miércoles, 6 de febrero de 2013

EL MILENIO IGUALITARIO II


HANS BOHM
En 1947 en el pequeño pueblo de Niklashausen, no lejos de Würzburg, surge un movimiento que podría llamarse una nueva Cruzada del Pueblo. El Mesías de este movimiento era un joven llamado Hans Böhm –nombre que sugiere que o bien era descendiente de Bohemios o que era asociado por la mente popular con la enseñanza Husita. Era pastor y, en su tiempo libre, un artista animador popular, tocaba el tambor y la flauta en hostelerías y en la plaza del mercado –su sobrenombre, por el cual aún es conocido, era el de “El Tamborilero de Niklashausen”. Un día este joven oyó hablar del Franciscano Italiano Giovanni di Capistrano quien una generación antes había atravesado Alemania predicando arrepentimiento, apremiando a la gente a quitarse la ropa fina y quemar los dados y cartas de juego. Poco después, en Lent, el pastor quemó su tambor delante de la iglesia de Niklashausen y comenzó a predicar.

Exactamente igual que el otro joven pastor que lanzó la Cruzada de los Pastores en 1320.
Böhm dijo que la Virgen María se le había aparecido rodeada por un halo de luz celestial y le había dado un mensaje de gran importancia. En lugar de convocar a la gente para el baile debía más bien edificarles mediante la Pura Palabra de Dios. En la iglesia parroquial de Kiklashausen había una estatua de la Virgen a la que se le atribuían poderes y que desde hacía tiempo atraía a muchos peregrinos. Ahora -La Virgen había dicho- que el lugar se había convertido en la salvación del mundo. El mensaje recordaba las Cartas Celestiales usadas por los flagelantes en 1260 y de nuevo en 1348. Dios iba a castigar a la humanidad muy duramente; la Virgen había intercedido y Dios había asentido en retrasar el castigo; pero era necesario que las multitudes peregrinasen a la Virgen de Niklashausen o de lo contrario el mundo sería castigado. Desde Niklashausen, sólo desde allí, la Virgen otorgaría sus bendiciones sobre todos los países; en el valle del Tauber solamente, ni en Roma o en cualquier otro lugar, se podía encontrar la gracia. Cualquiera que hiciese el peregrinaje sería absuelto de todos sus pecados; cualquiera que muriese iría inmediatamente al cielo.

El antes pastor era un hombre simple pero de repente se vio dotado de una sorprendente elocuencia. Los domingos y festivos la gente se agolpaba para oírle. Al principio predicaba mero arrepentimiento: las mujeres debían desprenderse de sus collares y joyas, los hombres debían llevar vestidos con menos colorido y zapatos menos puntiagudos. Pero poco después el “profeta” reclamaba para sí poderes milagrosos iguales a los que con anterioridad había atribuido a la Virgen. El que Dios no hubiese enviado heladas para acabar con todos los sembrados y viñas se debía, decía, a sus oraciones. Además juraba que podía sacar a cualquier alma del infierno con sus propias manos.

Aunque Böhm comenzó a predicar con el consentimiento del sacerdote de la parroquia era de esperar que acabara volviéndose contra el clero. Con extraordinaria violencia proclamó la tradicional acusación de “Avaritia y Luxuria”. Dios, decía, había sido ultrajado por la conducta del clero; pero ya no lo toleraría más. El día del juicio estaba cerca, cuando el clero se escondería para escapar de sus perseguidores, pues matar a un clérigo sería visto como acto meritorio. Dios había retirado su fuerza del clero y pronto no habría ningún monje o sacerdote sobre la tierra.

Böhm no se detuvo en una crítica general y vagas amenazas. Invitó a sus oyentes a negarse a pagar los impuestos y diezmos. Así, decía, los sacerdotes debían ser obligados a abandonar sus muchos beneficios y vivir de comida a comida con lo que la gente eligiera darles. El atractivo de esta familiar enseñanza era tan grande como siempre lo había sido. El Primado de Alemania, el Arzobispo de Mainz, vio en el “profeta” de Niklashausen una fuerza que podía infligir daño irreparable a la Iglesia.

Al final Böhm apareció como un revolucionario social, proclamando la inminencia del Milenio igualitario basado en la Ley Natural. En el Reino venidero el uso de madera, agua y pastos, el derecho a pescar y cazar sería libre para todos, como lo había sido en tiempos antiguos. Los tributos de todo tipo serían abolidos para siempre. Ni rentas ni servicios serían poseídos por ningún señor; ni habría que pagar impuestos a ningún príncipe. Las distinciones de rango y estatus cesarían de existir y nadie tendría autoridad sobre nadie. Todos vivirán juntos como hermanos, cada uno disfrutando de las mismas libertades y harían la misma cantidad de trabajo. Llegaría el tiempo cuando los príncipes y señores trabajarían su pan diario. El Emperador es un sinvergüenza y el Papa no sirve para nada. Es el Emperador el que da a los príncipes y condes y señores el derecho a cargar con impuestos a los pobres.

