viernes, 25 de mayo de 2007

OSIRIS, TAMMUZ, ADONIS

EL DIOS QUE MUERE Y RESUCITA

Frazer describe la realeza divina y los cultos de la fertilidad, el matrimonio sagrado, la víctima propiciatoria y varias otras instituciones, sin definir sus interrelaciones y sus diferencias. El cree que motivos en cierto modo similares dieron lugar a todas ellas y espera probar que todos estos motivos han operado generalmente, quizá universalmente en la sociedad humana, produciendo en circunstancias distintas una variedad de instituciones específicamente diferentes pero genéricamente iguales. Dudamos que los rasgos genéricos sean los más significativos; el hacer hincapié en ellos o dedicarles nuestra investigación, nos parece que es exponerse a una distorsión de la realidad histórica por la esquematización de abstracciones. Encontramos que lo específicamente diferente es mucho más significativo que lo que parecía ser genéricamente igual.

Ya sea un credo abstracto o un credo fundamental, este relato reconstruido presenta indudablemente un tema que se conocía tanto en Egipto como en Mesopotamia. El dios del que trata personifica la vida vegetal, y el relato de su muerte y resurrección refleja su flujo y reflujo anual. Por eso se dice que se encontró al dios; hay un elemento de lo imprevisible en su resurrección porque el retorno de la vitalidad de la naturaleza queda fuera del ámbito de los proyectos humanos. Sin embargo, la comunidad no puede aguardar pasivamente un renacer del que su misma existencia depende, y de ahí que reemprenda una búsqueda ritual, y que la preocupación de la sociedad por la muerte del dios se exprese con procesiones, lamentos y otros ritos apropiados. El duelo y la búsqueda se presentan, en la personificación del mito, como el papel de una diosa y la imagen de una madre o esposa afligida se impone donde el marchitar y brote de la vida vegetal evoca inevitablemente analogías humanas. Si estos fenómenos naturales poseen una fuerte y emotiva atracción, si en especial el renacer anual de la naturaleza afecta profundamente al hombre en muchos países, no es sólo porque su propia vida dependa de ello, sino porque es una imagen de su suerte y esperanza, ya se refiera esta esperanza a la resurrección personal, como en Egipto, o a la supervivencia en sus descendientes, como en Mesopotamia. Se debe sin duda a esta atracción tan singularmente personal que poseían estos tres dioses el que encontremos que su veneración está representada no sólo por los rituales del templo, sino también por observancias populares muy difundidas, de las que encontramos vagos ecos en nuestras fuentes. Pero la afirmación de que el culto de estos dioses pertenece a la religión popular más que a la oficial, requiere una salvedad, porque puede aplicarse a Adonis, que no tenía, que sepamos, un templo propio, y se le dio culto en el santuario de la gran diosa en Biblos. Y es probable que a Tammuz se le venerara igualmente en el santuario de la diosa Inanna-Ishtar en Erech, y que las lamentaciones por Tammuz que Ezequiel observó en Jerusalem (Ez. 8:14) pertenezcan también a la esfera de la religión popular. Pero, en Mesopotamia, tales lamentos públicos no constituían todo el culto del dios que sufre, y Tammuz es solamente uno de sus muchos nombres. De una manera u otra era con bastante frecuencia el objeto de un culto oficial….. Incluso Asur y Marduk parecen haber sido formas específicas de Tammuz. En Egipto, el culto popular de Osiris comenzó a existir en los tiempos históricos, y está demostrado que fue un derivado del culto oficial del dios que representaba de forma mitológica inmutable, al predecesor del monarca en el poder.

