lunes, 21 de octubre de 2013

ZOROASTRO Y MOISÉS


ZOROASTRO
En cierto punto en la prehistoria –no sabemos con exactitud cuando- un reformador religioso apareció entre los Iranios pastores de Asia Central. Zaratustra, o Zoroastro como es conocido en Occidente, se cree vivió según algunos en el siglo trece y según otros en el siglo sexto a.C. Su lugar de nacimiento ha sido situado en Occidente, en Azerbaijan por unos y otros lo sitúan en Mongolia(1). El Zoroastrismo, la tradición religiosa que traza su fundación hacia atrás en sus enseñanzas, está representado hoy día por pequeñas comunidades de creyentes en India (especialmente en Mumbai), Irán, y Norteamérica. Algunas composiciones, en realidad himnos, atribuidas al mismo Zoroastro están conservadas en el libro sagrado de los Zoroastrianos, el Avesta, conocidas como los Gathas. Estos himnos están escritos en un dialecto Iranio muy antiguo, cercano al Sánscrito Védico, y fueron transmitidos oralmente durante siglos antes de ser incluidas en el Avesta en algún momento a comienzos de nuestra era.

Zoroastro fue un predicador, probablemente perteneciente a una familia sacerdotal, que deseaba reformar las prácticas religiosas de su comunidad. Se opuso a ciertas tendencias comunes de varios pueblos Indoeuropeos, como las del sacrificio del toro y la bebida ritual de “haoma” (Sansc. Soma), una bebida intoxicante que quizá estaba relacionada con los sacrificios de sangre(2). (En el Rig Veda, Soma es el segundo dios más importante después de Indra). Zoroastro también eligió a un solo dios o “ahura” (Sansc. “asura”) de entre los del panteón Iranio para un culto exclusivo, llamándolo Ahura Mazda, o “Señor Sabiduría”. Los otros dioses Iranios, los ahuras y los daevas (Sans. Deva), los degradó a demonios.

Zoroastro, pues, como Moisés, quien quizá fuese su contemporáneo, parece haber estado entre los primeros líderes religiosos que sembraron las semillas del monoteísmo. Su visión difiere de la de los antiguos Israelitas, no obstante, en que explicaba el mal, proponiendo la existencia de un dios malo, Angra Mainyu (Ahriman). Por esta razón el Zoroastrismo es caracterizado algunas veces como religión dualista, en lugar de monoteísta.

Una asunción general que a veces se hace es que los diferentes pueblos Iranios del “gran Irán” –una zona cultural que iba desde Mesopotamia y el Cáucaso hasta el Khorasan, la Transoxiana, Bactriana, y el Pamir que incluía Persas, Medos, Partos, y Sogdianos, entre otros- eran todos “Zoroastrianos” antes del Islam. Se piensa que “después de la conversión del Rey Vishtasp (por Zoroastro), todo Irán se convirtió al Zoroastrismo, y continuó siendo así hasta el imperio Sasánida”(3). Este punto de vista, aunque común incluso entre los estudiosos del tema, sin duda es exagerado(4). Mientras que los diferentes pueblos Iranios sin duda compartían un panteón común y un conjunto de mitos religiosos y símbolos, tenían una variedad de dioses a los que adoraban- particularmente Mitra, el dios de los contratos, y Anahita, la diosa de las aguas, y también otros muchos- dependiendo del tiempo, lugar y grupo en particular.

El hecho que tanto el Zoroastrismo, como el Judaísmo, tenga raíces antiguas, ambas religiones son un resultado esencial de la era Cristiana. El zoroastrismo fue por primera vez codificado a partir del siglo tercero d.C. como religión oficial del Imperio Sasánida Iraní, entre el 1.000 al 1.500 después de Zoroastro, el Judaísmo Rabínico comenzó a tomar forma casi al mismo tiempo, como ocurrió con el Cristianismo canónigo, y en los tres casos el proceso fue dinámico durando unos cuantos siglos.

