Anat, mencionado
en Jue.5:6, mató en 3:31
seiscientos Filisteos con una quijada de Buey. Los Filisteos no aparecen en Jueces 5. Según Jueces
4, el Señor libró a Israel a manos del Rey Yabín de Hazor. Se puede,
pues, asumir que Yabín era el opresor. La canción en capítulo
5, da, no obstante, una impresión diferente, en lo que alardea del éxito
de los Israelitas en el saqueo en las rutas de las caravanas. Si este fue el
caso, entonces la batalla que siguió no fue una guerra de liberación para
Israel, sino un simple enfrentamiento entre dos grupos con intereses económicos
enfrentados.
Dos otros rasgos del relato en capítulo
4 son destacables. Primero, Débora, descrita como profetisa aunque actúa
como juez en el sentido usual del término, acompaña al juez Barac a la batalla.
(No se dice que ella pelee). Advierte a Barac que la campaña no terminará en su
glorificación, “el Señor entregará a Sísara en manos
de una mujer”(Jue. 4:9). La mujer en
cuestión no es Débora, sino Jael, la esposa de un Kenita. Dado que los Kenitas
no eran una tribu de Israel (son identificados en Jue.
4:11 como “descendientes de Jobab, el suegro
de Moisés”), Jael es un personaje marginal en dos aspectos es una mujer
y no es Israelita. Pero se convierte en la heroína de la batalla llevando a
Sísara a su tienda y matándole con un clavo mientras duerme. (El relato poético
en Jue. 5:26 da la impresión que le golpea
con un objeto pesado, descrito sea como un mazo o como un clavo para fijar la
tienda, en poético paralelismo. El relato en prosa clarifica el acto haciendo
que ella le clave en su frente el clavo). Por ello es llamada la “Bendita entre todas las mujeres” en 5:24. La moral de su acción es problemática. Su
clan estaba en paz con los Cananeos, por lo tanto no trataba de liberarlos.
Parece haber decidido simplemente apoyar a los vencedores en la batalla.
Además, la violación de un invitado era vista como un crimen odioso en el mundo
antiguo.(Comparar el relato de Sodoma y Gomorra en Gén.
19:8, donde Lot ofrece sus hijas vírgenes a la muchedumbre para que no
molestasen a los hombres, “que han venido al amparo
de mi techo”). Dado que el oportunismo de Jael funciona a favor de
Israel, no se cuestiona su moralidad. Como en algunos otros relatos en Génesis,
el fin (el beneficio de Israel) justifica los más extraños medios.
Hay cierta analogía entre Jael y la heroína de uno de los
últimos libros del Antiguo Testamento, el deuterocanónico o apócrifo libro de Judit. Como Jael, Judit usa el engaño para
asesinar al enemigo de Israel. Al contrario de Jael, Judit sí pudo afirmar
estar defendiendo a su pueblo víctima de una clara agresión.
GEDEÓN Y ABIMÉLEC
Gedeón recibe más atención que ningún otro juez en el libro
excepto Sansón. La ocasión es un conflicto en la parte sur del país, causada
por merodeadores Madianitas. Es claramente un conflicto regional que no
involucra a todo Israel; incluso los vecinos Efrainitas cuestionan la
conveniencia de combatir a los Madianitas. Gedeón es elegido por un ángel del
Señor más bien por sus debilidades que por su fuerza. La visitación del ángel
recuerda la aparición a Abraham en Génesis 18.
Como otros jueces va a la batalla bajo la influencia del espíritu del Señor.
La historia de Gedeón está marcada por tensiones entre
antigua tradiciones que no encajan en la ideología Deuteronómica y claras
intervenciones de los editores Deuteronomistas. Como los patriarcas, Gedeón
construye un altar para señalar el sitio de la aparición del ángel del Señor (6:24; a pesar de la prohibición Deuteronómica de
múltiples altares). Se nos dice en 7:1 que
era también conocido como Jerubaal (=que Baal se defienda). Esto parece indicar
que fue durante un tiempo devoto de Baal. Sus hijos aún son llamados en el capítulo 9 como hijos de Jerubaal, y el pueblo de
Siquem parece haber retornado al culto de Baal-berit, Baal de la alianza,
después de la muerte de Gedeón. Después de la derrota de los Madianitas, Gedeón
hace una recolecta de metales preciosos de sus soldados y construye un ídolo,
que erige en su pueblo, “todo Israel se prostituyó
allí tras él y vino a ser una trampa para Gedeón y su familia”(8:27). Nada de esto sugiere que Gedeón era devoto
Yahvista según el estándar Deuteronómico. Se muestra a sí mismo como rudo
guerrero a la hora de tomar venganza de los Madianitas y también de los
Israelitas que se negaron a ayudarle. Su peculiar método de selección de sus
tropas de élite, tomando solamente a aquellos que tomaron el agua como lo hacen
los perros, encaja con la imagen de rudo guerrero. Una pequeña fuerza de
hombres que actuaran como animales le fue más eficiente que un gran ejército
con gente “civilizada”. Su ferocidad en tanto
que guerrero, en lugar de su piedad Deuteronómica, es lo que le cualifica como
salvador de su pueblo.