….Estos dioses muestran profundas diferencias incluso en su básica relación con la vida vegetal: Adonis personificaba la vegetación de la primavera; Tammuz representaba la fuerza generadora n sólo de las plantas, sino también de los animales; mientras que Osiris producía los cereales y lo hacía como parte de la función que el rey muerto cumplía en la economía natural de su pueblo. Se creía que tanto Osiris como Tammuz sufrían cuando se trillaba el grano. Esto está expresado de modo inequívoco en el Misterio de Sucesión egipcio, aunque no tan claramente en un texto referente a Tammuz… Se creía todavía en los tiempos medievales, cuando los veneradores de Tammuz sobrevivieron en Haran. Unos textos de Ras Shamra prueban que también se mantenía esta creencia en Siria, aunque no es demostrable en el caso del culto a Adonis, que sólo lo conocemos por fuentes tardías. Esta doctrina es consecuencia directa de la conexión de cada uno de estos dioses con la vida vegetal y, por lo tanto, no puede ser considerada como un rasgo específico que tienen en común más allá del carácter general que acabamos de indicar.

La vegetación no puede surgir sin agua, y, por lo tanto, podemos considerar el dominio sobre el agua, pretendido para Osiris, Tammuz y Adonis, como la consecuencia de su dominio sobre la vegetación. Pero ni en Siria ni en Mesopotamia podemos encontrar un paralelo de la específica relación que existía entre Osiris y el Nilo. En los himnos a Tammuz el agua aparece simplemente como un accesorio del poder del dios. Por eso puede decirse que la diosa se regocija en el que procede del río.

El tema del dios ahogado y la traída de la inundación, mencionado en conexión con Tammuz, recuerda a Osiris; pero lo mismo cabía esperarse en conexión con cualquier dios cuyo poder se manifiesta en la re aparición de la vegetación. Tammuz “se ahogaba” porque la vegetación desaparece cuando las aguas disminuyen en los ríos y canales en el calor del verano. Cuando renace y las plantas reviven, al mismo tiempo las lluvias primaverales u otoñales proclaman su poder. De ahí que en la historia de la vida del rey se resuma el ciclo anual de la naturaleza de la siguiente manera:

De joven estaba echado en un barco que se sumergía

Cuando adulto yacía inmerso en el grano.

Pero en Egipto la crecida del Nilo era una manifestación del poder de Osiris porque se creía que surgía de la tierra, su dominio.

Si nos trasladamos de la mitología a los auténticos usos del culto encontramos una detallada semejanza entre los rituales de Osiris y Adonis en la utilización de las semillas en germinación. Nuestro problema, aquí es determinar la antigüedad del uso en Siria y en Egipto y decidir si fue originario de uno de los países o de ambos. Los “jardines de Adonis” consistían en semillas –sembradas en macetas o cestos- que germinaban y se marchitaban rápidamente y se arrojaban a pozos o al mar –desconocemos la razón-. Pero parece que el rito era parte de las lamentaciones por Adonis, y se hacía hincapié en el hecho de que las jóvenes plantas se habían marchitado. Por otro lado, no se dejaba que los “arriates de Osiris” se marchitaran a la vista del hombre; eran de dos clases, se colocaban en un féretro unos montones de tierra, en forma de momia, y a veces se les cubría con lienzo de momia o envases de cartón; contenían semillas que se regaban durante una semana y cuando germinaban se colocaban en la tumba, sirviendo de ensalmo para la resurrección; por lo tanto, pertenecían al ritual funerario. Pero en los templos se utilizaba otro tipo de “arriates de Osiris” (por lo menos en la época de los Ptolomeos), que consistían en moldes de otro o plata llenos de tierra y semillas, que se regaban durante nueve días y se enterraban el día del “entierro de Osiris”, el último día del último mes de la estación de la inundación. El carácter general de Adonis y Osiris es suficiente para explicar el rito. Obsérvese que, por un aparte, los “jardines de Adonis” se marchitaban y, por otra, que el uso de los arriates de Osiris en el culto del templo no tiene paralelo en Siria, a pesar de que en Egipto se conoció a partir de la dinastía XVIII. Por último, el uso de los arriates de Osiris en el culto del templo no está atestiguado de ningún modo en los tiempos faraónicos y no puede demostrarse que tenga relación con ninguna celebración popular de un acontecimiento o transición crítica en la naturaleza, sino solamente con la resurrección del dios en el templo. Existe la posibilidad de que el uso de la semilla germinadora en los tiempos de los Ptolomeos lo hubieran sacado del culto de Adonis, que había estado establecido en Egipto por lo menos desde los días de Teócrito, en el siglo III A.C.

