EL BAUTISMO DE JESÚS
En
aquellos días, apareció en el desierto Juan el Bautista(1), predicando el bautismo de penitencia para remisión de los
pecados. La profecía de Isaías (40:3) estaba siendo cumplida, “Una voz grita: Abrid camino a Yahvé en el desierto,
enderezad en la estepa una calzada a vuestro Dios” (cf. Marcos 1:2-4). Para los Esenios esta profecía
también era llamada “salir de las habitaciones de los hombres de pecado, para
ir al desierto y preparar el camino del Señor”(2).
Las palabras de Juan eran tan cercanas a la de los Esenios que es posible que
éste hubiese pertenecido a una de sus comunidades. Abandonó posteriormente
porque no estaba de acuerdo con el separatismo sectario de los Esenios y quería
ofrecer la oportunidad de arrepentimiento y perdón de los pecados a todo
Israel. Las muchedumbres fluían de todos lugares hacia éste austero
profeta del desierto. Oían sus
amenazantes-penitenciales sermones, confesaban sus pecados, y eran bautizados
por él en el río Jordán.
La
poderosa influencia de Juan sobre la gente llevó a su ejecución a manos de
Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande. Josefo informa,
“Hombres de todos lados se habían reunido con él, pues se
entusiasmaban al oírlo hablar. Sin embargo, Herodes, temeroso de que su gran
autoridad indujera a los súbditos a rebelarse, pues el pueblo parecía estar
dispuesto a seguir sus consejos, consideró más seguro, antes de que surgiera
alguna novedad, quitarlo de en medio, de lo contrario quizá tendría que
arrepentirse más tarde, si se produjera alguna conjuración”(3).
Se
puede saber más de la muerte de Juan en los Evangelios(4).
Lo
que más atraía a la gente hacia Juan era el bautismo que confería. Muchos
esperaban que la inmersión expiaría sus pecados, y podrían escapar a la ira del
juicio Divino. Juan, no obstante, lo primero que pedía era verdadero
arrepentimiento. Según Josefo, Juan era un hombre santo que
“Predicaba la práctica de la virtud, incitando a vivir con
justicia mutua y con piedad hacia Dios, para así poder recibir el bautismo. Era
con esta condición que Dios consideraba agradable el bautismo; se servían de él
no para hacerse perdonar ciertas faltas, sino para purificar el cuerpo, con tal
que previamente el alma hubiera sido purificada por la rectitud(5)”
Esta
comprensión del bautismo está exactamente en línea con el punto de vista
Esenio. Los baños bautismales tradicionales Judíos meramente limpiaban la
impureza ritual del cuerpo. Desde el punto de vista Esenio, sin embargo, un
pecado cometido da origen a impureza ritual, y así, “que
no entren en las aguas
. A no
ser que se conviertan de su maldad; pues es impuro entre los transgresores de
su palabra”(6). Solamente aquel que “por la sumisión de su alma a todas las leyes de Dios es
purificada su carne al ser rociada con aguas lustrales y ser santificada con
las aguas de contrición”(7). O en
palabras de Juan el Bautista- el agua puede limpiar el cuerpo solo si el alma
ha sido primero purificada mediante la práctica del bien. Pero qué es lo que
hay en el arrepentimiento que purifica el alma? “Y
por el espíritu de santidad que le une a su verdad es purificado de todas sus
iniquidades”(8). De esta manera, el
bautismo Esenio unía arrepentimiento con perdón de los pecados, y lo último con
el Espíritu Santo. Así como la noción de Juan acerca del bautismo coincidía con
la de los Esenios, también refleja su comprensión del Espíritu Santo operando
en el Bautismo(9).
Podemos
imaginar el entusiasmo de esta multitud que había oído las palabras del
Bautista. Habiendo confesado sus pecados y esperando recibir el don del
Espíritu Santo para limpiar sus almas de la inmundicia del pecado, sumergían
sus cuerpos manchados en el agua purificadora del río. Es posible que ninguno
de ellos tuviese una experiencia peneumático-extática en el momento que el
Espíritu de Dios les tocaba? “Toda la gente se estaba bautizando. Jesús, ya
bautizado, se hallaba en oración, cuando se abrió el cielo, bajó sobre él el
Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma, y llegó una voz del cielo(10), “Tú eres mi hijo(11); en quien me complazco”.