En contraste, uno cuantos pasajes presentan a Gedeón en un
molde Deuteronómico más ortodoxo. Recuerda el Éxodo según la costumbre
Deuteronómica (6:13) e incluso destruye el
altar de su padre a Baal una acción que parece bastante inconsistente con su
culto al ídolo. Otra modificación de los editores se puede apreciar en el
informe en 6:7 de que el Señor envió a un
profeta para recordar a los Israelitas el Éxodo y la Alianza. Los profetas
aparecen con más prominencia en posteriores libros históricos, parecen un
anacronismo en el contexto de Jueces.
El éxito de Gedeón contra los Madianitas ofrece la ocasión
para la primera propuesta de reinado en Israel. La gente le invita a “reina sobre nosotros, y después tu hijo y tu nieto”.(8:22). El pueblo en cuestión es ostensiblemente
todo Israel, aunque solamente las tribus de Manasés y Efraín están involucradas
en la historia. En cualquier caso, Gedeón declina la oferta. Había
evidentemente mucha ambigüedad acerca de la realeza en el temprano Israel.
Algunos de los relatos en la Historia Deuteronómica sugieren un proceso de
evolución que naturalmente llevó a la realeza en Israel como en otros pueblos
en la región. Otros pasajes sugieren que había una tensión entre el gobierno de
Yahvé y el gobierno de un rey humano. Este es el caso en la réplica de Gedeón en
Jue. 8:23. Veremos esta resistencia a ser
rey articulada de manera más completa en 1 Samuel.
La realeza está también en juego en Abimélec en Jueces 9. El nombre de Abimélec (=mi padre es rey)
sugiere que Gedeón puede no haber sido tan reticente acerca de la realeza como
pretende el Deuteronomista. En cualquier caso, Abimélec no tiene reservas para
reclamar la realeza, y aclara el camino asesinando a sus setenta hermanos,
excepto el más joven, Jotán, que escapa. Como Jefté en Jueces
11, Abimélec es de nacimiento no honorable; es el hijo de una esclava.
Al contrario de Jefté, o algunas otros personajes poco privilegiados en la
Biblia Hebrea no se le pide asuma el liderazgo sino que va tras él de manera
agresiva, incluso criminal. El incidente evoca la fábula de Jotán acerca de los
árboles que trataron de elegir un rey. El olivo, la higuera, y el viñedo todos
declinan, dado que están involucrados en actividad productiva que les otorga
honor. Sólo la zarza accede a ser rey, y apoya su deseo con una amenaza de violencia.
La fábula es fácilmente aplicable a los que buscan poder en cualquier época. En
el contexto de Jueces, articula la profunda desconfianza en la monarquía en
algunos aspectos de la tradición Israelita. Hay que señalar que Abimélec es rey
de Siquem, no de Israel, y que Siquem aparece aquí como ciudad Cananea, con un
templo de Baal-berit. Se puede argumentar que Siquem está volviendo a
convertirse en una tradicional ciudad-estado Cananea.
El pueblo de Siquem se cansó pronto de Abimélec, y pronto
tuvo lugar una guerra civil. Según Jueces 9,
Abimélec arrasó la ciudad y quemó su torre. La evidencia arqueológica indica
que Siquem fue destruida a mediados del final del siglo doce. (Ya había sido
previamente destruida en el siglo catorce). Si esta destrucción es la reflejada
en la historia de Abimélec, no lo sabemos. Es de interés, en cualquier caso,
que la historia bíblica ofrezca instancias de la destrucción en Canaán a
comienzos de la Edad de Hierro.
