miércoles, 6 de febrero de 2013

EL MILENIO IGUALITARIO I


EL MILENIO IGUALITARIO: MESÍAS, REVOLUCIONARIOS Y APOCALÍPTICOS EN EL CRISTIANISMO EUROPEO

EL TAMBORILERO DE NIKLASHAUSEN I
En 1343 el ejército Taborita fue derrotado, casi aniquilado, en la batalla de Lipan, por un ejército no de católicos extranjeros, sino Bohemios Utraquistas, y a partir de ahí la fuerza del ala Taborita del movimiento Husita declinó rápidamente. A pesar de todo una tradición Taborita sobrevivió en la secta conocida como los Hermanos Bohemios o Moravios –en forma puramente religiosa, pacifista, no-revolucionaria y apolítica. Sin embargo, una corriente underground de milenarismo militante sobrevivió en Bohemia. En los 1450 o 1460 dos hermanos pertenecientes a una rica y noble familia, Janko y Livin de Wirsberg, comenzaron a diseminar profecías escatológicas.

En el centro de esta doctrina estaba un Mesías llamado el Salvador Ungido de quien se esperaba inaugurase la Tercera y Última Era. Los dos hermanos afirmaban que este hombre, no Cristo, era el Mesías profetizado en el AT, el verdadero hijo del hombre. Su misión no era simplemente salvar a la humanidad sino al mismo Dios; puesto que Dios estaba sufriendo debido al pecado de los hombres.

Aunque semejante tarea no podía ser realizada sin derramamiento de sangre, así el nuevo Mesías comenzaría golpeando al AntiCristo –el Papa- y destruiría a todo el Clero, solo se salvarían las Órdenes Mendicantes. Sólo 14.000 (no confundir con los 144.000 de los T. de Jehová).

Este remanente salvado unido en una sola fe, una comunidad sin culto externo, y sobre ésta el Salvador Ungido reinará a la vez como Emperador Romano y como Dios (Sicut Caesar imperator et Deus). La masacre en sí misma iba a ser realizada con la ayuda de bandas de mercenarios –idea curiosa, y no sin significado. En esa época los territorios fronterizos a Bohemia estaban de hecho siendo devastados por mercenarios desmovilizados Bohemios que había conservado lo suficiente de los Taboritas como para llamarse a ellos mismos “Hermanos, y su campo fortificado Tabor”. Aunque esta gente no eran fanáticos sino simplemente bandidos, para los entusiasmados Bohemios –como en el caso de los hermanos Wirsberg- aparecían como verdaderos sucesores de los revolucionarios milenaristas de 1420. El nuevo orden que surgiría de la masacre tendría rasgos igualitarios: “El clero sobreviviente –los Mendicantes- no tendrían propiedad alguna, los nobles abandonarían sus castillos y vivirían en la ciudad como burgueses ordinarios. Esta doctrina animó al populacho –a los desheredados, prostitutas, ladrones, vividores, etc.- a lazarse en sediciosa rebelión contra todo superior, tanto religioso como civil…. Y no dudaron a la hora de comparar todo esto con la doctrina de los “Pikarti” –Bohemios que querían construir una Paraíso en la tierra.

Los creadores de esta doctrina no parecen haber sido los hermanos Wirsberg sino un Franciscano que había roto con su comunidad y creía que él mismo era el Salvador Ungido. Los hermanos estaban completamente dominados por este personaje y contentos al verse ellos mismos como emisarios. Decían tener tantos seguidores en Alemania que, unidos podrían enfrentarse a cualquier príncipe. Obviamente esto era una exageración.

El año señalado para la venida del Salvador Ungido era 1467, aunque lo que ocurriría nunca se supo, porque un año antes las autoridades eclesiásticas, lideradas por el Legado papal, decidieron que ya era hora de suprimir el movimiento. Janko de Wirsberg parece haber huido –su suerte es desconocida- pero Livin, se retractó de todos sus errores para evitar la hoguera, fue confinado en la cárcel del Obispo de Regensburg, donde falleció después de dos años.

Los territorios Alemanes fronterizos con Bohemia ofrecían un campo bien abonado para la propaganda Taborita. La centenaria tradición herética de Bavaria continuó durante el siglo XV. A mediados de siglo el Obispo de Eichstatt consideró necesario amenazar con la excomunión a los flagelantes frente a las iglesias y a los Bogardos los cuales observaban “pobreza voluntaria” y vagaban por el país pidiendo limosna y creían que habían alcanzado la perfección. El Sínodo de Würzburg prohibió de nuevo predicar a los itinerantes Bogardos de “pobreza voluntaria”. En semejante medioambiente la tradición radical Taborita pudo continuar y se hizo sentir sobretodo en Bavaria. Hay testimonio de innumerables quejas episcopales de los vicios del clero bajo, muchos de ellos se dedicaban a beber, jugar y mantener amantes llevándolas con ellos incluso a los sínodos. Los obispos poco hacían para ganar la devoción de sus rebaños.

La situación era particularmente explosiva en los territorios del Príncipe-Obispo de Würzburg. Durante generaciones los obispos había tenido un comportamiento horrible con los burgueses de Würzburg. Los impuestos eran enormemente altos, asfixiaban al pueblo. Para los laicos que llevaban desde hacia mucho tiempo oyendo de generación en generación a los predicadores heréticos decir que el clero había de vivir en pobreza total, esta pesada carga de los impuestos les parecían enormemente monstruosa. Esta actitud no cambió a pesar que Rudolph de Scherenberg,  obispo de Würzburg era un hombre capacitado y responsable. En la ciudad y diócesis de Würzburg ya no era posible en 1470 que el obispo, cualesquiera fuesen sus cualidades personales, fuese visto por el pueblo, especialmente los pobres, sino como un explotador.

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