lunes, 14 de mayo de 2007

YAHVE SEBAOT

YHWH SEBAOT; EL SEÑOR DE LOS EJÉRCITOS

En hebreo, el teónimo Señor de los ejércitos se escribe YHWH Sebaot; la primera parte del nombre es fácilmente reconocible, mientras que la segunda es el plural de una palabra muy corriente, el sustantivo hebreo, Saba, “ejército”, “tropa”, “partida”. Sin embargo, esta fórmula, que los especialistas no se ponen de acuerdo sobre su significado, aunque los traductores de la Biblia normalmente la traducen como “el Señor de los ejércitos”.

Las discrepancias no dejan de ser lamentables, puesto que el nombre Sebaot aparece con gran frecuencia en el Antiguo Testamento (284 veces), especialmente en los libros proféticos y en algunos de los pasajes más sublimes de toda la Sagrada Escritura, como en la descripción de la llamada a la profecía de Isaías, cuando los serafines del santuario celestial alaban a Dios empleando precisamente este apelativo:

Santo, santo, santo, el Señor de los ejércitos (YHWH sebaot),

La tierra está llena de su gloria (Is. 6:3).

El profeta reacciona ante tan apabullante experiencia con las siguientes palabras:

Ay de mí, estoy perdido… he visto con mis ojos

Al Rey y Señor de los ejércitos (YHWH sebaot) (Is. 6,5)

Se han hecho considerables esfuerzos para dar con la solución al nombre Sebaot, pero no hay consenso. Gerhard von Rad, desconfía de que pueda llegarse a conocer las ideas existentes tras este apelativo divino.

Los especialistas en la Biblia suelen emplear la palabra contexto en dos sentidos diferentes:

1) el contexto léxico, es decir, los sinónimos y antónimos que habitualmente aparecen asociados a una palabra, como medio de encontrar las conexiones que esa voz tiene con otros lexemas de la frase.

2) El contexto de situación, que designa el ambiente cultural al que pertenece una determinada fórmula; H. Gunkel lo llamaba Sitz im Leben, que podría traducirse como “situación en la vida”. Estudiando este empleo vivo es posible encontrar las asociaciones mentales que una fórmula determinada despertaba entre quienes la usaban o la escuchaban.

Vamos a echar un vistazo al contexto, después al contenido semántico del término “Sebaot”. La voz en cuestión aparece 284 veces en el Antiguo Testamento, y de ellas el 88 en los libros proféticos. Todos los profetas tienen en común que representan una tradición estrechamente asociada con el Templo de Jerusalem, y lo que da pie a preguntarse hasta qué punto el empleo del apelativo Sebaot no es de algún modo una peculiaridad en esa tradición.

Como se sabe, el Templo estuvo en ruinas durante los años del exilio en Babilonia, por lo que resulta de interés comprobar si la literatura de aquel entonces usó el epíteto Sebaot. No deja de ser notable que no aparezca en Ezequiel, y sólo en seis ocasiones se emplea en Isaías 40-66. Es más, en las obras deuteronómicas, que van del periodo inmediatamente anterior a la cautividad o, mejor, del propio tiempo de exilio y que equivalen a algo más de la cuarta parte de los escritos verotestamentarios, el epíteto Sebaot sólo aparece 15 veces, y esos casos son especialmente frecuentes en lo que pueden considerarse las fuentes de esos libros: la literatura del período del exilio emplea de un modo es proporcionadamente pequeño el epíteto Sebaot. Por el contrario, en los primeros 39 capítulos de Isaías, Sebaot aparece en 56 ocasiones, o sea, lo que equivale a una quinta parte de las apariciones de la mencionada palabra: lo que se escribió durante el período de esplendor del Templo hacen un uso desproporcionado del nombre Sebaot.