Así, lo que sabemos del Zoroastrismo Sasánida no describe necesariamente las creencias religiosas y prácticas del antiguo Irán. De hecho, ninguna fuente Aqueménida conocida menciona al profeta Zoroastro, aunque, curiosamente, sí lo hacen las fuentes Griegas. Hay que evitar proyectar hacia atrás en la época Aqueménida y Parta la tradición “Zoroastriana” en su forma Sasánida(5). Lo mismo es verdad para Asia Central. Quizá sea más seguro hablar de “culto o adoradores a/de Mazda” cuando uno se refiera a pueblos –incluyendo los Aqueménidas y muchos otros- que veneraban a Ahura Mazda (de hecho, históricamente así es como los Zoroastrianos se definen ellos mismos), aunque esto no incluye necesariamente a muchos grupos Iranios que mantienen a Mitra u otros dioses en alta estima.

Se puede hablar en cualquier caso de una religión Irania en sentido amplio, identificando algunos elementos que pertenecen claramente a un  grupo religioso Iranio de mitos, deidades, símbolos, y rituales. La religión Irania puede ser entendida en sus varios contextos locales como formada de elementos tomados de este grupo. La mezcla varía dependiendo del tiempo y localización, con diferentes elementos que tienen un peso mayor o menor, o ninguno, y con diversos elementos regionales no-Iranios insertos.

Parece que tanto antes como después de Zoroastro muchas comunidades Iranias veían al sol como forma visible de Ahura-Mazda. Las inscripciones Asirias ofrecen la forma “Asara Mazas” (proto-Iranio *Asura mazdas), en lenguaje Saka “urmaysde” es la palabra que designa al sol(6). El sol, y su análogo terrestre, el fuego, ambos sirven para purificar. Hay que recordar que los Indo-Arios adoraban a Agni, el dios del fuego, y que la práctica India de purificar los cuerpos de los muertos en piras funerarias tiene su raíz en el mismo propósito que la práctica Iraní de exponer sus restos al sol. Como señaló un estudioso, “…. El fuego y la luz son agentes purificadores, que destruyen la materia muerta liberando el alma no material hacia el paraíso. El paraíso mismo es concebido, en ambos casos, como lugar de luz”(7).

Un culto a la luna también figuraba en el mundo religioso Iraní. La luna era igualada con el Toro celestial, muy extendida en tiempos antiguos, especialmente en Mesopotamia. En el lenguaje del Avesta la luna es llamada “gao chithra” “la que contiene el semen del toro”. Según el mito Iranio todos los animales terrenos nacen de este semen, mientras que las plantas fueron creadas de las gotas que cayeron al suelo. La evidencia de culto al toro desde comienzos del segundo milenio a.C. la podemos encontrar en Altin Tepe, actual Turkmenistan. Se ha sugerido que el templo de Makh en Bukara mencionado en las fuentes tempranas Islámicas era originalmente un templo de la luna (en Persa “mah”, luna)(8).

Quizá el elemento más visible de la religión Irania es el festival del año nuevo, llamado “No ruz” (nuevo día), celebrado en el equinoccio de primavera. Este festival pan-Iranio parece tener su origen conectado con “Jamshid” (Avesta “Yima”), el “Hombre Primordial” figura en la mitología Iraní, aunque sus orígenes distantes son probablemente Mesopotamios.

En tiempos de los Aqueménidas varias deidades Iranias que Zoroastro trató de situar entre los demonios aún estaban presentes en el panteón religioso Iraní. Las inscripciones reales de Darío I criticaban a los Sakas y Elamitas por no adorar a Ahura Mazda(9), dando a entender la primacía que las élites Aqueménidas otorgaban a este dios, aunque tenemos pocos datos sobre las creencias y prácticas religiosas de las masas Iraníes. Hay abundantes evidencias del periodo tardío Aqueménida que indican que la deidad más popular era Anahita, diosa de las aguas, originalmente la diosa Ishtar de Mesopotamia.