Así habló la voz del cielo según Mateo(3:17)
y Marcos(1:11). Pero muchos estudiosos(12) están en lo correcto cuando piensan que en el
relato original, la voz del cielo anunciaba a Jesús, “Éste
es mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien me complazco. He puesto
mi espíritu sobre él para que dicte el derecho a las naciones”(Isa.42:1). Probablemente ésta es la fórmula
original, dado que las palabras del profeta encajan en la situación.
El
don del Espíritu Santo asume un significado para Jesús diferente del de otros
que fueron bautizados por Juan. La voces desde el cielo no era un fenómeno no
común entre los Judíos de aquellos días, y frecuentemente esas voces eran oídas
pronunciando versículos de la escritura. El don del Espíritu Santo, acompañado
por una experiencia extática, era aparentemente algo que ocurría a otros que
eran bautizados en presencia de Juan en el Jordán. Si Jesús realmente oyó esas
palabras de Isaías, la frase “He puesto mi Espíritu sobre él” era una maravillosa
confirmación del don del Espíritu Santo. Había algo más que poseía significado
único.
Si
se acepta la forma tradicional del mensaje celestial, Jesús es descrito como
“Mi Hijo”. Si, no obstante, la voz celestial entonó las palabras de Isaías,
Jesús debe haber comprendido que estaba siendo puesto aparte como Siervo de
Dios, el Elegido. Para él el don del Espíritu Santo, que era parte del bautismo
de Juan, tenía otro especial significado que sería decisivo en su futuro.
Ninguna de las designaciones Hijo, Siervo, o Elegido eran exclusivamente
títulos mesiánicos los dos últimos también podían denotar el estatus especial
del oficio profético. Mediante esos títulos, Jesús aprendió que era el elegido,
el llamado, el puesto aparte. Todo esto no ofrece ninguna duda sobre la
historicidad de la experiencia de Jesús en su bautismo en el Jordán.
Según
Marcos (1:9) y Mateo(3:13), Jesús vino hacia Juan desde su casa en Nazaret. Si
hemos de creer las palabras del arcángel en Lucas (1:36), María estaba
relacionada con la madre de Juan. Nada más sabemos acerca del fondo psicológico
de la decisión de Jesús para unirse a la multitud y ser bautizado por Juan. Por
otro lado, si usamos los documentos propiamente, podemos formarnos una clara
idea de lo que le ocurrió a Jesús después de su bautismo y llamada. El único
problema serio parece ser que no tengamos informe confiable del lugar de las
actividades Bautismales(13). Además, este
profeta del desierto no permanecía en el mismo lugar. Quizá Juan bautizó a
Jesús no lejos del punto donde el Jordán entra en el lago de Genesaret en el
norte. En la zona está Betsaida, origen de los hermanos Andrés y Pedro, quienes
de acuerdo con Juan (1:40-44), Jesús
encontró durante su bautismo.
Los
primeros discípulos Pedro, su hermano Andrés, y sus hermanos Santiago y Juan
los hijos de Zebedeo- eran todos pescadores en el Lago de Genesaret. Pedro
estaba casado con una mujer de las cercanías de Cafarnaún, donde vivían en casa
de su suegra(14). La suegra del discípulo se
convirtió en creyente después que Jesús la curase de una fiebre. Su casa se
convirtió en una segunda casa para Jesús. Más tarde, después de la visita sin
éxito a su nativa Nazaret, Jesús regresó al distrito cerca de Cafarnaum.
El
mapa geográfico del ministerio público de Jesús podría resultar de la vecindad
de su bautismo y de su relación con Pedro. Esto no es un fundo teológico, sino
uno factual. Está confirmado por las propias palabras de Jesús.
“Ay de ti, Corazaín; ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro
y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en ti, mucho ha que en
saco y ceniza hubieran hecho penitencia. Así, pues, os digo que Tiro y Sidón
serán tratadas con menos rigor que vosotras en el día del juicio. Y tú,
Cafaranum, te levantarás hasta el cielo? Hasta el infierno serás precipitada.
Porque si en Sodoma se hubieran realizado los milagros obrados en ti, hasta hoy
subsistiría. Así, pues, os digo que el país de Sodoma será tratado con menos
rigor que tú el día del juicio” (Mat. 11:20-24; Lucas 10:12-15).
El
noroeste del Mar de Galilea estaba densamente poblado y bien cultivado.
Corazaín cuyo grano era famoso- no es mencionada en ninguna otra parte del
Nuevo Testamento. La desdichada María Magdalena “de
quien habían salido siete demonios” (Lucas
8:2) era de las cercanías de Magdala. Muchos pescadores vivían allí y
navegaban rutinariamente a lo largo de la orilla este donde había muchos peces.
