ATE, MOIRA, ERINIA
LA ATE, es la experiencia de la tentación divina o infatuación que lleva a Agamenón a resarcirse de la pérdida de su favorita robándole a Aquiles la suya. No fui yo, declaró después, no fui yo la causa de aquella acción, sino Zeus, y mi destino y la Erinia que anda en la oscuridad: ellos fueron los que en la asamblea pusieron en mi entendimiento fiera ate el día que arbitrariamente arrebaté a Aquiles su premio. Qué podía hacer yo? La divinidad siempre prevalece. No es que Agamenón esté inventando una coartada moral; porque la víctima de su acción adopta respecto a ésta el mismo punto de vista. Padre Zeus, grandes son en verdad las atai que das a los hombres. De otro modo, el hijo de Atreo jamás se habría empeñado en excitar el thimos en mi pecho, ni se habría llevado tercamente a la muchacha contra mi voluntad. El plan de Zeus se cumplía es lo que nos da a entender. El caso de Helena, quien pone fin a un parlamento profundamente conmovedor y evidentemente sincero diciendo que Zeus les ha impuesto a ella y a Alejandro un destino funesto, a fin de que seamos en adelante tema de cantar para los hombres venideros. Los dioses pueden volver insensato al más cuerdo, y llevar a la cordura al imbécil. Y qué decir de Glauco, a quien Zeus quitó el entendimiento, de modo que hizo lo que los griegos casi nunca hacen, un mal negocio, trocando su armadura de oro por una de bronce?
Uno puede preguntarse si nos las estamos viendo con algo más que una mera manera de hablar. Quiere el poeta decir algo más, que Glauco fue un necio al hacer el trato que hizo? Quizá no. Las fórmulas métricas, que eran recurso obligado de los antiguos poetas, se presentaban fácilmente a la clase de degeneración semasiológica que acaba por crear una manera de hablar. Peor el objetivo es comprender la experiencia originaria que se halla en la raíz de tales fórmulas estereotipadas, porque hasta una manera de hablar tiene que tener un origen.
Hay en Homero unos cuantos pasajes en que un comportamiento imprudente o inexplicable se atribuye a la ate o se describe mediante el verbo aásasthai, de la misma familia, sin referencia explícita a una intervención divina. Pero la ate no es, ella misma, en Homero un agente personal: los dos pasajes que hablan de la ate en términos personales, son clarísimos trozos alegóricos. La ate es un estado de mente, un anublamiento o perplejidad momentáneos de la conciencia normal. Es en realidad una locura parcial pasajera; y, como toda locura, se atribuye no a causas fisiológicas o psicológicas, sino a un agente externo y demoníaco. En la Odisea, se dice que el exceso de vino produce ate; pero lo que se quiere decir es no que la ate puede ser efecto de causas naturales, sino más bien que el vino tiene algo de sobrenatural o demoníaco. Los agentes productores de ate, cuando se especifican, parecen ser siempre seres sobrenaturales.
Así, la ate de un tal Agástrofo al alejarse demasiado de su carro, causando con ello su propia muerte, no es un castigo de su temeridad; la temeridad misma es la ate, o resultado de la ate, y no implica culpa moral discernible; es meramente un error inexplicable, como el mal negocio de Glauco. Asimismo, Ulises no fue ni culpable ni temerario al echarse una siesta en un momento desafortunado, dando con ello a sus compañeros la oportunidad de matar los bueyes prohibidos. Fue lo que nosotros llamamos un accidente; pero para Homero, como para el pensamiento primitivo en general, no existen accidentes: Ulises sabe que los dioses mandaron el sueño para burlarle. Tales personajes sugieren que la ate no tenía originariamente relación alguna con la culpa. La noción de ate como castigo parece ser, o una evolución de su concepto ocurrida tardíamente en Jonia, o una importación tardía del exterior. Quizá se trate de una idea procedente del continente que pasó a Jonia con la historia de Meleagro, de un poema épico compuesto en su país de origen.