Se puede concluir que: a)durante el exilio, el nombre Sebaot cayó en desuso, mientras que b)el epíteto fue extraordinariamente popular entre los profetas anteriores o posteriores a la cautividad, pero cuyos escritos pueden asociarse a la tradición del Templo de Jerusalem. Esta circunstancia hace legítima la pregunta de hasta qué punto el nombre Sebaot estaba asociado con el Templo, que se encontraba en ruinas durante la etapa de la cautividad.

Si uno lee el Antiguo Testamento de cabo a rabo, se topará por primera vez con el término Sebaot en algunos pasajes del libro de I Samuel (I Sam. 1:3.11; 4:4) que se refieren a antiguas tradiciones asociadas con el santuario de Siló del período de los Jueces, que era un lugar sagrado, el único lugar sagrado anterior a la erección del Templo, salomónico, que se designa como hekal “templo” (I Sam. 1:9; 3:3). Además, el nombre Sebaot aparece especialmente ligado al Arca de la Alianza (I Sam. 4:4; 2 Sam. 6:2) que pronto pasó a estar en el Templo de Salomón (1 Re. 8:6). Pero si el nombre divino está especialmente relacionado con el Templo de Jerusalem y, antes, con el santuario de Siló, no deja de ser sorprendente comprobar su escasa relevancia en el Salterio, donde sólo aparece 15 veces, lo que quizá es lo más sorprendente de la distribución del epíteto Sebaot en la Biblia.

La conclusión general que puede obtenerse de la distribución del nombre Sebaot en el Antiguo Testamento es que conviene estar atentos a cualquier indicio que apunte a una relación entre el susodicho epíteto y el ambiente del Templo.

SEBAOT Y EL TEMPLO

El término YHWH Sebaot se vincula a un lugar geográfico concreto: Jerusalem, y más precisamente Sión, la montaña del Templo. Una vez y otra, YHWH Sebaot aparece vinculado con Sión: el Señor Sebaot “habita en el Monte Sión” (Is. 8:18), establece su reino en Sión (Is. 24:23) y celebra el banquete de su coronación en el mismo lugar (Is. 25:6). En el libro de Zacarías, el Monte de Sión se asocia lingüísticamente con YHWH Sebaot y se convierte en el “monte del Señor de los ejércitos”. Uno de los “Salmos de Sion” llama a Jerusalem “la ciudad del Señor de los ejércitos” (Sal. 48:8 (9)).

La estadística del uso de Sebaot en el Antiguo Testamento indica su relación el Templo y con la montaña de Sión. Es por ello algo más que una coincidencia que el apelativo figure en la descripción de la llamada divina a Isaías, tanto en la alabanza de los serafines como en las propias palabras de Isaías:

Ay de mi, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros,

Que habito en medio de un pueblo de labios impuros,

He visto con mis ojos al Rey

Y Señor de los ejércitos YHWH Sebaot (Is. 6,5).

Las expresiones fijas y las fórmulas son especialmente interesantes, pues en el antiguo Israel, lo mismo que ocurre hoy día en otras culturas, los distintos grupos y ambientes sociales tenían su propia habla, y en ocasiones, las frases hechas pueden identificar a un grupo social como el medio originario del que procede una determinada idea o escrito.

El epíteto Sebaot se asocia especialmente con la fórmula “aquel entronizado sobre los querubines”, como sucede, por ejemplo, al hablar del Arca de la Alianza, de la que se dice que pertenece a YHWH Sebaot, entronizado sobre los querubines (1 Sam. 4:4; 2 Sam. 6:2; también Is. 37:16). En la iconografía del Medio Oriente, donde los querubines son representados como esfinges aladas con rostros humanos; hay tres hallazgos arqueológicos especialmente significativos: primero, el sarcófago pétreo del rey de Biblos Ahiram, donde se representa a un dios o a un monarca sentado en su trono de querubines; luego una placa de marfil encontrada por los excavadores de Meggido, en un estrato ligeramente anterior a la ocupación israelita del sitio, tiene el mismo motivo, y finalmente, una miniatura de un trono de querubines en marfil procedente del mismo lugar muestra un par de querubines, dos de cuyas alas son visibles mientras las otras dos parecen estar sosteniendo el trono.