En contra de las nociones populares actuales, los habitantes del distrito no
eran rudos campesinos.
Más
importante que establecer la ubicación geográfica del ministerio público de
Jesús es definir la relación entre Juan el Bautista y Jesús después del
bautismo. Solo después de corregir algunas de los malentendidos comunes es que
se puede retratar a Jesús en su verdadero significado. La raíz de la distorsión
está en la cronología de la historia de salvación(15)
que encontramos en Marcos. Porque, según la visión Cristiana, Juan el Bautista
era justificablemente visto como el predecesor de Jesús, y porque la entrada en
escena de Jesús sigue a la de Juan, Marcos hace de Juan el precursor de Jesús
en sentido literal. Así, según Marcos, Jesús podía aparecer públicamente sólo
después que Juan hubiese sido arrestado. “Después que
Juan fue preso vino Jesús a Galilea predicando el Evangelio de Dios”(Marc. 1:14).
Mateo
va más allá. Siguió el marco cronológico de Marcos (ver Mat. 4:12-13) que
asumía que Juan había sido arrestado antes de la primera aparición de Jesús.
Así, solamente después que Juan fue encarcelado es que Mateo retrata a Juan
enviando mensajeros a Jesús para preguntarle si era “el que había de venir”. La
versión de Mateo “corrige” la cronología
original bajo la influencia de Marcos. Así, Lucas 4:1 tiene razón mientras que Mateo 11:2 está equivocado. Además, Mateo despliega
una tendencia a mezclar las palabras de Juan con elementos del discurso de
Jesús (y viceversa)(16). Así, sitúa la
predicación de Jesús, palabra por palabra, en boca del Bautista (Mat. 3:2; cf. 4:17). El cambio en la cronología
original a cargo de Marcos y Mateo y el nuevo distorsionado orden de los
eventos han dado lugar reconstrucciones innecesarias de los comienzos de Jesús.
El
error cronológico de Marcos es normalmente usado para demostrar que el
principal propósito de Jesús al salir a la vida pública era llenar el vacío
dejado en Israel por el arresto del Bautista. Esta impresión parece encontrar
confirmación en Mateo. Primero, según este Evangelio, Jesús continuó meramente
predicando el mensaje de Juan. Si así fuese, habría sido el máximo en tragedia
humana el que, poco después de su muerte, Juan, quien había pasado toda su vida
esperando al Mesías, recibiese noticias del surgimiento de Jesús, y enviase
mensajeros a éste. No es de extrañar que Flaubert describiera esta conmovedora
escena en su relato, “Herodias”!
De
nuevo, el cuadro original es alterado primero por Marcos y Mateo por razones
teológicas, después mediante la reinterpretación psicológica de muchos
estudiosos. Pero, incluso el menos confiable Evangelio de Juan sabe que “Juan
aún no había sido encarcelado”(3:24). Lucas y sus fuentes, también, nunca
informan que Jesús apareciese solo después que Juan hubo desaparecido. Habiendo
aclarado estas secundarias distorsiones, se puede proceder a relatar la
historia de los comienzos del ministerio público de Jesús.
Juan
el Bautista ciertamente tenía un círculo de discípulos, pero obviamente la
mayoría de hombres que bautizó en el Jordán le dejaron después de ser
bautizados y se fueron a sus casas. Juan no quería fundar una secta; pensó
mejor en enviar cada hombre de vuelta a sus labores (Lucas
3:10-14). Por otro lado, Jesús no regresó a su anterior estilo de vida
después de la voz en el bautismo anunciase su elección. “Desde entonces comenzó
Jesús a predicar y a decir: Arrepentíos, porque se acerca el reino de
Dios”(Mat. 4:17). Llamó a sus discípulos, enseño en las sinagogas, “y le traían
los enfermos
y los sanaba” (Mat. 4:17-25)(17).
Es
posible que Juan el Bautista creyese de sí mismo que era el profeta que había
de venir al final de los tiempos. La gente le veía como al profeta bíblico
Elías que debía preceder al Mesías. Él mismo predicó que uno más grande que él
vendría, e inauguraría el juicio de Dios. Cuando Juan oyó acerca de Jesús en
los pueblos alrededor del mar de Galilea así nos cuentan las fuentes(18)- envió a dos de sus discípulos a preguntarle a
Jesús. En aquellos tiempos, era la costumbre Judía enviar no a uno sino a dos
hombres cuando se trataba de una comisión. Jesús, también, envió sus discípulos
en pares (Marc. 6:7; Luc. 10:1), y los
Cristianos continuaron con esta costumbre durante sus primeros viajes
misioneros(19).