Por otro lado al pedir que la madera, agua, pastos, pesca y caza fuesen libres para todos, Böhm estaba anunciando una aspiración general de los campesinos. Los campesinos Alemanes creían que esos derechos habían sido suyos en tiempos antiguos, hasta que fueron usurpados por la nobleza. Pero sobretodo era el prestigio del predicador mismo, como ser milagroso por Dios enviado, lo que llevó a miles al valle del Tauber. La gente común, campesinos y artesanos igualmente, veían en él a un ser sobrenatural protector y líder, como el “Emperador Federico” debería haber sido: un salvador que pudiese otorgarles individualmente la total gracia divina y conducirles colectivamente al Paraíso terrenal.

Las noticias de sucesos maravillosos en Niklashausen pasaron rápidamente de pueblo en pueblo y fueron llevadas más lejos aún, también, por mensajeros que de allí partieron en todas direcciones. Pronto grandes hordas de gente común de todas las edades y de ambos sexos, incluso familias enteras, fluían hacia Niklashausen. Los artesanos abandonaban sus trabajos y los campesinos sus campos y los pastores sus rebaños para oír y adorar al que ahora era el “El Santo Joven”. Esa gente se saludaban mutuamente solo con un “Hermano” o “Hermana”. Entre las multitudes de gente simple, muy entusiasmada circulaban rumores fantásticos. Lo que la “plebs pauperum” había creído de Jerusalem esta gente lo creía de Niklashausen. El Paraíso había literalmente descendido sobre la tierra, y riquezas infinitas esperaban ser recogidas por los fieles, que las compartirían entre ellos mismos en amor fraterno. Mientras tanto las hordas –como la de los Pastoureaux y los flagelantes anteriormente- avanzaban en largas comunas, portando banderas y cantando canciones de su propia composición:

Al Dios del cielo nos quejamos
Que los sacerdotes no puedan ser golpeados.

A medida que los peregrinos llegaban a Niklashausen colocaban sus ofrendas ante la estatua de la Virgen. Pero una incluso más intensa devoción le fue dada al profeta. Ante él los peregrinos caían de rodillas, diciendo: “OH, Hombre de Dios”, enviado del Cielo, ten piedad de nosotros! La multitud a su alrededor era tan grande que corría el peligro de ser aplastado por la masa, ni siquiera podía dormir o comer debidamente. La gente le arrancaba trozos de tela de sus vestidos, pues cualquiera que adquiriese uno de esos trozos lo consideraba como una reliquia de inmenso valor, “como si hubiera sido traída de Belén”. Poco después se informó que había curado a gente que antes era ciega o sorda de nacimiento mediante la imposición de las manos; que había resucitado a muertos y hecho surgir agua de una roca.

Las multitudes de peregrinos eran constantemente reemplazadas por nuevas multitudes. Los cronistas hablan de treinta, cuarenta, incluso setenta mil reunidos en un solo día en Niklashausen, y aunque estos números son absurdos, el concurso ha de haber sido bastante concurrido. De vez en cuando Böhm aparecía en una ventana, o se subía a un árbol, para predicar su revolucionaria doctrina a las multitudes.

Los peregrinajes comenzaron hacia finales de Marzo de 1474. En Junio las autoridades, eclesiásticas y seculares, decidieron que la propaganda de Böhm era una seria amenaza al orden social y había que tratar con esta. Perturbado ante el gran número de extraños que aparecían por el pueblo, el Ayuntamiento cerró tantas puertas como pudo, e invitó a sus ciudadanos a tener a mano sus armas y armaduras, e hizo lo que pudo para acabar con la salvaje prédica. Al final el Príncipe-Obispo se dispuso a acabar con el poder del “profeta”. En la dieta que convocó se decidió que Böhm debía ser arrestado.

Según sus Católicos enemigos Böhm trataba de organizar una revuelta. Pero lo que es seguro es que en la noche del Sábado 12 un escuadrón de jinetes enviado por el Obispo bajó  a Niklashausen, arrestó a Böhm y lo llevaron a Würzburg. En la oscuridad de la noche los peregrinos no podían proteger a su profeta, pero al día siguiente un campesino tomó el liderazgo profético, declarando que la Santísima Trinidad se le había aparecido y le había dado un mensaje para los peregrinos allí reunidos. Debían valientemente marchar hacia el castillo de Würzburg donde estaba encarcelado Böhm. A medida que se acercasen los muros del castillo se derrumbarían como los de Jericó, las puertas se abrirían y el “Santo Joven” surgiría triunfante del cautiverio. Este comunicado convenció a los peregrinos. Portando cientos de velas gigantes tomadas en la iglesia de Niklashausen aunque casi sin armas, algunos miles de hombres, mujeres y niños marcharon durante la noche hasta que llegaron al amanecer a los muros del castillo.

