GÉNESIS 4-11
Caín y Abel
El
Yahvista ofrece otro paradigma del pecado en el relato de Caín y Abel. La
rivalidad entre hermanos es un tema común en el folclore, como lo es el
conflicto entre agricultores y pastores. En este caso, sin embargo, el
conflicto es iniciado por el aparente capricho de Dios en preferir la ofrenda
de Abel. El rechazo del sacrificio de Caín no es debido a ningún pecado por su
parte; más bien, éste se convierte en la causa del pecado. Le es dicho “a la puerta está el pecado acechando como fiera que te
codicia, y a quien tienes que dominar”. Como en el relato de Adán y Eva,
hay una asunción vigorosa de libre voluntad, y una apreciación realista de la
fuerza de la tentación. Caín asesina a su hermano, pero es interesante como no
es condenado a muerte. Más bien es sentenciado a vagar por la tierra, y su
historia se convierte en etiología de los Kenitas, itinerantes que vivían en el
desierto al sur de Judá.
LOS HIJOS DE DIOS
La
breve reseña acerca de “los hijos de Dios”
(o sea, dioses, o seres celestiales) en Génesis
6:1-4 es difícil de asignar a una fuente. (El v.
3, donde Yahvé limita la duración de la vida humana, no forma
necesariamente parte de la historia acerca de los hijos de Dios (Elohim), y
puede ser un añadido.) El episodio de los hijos de Dios parece ser un fragmento
de un mito politeísta. Igual que otras muchas historias en Génesis, tiene un
aspecto etiológico: explica el origen de los Nephilim (literalmente, “los caídos”), los “héroes
de antiguo”. En las versiones Griega y Latina, los Nephilim son
traducidos como “gigantes” una traducción
sugerida por el hecho que los Gigantes en la mitología Griega (ver la “Teogonía” de Hesiodo) nacieron de la unión del
Cielo y la Tierra. Evidentemente, esta historia era conocida en el antiguo
Israel, y fue incorporada (probablemente por el Yahvista) como parte del relato
de la Historia Primordial.
En
sí mismo, el informe en Gén.6:1-4 no juzga
sea a “los hijos de Dios” ni a los Nephilim,
solo señala que estos últimos eran famosos. El episodio es seguido, sin
embargo, por la afirmación que Yahvé vio que la maldad de los hombres era
grande sobre la tierra; esta frase introduce el relato del diluvio. Quizá el
Yahvista, o quienquiera que fuese pusiera una historia al lado de otra, trataba
de implicar una conexión, de manera que la maldad de la humanidad resultase de
la descendencia de los hijos de Dios y el surgimiento de los Nephilim. Nada más
se dice en Génesis para desarrollar esta conexión. En tradiciones posteriores,
sin embargo, se convirtió en todo un mito. En el Libro de los Vigilantes (1 Enoch 1-36), una obra apocalíptica escrita en
Arameo en el siglo tercero o comienzos del segundo a.C., los hijos de Dios se
convierten en “los Vigilantes”, seres
angélicos que descendieron a la tierra en un acto de rebelión. Los Vigilantes
impartieron a la humanidad todo tipo de conocimientos prohibidos. Los gigantes
que engendraron causaron gran confusión en la tierra debido a su conducta
ilícita. Eventualmente, el diluvio es enviado para limpiar la tierra. El libro
de los Jubileos (escrito en Hebreo, siglo
segundo a.C.) también realiza una conexión entre los descendientes de los
ángeles caídos y la expansión de la maldad en la tierra. A diferencia de 1 Enoch, sin embargo, los Jubileos
afirman que los Vigilantes descendieron originalmente a la tierra para enseñar
a los hombres a hacer lo que es justo y correcto en la tierra (Jub. 4:15), aunque pecaron al unirse a las hijas
de los hombres. El mito de los ángeles caídos tuvo larga vida en la tradición
Occidental, y fue formulado en forma clásica en el “Paraíso
Perdido” de John Milton. El texto bíblico, sin embargo, contiene sólo el
germen de este mito. El Yahvista localiza la responsabilidad del pecado en las
acciones de los seres humanos en lugar de en los ángeles caídos, y lo mismo es
verdad para el editor Sacerdotal de la Historia Primordial.
EL DILUVIO
Según
Gén. 6:5, la maldad de la humanidad es debida al hecho que “todos los proyectos de su mente eran puro mal de continuo”.
La inclinación (yeser, en Hebreo) de los seres humanos vino a ser un tema de
mucha especulación en la posterior tradición Judía. Según la Midrash
(comentario rabínico) sobre el Génesis, la gente tiene dos inclinaciones, una
buena, otra mala, y se es responsable de la que se elige seguir. Esas
inclinaciones fueron plantadas por Dios cuando la creación. Para los
posteriores rabinos, este fue un plan realizado a propósito por Dios. En
Génesis, sin embargo, uno más bien obtiene la impresión de un experimento que
salió mal: “Le pesó al Señor de haber creado al
hombre en la tierra, y se afligió en su corazón”. A este respecto, el
relato del Génesis, se asemeja al mito Babilonio de Atrahasis. Ahí también a
los dioses les pesa haber creado a la humanidad, de hecho esto ocurre varias
veces. El problema es que los seres humanos se multiplicaban muy rápido y
hacían mucho ruido, y por ello los dioses enviaron una plaga y enfermedades
para destruirlos. Cada vez el dios Ea salva a la humanidad y le revela el plan
al sabio Atrahasis. Finalmente los dioses envían el diluvio. Génesis pasa por
alto los intentos de destruir a la humanidad mediante la enfermedad y pasa
directamente al diluvio. También es característico del Génesis que el problema
es la maldad en lugar del control del ruido o la población.
Hay
dos versiones del relato del diluvio en la literatura Babilonia. En uno, el
héroe del diluvio es Atrahasis. En el otro, que forma parte de la Épica de
Gilgamesh, es Utnapishtim. El relato bíblico está claramente relacionado con
éste último de alguna manera. Todos los héroes del diluvio, razonablemente,
cubren su embarcación con alquitrán. El arca de Utnapishtim, como la de Noé, se
posa en la cima de una montaña, y ambos envía pájaros (paloma, golondrina, y
cuervo) para ver si las aguas han bajado. Cuando salen del arca, cada uno de
los héroes ofrece un sacrificio. En el mito de Atraharsis, cuando los dioses
huelen la fragancia se reúnen como mosquitos alrededor de la ofrenda. Sin
embargo, el dios Enlil está enfadado debido a que la vida ha sobrevivido. Los dioses
llegan a un compromiso de manera que la población humana sea controlada por
aflicciones menos drásticas (bestias salvajes, hambrunas, nacimientos
fallidos). En el relato de J, también, Yahvé se siente complacido por el olor
del sacrificio, aunque reacciona de manera más generosa que sus contrapartes
Babilonias. La humanidad no es del todo culpable, “pues
la inclinación del corazón humano es mala
.”, y por ello Yahvé promete
que nunca más volvería a destruir a los seres vivientes con un diluvio.
El
relato sacerdotal del diluvio está caracterizado por los típicos intereses
Sacerdotales en detalles precisos. Le son dadas a Noé las medidas específicas
para el arca. Sólo un par de cada clase de animales es tomado, reflejando la
preferencia Sacerdotal por los opuestos binarios. Los eventos son datados con
precisión. El diluvio ocurre a los seiscientos años de la vida de Noé. Sale del
arca el años seiscientos uno, el segundo mes, el día veintisiete del mes. Igual
que los primeros seres humanos en el relato de la creación, le es dado dominio
sobre la tierra y poder para multiplicarse. Además, se le permite a la
humanidad comer carne: “todo lo que se mueve y tiene
vida os servirá de alimento”(9:3).
Hay una restricción, no obstante, “sólo dejaréis de
comer la carne con su vida, es decir, con su sangre” (Gén. 9:4). Además, el hecho que la humanidad está
hecha a la imagen de Dios es citado como razón para abstenerse de matar: “Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su
sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre”(9:6).
Quizá
el detalle más importante en el relato Sacerdotal del diluvio es la alianza que
Dios realiza con Noé al final. Dios promete no destruir la tierra mediante un
diluvio de nuevo, y pone el arco iris en el cielo como señal de esta promesa.
La alianza, sin embargo, es entendida normalmente incluyendo el mandamiento a
Noé de no comer carne con su sangre. En la tradición Judía, estos mandamientos
fueron ampliados y aplicados también a los Gentiles. Incluyen típicamente prohibiciones
de idolatría, maldecir a Dios, maldecir a los jueces, crimen, incesto y
adulterio, robo, y el comer carne con su sangre. Los gentiles que observaran
esas leyes eran vistos como justos. La teología Sacerdotal estaba
principalmente interesada en los mandamientos de Dios a Israel, aunque también
reconocía el marco humano común provisto por la creación.
LA
TORRE DE BABEL
El
episodio final en la Historia Primordial de J es la historia de la Torre de
Babel (Gén. 11:1-9). El pueblo que vivía en el país de Shinar (Babilonia)
decidió: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el
cielo, y hagámonos famosos”. (La torre es una alusión a los zigurats, o
pirámides escalonadas asociadas con los templos Babilonios.) Igual que Yahvé en
la historia de Adán y Eva desconfía del conocimiento humano y desaconseja su
búsqueda, aquí parece desconfiar del progreso tecnológico (incluso del
desarrollo urbano) y aconseja apartarse de él. De nuevo, la historia tiene un
aspecto etiológico. Responde a la cuestión de por qué la gente habla diferentes
idiomas. También es una explicación sarcástica del nombre de Babilonia (Babel =
balbucear). Los Israelitas seguramente tenían conocimiento de Babilonia desde
hacía bastante tiempo, aunque el escenario obvio en el cual esta parodia tenía
sentido es en el exilio en Babilonia, o posteriormente, cuando el pueblo de
Judá tenía buenas razones para resentirse de la pretensiones Babilonias.
Aquí
de nuevo tenemos motivos para pensar que la sección de J que trata con la
Historia Primordial es una composición tardía. Temáticamente, el relato de la
torre ofrece una conclusión apta para esta fase de la historia en la medida que
reitera el tema de las limitaciones humanas y los peligros involucrados cuando
se trata de ser como Dios o alcanzar el cielo.
LAS GENEALOGÍAS SACERDOTALES
Los
editores sacerdotales de estas narrativas trataron de integrarlas en el
desarrollo de una historia insertando genealogías. Una genealogía, en Génesis
5, traza el desarrollo de la humanidad desde Adán a Noé. En el capítulo 10
encontramos una lista de los descendientes de Noé. Finalmente, en Génesis 11,
el editor traza las generaciones desde Sem a Abraham. Estas genealogías son
principalmente un mecanismo de conexión en la narrativa, aunque también ofrecen
uno para que el editor establezca las relaciones entre los diferentes pueblos
conocidos. Ambos relatos Biblicos de la creación asumen un modelo difusionista
de la expansión de la humanidad dado que sólo hubo una creación de la
humanidad, todos los seres humanos han de estar últimamente relacionados.
Inevitablemente, esas genealogías son ficticias, aunque sirvieron para dar
sentido de orden a la diversidad de la sociedad humana, y también ayudaron a
mantener el foco bíblico sobre la historia de Israel en perspectiva. Incluso
los Gentiles, en todas sus variaciones étnicas, estaban hechos a la imagen de
Dios.
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COMENTARIOS
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