Juan
Bautista preguntó a Jesús mediante sus dos discípulos, “Eres tú el que había de
venir o debemos esperar a otro?” El significado de estas palabras se hace claro
cuando las leemos en conexión con el bien conocido versículo en Daniel 7:13, “Seguía yo mirando en la visión nocturna,
y vi venir sobre las nubes del cielo”. La apocalíptica figura del Hijo del
Hombre tenía como tarea en el futuro escatológico separar a los justos de los
pecadores, salvar a los primeros y echar a los segundos a los fuegos del
infierno (Mat. 25:31-46).
Esto
es precisamente lo que Juan predicaba acerca del uno más grande que él que
“esta por venir” y “cuyo bieldo tiene en mano para limpiar la era y almacenar
el trigo en su granero, mientras la paja la quemará con fuego
inextinguible”(Luc. 3:16-17; Mat. 3:11-12). El Hijo del Hombre es una figura
que aparece exclusivamente en escritos apocalípticos Judíos, principalmente en
aquellos que están más cercanos al movimiento Esenio. El mismo Jesús también
aceptó esta creencia. A diferencia del Bautista, sin embargo, no veía la venida
del Hijo del Hombre y el juicio final como inminentes(20).
Su diferente perspectiva está expresada en la parábola de la cizaña(Mat. 13:24-30; ver también la parábola de la red
en Mat. 13:47-50).
Esas
parábolas están en marcado contraste con la precisa escatología del Bautista,
mencionada en la metáfora arriba en Lucas 3:16-17 y Mateo 3:11-12. La parábola
de Jesús de la cizaña puede haber sido una reacción indirecta a las palabras
del Bautista. Según Juan, la salvación de los justos y destrucción de los
pecadores tendría lugar en el futuro inmediato. Jesús, por otro lado, vio
correctamente que incluso en el periodo del reino de los cielos, que había
comenzado a realizarse, el bueno y el malo coexisten.
La
idea del Hijo del Hombre pertenece a un sistema apocalíptico de pensamiento en
el cual no hay lugar para el concepto del reino de los cielos presente. La idea
del reino de los cielos es particularmente rabínica, y es bien sabido que esta
idea es central para Jesús. Es precisamente aquí donde se ve la clara
diferencia entre el profeta de condena(21) y
Jesús.
Jesús
envió su respuesta al Bautista: “Id y referid a Juan
lo que habéis oído y visto: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos
quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son
evangelizados; y bienaventurado aquel que no se escandalizare en mí”(Mat. 11:2-6; Luc.7:18-23)(22).
Parece que las dudas de Jesús acerca del Bautista estaban justificadas.
Posiblemente Juan nunca aceptó las afirmaciones de Jesús.
Lo
importante es que Jesús afirmó en principio la pregunta del Bautista sobre el
significado escatológico de sus actividades, sin declarar explícitamente que
era el Mesías que había de venir. Estableció su declaración del oficio
escatológico señalando a su mensaje de salvación y a sus sobrenaturales
milagros de sanación. Jesús vio estas cosas como signo inconfundible de que la
era de salvación había comenzado. “Pero si expulso los demonios por el dedo de
Dios, sin duda el reino de Dios ha llegado a vosotros”(Luc. 11:20). La
enfermedad es del diablo, y el reino de Dios viene cuando Satán sea conquistado
y aniquilado.
Según
Lucas (10:18), Jesús dijo, “Y vi a Satán cayendo
del cielo como un relámpago”. Según un libro(23)
que fue escrito cuando Jesús era aún niño, “Su reino aparecerá sobre toda la
creación, Satán será destruido y el dolor se irá con él”. La venida del reino
esta ligada a la expulsión de Satán y sus espíritus. Cuando Jesús sana al
enfermo y expulsa espíritus impuros, es el conquistador victorioso que hace
real el reino de Dios(24). “Cuando un fuerte bien armado guarda su palacio, seguros
están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará
las armas en que confiaba y repartirá sus despojos. El que no está conmigo está
contra mí, y el que conmigo no recoge, desparrama” (Luc. 11:21-23).