Abimélec se encuentra con la poética justicia al final. Es
mortalmente herido cuando una mujer lanza una muela de molino sobre su cabeza
no es pequeña hazaña para una mujer! El Deuteronomista, con muy poca simpatía
hacia Abimélec, le hace justicia: “Así devolvió Dios a Abimélec el mal que
había hecho a su padre al matar a sus setenta hermanos”, y se cumple así la
maldición de Jotán sobre Siquem.
JEFTÉ
La historia de Jefté es tan emocionante como cualquier
relato en la Biblia Hebrea. Jefté opera en Galaad en Transjordania, y los
adversario son Amonitas. Como Abimélec es de nacimiento deshonroso, y es
expulsado de la familia por los hijos legítimos. Se hace famoso como fuera de
la ley, sin embargo, es recordado por los ancianos por su habilidad como
guerrero. Llega a un acuerdo sobre la condición que se convertirá en gobernante
si tiene éxito. (Comparar con el trato que realiza el dios Marduk en el Enuma
Elish).
Al comienzo, Jefté realiza un acercamiento diplomático. Su
discurso a los Amonitas es típicamente Deuteronómico, y tiene sentido sólo en
el contexto de la teología Deuteronómica. Ambas partes recuerdan la historia
del Éxodo, aunque no se ponen de acuerdo acerca de qué parte es la que ha
ofendido a la otra. Cuando las negociaciones fracasan, “el espíritu del Señor vino sobre Jefté”(11:29).
Aquí como en otras partes el espíritu parece infundir energía y fuerza
sobrehumana. (Comparar 1 Rey. 18:46, donde “la mano de Yahvé estaba sobre Elías” y como “echó a correr delante del carro de Ajab”). Jefté
hace un voto al Señor: “el primero que salga de mi
casa a mi encuentro, cuando vuelva victorioso de los Amonitas, será para Yahvé
y lo ofreceré en holocausto”(11:31).
No hay duda en el contexto que se trata de un sacrificio humano. Habría sido
absurdo ofrecer el primer animal que saliese a su encuentro. En el contexto del
antiguo Israel, semejante voto era una medida extrema, que indicaba tanto lo
extremo de la crisis como la intensidad de la devoción hacia Yahvé de Jefté.
Por supuesto no anticipa que la persona en cuestión sería su única hija. Al
contrario de Abraham, no le es concedido indulto. Jefté es a menudo criticado
por hacer tan impulsivo voto, aunque esta crítica no se realiza en el texto,
donde aparece actuando bajo la influencia del espíritu del Señor. Ni es
condenado en la tradición; en el Nuevo Testamento es celebrado como héroe de la
fe (Hebreos 11). En el texto bíblico, su
hija es más heroica que él. Le anima a que mantenga su voto, y pide sólo algún
tiempo para llorar su virginidad. (Su heroísmo es subrayado en las “Antigüedades Bíblicas” del Seudo-Filón, cap. 40,
de finales del siglo primero d.C., donde ella, como Isaac, insiste en ofrecerse
ella misma para el cumplimiento del voto de su padre). El texto aclara sin
ambigüedad alguna que “tuvo que cumplir en ella el
voto que había hecho”(Jue. 11:39). Aunque
el relato en Jueces ciertamente aprecia lo trágico del resultado, no hay signo
alguno que Jefté actuase mal al realizar el voto (por el que fue premiado con
la victoria) o al cumplirlo.
El episodio concluyente en la historia de Jefté en Jueces 12 habla de un conflicto entre los hombres
de Galaad y Efraín. Las tribus de Israel no sólo lucharon contra sus vecinos
sino también entre ellas en ocasiones. Aquí, de nuevo, la impresión es de una
guerra local tribal en lugar de un conflicto entre Israel y sus vecinos.
SANSÓN
Sansón es el carácter más colorido del libro de los Jueces,
y su historia ha inspirado creaciones artísticas, desde la poesía épica de John
Milton a la música de Ópera de Camille Saint-Saëns. Es señalado como héroe dese
el comienzo de su nacimiento de madre estéril, anunciado por un ángel del
Señor. Teorías similares se aplican a Samuel, el último de los jueces, y a Juan
Bautista en el Nuevo Testamento (Luc. 1; el nacimiento de Jesús de una Virgen
está relacionado con este patrón, aunque tiene un carácter milagroso más
realzado). Es apartado como Nazireo, que ha de abstenerse de vino y bebida
fermentada y nunca ha de cortar su cabello (cf. Núm.
6:1-6).