Los agentes que producen la ate, según Agamenón son no uno, sino tres: Zeus y la moira y la Erinia, que anda en la oscuridad (o quizá según otra lectura, más antigua, la Erinia chupadora de sangre). De éstos, Zeus es el agente mitológico que el poeta concibe como el primer motor de la acción: el plan de Zeus se cumplía. Es Zeus el único Olímpico a quien se reconoce en la Ilíada el poder de causar la ate. La moira se aduce porque los griegos solían hablar de cualquier desastre personal inexplicable como parte de su sino o de su hado. Moira no se debe escribir con mayúscula en este contexto, como si significara una diosa personal que dicta a Zeus, o una especie de Destino Cósmico, como la Heimarméne helenística. Como diosas, siempre se habla de las Moirai, en plural, tanto en su culto como en la literatura primitiva, y, salvo en plural, tanto en su culto como en la literatura primitiva, y, salvo en una dudosa excepción, no figuran en la Ilíada. Lo más que podemos decir es que al tratar de su sino como un agente, al hacerla hacer algo, Agamenón da el primer paso hacia su personificación.
Así mismo, al culpar a su moira, Agamenón está tan lejos de declararse determinista sistemático como lo está el campesino moderno cuando usa lenguaje parecido. El preguntar si los personajes de Homero son deterministas o creen en la libertad es un fantástico anacronismo; jamás se les ha ocurrido la cuestión y si se les propusiera sería muy difícil hacerles comprender su significado. Lo que sí reconocen es la distinción entre acciones normales y acciones realizadas en un estado de ate. Estas últimas las hacen remontar indistintamente a su moira o a la voluntad de un dios, según miren la cosa desde un punto subjetivo u objetivo. Del mismo modo, Patroclo atribuye su muerte directamente al agente inmediato, el hombre Euforbo, e indirectamente al agente mitológico, Apolo, pero, desde un punto de vista subjetivo, a su mala moira. Está ultradeterminada.
Analógicamente, la Erinia sería el agente inmediato en el caso de Agamenón. El que tenga que figurar siempre en este contexto es cosa que bien puede sorprender a los que piensan que una Erinia es esencialmente un espíritu de venganza, y aun más a los que creen que las Erinias eran originalmente los muertos vengadores. Pero el pasaje no es único. En la Odisea, se habla de la grave ate que la dura diosa Erinia puso en el entendimiento de Melampo. En ninguno de estos lugares se trata de venganza ni de castigo. La explicación es quizá que la Erinia es el agente personal que asegura el cumplimiento de una moira. Por eso cortan las Erinias la voz al caballo de Aquiles: no es conforme a la moira que hablen los caballos. Por eso castigarían al sol, según Heráclito, si el sol traspasar sus medidas, excediendo la misión que le ha sido asignada. Es probable que la función moral de las Erinias como ministros de la venganza derive de esta su misión primitiva de hacer cumplir una moira, que era al principio moralmente neutral, o más bien contenía por implicación tanto un debe como tiene que, que el pensamiento primitivo no distinguía con claridad. Así se encuentran en Homero haciendo valer las prerrogativas que surgen de relaciones familiares o sociales y que se sienten como parte de la moira de una persona: un padre, un hermano mayor, hasta un mendigo, tiene algo que se le debe como tal, y puede invocar sobre ello la protección de sus Erinias. Por eso también se las invoca como testigos de juramentos, porque el juramento crea una asignación, una moira. La relación de la Erinia con la moira está todavía atestiguada en Esquilo, aunque las moirai se han hecho ya casi personales; y las Erinias son todavía para Esquilo dispensadoras de ate, aún cuando unas y otras se han moralizado. Parece como si el complejo moira-Erinia-ate tuviera raíces profundas y pudiera bien ser más antiguo que la asignación de la ate a Zeus como su agente. Vale la pena recordar que Erinia y aisa (sinónimo de moira) se retrotraen al dialecto que es quizá la más antigua forma conocida de la lengua helénica, al arcado-chipriota.
E.R. Dodds
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