En
adición a los milagros de sanación, Jesús le da al Bautista una segunda prueba
de su afirmación”. A los pobres les es anunciada la salvación. Esta es una
alusión a las palabras del profeta Isaías (61:1-2), que eran especialmente
importantes para Jesús. “El espíritu del Señor, Yahvé, está sobre mí, pues me
ha ungido, me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a
los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad de los cautivos, y la
liberación a los encarcelados. Para publicar el año de gracia de Yahvé y un día
de venganza de nuestro Dios, para consolar a todos los tristes”. Esas fueron
las palabras que según Lucas 4:17-18- Jesús leyó en la sinagoga a comienzos de
su ministerio. Enrolló el libro, y lo devolvió al servidor, se sentó y dijo,
“Hoy se ha cumplido esta escritura que acabáis de oír”(Luc.
4:18-21).
Las
palabras del profeta suenan, también, en las bienaventuranzas de Jesús. Abre el
reino de los cielos a los pobres de espíritu y humildes, y ofrece consuelo a
los que lloran. Era a ellos que las buenas nuevas de Jesús iban dirigidas. La
palabra usada en Griego era “euangelion”, derivada del verbo usado en el
versículo de Isaías para denotar la prédica de salvación (ver Isa. 61:1; cf.
40:9; 52:7). Para Jesús, este pasaje de la escritura era el puente entre su
llamada anunciada cuando Juan le bautizó en el Jordán- y su presente vocación.
Sabía que el Espíritu del Señor había venido sobre él, porque el Señor le había
ungido para proclamar la salvación a los humildes y a los pobres.
Cuando
los enviados por Juan se marchaban para informar a Juan de la respuesta de
Jesús,
“Comenzó Jesús a hablar de Juan a la muchedumbre: Qué habéis
ido a ver al desierto? Una caña agitada por el viento? Qué habéis ido a ver? A
un hombre vestido muellemente? Mas los que visten con molicie están en las
moradas de los reyres. Pues a qué habéis ido? A ver un profeta? Sí, yo os digo
que más que a un profeta. Este es de quien está escrito(25):
“He aquí que yo envío a mi mensajero delante de tu faz, que
preparará tus caminos delante de ti”.
En verdad os digo que entre los nacidos de mujer no ha parecido
uno más grande que Juan el Bautista. Pero el más pequeño en el reino de los
cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el
reino de los cielos sufre violencia, y los violentos se hacen con él. Pues todos
los profetas, lo mismo que la Ley, profetizaron hasta Juan. Y, si queréis
admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga”(Mat.
11:7-15).
Buber
dijo una vez, en una conversación, que si un hombre tiene el don de oír, puede
oír la voz de Jesús mismo hablando en los relatos de los Evangelios. Esta nota
auténtica puede, creo, ser detectada en los comentarios de Jesús respecto al
Bautista. Son a la vez simples y profundos, ingenuos y llenos de paradoja,
tempestuosos y calmos. Puede alguien llegar al fondo más profundo de éstos?
Jesús se estaba dirigiendo a aquellos que acababan de realizar el peregrinaje
al desierto para ver al nuevo profeta. Este no era lugar donde encontrar
cortesanos ricamente vestidos, que viven en palacios, y se inclinan como una
caña en el desierto ante cualquier opinión. Se puede observar que la imaginería
está tomada de una bien conocida fábula de Esopo(26),
con la que los rabinos, también, estaban familiarizados(27).
La
caña sobrevive a la tormenta porque se inclina bajo la fuerza del viento,
mientras que un árbol más fuerte, que se niega a inclinarse, a veces es
arrancado de raíz. Ahora sabemos a quién iba dirigido esto: Herodes Antipas y
sus serviles cortesanos, contra los cuales el inflexible, sin miedo profeta del
desierto, vestido con una piel de camello, lanzaba sus sermones de condena.
Seguramente no es por casualidad que Jesús recuenta una fábula de Esopo.
Claramente ve al tetrarca y su corte como una especie de “granja de animales”. Posteriormente, al estilo de
Esopo, describe a Herodes como “esa zorra”(Luc. 13:32)(28).
Desde
el punto de vista de Jesús, Juan era un profeta, si se prefiere, el que había
de preparar el camino del Señor en el fin de los tiempos, el Elías que tenía
que regresar. Con Juan, el fin de los tiempos comienza la decisiva erupción en
la historia del mundo. Todos los profetas profetizaron hasta Juan el Bautista;
pero a partir de ahora, “el reino de los cielos esta surgiendo, y aquellos que
surgen, lo toman en posesión”. Las enigmáticas palabras están conectadas con el
dicho del profeta Miqueas (2:13). “Irá delante de ellos el que rompe la marcha; irrumpirán y
traspasarán la puerta y saldrán por ella, y delante de ellos marchará su rey, y
a su cabeza Yahvé”.
Un
comentarista medieval, David Kimchi, ofreció la siguiente interpretación de
este versículo(29): “El que abre la brecha es
Elías y “su rey” es el vástago retoño- de David”. Según esta interpretación,
una forma más temprana de lo que parece Jesús sabía, Elías tenía que venir primero
para abrir la brecha, y le seguirían aquellos que abrirían camino con su rey,
el Mesías. Según Jesús, Elías-Juan ya había venido, y aquellos hombres que
tenían el coraje de decisión están ahora tomando posesión del reino.
Con
la venida de Juan, el reino de los cielos da comienzo. Pero, aunque Juan era el
más grande entre “aquellos nacidos de mujer”, el último en el reino de los
cielos sería más grande que él. Juan el Bautista abrió la brecha a través de la
cual rompió el reino de Dios, pero él mismo no fue nunca un miembro de este
reino. Se puede explicar de otra manera. En su bautismo, Jesús fue iluminado
por una voz del cielo referente al comienzo de su reino mesiánico. Juan fue el
precursor, “el que abrió camino”, para la venida de este reino, pero él mismo
no pertenece a este reino. Era, por así decirlo, miembro de una generación
previa. Este punto de vista paradójico de parte de Jesús aclara tanto la
distinción entre Juan y el reino mesiánico, así como el lazo histórico entre
Jesús y el Bautista. Sin embargo, la experiencia de Jesús en su bautismo le
invistió con una nueva y separada función. Jesús no podía convertirse en
discípulo de Juan. Tendría que moverse entre los pueblos alrededor del Mar de
Galilea y proclamar el reino de los cielos.
Ahora
se puede comprender porqué la respuesta de Jesús a la pregunta del Bautista
termina con la advertencia, “Bendito el que no
encuentre ofensa en mí”. El verbo Hebreo que en aquellos días
significaba, “ser conducido al pecado, para apartarse
de la correcta comprensión de la voluntad de Dios”, era, en el Griego de
la literatura del Evangelio “tropezar”. En 1 Ped. 2:7-8, Jesús es, por así decirlo, la piedra
angular para los creyentes, piedra de tropiezo y piedra de escándalo para los
no creyentes (Luc. 20:18; cf. 2:34). Cuando
el Bautista envió a preguntar a Jesús ya sospechaba que no podría ir junto con
él, porque Juan, el más grande de la anterior generación, no pertenecía al
reino de Dios. Incluso podría ser que Jesús tenía indicaciones concretas de las
dudas de Juan. No se nos dice cuál fue la reacción del Bautista al mensaje de
Jesús. No obstante, el movimiento que creó llevó una vida paralela
independiente al Cristianismo emergente (cf. Hech.
19:1-7).
Como
hemos visto, muchos pensaban que Juan era Elías que había regresado. El Antiguo
Testamento nos dice que Elías nunca murió, sino que fue transportado al cielo.
Cómo, pues, pudo este inmortal, que retorna en el fin de los tiempos como Juan,
ser asesinado por Herodes? Había gente que pensaba que Juan el Bautista había
resucitado de entre los muertos (Luc. 9:1) y
había reaparecido en Jesús. Es obvio que muchos de los discípulos de Juan
compartían esta creencia en la resurrección de su maestro. No obstante, el
discurso de Juan excluye la posibilidad que se le viese a sí mismo como el
Mesías. Buscaba a otro que había de venir y era más grande que él (Luc. 3:16). Pero, había entre sus discípulos
quienes, incluso durante su vida jugaban con la idea que él era el más grande.
De cualquier forma, después de su muerte hay evidencia de la creencia que el
Bautista era el Mesías. Claramente, bien entendido, dado que pertenecía al
linaje sacerdotal, era visto como el Mesías sacerdote, no el Davídico.
La
lógica de los relatos requiere que Herodes debe haberse dado cuenta del peligro
que Juan suponía. No lo dejó libre durante mucho tiempo. La actividad de Jesús,
también, después del arresto de Juan, estuvo obviamente restringida a un corto
espacio de tiempo. Herodes, la zorra, no estaba dormido. Después de ejecutar a
Juan, Herodes, el tetrarca, oyó acerca de la fama de Jesús; y dijo a sus
sirvientes, “Este es Juan el Bautista, que ha
resucitado de entre los muertos” (Mat. 14:1).
Más tarde, algunos de los Fariseos advirtieron a Jesús que Herodes estaba
buscando su vida. Por lo tanto, Jesús notificó a Herodes que permanecería dos o
tres días más en el distrito, y después se movería hacia Jerusalem”(Luc. 13:31). Herodes tuvo su parte de culpa en la
crucifixión.