El pueblo con el que interactúa Sansón son los Filisteos. El
origen de los Filisteos es oscuro, aunque eran parte de la ola de “Pueblos del Mar” que se expandió a través del mar
Egeo a finales de la Edad de Bronce, destruyendo la civilización
Greco-Micénica. Algunas veces se dice que vienen de Caftor
(=Creta; ver Deuteronomio 2:23; Amos 9:7).
Destruyeron también el imperio Hitita en Anatolia y la ciudad Cananea de
Ugarit. Fueron derrotados por Ramsés III de Egipto cerca del 1190 a.C. Ramsés
estableció a los Filisteos derrotados como mercenarios en las ciudades costeras
de Gaza, Askalón, y Asod. Los Filisteos en esas ciudades se liberaron del yugo
Egipcio y formaron una poderosa confederación local que incluía las ciudades
cercanas de Ekrón y Gat. La fuente del poder Filisteo venía de su dominio en la
forja del hierro (cf. 1 Sam. 13:19-21). Al comienzo
los Filisteos aceptaron las deidades locales Cananeas, Dagón (padre de Baal) y
Astarté. La historia de las ciudades Filisteas es paralela con la de los reinos
de Israel y Judá. Fueron conquistados por los Asirios, ocupados por los
Egipcios, y finalmente destruidos por los Babilonios, quienes deportaron a los
Filisteos al igual que a los Judíos. A diferencia de los Judíos, los Filisteos
perdieron eventualmente su identidad, aunque le dieron nombre al país llamado
Palestina. Los relatos bíblicos tienden a retratarlos como bárbaros, aunque de
hecho tenían una rica cultura material, ampliamente documentada por las
recientes excavaciones arqueológicas.
Los Filisteos estaban emergiendo como poder al mismo tiempo
que las tribus de Israel se estaban expandiendo desde los altos de Canaan. Las
referencias a éstos en los libros del Génesis y Éxodo que implican que estaban
presentes desde mucho antes son anacrónicas. El conflicto entre Israel y
Filisteos tiene su cumbre en 1 Samuel cuando los Israelitas trataban de
controlar las tierras bajas. Este conflicto era la razón principal por la que
los Israelitas aceptaron el gobierno de un rey.
Según Jueces 14, los Filisteos “dominaban Israel” en tiempos
de Sansón, no es probable que tuvieran dominio sobre todas las tribus
Israelitas, aunque controlaban la costa, y entraron en conflicto con la vecina
tribu de Judá. La historia de Sansón implica que había un considerable ir y
venir entre Judá y Filistea, y un rasgo mayor en la carrera de Sansón es sus
relaciones con mujeres Filisteas.
El primer conflicto entre Sansón y los Filisteos en capítulo
14 es poco más que una disputa familial, surge de las tensiones de un
casamiento que rompe los límites entre grupos. Sansón es descrito como hombre
de fuerza legendaria, que puede destrozar un león con sus manos. Pero es
vulnerable al sexo débil. Trata de aventajar a los Filisteos apostando a ver
quién es capaz de responder un acertijo, pero su esposa le traiciona. Él hace
honor a su apuesta, aunque a costa de los Filisteos de Ascalón. La única nota
religiosa en todo esto es que “el espíritu del Señor”
viene sobre él y mata a treinta hombres en Ascalón. Como en otros casos en
Jueces, como Jefté, el espíritu del Señor se manifiesta en una explosión de
fuerza física. En esas historias, no tiene nada que ver con la sabiduría o la
virtud.
El conflicto escala en el capítulo 15, porque cuando Sansón,
después de algún tiempo, busca a su esposa, ésta ha sido dada a otro. La tribu
de Judá se involucra dado que temen las represalias Filisteas si ofrecen
refugio a Sansón. Lo entregan a sus enemigos, pero de nuevo el espíritu del
Señor le infunde una fuerza sobrenatural, de manera que puede romper sus
cadenas y matar a mil Filisteos con la quijada de un asno. El Deuteronomista le
otorga estatus de juez, que gobernó a Israel durante veinte años. Nada en la
historia implica actividad alguna fuera de Judá y Filistea, y su “juicio”
parece consistir en explosiones de violenta actividad.
La caída de Sansón ocurre debido a su incapacidad para
resistir los encantos de una mujer Filistea, Dalila. Se le advierte ampliamente
de su engaño, cuando repetidas veces se deja atar y se da cuenta que los
Filisteos han caído sobre él. Finalmente, confía a Dalila que jamás ha pasado
navaja sobre su cabeza. Dalila le afeita la cabeza mientras duerme, y se le van
las fuerzas. Realiza una última hazaña cuando destruye el templo de Dagón. El
Deuteronomista lo retrata como respuesta a la oración. Jueces
16:22 apunta a una diferente explicación: su cabellos comenzaron a crecer
de nuevo.