En Asia Central, los gobernantes Aqueménidas intentaron imponer un calendario basado en sus propias fiestas religiosas, pero parece ser que no tuvieron éxito en ello. Los Sogdianos las sustituyeron con sus propios nombres, e inventaron nombres nuevos para los días intercalados, lo que, en palabras de W.B. Henning, “demuestra poca consideración hacia los Amesha Spentas (los “Inmortales” considerados en el Zoroastrismo como aspectos o hipóstasis de Ahura Mazda) y falta de familiaridad con los Gathas”(10). Además, los textos e inscripciones Sogdianos y Bactrianos indican que se daba culto a un gran rango de deidades Iranias y no Iranias, incluyendo la diosa Griega Demeter y el dios Hindú Shiva. Como dice Nicholas Sims-Williams, “Uno de los rasgos más notables de la religión tradicional Iraní en el este revelado por los descubrimientos del siglo veinte es el grado en el que difiere de la de los textos del Avesta y libros en Pahlavi”(11).

Entre las divinidades populares en Asia Central una era Baga (Sansc. Bagha, Ruso, Bog), un dios asociado con el vino y el matrimonio(12). Las “Antiguas Cartas” Sogdianas, documentos encontrados cerca de Dunhuang, que probablemente datan de cerca del 313 d.C., antes que el Budismo, Cristianismo, Maniqueísmo llegaran a Sogdiana, mencionan sólo “el señor del templo” (Vgnpt) y no al jefe de los magos (mogrt), dando a entender que el primero era más importante en Sogdiana incluso durante le periodo Sasánida(13). La diosa Nanai, una análoga local a Anahita importada de Mesopotamia, es frecuentemente mencionada. La figura del diablo lleva un nombre Sogdiano distinto, Shimnu, el cual es derivado independientemente del Angra Mainyu del Avesta(14). A la luz de tantas diferencias locales, aplicar el término “Zoroastriano” a la religión de los pueblos Iraníes de Asia Central es difícilmente justificable.

EL ENCUENTRO CON LA RELIGIÓN JUDÍA
La monarquía establecida en Palestina por el Rey David en el siglo décimo a.C. fue eliminada por poderes provenientes del Este en dos etapas principales, comenzando en el siglo octavo a.C. y concluyendo en el sexto. Los Asirios aplastaron el reino del Norte de Israel en el 722 y re-localizaron a la fuerza a sus habitantes en otros lugares de su imperios. El Libro de II Reyes dice que las diez tribus de Israel fueron exiliadas en “Halah y Habor cerca del Río Gozan y en las ciudades de los Medos (18:11)”. Dado que la primera localización ha sido situada en el este de Irán, en la región del Khorasan, la presencia israelita en Asia Central puede ser considerada teniendo su origen en esa época(15). Se ha propuesto que estos primeros exiliados pueden haber realizado el comercio de larga distancia(16). Esta hipótesis no es imposible, aunque falta una sólida evidencia.

El reino del sur de Judá se las apañó para sobrevivir durante siglo y medio más mediante la diplomacia, pero en el 586 otro nuevo poder, los Babilonios, pusieron fin a la independencia Judía, destruyendo Jerusalem y su Templo, que había sido el centro de la religión sacrificial-sacerdotal de los Israelitas desde tiempos del Rey Salomón. Como los Asirios, los Babilonios deportaron a los sobrevivientes Judíos a Mesopotamia para trabajar como esclavos.

Menos de 50 años más tarde un ejército Persa bajo Ciro el Grande conquistó Babilonia y liberó a los diferentes pueblos esclavizados, incluidos los Judíos. Permitido el retorno a Judá, la mayoría de los Judíos eligieron más bien permanecer en Babilonia como ciudadanos libres del nuevo Imperio Persa, o trataron de buscar suertes en otros sitios de los territorios controlados por los Persas. Muchos se establecieron en el este de Irán y establecieron el fundamento para las comunidades Judías que han sobrevivido ahí hasta hoy día, especialmente en las ciudades de Hamadán (antigua Ecbatana) e Isfahan.

Como Ciro había también realizado conquistas al este, hasta Bactria y Sogdiana, es probable que algunos de los Judíos Babilonios se estableciesen en estas provincias también. El Libro de Ester afirma varias veces (3:6, 8; 8:5, 12; y 9:20) que los Judíos vivieron “en todas las provincias” del Imperio Persa. Las comunidades actuales Judías de Bukara y Samarkanda, en particular, trazan su historia hacia atrás a los tiempos Asirios, y se consideran descendientes de las Diez Tribus(17). Aunque este origen es afirmado por Saadia Gaon de Fayyum en el siglo décimo(18), no hay evidencia directa de presencia Judía en Asia Central anterior al periodo Aqueménida como está descrita en el Libro de Ester.

Sí parece probable que muchos de los colonos Judíos posteriores al exilio en tierras Persas fueron comerciantes. Lo que sería consistente con patrones posteriores de éstos en establecer redes comerciales con familiares y otros Judíos en otras partes del Imperio Persa u otros lugares. Las fuentes Romanas muestran que en tiempos de los Partos tanto los Judíos Palestinos como los Babilonios estuvieron involucrados en el comercio con China. Los nombres Hebreos que aparecen en fragmentos de cerámica en Merv datan de los comienzos del siglo tres d.C. dando así testimonio de la presencia de Judíos que allí vivían(19). Dado que los Judíos estaban dispersos a lo largo de una zona bastante amplia, estaban muy bien situados para participar en el comercio entre los dos imperios(20).

INFLUENCIA IRANÍ SOBRE EL JUDAÍSMO
Las influencias tomadas por las comunidades Judías en un determinado medioambiente podían viajar fácilmente hacia comunidades conectadas en otro lugar. Comenzando con el periodo Persa y continuando con el Heleno y el Parto, un número de creencias y conceptos Iraníes comenzaron a abrirse camino en el ámbito religioso Judío, una tradición que evolucionaría posteriormente en el Judaísmo(21).

Las ideas escatológicas acerca de los “últimos días” y la creencia en un salvador mesiánico, una resurrección corporal, y un juicio final son algunas de las nociones que el Judaísmo (y subsiguientemente el Cristianismo y el Islam) parecen haber tomado de los Persas. Los conceptos de un paraíso celestial (en antiguo Persa “pairi daeza”) y un infierno de castigo para los malos también existía en la antigua religión Iraní, aunque no en las fuentes Israelitas anteriores al periodo Babilonio. El espíritu del mal Iranio “Angra Mainyu”, o “Ahriman” evolucionó en el diablo Cristiano y Musulmán, que aparece por vez primera en el libro de Job como “ha-satan”, el acusador. El concepto de ángeles y demonios, igualmente, parece derivar de las creencias Iranias. La antigua cosmología Iraní, con su numerología basada en el número siete, puede ser el precedente de una evolución posterior en la filosofía Griega y en el misticismo Judíos, Cristiano y Musulmán(22).

El libro de Ester, compuesto aparentemente en Irán en el siglo cuarto antes de la era común, ofrece uno de los ejemplos más explícitos de interacción entre las tradiciones Iraní e Israelita. También ofrece el registro más temprano de numerosas tradiciones culturales Iranias, como es el caso con el protocolo en la corte, el cual continuó hasta el periodo Islámico. La costumbre de beber mencionada en Ester 1:7 y mencionada en el siglo décimo por el escritor Árabe al-Jahiz, es un ejemplo. Otra es las funciones del Chamberlán en Ester 6:4-5, y el papel de los eunucos en 1:10(23).