Después
de la ejecución de Juan, Jesús señaló a sus discípulos la trágica conexión
entre esta ejecución y el final que le amenazaba a él mismo. Y sus discípulos
le preguntaron, “Entonces por qué dicen los escribas
que Elías ha de venir primero?” y él les respondió: Elías en verdad, está para
llegar, y restablecerá todo(30). Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le
reconocieron; antes bien hicieron con él lo que quisieron: de la misma manera
el Hijo del hombre tiene que padecer de parte de ellos. Entonces entendieron
los discípulos que les hablaba de Juan el Bautista”(Mat. 17:10-13).
Antes
de esto, a comienzos de su ministerio, cuando Juan el Bautista aún predicaba en
el desierto, Jesús se había comparado a sí mismo con Juan el Bautista. “A quién compararé yo esta generación? Es semejante a niños
sentados en la plaza que se gritan unos a otros, diciendo: Os tocamos la
flauta, y no habéis danzado; hemos entonado canto de duelo, y no os habéis
golpeado el pecho. Porque vino Juan, que no comía ni bebía, y dicen: Está
poseído del demonio. Vino el Hijo del hombre, comiendo y bebiendo, y dicen: Es
un comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y pecadores. Y la sabiduría
se justifica por sus obras”.(Mat. 11:16-19)(31). Era imposible satisfacer a nadie. Decían que el
asceta predicador del desierto, Juan, estaba loco --igual que dijeron más tarde
de Jesús que tenía un espíritu malo- y también encontraron falta en Jesús,
debido a su apertura al mundo. De estos dichos de Jesús se aprende
indirectamente que el contenido de la predicación de cada uno de ellos estaba
muy de cerca ligado con su carácter. Las buenas nuevas de amor estaban
relacionadas con la naturaleza Socrática de Jesús; la predicación de penitencia
estaba relacionada con la inclinación de Juan hacia el ascetismo.
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1. ver J. Steinmann, “Johannes der Täufer” (Hamburg: Rowohlt, 1960).
Sobre Juan el Bautista y los Rollos del Mar Muerto, ver W. Brownlee, “John the Baptist in the Light of Ancient Scrolls”,
en “The Scrolls and the New Testament” (ed.
K. Stendahl; New York: Harper, 1957), 33-53; ver también Flusser, “The Baptism of John and the Dead Sea Sect”, en “Essays on the Dead Sea Scrolls in Memory of E. L. Sukenik”
(ed. Y. Yadin y C. Rabin; Jerusalem: H. Ha-Sefer, 1961), 209-239 (Hebreo);
idem, “Baptism”, JOC,
50-54.
2. 1QS 8:13-16;
9:19-20. La
división sintáctica que se ha dado en esta traducción refleja mejor el sentido
del versículo en el Antiguo Testamento Hebreo, la traducción Griega de la
Septuaginta, los Rollos del Mar Muerto, e incluso del Nuevo Testamento! En
otras palabras, no es “Una voz gritando en el
desierto: Preparad
.” Sino “Una voz
gritando: en el desierto preparad
”
3. Antigüedades
18:118-119.
4. Mat. 14:13-12; Marc.
6:17-29; ver Lucas 3:19-20.
5. Ant. 18:117.
6. 1QS 5:13-14.
7. 1QS 3:8-9.
8. 1QS 3:7-8.
9. Otra opinión dictada por la
apologética, se encuentra en Hechos 19:1-7.
10. Lucas 3:21-22.
11. La palabra Griega traduce
del Hebreo “el único”. Ver C.H. Turner, “Ho Hyios mou
ho agapetos”, JTS 27 (1926), 113-129;
ver también M.D. Hooker, “Jesus and the Servant: The
Influence of the Servant Concepto of Deutero-Isaiah in the New Testament”(London:
S.P.C.K., 1959), 71, 183.
12. Jeremías, “pais teoi?” en TDNT (ed. G. Friedrich; Grand Rapids:
Eerdmans, 1967), 5:700-704; K. Stendahl, “The
School of St. Matthew”(Uppsala: C.W.K. Gleerup, Lund, 1954), 110,144;
Estos estudiosos han visto que el final de Lucas 3:21 y Mateo 3:17, “en ti me complazco”, alude a Isaías 42:1, “en quien
se complace mi alma”.