La historia de Sansón es un cuento popular acerca de un
hombre fuerte legendario, parecido a los relatos Griegos sobre los trabajos de
Heracles (Hércules). En ningún momento se ve a Sansón motivado por preocupación
alguna acerca de Israel. No muestra conciencia de una Alianza o de la tradición
del Éxodo. Hace honor a su apuesta, en cierto sentido, aunque no parece estar
restringido por código moral alguno, excepto el honor y la venganza. Su
historia es conservada en la Biblia como parte de la tradición de Israel, y
sirve más bien como relato apasionante para el entretenimiento. El
Deuteronomista sólo ofrece un pequeño destello de piedad, nunca sugiere que
Sansón sea un ejemplo moral. Más bien, es un héroe trágico; una persona de
extraordinario (o bruto) talento que tiene una fatal debilidad en su atracción
hacia las mujeres Filisteas. La historia podría fácilmente servir para
desaconsejar el matrimonio con mujeres extrajeras, un tema favorito del
Deuteronomio, aunque se deja que los lectores saquen sus propias inferencias a
este respecto.
Quizá la ironía final de Sansón la encontremos en la
Epístola a los Hebreos (11:32), que incluye a Sansón entre aquellos “que por la fe sometieron reinos, administraron justicia,
alcanzaron las promesas y cerraron la boca a los leones”, entre otras
cosas. Sansón sin duda cerró las bocas de los leones y puso a sus enemigos en
fuga, pero su preocupación por la justicia no es evidente en su historia. Tuvo
fe, hasta el fin, en que Dios le había dotado con fuerza sobrehumana, pero
difícilmente es esta la clase de fe por la que se aboga en la Epístola a los
Hebreos. Sin embargo, Sansón fue considerado a menudo como prefigura de Cristo
en la interpretación tardía Cristiana, debido a su sufrimiento y manera en que
encontró su muerte con los brazos extendidos.
EN AQUELLOS DÍAS NO HABÍA REY
Los últimos cuatro capítulos del libro de los jueces están
enmarcados en la afirmación que “En aquel tiempo no
había rey en Israel y hacía cada uno lo que le parecía bien”(17:6; 21:25). Estos recordatorios de que no había
rey en Israel también aparecen intercalados en los capítulos siguientes. Las
historias sugieren que cuando no había rey la sociedad tendía a desintegrarse.
Hay dos principales episodios en estos capítulos. El primero concierne la
relocalización de la tribu de Dan. El segundo describe un conflicto entre
Benjamin y las otras tribus.
Según Jos. 19:40-48, el
territorio original de los Danitas incluía la ciudad de Ecrón, que
anteriormente había formado parte de la confederación Filistea, y llegaba hasta
Jope. Pero “cuando el territorio de los Danitas fue
tomado por ellos, los Danitas subieron y lucharon contra Lésem”, la
tomaron y renombraron con el nombre de Dan. Sansón era un Danita, localizado
próximo a los Filisteos. Según Jue. 1:34,
los Amoritas rechazaron a los Danitas y no los dejaban bajar a la llanura. En
Jueces 18 los Danitas aún están buscando territorio para establecerse. Esta vez
el lugar que encuentran es llamado Lais, en la extremidad norte de Israel. Lais
y Lésem son presumiblemente variantes del nombre para un mismo lugar.
Posteriormente, durante la monarquía, Dan era el lugar donde
estaba uno de los templos establecidos por el Rey Jeroboam I del reino del
norte de Israel, en oposición a Jerusalem. Esto fue considerado una abominación
por el Historiador Deuteronómico. El relato de la fundación de Dan en Jueces 17-18 no es halagador. Aunque la misión de
los Danitas es presentada en términos que recuerdan la conquista inicial de
Josué (especialmente en materia de espiar el país), se nos dice dos veces que
el pueblo de Lais estaba “tranquilo y no sospechaba nada”. La agresión de los
Danitas no es disfrazada. Además, el culto de Yahvé establecido en Dan es de
origen cuestionable. Involucra ídolos robados de la casa de Micah y Efraín, y
un Levita que es retratado más bien como un carácter mercenario. El uso de
ídolos caseros parece haber formado parte de manera normal de la religión
temprana Israelita, aunque iba contra le ley Deuteronómica. Sin embargo, la
historia es relatada sin mucho comentario editorial. Los lectores son libres de
ver ellos mismos cómo estaban las cosas en Israel cuando no había rey.
