lunes, 14 de mayo de 2007

DEIDADES VS. MONSTRUOS COSMICOS

25 noviembre

DEIDADES VERSUS MONSTRUOS COSMICOS

DEIDADES CONTRA MONSTRUOS

Los tipos de divinidades y diferentes deidades corresponden en cierta manera a como son percibidos los ambitos espaciales del universo por la gente que vive dentro y alrededor de una región.

En términos de divinidad, la principal estructura del cosmos es la división trazada entre deidades antropomórficas benéficas y por el otro lado criaturas divinas monstruosas. Como afirma F. Wiggermann, esta división general informa una serie de divisiones conceptuales del tiempo y del espacio desde la perspectiva de las élites urbanas, entre lo que ellos perciben como cultura por un lado, y lo no cultural o no culturizado por el otro.

Para ilustrar esta división, hay que volverse hacia la literatura de Ugarit en la Edad de Bronze tardía. Ugarit era intensamente urbana comparada con la más atrasada y monteñosa Israel. Los textos Ugaríticos datan de la Edad de Bronce tardía, mientras que los textos bíblicos se extienden a lo largo de más de mil años, desde la Edad de Hierro hasta el periodo Helenístico. Pero sus muy compartidos rasgos indican que ambos pertenecen a un mundo cultural más amplio. Para entender a la Divinidad en Israel hay que mirar los textos Ugaríticos.

Shils, dice: el “centro” social es “el centro del orden de los simbolos, de los valores y creencias que gobiernan a la sociedad”.

En el corazón del “centro” está la casa, lo cual expresa seguridad doméstica y protección, así como patrimonio familiar y tierra. El mapa del espacio divino generalmente corresponde a la división de la divinidad hecha entre deidades y demonios. Dentro del “centro” o área de civilización humana, las deidades tienen montañas sagradas o sitios de culto, mientras que los monstruos generalmente no los tienen. La montaña apunta al nivel celestial donde viven las deidades. En términos del nivel vertical, las deidades habitan el cielo y los monstruos el mundo subterráneo o el oceano cósmico que está debajo del mundo subterraneo. El espacio es pues usado de dos manera diferentes: montañas para señalar la proximidad de las deidades que tienen culto y que bendicen de varias maneras, y ambitos para marcar la competición cosmica.

Dentro de esta casa en general de orden divino y humano hay un punto central, la montaña de Baal, el Monte Safán o Safón, el lugar donde los dioses festejan. La montaña de Baal también es llamada lugar placentero. El centro del cosmos en el texto bíblico es expresado en términos de jardín, una reflexión de la fructificación divina del “centro”, el mejor ejemplo es el jardín del Edén en Gen. 2-3. la montaña de los dioses es también vista como un jardín en Ezequiel 28.

En contraste con el “centro”, la periferia es caracterizada como terreno de abrojos y árido. Así que, de acuerdo con la cosmografía del ciclo de Baal, la periferia es designada como el lugar donde Baal se enfrenta al dios Mot (la muerte), al borde del mundo subterráneo. Los enemigos cósmicos son representados como serpientes o dragones gigantes. La Biblia contiene referencias literales a este dragón a menudo presentado con varias cabezas (Salmos 74:13, 14; Job 26:12-13; Apocalipsis 12:3-4; 13:1).

El himmo de los Salmos 148:7 llama al mar cósmico, Tannin para que se una en alabanzas hacia Yahvé. La afectuosa actitud hacia los monstruos cósmicos quiza no sea una innovación Israelita. De hecho, esta visión amistosa de los monstruos cósmicos recuerda la especial relación de El con esas huestes, expresada en términos cariñosos. El material Ugarítico es especialmente rico en términos afectuosos entre El y los enemigos cósmicos, expresados en un discurso de la diosa Anat. Yamm (el mar, las aguas primordiales) y El comparten un rasgo común: ambos son oponentes del dios guerrero Baal.

El antiguo Israel heredó los nombres de los enemigos cósmicos de la más amplia cultura que Israel compartía con Ugarit. Hay cuatro enemigos básicamente con los mismos nombres confrontados por Baal en los textos Ugaríticos y Yahvé en la Biblia: El mar (Hebreo yam, Ugarítico ym, con su nombre adicional, Río); el Leviatán bíblico (liwyatan) y Ugarítico ltn; el Hebreo tannin, Ugarítico tnn y el Hebreo mawet y Ugarítico Mot, ambos significan literalmente “la muerte”.

Así como estos enemigos cósmicos son citados como enemigos de Baal o Anat, también son conocidos en la tradición Israelita como enemigos de Yahvé. Tres de estos enemigos aparecen en el Salmo 74:12-17. La derrota de los enemigos cósmicos sirve como preludio al evento de la creación en los textos Ugaríticos. In contraste, en Isaías 27:1 presenta la derrota del Leviatán como signo del futuro final de los tiempos. Isaías 25:8 proclama una inversión del poder del enemigo cósmico, la Muerte. Esta noción de la muerte como enemigo divino es muy rara en la historia de los conflictos en la Biblia. La tradición mítica más antigua fue erradicada o estuvo fuera de uso en el antiguo Israel, sin embargo sobrevivió fuertemente en la tradición apocaliptica. Parece pues que Yahvé había asimilado las tradiciones asociadas con Baal. La incorporación a Yahvé de las características de otras deidades es una tendencia en la religión Israelita.

Igual que en los textos Ugaríticos, los textos bíblicos presentan a las fuerzas cósmicas como las bestias domesticadas del dios principal. Para la literatura Ugarítica, los enemigos cósmicos son los enemigos de Baal, pero los amados de El. Los textos bíblicos tratan a estas figuras monstruosas como mascotas, mostrando así la relación cariñosa con El. Para Job, Yahvé es una figura tipo El, un dios creador que tiene a las monstruos cósmicos como amigos.