Se ha demostrado que el Libro de Ester contiene numerosos elementos derivados de la religión Iraní. El conspirador Teresh y la desleal esposa del ministro, Zeresh, aparecen como reflejos de los demonios Taurvi y Zairik en el Avesta. Juntos parecen representar el paradigma de “la mentira”(druj) opuesta a la ley del rey(data), y por extensión al libertinaje versus la castidad, y la violencia versus el pacifismo de los justos(24).

La fiesta Judía de los Purim, que tiene su origen en Libro de Ester, es seguramente derivada del festival antiguo Iraní de primavera del Fravardigan, que, como  los Purim, tiene lugar el catorce del mes de Azar e incluye un intercambio de regalos(25).

Como algunos otros pueblos Indoeuropeos, los Iraníes creían que el tiempo acabaría con un gran acontecimiento apocalíptico. Esta catástrofe final (conocida como el Ragnarok en la mitología Escandinava) era llamado “Frasho-kereti” (hacer glorioso), o “Fraoshkart”, por los antiguos Iraníes. No es seguramente coincidencia que los escritos apocalípticos de la tradición Hebrea, como es el caso con los libros de Ezequiel y Daniel, aparezcan en el contexto del cautiverio Babilonio y después de este.

Se han visto orígenes Iraníes en aspectos del Apocalipsis Cristiano de San Juan. El pasaje en Apocalipsis 11:1-2 que profetiza que Jerusalem, no su Templo, será destruida deriva de un texto apocalíptico Judío temprano escrito en Griego, los “Oráculos de Histaspes”. Esta obra, escrita lo más probable en Partia, estaba a su vez basada en un relato antiguo Iraní acerca del Rey Vishtaspa, convertido por Zoroastro; el autor anónimo Judío presumiblemente deseaba dotar su relato con la autoridad de una antigua profecía Iraní(26). Eventualmente el “Gran Rey” del relato original Iraní evolucionó en la figura de Cristo en el Apocalipsis de Juan. Así, durante siglos, lo que originalmente había sido una escatología únicamente Iraní se desarrolló en un concepto Heleno, y eventualmente Cristiano(27).

Se ha señalado que conceptos aparentemente Iranios en origen se hicieron evidentes en las fuentes Judías no durante el periodo Persa (del siglo sexto al cuarto a.C.), sino más tarde durante el periodo Heleno, en la Palestina gobernada por los Griegos(28). Esto apoya la teoría que la ideas Iraníes entraron en la cultura Judía mediante los Judíos establecidos en el mundo Iranio, inmersos en la cultura Iraní. Los Judíos Iraníes habrían transmitido estas ideas hacia el oeste a las comunidades Judías en el Mediterráneo con las que permanecían en contacto.

JUDAÍSMO EN EL ESTE DE ASIA
Una única inscripción en piedra en una sinagoga en Kaifeng cerca del Río Amarillo ofrece una tentadora sugerencia respecto a la temprana presencia Judía en el Este de Asia. La inscripción, que data de 1663, dice:

La religión comenzó en T´ien-chu (lit. India, aunque también puede referirse a Occidente). Se construyó un “Tz´u” ( pabellón ancestral) en “Ta-liang” (Kaifeng). Ha sufrido muchas vicisitudes desde los Han, Tang, Sung, y Ming hasta nuestros hoy”(29).

Si hemos de creer esta inscripción, la comunidad Judía descubierta a finales de siglo en el este de China parece fue fundada por comerciantes que llegaron al Este de Asia, presumiblemente vía la Ruta de la Seda, antes de finales del siglo tres a.C. Se ha sugerido que este proceso ya tuvo lugar durante el reinado del rey David! Los que apoyan esta última teoría se basan en términos en la Biblia Hebrea que afirman significan “seda”, aunque los detractores dicen que estos significados están muy lejos de ser corroborados(30). Durante mucho tiempo los entusiastas identificaron “el país de Sinim” en el Deutero-Isaías con China, una conexión que carece de pruebas(31). En 1993 los arqueólogos en Egipto encontraron muestras de seda datadas en el siglo décimo a.C.(32), y es posible que los comerciantes Israelitas o posiblemente otros comerciantes la trajesen aquí. Se puede argumentar que los Judíos quizá hubiesen participado en el comercio trans-Asiático desde tiempos tempranos, aunque la fechas extremas son pura especulación.

Desafortunadamente la inscripción de Kaifeng no está corroborada por ninguna otra pieza de evidencia, y puede quizá reflejar la afirmación más atrevida de antigüedad de la comunidad Judía en China en su mito de origen. Una inscripción de 1512 y otra de 1679 datan la primera llegada de los Judíos a China en el periodo Han (202 a.C.-221 d.C.). de acuerdo con esta datación, algunos Judíos Chinos le dijeron a un misionero Jesuita a comienzos del siglo XVIII que según su propia tradición oral, sus antepasados llegaron por primera vez a Persia durante el reinado de Mingdi (58-75 d.C.)(33). La comunidad de Kaifeng, pues, parece haber llegado por mar no antes del siglo noveno d.C., separadamente y de manera distinta a los Judíos que había llegado por tierra a territorio Chino mucho antes(34).

Aunque no hay evidencia firme, no hay que descartar que mercaderes tanto Persas como Judíos estuviesen activos a lo largo de la Ruta de la Seda desde tiempos muy tempranos.  Naturalmente sus ideas religiosas les acompañaban, y por lo tanto habrían sido conocidas por la gente con la que se encontraron en sus viajes. Basado en un estudio de palabras tomadas de idiomas extranjeros en Chino antiguo, el sinólogo Victor Mair sugiere que adivinos Iraníes eran empleados por la dinastía Zhou en China, o sea, antes del siglo octavo a.C(35).

Se puede afirmar que en tiempos antiguos algunas ideas religiosas pueden haberse extendido geográficamente hacia el este, en el sentido que aquellos que poseían dichas ideas se dirigieron hacia allí físicamente. Con esto no se quiere dar a entender que los sistemas religiosos Iranio o Judío realizaran una labor de proselitismo. Las grandes religiones misioneras aún no habían entrado en escena en la historia del mundo.

En las sociedades tradicionales, las religiones al igual que la gente, son generalmente consideradas como relacionadas con una localidad o región particular, y por extensión a su propia cultura local. Desde un punto de vista Asiático o Chino, cualquiera fuese la religión que un mercader Iraní o Israelita practicaba era simplemente la religión de los Iraníes o de los Israelitas; nadie pensaba en convertirse a esta religión.

Pero, a medida que los Turcos, Chinos, y otros pueblos Asiáticos entraron en contacto con mercaderes Occidentales y se familiarizaban con sus maneras de pensar, sutiles influencias penetraron en ambas direcciones mediante las mutuas relaciones diarias. Se ha sugerido, por ejemplo, que los Taoístas del periodo Han copiaron su término “el cielo más elevado”, “daluo” del Iraní “garo-dmana”, “casa de alabanzas”, el más elevado de los cuatro cielos, asociado con Ahura Mazda llamado en partes del Avesta “Dadhvah”(36).