13. C.H. Kraeling, “John the Baptist” (New York: Scribner, 1951),
9-16; E. Lohmeyer, “Das Urchristentum. Johannes der
Täufer” (Göttingen: Vandenhoeck, 1932), 26. Ver A.F. Rainey and R.S.
Notley, “The Sacred Bridge: Carta´s Atlas of the
Biblical World” (Jerusalem: Carta Jerusalem, 2006), 350-351.
14. Mat. 8:14;
Luc. 4:38. Marc.(1:29) incluye la adición algo dudosa- de que Andrés, Santiago, y Juan
también residían en la casa. Mat. (8:14) y
Luc.(4:38) están de acuerdo en omitir la expansión que hace Marcos de la
“familia de Pedro”.
15. J. Weiss en Schmidt, op.
Cit., 34. La premisa psicológica de la incorrecta cronología en Marcos está
atestiguada en Hechos 13:25(para la
expresión, ver Hechos 20:24.
16. C.H. Dodd, “The Parables
of the Kingdom” (London: Fontana Books, 1961), 39 n. 20.
17. La tentación de Jesús a
manos de Satán en “Die Versuchung Jesu und ihr
jüdischer Hintergrund”, Jud 45 (1989), 110-128.
18. Mat. 11:2-6; Luc. 7:18-23.
19. A. von Harnack, “Die Mission und Ausbreitung des Christentums in den
restan drei Jahrhunderten” (2 vols.; Leipzig: Hinrichs´sche
Buchhandlung, 1924), 1:344.
20. Ver Flusser, “Die jüdische Messiaserwartung Jesu”, en “Das Christentum eine jüdische Religion” (Munich:
Kösel-Verlag, 1990), 37-52.
21. Sólo en Mat. 3:2 Juan el Bautista habla acerca del reino
de los cielos. “Pero Mateo parece que no distingue
entre las palabras de Juan y las palabras de Jesús”, Dodd, op. Cit., 39.
22. Ver Is.
26:19; 29:18; 35:5; 61:1 y el relevante paralelo en 4Q521, fragmentos 2ii
y 4, líneas 6-13,
especialmente línea 12. Ver E. Puech, “Une
apocalypse messianique(4Q521)”, RevQ 60(Oct. 1992), 475-522. Solamente
la curación de los leprosos falta en los paralelos. En cuanto a la última frase
del pasaje, comparar con el final de Oseas.
23. As. Mos. 10:1.
24. Ver Jeremías, “The Parables of Jesus” (New York: C. Scribner´s
Sons, 1963), 122-123.
25. Mal. 3:1.
26. Ver “Fabulae aesopicae collectae” (ed. K. Halm; Leipzig: B.G.
Teubneri, 1875), nos. 179 a,b,c.
27. H.L. Strack and P.
Billerbeck, “Kommentar zum Neuen Testament aus
Talmud und Midrash. Das Evangelium nach Matthäus” (5 vols.: Munich: C.H.
Beck´sche Verlagsbuchhandlung, 1961), 1:596-597.
28. No obstante, en Hebreo y
Arameo Palestino el término “zorra” era
usado algunas veces para designar a alguien insignificante. Así, el sobrenombre
de Jesús para con Antipas ha de ser leído como insulto no-muy-sutil dirigido
contra el tetrarca Galileo. Ver Jastrow, op. Cit., 1538; Sokolof, op. Cit.,
587; R. Buth, “That Small-fry Herod Antipas, or
When a Fox Is Not a Fox”, Jerusalme Perspective 40 (Sept./Oct. 1993),
7-9,14.
29. B.H. Young (“Jesus the Jewish Theologian” (Peabody, Mass.:
Hendrickson, 1995), 65-66, 73-76) señala que Edward Pococke, “A commentary on the Prophecy of Micah” (Oxford:
Printed at the Theatre, 1677), 22-25, ya se había dado cuenta de la conexión
entre Mat. 11:12 y Miq.
2:13. La explicación de Pococke´s también
está basada en el comentario de David Kimchi a Miq.
2:13. Ver Flusser, “Gleichnisse”,
272-273; R.S. Notley, “The Kingdom of Heaven
Forcefully Advances”, en “The Interpretation
of Scripture in Early Judaism and Christianity: Studies in Language and
Tradition”, JSPSS 33 (ed. C.A. Evans; Sheffield: Sheffield Academic
Press, 2000), 279-311.
30. Jesús alude aquí a la
tradición de los “escribas”, reflejada en “m. `Eduyyot 8:7.
31. Jesús depende evidentemente
de la fábula de Esopo. Ver “Fabulae aesopicae”,
nos. 27 a,b.
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