DUALISMO
El centro del dualismo religioso está en la batalla cósmica
entre las fuerzas del bien y del mal y cuando se expone el curso que sigue esta
colisión que todo lo abarca entre los dos principios, las diferentes versiones
del dualismo religioso ofrecen soluciones contrarias a las principales
cuestiones teológicas de la realidad divina, la creación y los orígenes del
mal. La tipología de Ugo Bianchi sobre el dualismo ofrece el tratamiento más
sistemático del tema, definiendo tres líneas de distinción importantes. La
primera distingue el dualismo radical o absoluto del moderado o atenuado. Según
el dualismo absoluto, como el, por ejemplo, desarrollado por el Zoroastrismo
medieval y el Maniqueísmo, el bien y el mal, la luz y las tinieblas derivan de
dos principios independientes co-eternos, irreductiblemente enfrentados
mutuamente eternamente. En el dualismo moderado o “monárquico”, representado,
por ejemplo, por algunos de los sistemas Gnósticos clásicos como el
Valentinismo, uno de los dos principios es visto como agente secundario que
surge del otro principio que es considerado así como la primera causa sublime.
La segunda línea de distinción concierne al marco temporal
dentro del cual los dos principios funcionan en oposición mutua. En el dualismo
dialéctico son vistos actuando eternamente en lo que es a menudo percibido como
un proceso cíclico y repetitivo del tiempo. En el dualismo escatológico, con su
enfoque en los eventos escatológicos y purificación final del mundo al fin del
tiempo histórico, el principio del mal está destinado a desaparecer en esos
últimos tiempos y no es reconocido como agente eterno.
La tercera línea de distinción está relacionada con la
actitud respecto al mundo físico y la materia. En el dualismo cósmico, tal y
como está ejemplificado por el Zoroastrismo, el mundo físico es tratado
esencialmente como creación buena del principio del bien, o sea como una
“Creación Buena”; aunque atacada por el mal, el pecado, y la muerte, está
destinada a resultar en la destrucción del agente malo. Así, el dualismo
anti-cósmico iguala al mundo físico y la materia con el principio del mal y las
tinieblas que son vistas como totalmente opuestas al mundo espiritual y la luz.
El dualismo anti-cósmico es normalmente anti-somático, relegando el cuerpo al
mundo del mal de la materia y oponiéndolo al alma, esta última teniendo su
origen en el ámbito de la luz y el bien espiritual. El dualismo anti-cósmico
alcanzó su encarnación más dramática y evocativa en los sistemas mitológicos de
algunas escuelas Gnósticas donde el rechazo de un Dios-Creador (el Demiurgo) y
su universo asumen formas extremas y a veces drásticas.
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