EGIPTO, EL MITO DE OSIRIS
Se puede generalizar diciendo que el mito adscribe un preludio al presente como para explicar de manera que tenga sentido (como en el mito de la vaca celestial), para autentificarlo (como en el mito del nacimiento divino del rey), o para encajarlo existencialmente y legitimizarlo políticamente (como en la cosmogonía Heliopolitana). El mito está anclado en el presente y llega a este como para representar lo que ha llegado a ser. Esto es especialmente verdad para el mito de Osiris, que constituye el acto final en el contexto de la cosmogonía Heliopolitana y en su lectura política en tanto que mito de sucesión al trono. Tiene que ver con el presente, con “el tiempo en el que estamos”. Aquí, encontramos una especificación de los dos polos entre los que se desarrolla la historia: el enterramiento del padre y la coronación de su hijo. El mito de Osiris comprende un número de historias o constelaciones: una historia acerca de una esposa que se desarrolla entre Osiris e Isis, una o quizás dos (difícil de distinguir) historias acerca de hermanos rivales interpretada entre Osiris y Seth y entre Horus y Seth, y una historia acerca de una madre y su hijo realizada entre Isis y Horus. Fue Plutarco el que primero unió todas las historias en un solo contexto comprensible del “mito de Osiris”. Aquí hay que distinguir entre la historia –o el ciclo de historias—por un lado, y por el otro las varias formas en las que era contado. Si no comenzamos con el texto griego de Plutarco, el cual es la reconstrucción de la historia, sino más bien con las formas en las que los Egipcios lo expresaban, vemos que puede ser agrupado alrededor de cuatro o cinco constelaciones básicas de iconos (anteriormente mencionados), cada una de las cuales es un núcleo para la cristalización de los textos que existen en contextos altamente diversos: textos mortuorios, textos mágicos, textos reales, etc.
Ningún otro mito (o ciclo de mitos) estuvo ni tan siquiera remotamente tan intensamente entretejido en la vida cultural del antiguo Egipto, se podría hablar de una tendencia distinta hacia el mono-mito. Las religiones politeístas también son “poli-míticas”. Las religiones como el Hinduismo, la Sumero-Babilonia, Cananita, y Griega ofrecen una amplia demostración de esta afirmación. Egipto era una excepción a este respecto, y se puede sospechar que el mito era un fenómeno más político que religioso y así correlacionarlo con la estructura monárquica del Estado Egipcio más bien que con la estructura politeísta de la religión Egipcia. Hasta cierto punto, este punto es correcto. No hay que olvidar que la influencia del ciclo de Osiris no estaba de ninguna manera confinada a la esfera oficial. Al contrario, ningún otro mito era tan popular o jugaba tan importante papel en los hechizos para sanar, cuentos populares, y otros géneros literarios privados. Osiris no era un “dios del estado” como Ra y después Amon-Ra. Desde el reino Medio fue generalmente reconocido como el dios de los muertos, y su jurisdicción y culto se extendían a cada mortal. Junto con el culto de Osiris había una tendencia distinta para “democratizar” formas exclusivas de culto y creencia. Sin embargo, siguió siendo verdad que el mito de Osiris retuvo una dimensión política distintiva de sentido, de manera que puede ser designado con completa justificación, como la articulación mítica del concepto Egipcio de estado. Pero aunque Osiris era una de las más importantes deidades, no era el “Ser Supremo”. En Egipto estos conceptos estaban conectados con el dios sol, que era la antítesis de Osiris. Dejando esto de lado, se puede afirmar el hecho que Osiris, sin ser la deidad suprema o un dios del estado, experimentó un desarrollo en la dimensión mítica que oscureció a todas las otras deidades o incluso las conectó con él. Por consiguiente está dividido en cinco núcleos alrededor de los cuales estas formas de expresión cristalizaron.
1. Muerte, búsqueda del cuerpo, entierro, duelo.
Hay una invocación en los Textos de las Pirámides que ocurre en los Textos de las Tumbas como parte de la liturgia mortuoria del despertar nocturno de los muertos, que probablemente ya tenía un propósito similar en el Reino Antiguo. Se refiera a lo que ya era, parece ser, el punto de partida de la historia de Osiris en cada versión Egipcia del mito (aunque no en Plutarco quien lo expandió con un preludio):
Texto Osiriaco –declaración 532:
“(1255) El pilar Dd (dyed) de la Barca de Día es soltado por su señor, el pilar Dd de la Barca de Día es soltado por su protector. Isis y Neftis llegan, una de ellas del oeste, otra del este, una como una “que chilla”, otra como un “milano”; (1256) ellas han encontrado a Osiris, al que su hermano Seth ha derribado en Nedit; cuando Osiris, dijo “Aléjate de mi”, cuando su nombre pasó a ser Sokar. ………………”
El texto no narra una historia; más bien, explica los actos culturales y su marco situacional mediante un evento en el ámbito divino, que se extiende temporalmente en un preludio e historia subsecuente y expandido en una construcción de acciones míticas. La situación cultural es el despertar en el hall de embalsamamiento y la aparición cultual de las dos mujeres de luto en los papeles de Isis y Neftis, como ya se sabe por muchos textos mortuorios tardíos y recitaciones en el culto de Osiris. El foco de esta escena cultual es el cuerpo del rey muerto, que yace en la mesa de embalsamamiento o en su ataúd. Esta apariencia es celebrada y explicada como el descubrimiento del cadáver de Osiris. El preludio a este evento resulta de la presuposición lógica de este motivo.
El descubrimiento ha de ser precedido por una búsqueda, como ya señalan expresamente en las encantaciones de los Textos de las Pirámides. (Pyr. 1280-1282). Yacer ha ser precedido por caer, la muerte por el asesinato.
A nivel mítico, el significado del evento cultural, la aparición de las dos mujeres de luto detrás del cuerpo del rey, es complementada por un preludio: Isis y Neftis, después de atravesar el país en búsqueda de su hermano Osiris, lo encuentran en un lugar llamado Nedit o Geheset, asesinado por su hermano Seth. Esos eventos son el preludio en el ámbito divino, en cuya luz el presente –el duelo y el embalsamamiento del rey- son establecidos. En esta luz, y este es evidentemente el sentido de semejante explicación, la desesperación es vencida y la acción es posible. Seth, la encarnación de la causa de la muerte, es llamado a rendir cuentas de su mala acción. La muerte de Osiris es irreversible, pero él será integrado en el orden del mundo, el cual ha sido distribuido.
El texto (T.P. 477) que se refiere a la aparición de los dos sacerdotes en los papeles de Horus y Thoth en el contexto de la misma situación cultual que subyace a la invocación 532 de los T. de las P., pone al frente no el duelo sino la justificación. La explicación mítica facilita la acción; en la invocación 532, la acción de las mujeres en luto, que lloran al fallecido, como Isis y Neftis, lo embalsaman y despiertan, y en la invocación 477, la acción de los sacerdotes, quienes como Horus y Thoth justifican al fallecido llevando a juicio al criminal. La muerte no es un fin, sino el comienzo de los ritos funerarios, y así es también el comienzo de la historia que explica esos ritos. El mito de Osiris vence la experiencia de la muerte dándole a esta situación aparentemente catastrófica una orientación en la cual tiene sentido decirle al fallecido: “Levántate”, “ponte en pie”. Esta exhortaciones en un ciento de otras invocaciones de los textos de las pirámides, y en la literatura funeraria posterior son incluso expandidas en recitaciones más largas. El significado y función de esas invocaciones devienen tangibles en los requerimientos que constituyen su elemento común y su punto focal. Dirigidas a los fallecidos que yacen inertes, la recitación dice, “Levántate tú mismo”. Su función es resucitar a los muertos.
La historia del genero nos enseña que el mandato “levántate tú mismo” ha de ser más antiguo que su referencia a Osiris. En algunos textos es dirigida por un hijo a su padre sin que juegue ningún papel mítico, y los estudiosos ven en esta la supervivencia de conceptos muy antiguos. La actitud expresada en este mandato seguramente no surgió del mito de Osiris; al contrario, era una de las fuentes del mito. Una esperanza heredada de los tiempos prehistóricos, una creencia en la no-finalidad de la muerte, que podía ser tratada, y la práctica de un culto mortuorio original derivada de ésta creencia, crearon un marco mítico en el cual este acto permaneció con sentido en un mundo que devenía cada vez más complejo. Lo que era más especial en éste marco mítico de acción era que, tanto la tristeza como la esperanza tenían su lugar y justificación. Osiris era objeto tanto del duelo que era dirigido hacia atrás, que derivaba de la experiencia de una pérdida, y de acciones que miraban hacia delante, que brotaban de una creencia de que un orden perturbado podía ser restaurado. El mito extendía el horizonte temporal de la situación del fallecido hacia delante y hacia atrás, rompiendo el sello de la muerte. Todo esto tomó forma en Osiris: él era el dios endechado y resucitado que experimenta y vence a la muerte. No se ha de decir que la forma de Osiris se desarrolló partiendo de los ritos funerarios y la actitud hacia la muerte en ellos expresada. Afirmo esta génesis sólo para el mito no para la forma del dios. Osiris era una importante deidad que encarnaba más que sólo los fallecidos padre y madre en quienes los ritos funerarios encontraron su arquetipo mítico. Seth era otra deidad importante, más que sólo la personificación y causa de la muerte. Estos son papeles que el mito les asigna. El mito no es teología, no investiga la esencia de los dioses; más bien, rodea las acciones humanas con una historia que los viste de sentido.
“El conocimiento mata la acción” dijo Nietzsche. La acción tiene lugar en un velo de ilusión. El mito crea este velo. Admito que esta es una mala formulación con respecto a una “ilusión” sostenida durante milenios. Es sólo retrospectivamente que podemos determinar que visión era la velada por el mito. Para aquellos concernidos abría un presente velado.
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