Se sabe que el rey Salomón hizo esculpir dos gigantescos querubines para colocarlos en el Santo del Templo (1 Rey 6:23-28), uno junto al otro, con sus caras vueltas hacia la entrad del Templo. Aunque no hay acuerdo general al respecto, no creo que fueran sólo razones estéticas las que explican la presencia de los querubines en el templo, sino que probablemente tenían un significado simbólico y cumplían la función ilustrada por los hallazgos arqueológicos antes descritos: los querubines de Templo de Salomón sostenían el Trono, que para los ojos mortales estaba vacío, pero sólo en apariencia, pues se suponía que Dios estaba entronizado en invisible majestad en el Santo de los Santos del Templo: las alas de los querubines sostenían su trono, y el Arca de la Alianza servía de apoyo para sus pies. Ambos rasgos explicitaban una importante idea: el templo era el palacio de Dios invisible, y es lógica entonces la relación entre la prohibición de tener imágenes de Dios y el hecho de que, en el antiguo Israel, el templo no tuviera una estatua de Dios sino sólo un trono vacío.

Otro tema interesante era como los Israelitas concebían el espacio en el Templo, que era un lugar sin límites, es decir, transcendía la dimensión del espacio y era el punto donde se juntaban cielo y tierra. En el templo no existía una separación absoluta de uno y otro ámbito; por el contrario, se pensaba que allí el cielo y la tierra eran lo mismo, o mejor, el templo era la parte terrena de la realidad celestial. Esta idea estaba muy extendida en el Oriente Medio antiguo. En Mesopotamia, el santuario de Enlil en Nippur se llamaba Dur-an-ki, “el vínculo entre el cielo y la tierra”. En Egipto también había templos cuyos nombres expresaban el mismo concepto: el templo de Heliópolis se conocía como “el cielo de Egipto”, mientras que el complejo sacro de Karnak era “el cielo en la tierra”; un antiguo nombre del templo en egipcio puede traducirse literalmente como “las puertas del cielo”. Igualmente, en Canaán, el área sacra de Sidón era llamada “las colinas del cielo”.

Una idea tan difundida en el Próximo Oriente difícilmente contendría elementos repugnantes a la fe de israel; por el contrario, todo indica que la msima creencia era compartida por los antiguos hebreos, como demuestran las palabras de Jacob describiendo Betel después de su sueño: “es nada menos que la Morada de Dios y la puerta delcielo” (Gen. 28:17). El capítulo 6 de Isaías narra una visión en la que el temblor de los umbrales, el incienso y los carbones encendidos del altar permiten situarla en el templo de Jerusalem, pero existen otros elementos de la teofanía que claramente exceden las limitaciones del santuario terrestre; el paralelo más cercano es 1 Reyes 22:19-23, donde se describe una escena que indudablemente sucede en el cielo, puesto que allí están los ejércitos celestiales reunidos en torno al trono de Dios. En Isaías 6, Dios habla en plural y pregunta: “Quién irá por nosotros?”, evidentemente incluyendo también su gobierno celeste.

Resumiendo: hemos llegado a dos conclusiones: primero, que la designación divina Sebaot se originó en los ambientes del Templo y se refiere a Dios como Rey de los cielos sentado en su trono de querubines, y segundo, que Sebaot está relacionado morfológicamente con saba, la voz que designa la asamblea celestial, la corte divina. Es importante notar que ambas conclusiones más que facetas de la misma realidad: el epíteto Sebaot resalta la realeza celestial de Dios, mientras que el elemento seba´ot, dirige la atención hacia las miríadas que rodean el trono de Dios. Esta corte celeste tiene múltiples funciones: canta la alabanza eterna de Dios, forma parte del gobierno de los Cielos y lleva a cabo en la tierra los mandatos divinos.

1 comentario: