jueves, 28 de febrero de 2013

LA BIBLIA, CAÍN Y ABEL


GÉNESIS 4-11
Caín y Abel

El Yahvista ofrece otro paradigma del pecado en el relato de Caín y Abel. La rivalidad entre hermanos es un tema común en el folclore, como lo es el conflicto entre agricultores y pastores. En este caso, sin embargo, el conflicto es iniciado por el aparente capricho de Dios en preferir la ofrenda de Abel. El rechazo del sacrificio de Caín no es debido a ningún pecado por su parte; más bien, éste se convierte en la causa del pecado. Le es dicho “a la puerta está el pecado acechando como fiera que te codicia, y a quien tienes que dominar”. Como en el relato de Adán y Eva, hay una asunción vigorosa de libre voluntad, y una apreciación realista de la fuerza de la tentación. Caín asesina a su hermano, pero es interesante como no es condenado a muerte. Más bien es sentenciado a vagar por la tierra, y su historia se convierte en etiología de los Kenitas, itinerantes que vivían en el desierto al sur de Judá.

LOS HIJOS DE DIOS
La breve reseña acerca de “los hijos de Dios” (o sea, dioses, o seres celestiales) en Génesis 6:1-4 es difícil de asignar a una fuente. (El v. 3, donde Yahvé limita la duración de la vida humana, no forma necesariamente parte de la historia acerca de los hijos de Dios (Elohim), y puede ser un añadido.) El episodio de los hijos de Dios parece ser un fragmento de un mito politeísta. Igual que otras muchas historias en Génesis, tiene un aspecto etiológico: explica el origen de los Nephilim (literalmente, “los caídos”), los “héroes de antiguo”. En las versiones Griega y Latina, los Nephilim son traducidos como “gigantes” –una traducción sugerida por el hecho que los Gigantes en la mitología Griega (ver la “Teogonía” de Hesiodo) nacieron de la unión del Cielo y la Tierra. Evidentemente, esta historia era conocida en el antiguo Israel, y fue incorporada (probablemente por el Yahvista) como parte del relato de la Historia Primordial.

En sí mismo, el informe en Gén.6:1-4 no juzga sea a “los hijos de Dios” ni a los Nephilim, solo señala que estos últimos eran famosos. El episodio es seguido, sin embargo, por la afirmación que Yahvé vio que la maldad de los hombres era grande sobre la tierra; esta frase introduce el relato del diluvio. Quizá el Yahvista, o quienquiera que fuese pusiera una historia al lado de otra, trataba de implicar una conexión, de manera que la maldad de la humanidad resultase de la descendencia de los hijos de Dios y el surgimiento de los Nephilim. Nada más se dice en Génesis para desarrollar esta conexión. En tradiciones posteriores, sin embargo, se convirtió en todo un mito. En el Libro de los Vigilantes (1 Enoch 1-36), una obra apocalíptica escrita en Arameo en el siglo tercero o comienzos del segundo a.C., los hijos de Dios se convierten en “los Vigilantes”, seres angélicos que descendieron a la tierra en un acto de rebelión. Los Vigilantes impartieron a la humanidad todo tipo de conocimientos prohibidos. Los gigantes que engendraron causaron gran confusión en la tierra debido a su conducta ilícita. Eventualmente, el diluvio es enviado para limpiar la tierra. El libro de los Jubileos (escrito en Hebreo, siglo segundo a.C.) también realiza una conexión entre los descendientes de los ángeles caídos y la expansión de la maldad en la tierra. A diferencia de 1 Enoch, sin embargo, los Jubileos afirman que los Vigilantes descendieron originalmente a la tierra para enseñar a los hombres a hacer lo que es justo y correcto en la tierra (Jub. 4:15), aunque pecaron al unirse a las hijas de los hombres. El mito de los ángeles caídos tuvo larga vida en la tradición Occidental, y fue formulado en forma clásica en el “Paraíso Perdido” de John Milton. El texto bíblico, sin embargo, contiene sólo el germen de este mito. El Yahvista localiza la responsabilidad del pecado en las acciones de los seres humanos en lugar de en los ángeles caídos, y lo mismo es verdad para el editor Sacerdotal de la Historia Primordial.

EL DILUVIO
Según Gén. 6:5, la maldad de la humanidad es debida al hecho que “todos los proyectos de su mente eran puro mal de continuo”. La inclinación (yeser, en Hebreo) de los seres humanos vino a ser un tema de mucha especulación en la posterior tradición Judía. Según la Midrash (comentario rabínico) sobre el Génesis, la gente tiene dos inclinaciones, una buena, otra mala, y se es responsable de la que se elige seguir. Esas inclinaciones fueron plantadas por Dios cuando la creación. Para los posteriores rabinos, este fue un plan realizado a propósito por Dios. En Génesis, sin embargo, uno más bien obtiene la impresión de un experimento que salió mal: “Le pesó al Señor de haber creado al hombre en la tierra, y se afligió en su corazón”. A este respecto, el relato del Génesis, se asemeja al mito Babilonio de Atrahasis. Ahí también a los dioses les pesa haber creado a la humanidad, de hecho esto ocurre varias veces. El problema es que los seres humanos se multiplicaban muy rápido y hacían mucho ruido, y por ello los dioses enviaron una plaga y enfermedades para destruirlos. Cada vez el dios Ea salva a la humanidad y le revela el plan al sabio Atrahasis. Finalmente los dioses envían el diluvio. Génesis pasa por alto los intentos de destruir a la humanidad mediante la enfermedad y pasa directamente al diluvio. También es característico del Génesis que el problema es la maldad en lugar del control del ruido o la población.