Se ha argumentado por académicos Japoneses que el festival de los espíritus, un ritual anual en el que se “alimentaba” a las almas desatendidas que se hizo extremadamente popular durante el periodo Tang, era de origen Iraní. El nombre chino del festival, “Yulanben”, puede derivar del sogdiano “rw´n” (alma; en Persa ravan), y un cuento popular asociado con la fiesta, en el cual un monje, Mulian, desciende al infierno para rescatar a su madre, parece estar basado en el mito Griego de Dionisos y Semele(37). Hay evidencia de otras influencias similares durante los primeros siglos de nuestra era(38), aunque intercambios similares pueden haber tenido lugar desde mucho antes, y si los adivinos Iraníes estuvieron con los Zhou, probablemente tengamos aquí un ejemplo.                                            
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1.     Ver Mary Boyce, “Zoroastrianism: Its Antiquity and Constant Vigour”, Costa Mesa, CA: Mazda Puglishers, 1992, pp. 1-26.
2.     Substancia alucinógena, considerada un misterio durante 2.000 años, recientemente ha sido identificada como la planta conocida como (Peganum harmala). Ver David S. Flattery y Martin Schwartz, “Haoma and Harmline: The Botanical Identity of the Indo-Iranian Sacred Hallucinogen Soma and Its Legacy in Religion, Language, and Middle Eastern Folklore”, Berkeley: University of California Press, 1989.
3.     Shahin Bekhradnia, “The Tajik Case for a Zoroastrian Identity”, Religion, State and Society 22/1(1994), p. 109.
4.     Por ejemplo, Jamsheed Choksy, “Conflict and Cooperation: Muslim Elites and Zoroastrian Subalterns in Medieval Iranian Society”, NY: Columbia Universtiy Press, 1997, p.4.
5.     Sobre la religión Aquménida ver Martin Schwartz, “The Religion of Achaemenian Iran”, en Ilya Gershevitch, ed., Cambridge History of Iran, vol. 2, “The Median and Achaemenian Periods”, Cambridge: Cambridge Universtiy Press, 1985, pp. 664-697.
6.     Janos Harmatta, “Religions in the Kushan Empire”, en “History of the Civilizations of Central Asia”, vol. 2, Paris: UNESCO, 1994, p .315.
7.     K. Maurer Trinkhaus, “Mortuary Ritual and Mortuary Remains”, Current Anthropology 25/5(1984), p.677.
8.     Arthur Christensen, “Die Moschee Makh in Buhara”, Orientalische Litteraturzeitun 7(1904), pp.49-51.
9.     Inscripción en Behistan, columna 5; Richard Frye, “The Heritage of Central Asia”, Princeton, NJ: Markus Wiener, 1996, p.83.
10.   W.B. Henning, “A Sogdian God”, Bulletin of the Scholl of Oriental and African Studies” 28/2(1965), p. 251.
11.   Nicholas Sims-Williams, “Some Reflections on Zoroastrianism in Sogdiana and Bactria”, en David Christian and Craig Benjamin, eds., Realms of the Sil Roadas: Ancient and Modern, Turnhout: Brepols, 2000,p. 7. A pesar de esa observación, Sims-Williams, al igual que su colega Frantz Grenet, tiende a interpretar cualquier reliquia de la antigua religión Irania en Asia Central como “evidencia a favor del Zoroastrismo
12.   Henning, “A Sogdian God”, p. 251.
13.   Ibid., p. 251; cf. Grenet and Sims-Williams, “The Historical Context of the Sogdian Ancient Letters”.
14.   Schwartz, “Religion of Achaemenian Iran”, p.681; cf. Geo Widengren, “Les réligions de l´Iran”, Paris: Payot, 1968, p. 357.
15.   Allen H. Godbey, “From Persia to China”, en William C. White, ed., “Chinese Jews”, 2da. Edition, New York: Paragon, 1966, pp. 136-137.
16.   Irene Franck, “The Silk Road”, New York, 1986, p. 63.