Aludimos aquí a un elemento muy importante de las comparaciones que pueden hacerse entre los cultos egipcios y asiáticos: la influencia de los griegos. También conocieron ellos “el antiguo ritual mediterráneo de la aflicción con su periódica lamentación por una divinidad difunta, héroe o heroína, que expresaba “la emoción del hombre natural agitado por la desaparición del verdor, por la recolección de la cosecha o por el final del año”.

Los griegos no sólo han identificado a los dioses egipcios con los suyos, sino que incluso han utilizado como original el material egipcio para sus propios fines. La extensión del culto de Isis por todo el Imperio Romano es el ejemplo más sobresaliente de una adaptación en la que los rasgos originales desaparecieron casi completamente. La mayor parte, si no toda, de la información sobre la religión egipcia que ofrecen los autores clásicos está desfigurada desde el punto de vista egipcio. Incluso la más antigua fuente griega da fe de la tendencia típicamente griega a transmutar cada préstamo en un a expresión del pensamiento helénico; Herodoto (ii.59) consideró equivalentes a Isis y Deméter. Además, los griegos se asentaron en el Bajo Egipto, y aunque sabemos que el Fayum y Alejandría tenían una cultura curiosamente híbrida, no sabemos si los griegos se encontraron las creencias asiáticas establecidas en esos lugares o si ellos mismos las introdujeron allí. Como resultado de esta duda, el lazo más definitivo entre Asia y el mito de Osiris sigue siendo problemático. He aquí la conexión de Osiris con Biblos tal como la describen las fuentes clásicas: su cuerpo y su ataúd habían llegado hasta allí flotando; Isis los encontró después de transformados en un pilar del palacio del gobernador local, y ella los reclamó y los llevó de nuevo a Egipto. Pero se dijo que Isis se comportó en Biblos del mismo modo que se creía que Deméter había hecho en las mismas circunstancias en Eleusis. En la época Romana se identificó a Adonis con Osiris. Pero las fuentes faraónicas no saben nada de esta asociación del mito de Osiris con Biblos, a pesar de Egipto había comerciado con este lugar desde el comienzo de los tiempos históricos, e identificado su Gran Diosa, la “Señora de Biblos”, con Hathor. Es por esta razón por la que tenemos que descartar todas las conexiones de Biblos referentes al mito de Osiris, por considerarlas una elaboración tardía. Es probable que, al mismo tiempo, se introdujera otra característica del relato. En el mito existe una clara duplicación: Set no sólo asesinó a Osiris, sino que más tarde cogió el cuerpo del enemigo y lo descuartizó. Hemos comentado ya la improbabilidad de que este relato se originase en Egipto en los primeros tiempos, y hemos encontrado una posible explicación de ello; otra alternativa sería que se hubiese originado a causa de la equiparación de Osiris y Dionisio, la cual perduró en época posterior. También Dionisio se manifestaba en un pilar, mientras que a Osiris se le relacionó en época temprana con el pilar de Djed; sin embargo, éste no era una columna de madera, sino un haz de papiros.

Cualesquiera que sean los rasgos que los griegos hayan añadido al mito original de Osiris, trataron de lo más caballerosamente un rasgo que era de la mayor importancia para los egipcios. Esto fue la realeza de Osiris. Para los griegos el carácter de Osiris en cuanto rey muerto carecía totalmente de significado, mientras que para los egipcios era su característica más sobresaliente. . Hemos visto que todos los otros aspectos del rey derivaban de éste. Sin embargo, los griegos consideran que estas creencias egipcias son completamente oscuras. Tampoco existe en Asia un equivalente de la realeza de Osiris. Adonis fue un joven, nunca un rey. Tammuz aparece en la lista de reyes sumerios, pero en relación con la legendaria Segunda Dinastía de Erech; sigue al rey Lugalbanda (una figura como Tammuz) y precede al semidivino Gilgamesh. Puesto que Inanna, una forma de la Gran Madre, era venerada por Erech, Tammuz también era originario de ahí; y parece que la lista une su tradición histórica más temprana con el mundo de los dioses en la forma aprobada del mito. La realeza no interviene en absoluto en el culto a Tammuz, y no es una característica del dios tal como está descrito en los himnos. A este respecto, el contraste con Osiris es completo.

En comparación con las diferencias profundamente arraigadas entre los tres dioses, su semejanza genérica queda reducida a una insignificancia; personifican la vida en la vegetación, pero esto es a la manera que es particular a cada caso. Sin embargo, es curioso que quede un elemento común en sus mitos que exigen una explicación y que pertenece también enteramente al ámbito de lo específico. Los enemigos de Osiris y Tammuz se encarnaban en verracos, y fue un jabalí el que asesinó a Adonis. No necesitamos recurrir a las fuentes clásicas para hacer estas afirmaciones, puesto que el relato de Plutarco de que Set encontró el cuerpo de Osiris en su ataúd en una caza del jabalí, y la información de Herodoto de que se sacrificaban cerdos a Osiris, no cobran importancia sino cuando encontramos en el Libro de los Muertos que en cierta ocasión Set había estado encarnado en un verraco; y se alude al mismo mito en los textos de las pirámides. Se ha sugerido, con cierta probabilidad, que el enigmático animal que representa a Set podría ser un tipo de cerdo con patas largas. En el festival babilónico del Año Nuevo un verraco simbolizaba al enemigo y se le mataba antes de que el dios cautivo pudiera ser liberado. Tenemos sellos del tercer milenio que prueban la antigüedad de esta costumbre, yen Egipto, más o menos hacia la misma época, se conocía al enemigo de Horus y Osiris bajo el aspecto de un cerdo.

La representación del enemigo del dios por medio de un verraco es demasiado extraña y específica como para considerarla una semejanza accidental entre los mitos de los tres dioses. Además, se ha mantenido que es posible que los nombres de Osiris y Asur, y el epíteto “Asaru” que tenía Marduk, tengan un origen común. Se podría, entonces, llegar ala hipótesis de que algunos rasgos del culto de los tres dioses se remontan a un pasado remoto antes de que las lenguas camíticas y semíticas hubieran evolucionado a partir de su raíz común, antes de que la ruta de las tormentas atlánticas se hubiera desplazado hacia el Norte, y cuando un cinturón de tierras habitables se extendía desde la costa occidental de África hasta las montañas pérsicas. Adonis representa la vegetación salvaje (de la que depende el nómada), más que el grano. Tammuz y los dioses mesopotámicos afines están todos íntimamente relacionados con los rebaños y manadas, al igual que con la vida vegetal. Tanto de la Señora de los Nacimientos egipcia como la mesopotámica usa el útero de una vaquilla como emblema.

Si la semejanza de su mitología y de su culto se deben a un desarrollo paralelo independiente o deriva de una raíz común; si se adoraba a un “dios de las plantas y animales” antes de que los pueblos se trasladasen desde las tierras altas a los secos pantanos de los valles del río, no lo sabemos; pero incluso si unos cuantos rasgos del culto o el mito fueran restos de un remoto pasado común, los dioses, tal y como se nos presentan en las religiones del Oriente Próximo antiguo, expresan mentalidades profundamente diferentes, y el modo de llegar a entenderlas es a través de lo “específicamente diferente” y no a través de lo “genéricamente semejante”.

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