EL PROFETA AMÓS
Es
importante entender la ética de un profeta como Amós, y su lugar en la historia
de la religión Israelita. Amós, un tradicionalista, pensaba que la alianza era
fundacional, y asumía que ésta ya era conocida en los comienzos de Israel, antes
del surgir de la monarquía. Amós llama a Israel a que vuelva a la observancia
de sus normas originales.
De
las fuentes de Amos, aunque algo controversiales, se puede obtener un cierto
sentido de sus oráculos sobre la naturaleza del culto en Betel, que critica
fuertemente, y de la comprensión popular de la tradición del Éxodo en el Reino
del Norte. Está claro que Amos difería en gran manera de sus contemporáneos en
el papel y naturaleza del culto, y en las implicaciones de la elección de
Israel. La gente de Israel a mediados del siglo octavo a.C. no compartía la
comprensión del Éxodo y Alianza que encontramos en el Deuteronomio. La
tradición antigua se había perdido de vista. La predicación de Amós puede ser
vista más fácilmente como un agudo desarrollo de una tradición de la alianza
que como una llamada a regresar a una tradición que había sido olvidada.
La
comprensión del Éxodo y elección de Israel es traída al primer plano en Amós 3:2: “Solamente a
vosotros elegí entre todas las familias de la tierra; por eso os castigaré por
todas vuestras culpas”. En este breve oráculo Amós está aludiendo a y
subvirtiendo la común comprensión de los Israelitas del Éxodo. No hay duda de
que el Éxodo era celebrado en Betel desde tiempos de Jeroboam I. Amós no
disputa que Yahvé sacase a Israel de Egipto, aunque cuestiona el significado
relacionado con esto. Para él, la elección sólo significa una mayor
responsabilidad. Israel, al ser elegido, tiene menos excusas respecto a la mala
conducta que otros pueblos.
Los
dichos de Amós en 3:3-8 son raras
reflexiones casi filosóficas sobre las premisas de las profecías. El
razonamiento es similar a lo que encontramos a menudo en la literatura
Sapiencial del Medio Oriente, y que encontramos de nuevo en Proverbios. Las
cosas no ocurren al azar. Las acciones tienen predecibles consecuencias.
Consecuentemente, “el desastre no cae sobre una
ciudad sin que el Señor lo provoque”(3:6).
El desastre caerá, sin duda, sobre Samaria y todo el Reino de Israel porque el
Señor así lo ha decidido. Amós puede ser descrito como un estricto
mono-Yahvista. Cree que todo lo que ocurre puede ser atribuido al Señor. No
reconoce otras fuerzas que puedan ser responsables.
Dos
temas predominan en los oráculos centrales de Amós. Uno es la injusticia
social. Se pueden encontrar coloridos ejemplos en 4:1-3,
donde se caricaturiza a las mujeres de Samaria como las “vacas de Basán” (Basán era una zona muy fértil en
Transjordania), y en 6:4-7, donde se mofa de
los que yacen en lechos de marfil y beben vino en anchas copas. Este último
pasaje describe una institución llamada “marzeah”(una
forma de la palabra se encuentra en Amós 6:7,
traducida como “juerga” en la NRSV; “clamoreo” en la versión Nácar-Colunga; “orgía” en la Biblia de Jerusalem). Era una antigua
institución Cananea, conocida en Ugarit en el siglo catorce a.C. Involucraba
una banquete que duraba varios días, con mucha bebida de vino. Al menos en
algunos contextos lo que se celebraba era la conmemoración de los difuntos y
posiblemente la comunión con ellos. Estas celebraciones eran bastante caras. El
lujo en Samaria está confirmado por la arqueología. Unos de los objetos
encontrados más espectaculares fueron una colección de marfiles, que en su
tiempo cubrieron las paredes del palacio real (de ahí los lechos de marfil en Amós 6:4). Amós incluso condena la música como
parte de un excesivo lujo. Aquellos que estaban en la riqueza, fuese en Sión o
Samaria, disfrutaban de sus bienes a costa de los pobres, quienes eran
obligados a la esclavitud cuando no podían pagar sus deudas. Habría que señalar
que las protestas de Amós contra la “marzeah” no estaban basadas en su origen
Cananeo, sino en la extravagancia e indulgencia con ésta asociada.
Otro
tema importante es la condena del culto, especialmente en Betel. “Id a Betel a rebelaros, multiplicad en Gilgal vuestras
rebeldías”(4:4). Se puede leer este
pronunciamiento desde una perspectiva Deuteronómica: el culto en Betel era
inherentemente pecaminoso, dado que no tenía lugar en Jerusalem. Sin duda, así
es como el pasaje era leído después de la reforma de Josías. Aunque la
preocupación original de Amós era diferente. Se ve claramente en 5:18-27. Este famoso pasaje pronuncia infortunios
contra aquellos que “Ansían el Día de Yahvé”(5:18). Mucho se ha debatido sobre qué es lo que
quería decir con el “Día de Yahvé”. En tiempos
posteriores vino a significar el día del juicio. Ya en tiempos de Amós podía
referirse al día de la intervención divina en la batalla. En este contexto, se
refiere claramente a una celebración cultual, quizá a la Fiesta de los Tabernáculos o Sukot (= de las chozas/cabañas), que era conocida en tiempos posteriores como “la fiesta de Yahvé”*.
Los Tabernáculos se celebraban después de la cosecha de la uva (vendimia). Era
una fiesta de alegría, donde se bebía mucho vino. El “Día
el Señor” era también una celebración de la grandeza de Yahvé, y por
implicación, la grandeza de su pueblo Israel. Era un día de luz, en el sentido
de ser una ocasión de alegría y celebración de las bendiciones de Israel.
*“La fiesta de los Tabernáculos, o de las tiendas, era una de las
tres grandes solemnidades judías, que, si no había obstáculos graves, debían
acudir al Templo para celebrarla. Se recordaba la peregrinación de los hebreos
por el desierto antes de su instalación en la tierra prometida, y los muchos
beneficios recibidos por Dios en aquellos tiempos. Se levantaban tiendas por
toda la ciudad. También era la fiesta de la recolección, y se daba gracias a
Dios por las cosechas. Duraba ocho días, en octubre. Era una fiesta popular,
con múltiples manifestaciones alegres y gozosas, que, a menudo, acababan en
excesos”.
Catholic.net/
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