Hay dos versiones del relato del diluvio en la literatura Babilonia. En uno, el héroe del diluvio es Atrahasis. En el otro, que forma parte de la Épica de Gilgamesh, es Utnapishtim. El relato bíblico está claramente relacionado con éste último de alguna manera. Todos los héroes del diluvio, razonablemente, cubren su embarcación con alquitrán. El arca de Utnapishtim, como la de Noé, se posa en la cima de una montaña, y ambos envía pájaros (paloma, golondrina, y cuervo) para ver si las aguas han bajado. Cuando salen del arca, cada uno de los héroes ofrece un sacrificio. En el mito de Atraharsis, cuando los dioses huelen la fragancia se reúnen como mosquitos alrededor de la ofrenda. Sin embargo, el dios Enlil está enfadado debido a que la vida ha sobrevivido. Los dioses llegan a un compromiso de manera que la población humana sea controlada por aflicciones menos drásticas (bestias salvajes, hambrunas, nacimientos fallidos). En el relato de J, también, Yahvé se siente complacido por el olor del sacrificio, aunque reacciona de manera más generosa que sus contrapartes Babilonias. La humanidad no es del todo culpable, “pues la inclinación del corazón humano es mala….”, y por ello Yahvé promete que nunca más volvería a destruir a los seres vivientes con un diluvio.

El relato sacerdotal del diluvio está caracterizado por los típicos intereses Sacerdotales en detalles precisos. Le son dadas a Noé las medidas específicas para el arca. Sólo un par de cada clase de animales es tomado, reflejando la preferencia Sacerdotal por los opuestos binarios. Los eventos son datados con precisión. El diluvio ocurre a los seiscientos años de la vida de Noé. Sale del arca el años seiscientos uno, el segundo mes, el día veintisiete del mes. Igual que los primeros seres humanos en el relato de la creación, le es dado dominio sobre la tierra y poder para multiplicarse. Además, se le permite a la humanidad comer carne: “todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento”(9:3). Hay una restricción, no obstante, “sólo dejaréis de comer la carne con su vida, es decir, con su sangre” (Gén. 9:4). Además, el hecho que la humanidad está hecha a la imagen de Dios es citado como razón para abstenerse de matar: “Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”(9:6).

Quizá el detalle más importante en el relato Sacerdotal del diluvio es la alianza que Dios realiza con Noé al final. Dios promete no destruir la tierra mediante un diluvio de nuevo, y pone el arco iris en el cielo como señal de esta promesa. La alianza, sin embargo, es entendida normalmente incluyendo el mandamiento a Noé de no comer carne con su sangre. En la tradición Judía, estos mandamientos fueron ampliados y aplicados también a los Gentiles. Incluyen típicamente prohibiciones de idolatría, maldecir a Dios, maldecir a los jueces, crimen, incesto y adulterio, robo, y el comer carne con su sangre. Los gentiles que observaran esas leyes eran vistos como justos. La teología Sacerdotal estaba principalmente interesada en los mandamientos de Dios a Israel, aunque también reconocía el marco humano común provisto por la creación.

LA TORRE DE BABEL
El episodio final en la Historia Primordial de J es la historia de la Torre de Babel (Gén. 11:1-9). El pueblo que vivía en el país de Shinar (Babilonia) decidió: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el cielo, y hagámonos famosos”. (La torre es una alusión a los zigurats, o pirámides escalonadas asociadas con los templos Babilonios.) Igual que Yahvé en la historia de Adán y Eva desconfía del conocimiento humano y desaconseja su búsqueda, aquí parece desconfiar del progreso tecnológico (incluso del desarrollo urbano) y aconseja apartarse de él. De nuevo, la historia tiene un aspecto etiológico. Responde a la cuestión de por qué la gente habla diferentes idiomas. También es una explicación sarcástica del nombre de Babilonia (Babel = balbucear). Los Israelitas seguramente tenían conocimiento de Babilonia desde hacía bastante tiempo, aunque el escenario obvio en el cual esta parodia tenía sentido es en el exilio en Babilonia, o posteriormente, cuando el pueblo de Judá tenía buenas razones para resentirse de la pretensiones Babilonias.

Aquí de nuevo tenemos motivos para pensar que la sección de J que trata con la Historia Primordial es una composición tardía. Temáticamente, el relato de la torre ofrece una conclusión apta para esta fase de la historia en la medida que reitera el tema de las limitaciones humanas y los peligros involucrados cuando se trata de ser como Dios o alcanzar el cielo.

LAS GENEALOGÍAS SACERDOTALES
Los editores sacerdotales de estas narrativas trataron de integrarlas en el desarrollo de una historia insertando genealogías. Una genealogía, en Génesis 5, traza el desarrollo de la humanidad desde Adán a Noé. En el capítulo 10 encontramos una lista de los descendientes de Noé. Finalmente, en Génesis 11, el editor traza las generaciones desde Sem a Abraham. Estas genealogías son principalmente un mecanismo de conexión en la narrativa, aunque también ofrecen uno para que el editor establezca las relaciones entre los diferentes pueblos conocidos. Ambos relatos Biblicos de la creación asumen un modelo difusionista de la expansión de la humanidad –dado que sólo hubo una creación de la humanidad, todos los seres humanos han de estar últimamente relacionados. Inevitablemente, esas genealogías son ficticias, aunque sirvieron para dar sentido de orden a la diversidad de la sociedad humana, y también ayudaron a mantener el foco bíblico sobre la historia de Israel en perspectiva. Incluso los Gentiles, en todas sus variaciones étnicas, estaban hechos a la imagen de Dios.
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COMENTARIOS
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