EL UNO Y LOS MUCHOS
Xenophanes preparó el camino para la teoría del monismo mediante una crítica de la teología tradicional politeísta, la cual era de enorme importancia, constituyendo la más temprana expresión del relativismo cultural.
Los mortales (escribe Xenophanes) consideran que los dioses nacen, y que llevan ropas y hablan y tienen cuerpos como el de ellos.
Los Etíopes dicen que sus dioses tienen narices chatas y son negros, los Tracios que los suyos tienen ojos azules y rojos cabellos.
Pero si los caballos o leones tuviesen manos, o fuesen capaces de pintar con sus manos y hacer los trabajos que hacen los humanos, los caballos pintarían la forma de los dioses como si fuesen caballos y el ganado como ganado, y describirían su cuerpo en semejanza al de ellos.
Xenophanes persigue el relativismo de los puntos de vista más allá del rango cultural y hacia el de las especies de relativismo. El antropomorfismo es criticado como una proyección del ego de la identidad humana. Descartando el politeísmo atropomórfico, Xenophanes ofrece en su lugar una versión religiosa del monismo filosófico.
Xenophanes es visto como el fundador de la rama occidental del monismo Griego, denominado Eleático según la ciudad de Elea. Como dijo Platón: Los Eleatas, desde Xenophanes o incluso antes, dicen que lo que nosotros llamamos “todas las cosas” son solamente una. Aristóteles añade: “Mirando a todo lo que compone el mundo, dijo que el Uno es dios”.
El Uno dios es coextensivo con el universo, o sea, es un pantheos. Pero Xenophanes fue más allá del límite del monismo panteísta tal y como era conocido en Mileto. Anaximenes eligió el aire, portador de la conciencia, como substrato. Esto fue un primer giro hacia esta postura. Xenophanes hizo explícito este giro cambiando el énfasis de la idea del Uno como objeto universal (todo lo que ves es el Uno) hacia el Uno como sujeto universal (todo “lo que ve” es el UNO). El concepto de que el Uno es tanto el objeto universal como el sujeto es, también, básico en el temprano Upanishads, donde el mensaje central de muchos pasajes claves es la similitud del Uno como objeto, llamado Brahman o Ser, y el Uno como sujeto, llamado atman o Yo.
En contra de la visión antropomórfica tradicional de que los dioses tienen ojos y oídos, Xenophanes declaró que el Uno ve como un todo, piensa como un todo, y oye como un todo. Esto es tomado comúnmente como significando, que su ser entero ve, en lugar de una parte de él. Schofield, por ejemplo, traduce: “Todo él ve, todo él oye, todo él piensa”. El énfasis del fragmento tiene más sentido cuando se entiende como que cada lugar es una parte del cuerpo del dios, o sea que no ve meramente lo que tiene ante sus ojos; cualquier cosa que ocurra en el universo está ocurriendo directamente en su cuerpo de manera que la percibe con una especie de conciencia de todas las cosas, como uno sería consciente de las sensaciones en su pie. Al mismo tiempo parece claro que las actividades combinadas del mundo referentes al ver, oír, pensar, son todas partes de la visión, pensamiento, y oído del Uno.
La primera ocurrencia de esta doctrina –que pude ser llamada monismo subjetivo- se encuentra en el Egipto de la Edad de Bronce, donde el himno a Amon como único Dios, es promulgado. Esto es lo más cercano al pensamiento abstracto en la literatura de la Edad de Bronce: Él es percepción. Los pensadores Hindúes y Griegos van por caminos paralelos al desarrollar fórmulas más desarrolladas de esta idea. En los Upanishads el atman, o sujeto universal, es entendido como el controlador interno que guía todas las cosas. Xenophanes dice:
Sin tener que trabajar, él mueve todas las cosas con el pensamiento de su mente.
La idea de la telequinesia divina devino una parte del vocabulario Griego acerca del pensamiento; Esquilo, por ejemplo, adoptó este concepto diciendo:
Todo lo divino no precisa esfuerzo. Incluso sentado en sus santos asientos de alguna manera hace que se cumpla lo que él (Zeus) ha pensado (Suplicanctes 96-103).
El Katha Upanishad dice:
Sentado se desplaza lejos; recostado va a todos los sitios. (I.2.21).
Pero si uno está sin movimiento no puede ser coextensivo con el universo de la experiencia.
En la India, este dilema fue la fuente del mayavada, o doctrina de la ilusión que mantiene que debido a la exclusiva realidad del Uno, los Muchos deben ser vistos como ilusorios. El Uno, por virtud de ser Uno, está necesariamente sólo; es la única cosa que existe. Por lo tanto, las cosas que se mueven y cambian, expresando pluralidad, deben no existir realmente. El mundo del movimiento y cambio debe ser una ilusión o una mala comprensión.
Esta doctrina estuvo implícita en los Upanishads tempranos, aunque no formulada específicamente con la palabra maya hasta cerca del 200 A.C. Yajnavalkya, el gran filósofo del Brhadaranyaka Upanishad, compactó esta visión en dos grandes dichos: Neti, neti (no esto, no aquello) señalando la inferencia de que el Uno, por virtud de ser Uno, debe ser otro distinto a cada miembro de los Muchos. Ahora, el Uno, a la vez, por virtud de ser Uno sólo, debe ser idéntico con la totalidad, incluyendo los Muchos. Este aspecto de la cuestión Yajnavalkya lo plasmó en la respuesta: Iti, iti (Sí, esto; sí, aquello) señalando hacia la inferencia complementaria de que cada miembro de los Muchos debe ser sólo el Uno, a la vez.
