PAGANISMO, HEREJÍA Y CRISTIANISMO
La fundación del pagano imperio Búlgaro dio lugar a un
abrupto giro en la historia religiosa de los Balcanes y abrió unos de los más
complejos y oscuros periodos. Cualquier reliquia del orden eclesiástico
Cristiano que pueda haber sobrevivido al comienzo de la Edad Oscura en los
Balcanes, con sus devastadoras series de invasiones, difícilmente pudo
prosperar en el ámbito pagano de los Kanes Búlgaros. Al contrario, el imperio
Búlgaro ofrecía las perfectas condiciones para un resurgir y continuación de
los cultos y tradiciones paganas que habían sido suprimidas cuando los
Bizantinos controlaban partes de la península. La fundación del dominio Búlgaro
coincidió con la convocatoria del Tercer Concilio Ecuménico de Constantinopla (680-1)
que condenó y tomó medidas contra restos de misterios Dionisiácos y otros
diferentes, aparentemente aún activos en los Balcanes. Los Búlgaros
introdujeron influencias religiosas de Asia Central y las estepas y en los
siglos siguientes la península permaneció abierta a semejantes influencias
traídas mediante la llegada de
los nuevos colonos e invasores
mayormente paganos. Sus creencias mitológicas y mágicas se mezclaron con
varias paganas que aún perduraban desde la antigüedad para dar lugar a una herencia
sincretista rica y perdurable, remanentes de las cueles aún se pueden observar
hoy día. En el norte y este de los Balcanes los Búlgaros y los Eslavos
encontraron reliquias del antiguo paganismo Balcánico, como eran los cultos
religiosos Tracios, y quizá vestigios de las religiones de los misterios.
Varias creencias y prácticas asociadas con los antiguos cultos de los misterios
demostraron ser persistentes de forma inusual en los Balcanes, durando siglos
en las costumbres folclóricas y casi-Cristianas. Aparte de promover reliquias
folclóricas de los misterios Órficos y Dionisiacos en algunas regiones en
Tracia, un conjunto de rituales conservados en el oeste de los Balcanes ha
mostrado contener rasgos reconocibles del antiguo culto a los Dioscuros y los
misterios clásicos de Samotracia.
La expansión del imperio pagano Búlgaro en el este de los
Balcanes dio lugar a una revitalización de residuos paganos en sus nuevas
tierras conquistadas y también un aumento de la presencia Cristiana en su
esfera de control. Aunque el Cristianismo al no tener instituciones propias y
control eclesial estuvo expuesto siempre a influencias heréticas-paganas. En
Bizancio perduraron los residuos paganos en ciertas zonas del imperio hasta el
siglo décimo cuando el Emperador Leon VI hubo de llevar a cabo una cruzada
contra la región del Peloponeso aún fuertemente pagana debido a la influencia
de Mani. Tradiciones heterodoxas y heréticas también existían y tenían fuerza
en el mundo Bizantino, particularmente en Anatolia, en regiones como Frigia,
donde la secta Judaizante de los Atingani sintetizó la observación del Sabbath
con prácticas mágicas y astrológicas. El dominio pagano Búlgaro, al norte de
Bizancio ofrecía buen refugio a los herejes perseguidos y también a los Judíos
que habían huido durante la persecución del Emperador León III a comienzos del
siglo octavo. La política Bizantina de trasplantar colonias de las provincias
al este del imperio a Tracia enredó aún más el clima religioso de esta región
tan volátil de los Balcanes. Esas colonias de herejes Sirios y Armenios se
suponía habían de formar las guarniciones Bizantinas durante las guerras
intermitentes entre Bulgaria y Bizancio en la disputa por la frontera con
Tracia, aunque fracasaron en impedir el progreso Búlgaro, algunas
particularmente los Paulicianos- establecieron núcleos fuertes y duraderos de
agitación hereje.
La colonia Pauliciana, trasplantada a Tracia en el 757 por
Constantino V, fue probablemente posicionada también como contrapeso a sus
oponentes Iconófilos. Posterior a la ejecución del primer
líder religioso del movimiento Pauliciano, Constantino, uno de los perseguidores originales, el
oficial imperial, Simeón, se convirtió al Paulicianismo. Simeón sucedió
eventualmente a Constantino como “didaskalos” pero fue denunciado a Justiniano
II y condenado a muerte, probablemente quemado en la hoguera entre el 685 y el
695. Continuó la persecución contra los Paulicianos aunque la crisis
Iconoclasta cambió la suerte del movimiento. En el reinado de León III(717-41)
se agudizó la controversia Iconoclasta, y en el 730 decretó la destrucción de
las imágenes religiosas en todo el imperio los círculos Iconoclastas tenían
ahora un protector imperial. Durante el reinado de León, aparentemente después
de su edicto del 730, el “didaskalos” contemporáneo, Timoteo, fue llamado para ser examinado por el Patriarca
y, debido a una fuerte tendencia Iconoclasta dentro del Paulicianismo, obtuvo
una audiencia más favorable de lo normal siendo declarado ortodoxo. Aún así,
durante la revuelta Iconófila en el 742-3 Timoteo y sus seguidores huyeron a la
Armenia ocupada por los Árabes. Durante las campañas de Constantino V en el
este de Anatolia trajo a muchos Cristianos de las tierras de Armenia y los
restableció en territorios imperiales más al oeste, incluyendo a los colonos
Paulicianos establecidos en Tracia, fue así acusado de haber re-introducido a
los herejes Paulicianos en el imperio. Los Paulicianos se vieron forzados a
residir en territorio Bizantino o Árabe durante la lucha por el control de
Armenia y estuvieron expuestos a las vicisitudes aunque no fueron objeto de
persecución imperial incluso cuando el culto a los iconos fue restaurado bajo
la Emperatriz Irene (797-802) y Niceforo I (802-11) era sospechoso de profesar
creencias Paulicianas. Sin embargo, incitado por el Patriarca Nicéforo, Miguel
I(811-13)se embarcó en una campaña de severa persecución con ejecuciones de
Maniqueos ahora llamados Paulicianos y esta vez la restauración de los decretos
Iconoclastas bajo su sucesor, León V(813-20), no trajo alivio de las medidas y
legislación anti-Paulicianas. Los Paulicianos en Anatolia se vieron forzados a
buscar refugio más allá de las fronteras orientales del imperio buscando así la
protección de los poderes Islámicos como el del Emir de Melitene y Tarso. El
heresiarca y misionero Pauliciano Sergio encontró refugio en tierras del emir
de Meltiene al este de la Capadocia donde fundó iglesias Paulicianas. Es más,
la transformación del siglo décimo del Paulicianismo de secta iconoclasta
anti-eclesiástica a movimiento dualista militante ha sido atribuida a las
reformas de Sergio, cuya huida a tierras del emir de Melitene allanaron el
camino para el surgimiento de un principado Pauliciano harto agresivo en el
alto Eúfrates. A continuación de la restauración de la ortodoxia Iconófila en
Constantinopla en el 843, los Paulicianos sufriendo nuevas persecuciones
violentas que las estimaciones de las infladas crónicas estimaban en 100.000
vidas Paulicianas. A consecuencia de esto más Paulicianos buscaron refugio en
la Capadocia y su líder, Carbeas, asumió el poder en un estado separado apoyado
por los Árabes junto al alto Eúfrates justo al este de la frontera Bizantina.
Anteriormente oficial del ejército, cuyo Pauliciano padre había sido crucificado
durante la persecución, Carbeas estableció su sede en Teprice en el montañoso
noreste de Capadocia, desde donde lanzó una serie de invasiones a lo largo de
la frontera oriental del imperio Bizantino. Paradójicamente, la fundación del
principado dualista Pauliciano al este de la Capadocia coincidió con el colapso
del imperio Uigur, donde el Maniqueísmo había sido la religión oficial durante
casi un siglo, y la consiguiente supresión del Maniqueísmo en la China de los
T´ang, que culminó con la masacre de un desconocido número de sacerdotes
Maniqueos.
El resultado final de estas campañas anti-Paulicianas en
Bizancio tuvo resultados más bien dudosos el Paulicianismo quizá fue
extinguido en los dominios del Imperio Bizantino pero se había establecido ahora
en un estado teocrático apoyado por los Árabes que amenazaba directamente la
frontera oriental del imperio. El conflicto religioso entre la Orotodoxia
Bizantina Iconófila y el dualismo Pauliciano evolucionó en una confrontación
política y militar a gran escala en el centro-oriental de Anatolia donde los
ejércitos imperiales sufrieron graves derrotas y dos emperadores escaparon por
poco de ser capturados por las fuerzas Paulicianas.
Simultáneamente, en el sureste de Europa, Bizancio tuvo que
enfrentarse a la posibilidad de una alianza Franco-Búlgara con todas sus
consecuencias para los intereses Bizantinos en los Balcanes. En la primera
mitad del siglo nueve los Kanes Búlgaros negociaron con éxito con el hijo de
Carlomagno, Luís el Piadoso, y su nieto, Luís el Germano, para una precisa
demarcación de la frontera Franco-Búlgara en Europa Central. A mediados del
siglo el Sublime Kan ya controlaba gran parte del territorio entre los dominios
Carolingios, que comprendían casi toda la Cristiandad Occidental, y Bizancio,
el baluarte del Cristianismo Oriental. Con su estratégica posición entre los
dos grandes poderes Cristianos rivales, el dominio Búlgaro se vio
inevitablemente involucrado en estas rivalidades imperiales y eclesiásticas en
un tiempo en el que ya había sido testigo de los primeros conflictos
pagano-Cristianos que dieron lugar al comienzo de una larga y exhaustiva lucha
religiosa.
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