El Obispo y el Consejo Municipal hicieron lo posible para evitar la violencia. Enviaron a un emisario para razonar con los peregrinos pero lo apedrearon. Un segundo emisario tuvo más éxito: los peregrinos sujetos al Obispo desertaron y se fueron pacíficamente a sus casas. El resto se mantuvo firme, insistiendo que el “Santo Joven” fuese liberado o de lo contrario, con la milagrosa ayuda de la Virgen, lo liberarían por la fuerza. Se dispararon unos cuantos cañonazos sobre sus cabezas, para no herir a nadie, pero el que nadie fuese herido solo sirvió para fortalecer la creencia que la Virgen los estaba protegiendo, tratando así de invadir el pueblo, gritando el nombre de su salvador. Pero esta vez los disparos hicieron buena puntería y fueron seguidos de una carga de caballería. Unos cuarenta peregrinos perdieron la vida y el resto huyó presa del pánico.

El apoyo a Böhm era tan fuerte que incluso después de su victoria el Obispo y el Concejo no podían sentirse seguros. Los burgueses de Würzburg fueron advertidos ante la expectativa de un segundo y más formidable ataque, también se temía que dentro de la ciudad misma había muchos que solo estaban esperando una oportunidad para unirse con las huestes de los peregrinos. El Obispo, pues, le pidió a los señores vecinos se mantuviesen alerta para venir en su ayuda en caso de necesidad. Pero antes que ningún otro desorden tuviese lugar Böhm fue juzgado por una corte eclesiástica y encontrado culpable de herejía y brujería. Dos de sus discípulos campesinos –uno de ellos era el visionario que había tratado de organizar su rescate- fueron decapitados, y él quemado en la hoguera, mientras cantaba himnos a la Virgen. Durante la ejecución los espectadores se mantuvieron lejos de la hoguera, la gente común esperaba un milagro del Cielo que salvaría al Santo Joven y lanzara las llamas sobre sus perseguidores, el Obispo y su clero. Después de todo esto –como en el caso del seudo-Federico de Neuss dos siglos más tarde- las cenizas fueron echadas en el río, no fuese que los seguidores del profeta las conservasen como reliquias, pero aún así alguna de esa gente tomó tierra de junto al palo donde estuvo atado y la conservó como reliquia.

Se hizo todo lo posible para destruir todo trazo de Böhm y sus obras. La ofrenda que dejó en la iglesia de Niklashausen, que hubo de ser considerable, fue confiscada y compartida entre el Arzobispo de Mainz, el Obispo de Würzburg y el conde en cuyo territorio estaba la iglesia. A pesar de todo continuaban llegando peregrinos particularmente de la diócesis de Würzburg, y continuaron llegando incluso cuando fueron amenazados con la excomunión y la iglesia había sido cerrada y puesta bajo interdicción. Finalmente, a comienzos de 1477, la iglesia fue demolida por orden del Arzobispo de Mainz. Pero durante muchos años aún el lugar tuvo sus visitantes secretos, especialmente de noche.

No hay duda que el Santo Joven de Niklashausen había sido explotado por hombres mucho más astutos que él. Se sabe que algunos Señores locales trataron de usar el alboroto popular para debilitar al Gran Señor –gobernante supremo-, el Obispo de Würzburg, con quien habían estado enfrentados durante años. Estos fueron los hombres que lideraron la marcha nocturna a Würzburg, uno de ellos tuvo posteriormente, como “penitencia”, que entregar una gran parte de sus tierras al clero de la Catedral. Pero aún más importante que esas intrigas políticas eran dos personajes en la sombra y sin los cuales la gran cantidad de peregrinos probablemente nunca habría tenido lugar.

De nuevo uno se acuerda de los “Pastoureaux” en 1320. En esta ocasión, también, un simple joven pastor de ganado vio una visión de la Virgen y recibió un mensaje de ella. Pero solo cuando un monje apóstata y un sacerdote exclaustrado le dieron su apoyo y organizaron la propaganda necesaria surgió un movimiento de masas, y fue bajo el liderazgo de esos hombres que el movimiento devino revolucionario. También Böhm era un simple pastor considerado algo retrasado, hasta que comenzó a predicar nunca había sido capaz de componer una frase coherente, y hasta el día de su ejecución ni siquiera se sabía el Padrenuestro. Que fuese capaz de conmocionar amplias zonas de Alemania era debido al apoyo que recibía. El párroco de Niklashausen se dio cuenta que unos cuantos milagros podían atraer grandes ofrendas a su olvidado santuario, y así –como admitió posteriormente- se inventó milagros y los atribuyó al Santo Joven. Pero la parte más grande corrió a cargo de un eremita que durante algún tiempo había vivido en una cueva cercana habiendo adquirido una gran reputación de santidad.

Este eremita parece haber ejercido un dominio total sobre Böhm, intimidándole e inspirándole. Incluso la visión de la Virgen, decían algunos, había sido un truco suyo para engañar al joven pastor. También se decía que cuando Böhm se dirigía a la muchedumbre desde la ventana el eremita permanecía detrás motivándole. Incluso si todo esto es imaginario, indica probablemente cual era la verdadera relación entre los dos. Todo esto se añade al nombre que las autoridades eclesiásticas aplicaban al eremita –que huyó cuando fue arrestado el Santo Joven, aunque fue atrapado poco después. Lo llamaban Bogardo, nativo de Bohemia y Husita. Aunque la evidencia no es conclusiva, parece razonablemente cierto que fue el eremita el que convirtió el peregrinaje religioso en un movimiento revolucionario. Debe haber visto en el valle del Tauber el futuro centro de un Reino Milenario en el cual el orden igualitario primigenio debía ser restaurado. Quizá los historiadores modernos se hayan apresurado un poco al rechazar, como obvia falsedad, el relato que cuando Böhm fue arrestado estaba desnudo en una taberna, predicando maravillosas cosas. Después de todo, no era esta la manera como los Adamitas Bohemios habían representado, simbólicamente, el retorno del Estado Natural al mundo corrupto?

El milenarismo igualitario había penetrado en Alemania. La “Reforma de Segismundo”, manuscrito más bien olvidado durante cuarenta años, apareció de nuevo como libro impreso unos años después de la ejecución de Böhm y fue re-impreso en 1480, 1484, y 1490. Escrito originalmente después del colapso del poder Taborita en Bohemia, la obra era en sí misma un ejemplo de atracción de los ideales Taboritas. A pesar de su programa relativamente moderado, también llamaba a los pobres a tomar la espada y forzar sus derechos bajo el liderazgo del rey-sacerdote Frederick. De manera bastante más violenta  el mismo tema reaparece en el “Libro de los Cien Capítulos” producido por los Revolucionarios del Alto Rin a comienzos del siglo XVI. Lo que pre-dice es lo que ya indicaban tanto John Ball como los Taboritas radicales: que después de una última batalla sangrienta contra las huestes del Anticristo la justicia perfecta sería re-establecida en la tierra y todos los hombres serían iguales y hermanos, quizá hasta compartiéndolo todo en común. Todas estas fantasías no se limitaban a libros, también en el vecindario del Alto Rin aparecieron movimientos conspiradores dedicados a traducir todo esto a la realidad. Se trata de los movimientos conocidos colectivamente como los Bundschuh –término que significa zueco campesino y tenía el mismo significado que el término “sans-culotte” (sin bragas/calzoncillos) durante la Revolución Francesa.

El líder de los Bundschuh era un campesino llamado Joss Fritz y muchos en sus filas eran también campesinos. También los pobres, mercenarios sin ocupación, pordioseros y similares formaban parte de su movimiento. De manera similar al levantamiento de Niklashausen, el alzamiento de los Bundschuh que tuvo lugar en la diócesis de Speyer en 1520 fue provocado en sentido general por el fallo del último intento en restaurar la desintegrada estructura del Imperio, y también debido a los excesivos impuesto del insolvente Príncipe-Obispo; su objeto no era otro que el de una Revolución social en sentido estricto. Toda autoridad debía ser abolida, todas las deudas e impuestos abolidos, toda propiedad eclesiástica distribuida entre el pueblo, y todos los bosques, aguas y pastos debían convertirse en propiedad comunal. La bandera del movimiento mostraba a Cristo crucificado y a un lado un campesino orando, y al otro un zueco campesino, arriba el eslogan: “Nada sino la Justicia de Dios!”. Planeaban capturar el pueblo de Bruchsal, con el palacio del Príncipe-Obispo incluido, y de ahí esperaban expandirse por toda Alemania, llevando la libertad a los campesinos. Aunque el plan fue traicionado y el movimiento fue aplastado, Joss Fritz sobrevivió para organizar levantamientos similares en 1513 y 1517, donde encontramos de nuevo similar mezcla de fantasías: por un lado la exterminación de todos los ricos y poderosos y el establecimiento del orden igualitario, por otro lado “liberarse de los blasfemos”, e incluso recuperar el Santo Sepulcro (en Jerusalem).     


           










        

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