17.   Itzhak Ben-Zvi, “The Exiled and the Redeemed”, Philadelphia: Jewish Publication Society of America, 1957, p. 67; Julius Brutzkus, “Bukhara”, Encyclopaedia Judaica, Berlin: L. Schneider, 1929, vol. 4, p. 1126. El musulmán Pukhtuns de Afghanistan también tiene una tradición que afirma descendencia de las Tribus Perdidas.
18.   L. Rabinowitz, “Jewish Merchant Adventurers: A Study of the Radanites”, London: Goldston, 1948, p. 51.
19.   V.A Livshits and Z.I. Usmanova, “New Parthian Inscriptions from Old Merv”, en Irano-Judaica III, pp. 99-105.
20.   Jacob Neusner, “Jews in Iran”, en Ehsan Yarshater, ed., Cambridge History of Iran, vol. 3, “The Seleucid, Parthian, and Sasanian Periods”, Cambridge: Cambridge University Press, 1983, p. 912.
21.   Ver Shaul Shaked, “Iranian Influence on Judaism: First Century B.C.E. to Second Century C.E.,” en W.D. Davies and Louis Finkelstein, eds., “The Cambridge History of Judaism”, vol. 1, Cambridge: University Press, 1984, pp. 308-325; David Winston, “The Iranian Component in the Bible, Apocrypha, and Qumran: A Review of the Evidence”, History of Religions 6 (1966), pp. 183-216. Para un punto de vista opuesto ver James Barr, “The question of Religious Influence: The Case of Zoroastrianism, Judaism, and Christianity”, Journal of the American Academy of Religions 53 (1985), pp. 201-235.
22.   Ver, por ejemplo, Gedaliahu G. Stroumsa, “A Zoroastrian Origin to the Sefirot?” en Shaul Shaked and Amnon Metzer, eds., Irano Judaica III, Jerusalem: Ben-Zvi, 1994, pp. 17-33.
23.   Shaul Shaked, “Iranian Functions in Esther”, Irano-Judaica, Jerusalem: Ben-Zvi, 1982, pp. 292-303.
24.   James Russell, “Zoroastrian Elements in the Book of Esther”, en Shaul Shaked and Amnon Metzer, eds., Irano-Judaica II, Jerusalem: Ben-Zvi, 1990, pp. 33-40.
25.   Almut Hintze, “The Greek and Hebrew Versions of the Book of Esther and its Iranian Background”, en Irano Judaica III, pp. 34-39.
26.   (43)David Flusser, “Hystaspes and John of Patmos”, en Irano-Judaica, pp. 12-75.
27.   (44)Carsten Colpe, “Development of Religious Thought”, en Ehsan Yarshater, ed., Cambridge History of Iran, vol. 3, The Seleucid, Parthian, and Sasanian Periods, Cambridge: Cambridge University Press, 1983, pp. 831-833.
28.   Shaked, “Iranian Influence”, p. 324.
29.   Citado en Leslie, “Survival of the Chinese Jews”, p. 3.
30.   Michel Pollock, “Mandarins, Jews and Missionaries”, Philadelphia: Jewish Publication Society, 1980, pp. 255-256.
31.   Pollock, “Mandarins….”, p. 257.
32.   Wilford, “New Finds”.
33.   Leslie, “Survival”, p. 4.
34.   Rudolf Loewenthal, “The Jews of Bukhara”, Central Asian Collectanea, no. 8, Washington, D.C., 1961, p. 6.
35.   Victor Mair, Antiguo Chino *Myang, Antiguo Persa Mago, “Early China 15” (1990), pp. 27-47.
36.   Homer H. Dubs, “Taoism”, en H.F. MacNair, ed., “Philosophy and Religion”, Berkeley and Los Angeles: University of California Press, 1946, pp. 286-287.
37.   Iwamoto Yutak, “Bukkyo setsewa kenkyu”, vol. 4: “Jigoku meguri no bungaku”, Tokyo: Kaimei shoten, 1979, pp. 184-199; citado en Stephen F. Teiser, “The Ghost Festival in Medieval China”, Princeton, NJ: Princeton University Press, 1988, p. 24.
38.   Ver, por ejemplo, Ts´un-yan Liu, “Traces of Zoroastrian and Manichaean Activities in pre-T´ang China”, en Selected Papers from the Hall of Harmonious Winds, Leiden: Brill, 1976, pp. 2-55.







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