Xenophanes parece haber sido el primer pensador Griego que confrontó directamente esta ramificación del monismo: Si sólo el Uno es real, entonces nuestros sentidos mienten, informándonos sobre de los Muchos; la posibilidad de un verdadero conocimiento de los Muchos es excluida: Puesto que no existen realmente no pueden ser conocidos realmente. Xenophanes expresa esto como un pensamiento proto-excéptico: “Aunque uno diga la verdad, nunca puede estar seguro o ser consciente de que está diciendo la verdad”, dokos está sobre todas las cosas. La palabra Griega dokos significa apariencia, en tanto que opuesta al verdadero (real) Ser: El Uno es; los Muchos meramente parecen ser. Esta doctrina es substancialmente la misma que la doctrina Hinduista de maya, la cual similarmente mantiene que puesto que el Uno es real, los Muchos deben ser una especie de apariencia. Este es el punto donde Xenophanes parece, para ciertos pensadores, haberse contradicho a sí mismo.
Aristóteles se queja de que si el Uno mueve todas las cosas, y es todas las cosas, entonces debe moverse él mismo; in en este caso como puede ser esto? Los Upanishads resuelven este dilema comprometiendo la unidad del Uno, diciendo que el ser tiene dos modos, el formado y el sin forma –que es lo mismo que decir que el Uno es dos; la integridad del Uno más allá de la forma es enfáticamente declarada por la insistencia en que de esos dos modos el modo formado (con forma) es irreal, el sin forma real. El pensamiento de que si es irreal no existe, y por lo tanto no necesita ser contado, cae en el intersticio entre una ontología y una epistemología no todavía separadas la una de la otra.
La terminología posterior India llamará a los dos aspectos del Uno el nirguna brahman (ser sin forma) y el saguna brahman (ser con forma). El nirguna brahman es trascendente y absoluto; es (como dice Heráclito) no sujeto a nada. El saguna brahman es el aspecto formal del ser –el universo causado como opuesto a la quietud de la eternidad. De lo que Aristóteles se queja referente al pensamiento de Xenophanes es que el ser formado y el ser sin forma fuesen declarados ser Uno. Dios era declarado ser ambos: total inacción y sin cambio y al mismo tiempo el mundo cambiante de las “apariencias”.
El substrato del monismo culminó más o menos en esta afirmación paradójica de que la Substantia Universal es a la vez cada cosa existente y también la negación de todas las cosas existentes. Xenophanes, al igual que los maestros de los Upanishads, pone especial énfasis y más alto valor en el ser absoluto y relega el mundo relativo y cambiante de la experiencia a la disminuida integridad de la mera apariencia, como una reflexión o representación.
Tanto en Grecia como en la India, cuando surge la distinción entre ser absoluto y relativo, trae consigo la cuestión de qué clase de ser poseían los dioses de las mitologías politeístas heredadas. La respuesta era obvia. Como todas las cosas cambiantes y relativas, éstos vivieron vidas mortales en el ámbito de maya. Los Upanishads retratan a los viejos dioses como aturdidos o confundidos antes de la nueva doctrina de un absoluto sin forma. No dejan de existir, aunque siguen existiendo en el ámbito de maya, como un ser diminuido. Xenophanes también se centra en esta distinción. “Hay un Dios,” dice, “que es el más grande entre los dioses y los hombres, y que no es de ninguna manera como los hombres ni corporalmente ni mentalmente”. Los antiguos dioses todavía existen de manera relativa, como los humanos, pero similarmente disminuidos por el énfasis en el Uno trascendente. Combinando esto con el análisis de Xenophanes sobre el relativismo, uno puede decir que los dioses y los hombres a través de cierta clase proyección psicológica de ellos mismos: Ellos son su propia ilusión. Esta idea, común en el pensamiento Hindú y Budista, ocupa una posición entre la filosofía y la mitología; su estatus filosófico consiste en el hecho de que no postula un comienzo, sino un principio –interno- momento-a-momento. La prioridad lógica ha remplazado la prioridad temporal; la estructura ha remplazado la narrativa –aunque el sujeto mítico está todavía presente.
Un remanente de la Edad de Bronce se encuentra en la afirmación, hecha por muchos antiguos comentadores, de que el Uno de Xenophanes era esférico. Uno de ellos declara que el Todo, o sea, el universo, era esférico. El modelo del mundo de Anaximandro parece haber sido esférico, también –como el de Parménides lo sería más tarde, y el de Platón, Aristóteles, y otros. El postulado de la esfericidad cósmica, en términos de la historia cultural puede haber tenido raíces Mesopotámicas derivadas de la astronomía. Similarmente, la relación macrocosmos-microcosmos Mesopotámica subyace a la relación entre los dos aspectos del Uno, lo universal y lo particular, o el ser absoluto y relativo.
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