El conflicto entre Benjamin y las otras tribus involucra uno
de los “relatos de terror” de la Biblia Hebrea. Benjamin no es un blanco obvio
para la polémica Deuteronómica como lo es Dan. Benjamin era la única tribu que
permaneció con Judá después de la división del reino. Era la tribu de Saúl, el
primer rey, rechazado a favor de David, y esto le puede haber dado a algún
editor de Judá alguna razón para incluir semejante retrato tan negativo. En
este caso el conflicto se desarrolla completamente dentro de Israel.
La historia comienza cuando un Levita de Efraín toma una
concubina de Belén la cual le abandona. Cuando la traía de regreso, les alcanzó
la noche cerca de Jerusalem. Dado que Jerusalem era una ciudad Jebusita se
apresuraron hasta Gibea en Benjamin. La asunción que era más seguro alojarse
entre Israelitas que entre Gentiles se muestra aquí como trágico error. La
historia que se desarrolla es muy similar a la historia de Sodoma en Génesis 19. Los hombres de Gibea querían abusar de
los extranjeros. El hombre que les ha tomado bajo su techo está horrorizado y
les ofrece su hija virgen y la concubina del Levita. En Génesis Lot ofrece sus
hijas vírgenes aunque esto se hace innecesario debido a la intervención divina.
No hay tal intervención aquí. La concubina del Levita es sacrificada por la
causa amaneciendo muerte por la mañana. La historia es horrible, no sólo por la
maldad de los hombres de Gibeá sino también por la disposición del Levita para
sacrificar a su concubina, y también la del dueño de la casa al ofrecer a su
hija virgen. La insensibilidad del Levita se hace evidente en sus palabras
dirigidas a la concubina la mañana siguiente: “levántate, nos vamos”. Esta
parte de la historia alcanza el climax cuando desmiembra el cadáver y envía una
pieza a cada una de las tribus. Posteriormente, en 1
Samuel 11:7, Saúl convoca la tribus matando una yunta de bueyes y despedazándola.
La indignación de los Israelitas contra Gibeá es bien merecida. La conducta del
Levita es a penas un poco menos infame, aunque no recibe comentario alguno en
el texto bíblico.
El castigo de Gibeá no es tan severo como el de Sodoma. Los
Israelitas derrotan a los Benjaminitas, aunque sólo después de varios fracasos.
Eventualmente, unos seiscientos Benjaminitas son masacrados. Hasta los animales
son matados. Cuando los Israelitas juran que no darán sus hijas a los hombres
de Benjamín, el futuro de la tribu es puesto en duda. Cuando el pueblo de
Jabesh-Gilead es masacrado por no acudir con el resto de las tribus, sus hijas
vírgenes son dadas a los Benjaminitas. Finalmente, en una escena reminiscente
del relato Romano de las Sabinas, los Benjaminitas son autorizados a raptar a
las jóvenes que vienen a bailar a fiesta de los Tabernáculos en Silo, al norte
de Betel. El libro termina con una nota positiva, en lo que la tribu de
Benjamín es restaurada, aunque de nuevo el precio de su restauración es pagado
a expensas de las mujeres, que son tratadas repetidas veces como meros objetos
de placer en este relato. Como en muchos otros relatos en Jueces, éste tampoco
es edificante. Quizá pueda contribuir a la educación moral mostrando el horror
de algunos tipos de conducta. El texto parece estar diseñado para mostrar la
depravación de la naturaleza humana y la necesidad de la gracia y asistencia
divina, en lugar de ejemplificar ninguna virtud humana.
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OTRAS LECTURAS
COMENTARIOS
Boling, Robert G. “Judges”.
AB 6A. New York: Doubleday, 1975. Asume mucha más historicidad subyacente de lo
normal en el marco de los estudiosos actuales.
Niditch, Susan. “Judges”.
En “The Oxford Bible Commentary”, ed. J. Barton and J. Muddiman, 176-91.
Oxford: Oxford Univ. Press, 2001. Corto comentario bastante profundo.
Olson, Dennis T. “Judges”.
En NIB 2:273-888. Comentario tipo Homilía.
Soggin, J. Alberto. “Judges”.
Trad. J. Bowden. OTL. Philadelphia: Westiminster, 1981. Más escéptico que
Boiling en lo que a lo histórico se refiere.
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