EGIPTO, EL TRIUNFO DE HORUS
El triunfo de Horus significa el fin de la lucha y el comienzo de un periodo de paz y bienestar en el que Maat prevalece en la tierra, un periodo que cada rey reclamaba como el suyo. Pero para la gente era más bien un objeto de esperanza más que de experiencia. El triunfo de Horus es el tema de innumerables himnos conservados en el templo y los textos mortuorios, pero cuyo Sitz im Leben era probablemente el festival de la coronación real. La coronación del nuevo rey es explicada a la luz del mito. El sufrimiento que surge a raíz de la muerte del dios por todo el país llega ahora a su fin. A la luz de un preludio que habla de crimen, tristeza, y miedo, sigue la salvación, alegría, y abundancia apareciendo de manera más gloriosa para caracterizar el presente. El Papiro Cheter Beatty I cierra con un himno semejante 16.5-8.
Los templos del Periodo Tardío en el cual las deidades, tomando como referencia el mito de Horus, celebran un festival de nacimiento y coronación, son ricos en este tipo de himnos. El mismo texto se puede encontrar más de un milenio antes, en tumbas del Periodo de los Ramsés (siglo trece a.C.), las tumbas 183 y 184 en Tebas, muestran que con la ofrenda de la Guirnalda de Justificación, estamos tratando con un rito que en periodos tempranos perteneció al culto mortuorio e incluso al culto de Osiris.
El tema del triunfo de Horus aparece menos como objeto de la narrativa que de actividades festivas –himnos y rituales- que tenían un lugar permanente en las tres áreas de la realeza, culto mortuorio, y el culto de Osiris. La alegría era el tema básico de esos festivales y sus himnos. A juzgar por la manera en la que el triunfo de Horus es tratado en los himnos, estos apuntan hacia la expresión de alegría. La mayoría de los himnos comienzan con la exclamación, “Alégrate”!. El triunfo de Horus era el objeto de anunciación. La coronación del dios en la Casa del Noble en Heliopolis, es anunciado “a todo el pueblo”.
La alegría por el triunfo de Horus es la contraparte del duelo por la muerte de Osiris. Ambos son extremos y omniabarcantes. Así como la muerte sumerge al mundo entero en las profundidades de la desesperación, así el triunfo transporta a las alturas del éxtasis. Las dos emociones van juntas como un par en el comienzo y el final de la historia que transpira entre ellas. El país entero participa en la historia en un ciclo anual de festivales, y todo el que tomaba parte en ellos lo experimentaba. Quizás esto nos recuerde de alguna manera la tristeza del Viernes Santo y la alegría del Domingo de Resurrección, aunque hay que decir que el mito de Osiris trata con dos generaciones. El dios que triunfa es diferente del dios que es asesinado. Osiris no es el dios resucitado, sino uno que en la muerte realiza una nueva forma de existencia en el más allá mediante el triunfo y piedad de su hijo, deviniendo así el arquetipo de toda la gente fallecida.
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