Así como el benéfico dios Baal derrota al monstruo cósmico del mar, el poderoso Dios del Salmo 74 lucha contra los monstruos enemigos del ámbito cósmico. Pero hay cierta reducción en el enemigo en el Salmo 74 si se compara con la historia de Baal versus Yamm. En el Salmo cuando los enemigos luchan contra Yahvé, no llegan en poder a Yahvé. En contraste con el inicial paso haci atrás de Baal en su conflicto con Yamm, seguido de la victoria gracias al arma mágica hecha por Kothar, el dios artesano. Se puede observar el antiguo paradigma aún funcionando, pero con reducciones del estatus del enemigo, quien es dificilmente comparable a Dios.

El salmo 104 menciona las aguas cósmicas, pero no hay batalla alguna. Es más, las aguas no están personificadas, ni descritas en forma monstruosa. Las aguas juegan ahora un pepel benéfico en el plan divino. Esta agua del Salmo 104 no son hostiles, y son transformadas e incorporadas a la creación de Dios. Lo que antes estaba en la periferia está ahora integrado en el “centro” del Dios benéfico; y a su vez, el maravilloso “centro” del sabio Diosse extiende al universo entero.

Haciendo esto, el nuevo orden está bañado con la fuerza de la vida divina (Hebreo ruach dos veces en los versículos 29-30 del Salmo 104, “aliento” y “espíritu”). Donde el Salmo 74 alaba el poder divino, un rasgo que requiere conflicto y presupone oposición, la creación del Salmo 104 presenta in designio sabio. El verso 24 dice, “todo lo hiciste con sabiduría”. El mundo está basado en el arreglo de los componentes de la creación y las tradicionales hostiles aguas son transformadas en un elemento central del sabio plan.

El Génesis nos prepara para el conflicto cósmico, cuando inicia el relato refiriendose a las aguas del abismo (theom “el abismo”) en el versículo 2. En el Salmo 74 esta batalla es explícita; en el Salmo 104 es muda, con la única reprimenda del versículo 7. Esta reprimenda, en comparación con el Gen. 1, es transformada en la palabra divina: “y Dios dijo”, en el versículo 3 e involucra la creación por la palabra, en lugar de la creación mediante la batalla y el conflicto. Sin embargo, la referencia en Génesis a tehom en el versículo 2 y posteriormente a tanninim (vers. 21, monstruo marino) hace eco de la tradición antigua acerca del conflicto divino. Esos tanninim están relacionados con el enemigo cósmico Ugarítico llamado Tunnanu.

El Génesis omite no sólo el conflicto sino también cualquier personificación de las aguas cósmicas. Sin ninguna señal de conflicto u hostilidad, Dios habla y la voluntad divina queda realizada. La sustitución del discurso divino por el conflicto está diseñada para elevar la figura de un Dios poderoso por encima de las expectativas humanas, más allá de las tradiciones del conflicto cósmico.

Al situar los tanninim dentro de la narración del orden creado en el versículo 21 en lugar del comienzo de la narración, el orden literal del Génesis I contribuye a una visión monoteísta. El texto, pues, manifiesta una perspectiva monoteísta que altera la percepción de la realidad con su creado orden.

Esta lectura monoteísta no sólo se aplica a las criaturas marinas. También funciona con el sol y la luna, llamados solamente “gran luminaria mayor y luminaria menor (Gen. 1:16). En el Génesis I estas figuras no son presentadas como divinidades. Más bien, como las criaturas marinas, los cuerpos celestes estan situados dentro del orden creado. En el contexto del Génesis I, los cuerpos celestes reflejan la luz original presentada en el versículo 3, posiblemente la propoia luz de Dios (como la luz divina del Salmo 104:2). Hay que señalar que en los textos Ugaríticos y del Israel temprano, el sol y la luna formaban parte del panteón y eran, por lo tanto, objeto de devoción. Este ritual devocional puede haber sido transmutado en la luz primordial de Dios que puede haber informado un nuevo contexto ritual en el antiguo Israel, sea esta la experiencia mística de los sacerdotes interpretada como la luz de la Torah.

El libro de Job también muestra ciertos desplazamientos. Job modifica el retrato de Dios comparado con los dioses Ugaríticos El y Baal. En Job 38:1, Dios aparece no en las nubes de la tormenta, la manera tradicional de presentar la teofanía de Baal, o en sueños, el medio usual de comunicación de El con los humanos (recuerdese el sueño de la escalera de Jacob en Bet-El –literal, casa del dios El-). En su lugar Dios aparece en el torbellino, tormenta de arena, --remolino—- el viento seco del Este del desierto, fuerza natural que podría haber sido asociada mitologicamente con Mot –el dios de la muerte-. Este motivo en Job señala que Dios es Dios no solo de la esfera humana domesticada, sino también de los ámbitos no domesticados, incluso desconocidos por los humanos; por consiguiente, lo divino no puede ser controlado o apaciguado por las asumciones humanas. Este Dios es lo conocido y lo desconocido. Este Dios pertenece no sólo al “centro”, sino, también, a la periferia y más allá. Así que a pesar a su larga familiaridad con la visión tradicional de Dios, Job reconoce que este Dios es uno que él encuentra por vez primera (Job 42:5). Este punto se aplica a la percepcion humana de lo divino en Job. Para conocer al Dios de Job, uno comienza en casa y visita los parajes más allá de casa, como Job muestra en su descubrimiento de lo Divino en el torbellino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario