miércoles, 21 de enero de 2009

CRISTIANISMO, UN DIOS PACIFISTA

UN DIOS PACIFISTA

UN DIOS PACIFISTA
Por qué Dios se hizo Judío y se sometió a ejecución pública por los enemigos de su pueblo elegido? Lo hizo en orden a confesar que, por elección o necesidad, era un dios desarmado. Sabía que el genocidio contra su pueblo elegido era inminente y que no haría nada para prevenirlo. La única cosa que podía elegir hacer era romper su silencio acerca de su escandalosa inacción.
Dios le reveló a Daniel en la corte del rey de Babilonia que cuando Babilonia cayera, el reino de Dios no vendría inmediatamente. Más bien vendría –en una sucesión simbolizada en la visión de Daniel(Dan.7) por una serie de bestias- los reinos de los Babilonios, Medos, Persas, y los griegos de Alejandro Magno. Solo entonces vendría el reino de Dios, simbolizado en la visión por “el Hijo del hombre”. Pero cuando el Evangelio comienza lo que encontramos, en lugar del Reino de Dios, es el Reino de los Romanos. Roma, enfurecida por el carácter rebelde de los Judíos, perpetrará genocidio poniendo fin a la soberanía Judía sobre la tierra de Israel que finalizará dieciocho siglos después, y Dios no hará nada.
Poca duda hay de que esos rebeldes, tal y como se imaginaban al Dios que les ayudaría, imaginaban a un Dios que conocía el futuro en detalle tal y como los humanos conocían el pasado. Esta es la imagen que Dios expresa tan vívidamente en el libro de Daniel. Ahora bien, ningún reino de Dios vino, sino el reino de los Romanos, una opresión mucho más cruel que ninguna de las sufridas por los Judíos hasta entonces. Entonces, se había equivocado Dios? Había fallado en prever el surgimiento de Roma? Lo que esta inversión radical en la identidad divina mediante la predicación pacifista de Jesús sugiere es que un escritor Judío de poderosa imaginación había proyectado esta crisis en la mente de Dios, transformándola en una crisis de conciencia. Dios había roto Su propia alianza, y el hecho de romperla le importaba.
Así, pues, lo que todo esto sugiere en lo que a la situación histórica se refiere es que una teodicea –una justificación moral de la conducta de Dios- cuya plausibilidad había sobrevivido varios siglos de opresión extranjera fluctuante, al final vino a entrar en crisis bajo la opresión Romana.
De acuerdo con la teodicea recibida, formulada después que Israel fue conquistado por los Asirios y Caldeos, esta doble derrota no significaba lo que parecía significar. La victoria del Señor sobre Egipto fue una victoria real, pero su aparente derrota a manos de los Asirios no era una verdadera derrota. No, Asiria y Babilonia eran herramientas en las manos del Señor, quien, lejos de estar derrotado, estaba en perfecto control y solo estaba castigando a Israel por sus pecados. Es penoso tener que aceptar que un dios nacional que había sido tan favorable de pronto se volviera hostil, así que la alternativa era la pérdida del apoyo de este dios en el futuro.
Mediante el expediente de atribuir las victorias de sus enemigos a la acción de su propio dios, Israel salvó a este dios de sufrir la misma clase de derrota que Israel mismo había sufrido. Pero el precio de este expediente era alto. Requería una inculpación masiva del pueblo de Israel –echar la culpa a la víctima- un inconfortable énfasis en la ira y vindicación en la caracterización de este dios.
Se hizo necesario aceptar lo obvio y redefinir al Señor como un dios cuya vuelta a la acción como guerrero no estaba siendo demorada sino que había sido completamente cancelada, habiendo que ajustar este carácter guerreo convenientemente. Pues si el Señor ya no funcionaba efectivamente como el enemigo de nadie, entonces es que era amigo de todos. Y si este convenio de amor era ahora indiscriminado y universal, entonces lo mismo debería ser el amor de su socio en la alianza.
En la alianza original, Israel, en tanto que socio de Dios, había de demostrar su estatus mediante una devoción exclusiva al Señor. A medida que el nuevo convenio es proclamado, el pecado de Israel, su infidelidad y fallos son olvidados más que perdonados. El Dios que no va a castigar más a sus socios en la alianza no puede exigirles lo que antes les exigía. Así pues, no es su devoción hacia él sino su devoción de los unos para con los otros, y aún más remarcable, hacia sus enemigos y los extranjeros, lo que sería la señal de semejante estatus.
El Dios encarnado se entiende a sí mismo como siendo en cuanto a su identidad humana el “Hijo del Hombre” de Daniel 7. Pero en esta capacidad, en lugar de establecer el Reino de Dios mediante la fuerza militar, predica la renuncia militar: urge a sus seguidores a poner la otra mejilla. Así revela lo que no hará, yendo sin protestar hacia su propia ejecución. La revisión de la Alianza es presentada no solo mediante predicación profética, sino, también, mediante el drama sagrado, irónico, traumático, catárquico, en el cual el papel central es protagonizado por Dios.
El espectáculo del Señor de las Huestes asesinado por el enemigo debería, en principio, haber acabado definitivamente una Alianza predicada sobre la habilidad del Señor para proteger a sus amigos y derrotar a sus enemigos. En la práctica, para aquellos que hicieron de la conmemoración de este horrible espectáculo una Alianza ritual, su significado era que una nueva Alianza entre Dios y la humanidad había tenido efecto y que era inmune a la derrota, una Alianza que podía soportar lo peor que Satán, como causa de todos los enemigos históricos pasados o futuros, podía infligir. Lo que esta revisión crea es una nueva teodicea, una nueva manera de mantener que todavía hay un dios que todavía se sigue preocupando por la historia.
Cómo es que el divino guerrero terminó siendo pacifista? La teología Cristiana tiende a decir que este cambio se debe al crecimiento espiritual en Dios, aunque nunca usa la frase “crecimiento espiritual”. La respuesta sugiere que Dios hizo una virtud humana de su divina necesidad. Encontró la manera de hacer de la derrota una victoria, aunque la derrota vino primero. Para muchos, ninguna derrota divina es tan devastadora como para extinguir para siempre la esperanza de victoria. Si la victoria de Dios ha sido pospuesta indefinidamente, entonces quizá no hay tal dios. El posponer indefinidamente equivale a cancelación. Efectivamente, después de semejante cancelación, la única elección que queda es el ateísmo o alguna otra revisión impensablemente radical en la comprensión de Dios.
Todo esto nos ha venido, y no nos hemos olvidado de ti. Y no hemos fallado a tu pacto. No se ha vuelto atrás nuestro corazón, ni se han apartado de tus caminos nuestros pasos, para que nos quebrantases en el lugar de chacales, y nos cubrieses con sombra de muerte. Pero por causa de ti nos matan cada día.. Despierta, por qué duermes, Señor?
Salmos 44: 17…

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