sábado, 10 de enero de 2009

EGIPTO, LAS TRES DIMENSIONES EN TANTO QUE TOTALIDAD

EGIPTO, LAS TRES DIMENSIONES EN TANTO QUE TOTALIDAD
1. El rey estaba encargado del culto, ofrendas, y la construcción de templos. Se encargaba del cuidado de los dioses y su mantenimiento en los templos.
2. El rey mantenía el cosmos –o sea, el curso del sol- in movimiento y fomentaba una inundación abundante del Nilo mediante ofrendas y oraciones.
3. El rey jugaba el papel de Horus, o sea, representaba le mito central que sostenía al estado Egipcio. Su piedad filial hacia su “padre fallecido” Osiris, quien se había retirado al más allá, y hacia el conjunto completo de deidades, que tenían una relación paternal con él, mantenía junta a la comunidad de deidades, humanos, y fallecidos transfigurados.
Visto desde el punto de vista del rey, la triada de dimensiones prueba que es sistemática y exhaustiva. Me parece importante señalar que los egipcios encontraban a la divinidad en esas tres dimensiones de su presencia explícitamente como una pluralidad. La teología implícita de la religión Egipcia era politeísta. En la dimensión cultual, tenemos una multitud de templos que eran no sólo la casa de varias deidades individuales, sino en las que eran venerados en conjunción con una comunidad de otras deidades. Así como las Enéadas respectivas locales representaban el ámbito divino como un todo, el conjunto combinado de deidades locales y sus territorios constituían la totalidad política del estado Egipcio. En la dimensión cósmica la pluralidad de deidades aparece como los muchos poderes cuya cooperación y conflicto mantienen al cosmos funcionando, creando la realidad. El cosmos es mantenido por diferentes poderes divinos. Este principio básico de la religión Egipcia fue minado por la revolución de Akhenaten en Amarna, pero también confirmado como tal por esta. El principio politeísta de multiplicidad diferenciada es expresado en constelaciones. La antropomorfización de los dioses significaba mucho más que la toma de una forma humana; expresaba el hecho que eran personas.

LA UNIDAD DEL DISCURSO
El tratamiento de la religión Egipcia lo baso en la distinción entre teología implícita y explícita. La teología implícita tiene que ver con las ideas, símbolos, y conceptos incrustados en los actos religiosos de una cultura, y así mismo en sus textos, mientras que le teología explícita opera a una distancia reflexiva de la actividad religiosa.

La teología explícita, que habla con forma de discurso, es un fenómeno histórico que requiere explicación, lo contrario de la teología implícita, la cual es auto-evidente. En el antiguo Egipto, los comienzos del discurso teológico comenzaron relativamente tarde. Hay que tratar de establecer las condiciones de su aparición y desarrollo. Los siguientes factores parecen ser de especial importancia: (1)los específicos de la situación histórica del Reino Medio en tanto que superación de una amplia crisis cultural; (2)la continuidad de un problema cuyo tratamiento le dio dirección al proceso del discurso, a saber, el problema de pensar a “dios” (en singular) en el marco de una religión politeísta; (3)un factor importante para el desarrollo del discurso, la institucionalización del discurso mediante la aparición de un grupo de profesionales para realizar esto; (4)el desarrollo de himnos como vehículo típico para la teología explícita.

El Reino Medio (ca. 2000-1800 a.C.) puede ser comprendido en términos generales como un periodo de explicación. El rasgo característico es la aparición de la Novela Real en tanto que género literario en el cual las acciones reales están completamente justificadas. Al nivel de actos del discurso real, las cosas no son ya simplemente decididas y ordenadas; más bien tiene lugar una argumentación, justificación, e intento convincente. Los textos expanden la representación de los actos reales a nivel de una retórica de motivos. Esos actos ya no son auto-evidentes, sino que necesitan una justificación. El colapso de la autoridad real a finales del Antiguo Reino estuvo acompañada por la experiencia de formas alternativas de organización política que intentaron restaurar el estado centralizado alrededor del 2000 a.C. oponiéndose mediante la propaganda.

Esta necesidad de justificar el monopolio del rey en la acción, el cual había sido cuestionado, en tanto que restauración de las normas universales, para legitimarlas mediante el consenso, es manifiesto en todos los sitios. El rey gobierna en tanto que orador. El poder del discurso que creaba acuerdo demostró su eficiencia en este periodo de falta general de orientación. El rey se suponía tenía que superar el desorden general no por la fuerza, sino mediante el discurso. Solo el discurso creaba consenso, certeza, y realidad. Esto era verdad en un sentido comprensivo que iba más allá de la política. Con el colapso del Reino Antiguo, no sólo la autoridad central real vino a su fin, sino que estuvo inextricablemente ligada a este desarrollo, todo el canon cultural de normas y valores fue cuestionado. Así de comprensiva era la necesidad de una orientación fresca, para el consenso y la certeza –o sea, para el lenguaje, textos que pudiesen señalar un nuevo horizonte de realidad mediante cuestiones y respuestas frescas. Esta es, probablemente, la explicación del origen de esta literatura, de la cual tenemos significativos remanentes, con su reflexión filosófica sobre la existencia y explicación de la acción. Igualmente comprensivo es lo que es expresado y hecho explícito en estos textos: profecías y lamentos, diálogos, instrucciones, e historias. La teología era una parte de la literatura. Su explicidad está en el contexto de explicación general y comprensiva de la realidad, que era realizado mediante el nuevo medio del discurso literario que fue evidentemente desarrollado para este propósito. El rasgo principal de este discurso era la falta de concisión de su terreno funcional.

El espíritu del tiempo en general en el Nuevo Reino era básicamente diferente. La realidad se había solidificado; ya no era cuestionada, ni era el tema de la reflexión básica literaria. Ya no se encuentra el discurso teológico diseminado injertando una teología explícita en los textos con otros temas, sino en escritos religiosos en sentido estricto, en himnos y eulogios compuestos por sacerdotes profesionales y no por sirvientes civiles filósofos. Estos sacerdotes profesionales eran una clase nueva que no había existido en periodos anteriores. Los sacerdotes habían existido en Egipto desde los comienzos de la formación del estado, pero no en el sentido de un grupo profesionalmente diferenciado. El oficio de sacerdote había sido mantenido por administradores que también tenían otras tareas y oficios. Servían en el templo en rotación. Como mucho, los “sacerdotes lectores jefes”, a quienes encontramos en época más temprana como magos, eran sacerdotes profesionales a tiempo completo. La situación cambió en el Reino Nuevo. Las ramas individuales de la administración –templos, estado, y tierras reales, administración civil y militar—vinieron a ser más distintas las unas de las otras., con el resultado que un oficial dado estaría ocupado solo en uno de esos departamentos en un tiempo dado. La profesionalización del discurso teológico seguramente no puede ser separada de este hecho sociológico.

Estos textos corresponden a la época del Nuevo Reino, (los siglos XVI al XII a.C.). Durante esos siglos, los himnos y en especial los himnos solares, experimentaron una edad de oro. El discurso teológico, vino a ser el centro del interés general en el Nuevo Reino.

En la mayoría de los casos, estos textos eran inscripciones en la tumbas. El concepto de tumba cambió en el Nuevo Reino. La tumba vino a ser el lugar donde los fallecidos tenían contacto no sólo con la posteridad, sino también con lo divino, y este último aspecto adquirió gran significado. La deidad más importante era el dios de la luz, porque la cercanía a él significaba vencer el ámbito de la muerte y regresar al mundo de arriba. Los dueños de las tumbas se hacían representar acompañados de un himno al sol en la entrada de sus tumbas. Este fenómeno tenía poco que ver con la teología explícita pues de otra manera se habría repetido siempre el mismo texto, un pequeño grupo de textos estandar, a la entrada de la tumba. Al contrario, es sorprendente la variedad de composiciones de este tipo de textos.

En todos estos textos, la dimensión histórica de las ideas religiosas se manifiesta a sí misma en una densidad y diferenciación únicas de Egipto. Los textos tomaban una clara posición en un proceso de desarrollo de la problemática y de la tensión inherente en el concepto de lo divino, creando nuevas, incluso más precisas y deseable formulaciones y modelos. Todo esto tiene que ver con la tensión entre el concepto de “dios” al singular como creador y gobernante que sostiene y lo mantiene todo, y el concepto, politeísta de “dioses” como vehículos de las acciones que constituyen el cosmos. Durante el Reino Nuevo, esta tensión parece haberse intensificado en una disonancia cognitiva que explotó en la revolución de Akhenaton de Amarna. Amarna significó no sólo una religión nueva, sino un nuevo arte, un nuevo lenguaje literario más cercano al lenguaje hablado, nuevas políticas, nueva elite, etc. La revolución de Akhenaton fue esencialmente teológica.

El proceso del discurso teológico en el Reino Nuevo estuvo dividido en tres fases: pre-Amarna, Amarna, y post-Amarna. Cada una de esas tres fases tomó una nueva posición en el debate acerca de la esencia de dios (en singular). Las tres son nuevas en el sentido que no podían ser reconciliadas con la visión del mundo tradicional basado en las constelaciones con sus tres dimensiones de experiencia de la presencia divina; las tres rompen el marco de la estructura politeísta tradicional, lo que llevó a un cambio fundamental en la visión politeísta del mundo.

Al final, una nueva, cuarta dimensión conectada con el nuevo concepto de “piedad personal” surgió. El corazón humano y la historia individual hicieron su aparición como nueva dimensión a la hora de experimentar la presencia divina, junto con el cuto a las estatuas, al cosmos, y el discurso. Lo divino funcionaba en conexión en la vida del individuo, y el individuo vivía en contacto directo con lo divino. Las constelaciones politeístas en las cuales las deidades actuaban solo en relación de unas con las otras y en grupos funcionales palidecieron en la insignificancia en comparación con esta nueva dimensión de la “inmediatez de lo divino”. En lugar del concepto mítico-poético de acción –del cosmos como las acciones de los dioses—ahora había un concepto de acción que estaba orientado hacia la idea de un ser supremo: el mundo como acción de dios (en singular). La unidad del discurso teológico puede ser parafraseada con esta formulación. El fenómeno aparentemente heterogéneo de la teología de Amon-Ra en el comienzo, antes de Amarna, la teología de Amarna, y la “piedad personal” del periodo de los Ramsés demuestra a este nivel ser la fase de un solo proceso de desarrollo que comenzó en el Reino Medio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario